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El señor GARCÍA .- Señor Presidente , para mí el valor esencial -y tarea principal del Senado- es velar por la unidad de la nación chilena.
Cualquier cosa que hagamos por agregar divisiones, odiosidades, y, en definitiva, puntos de desencuentro no hacen más que perjudicar esa unidad a la que tantas veces nos ha convocado la Presidenta de la República, y recientemente usted, señor Presidente, al asumir la presidencia del Senado.
Reitero que para mí la unidad de la nación chilena es el valor esencial. Y ello no es contrario a este proyecto de reconocimiento constitucional de nuestros pueblos originarios. Por el contrario, nosotros entendemos que nuestro país es más rico en la medida en que haya más diversidad y se la reconozca.
Por eso, como Senador que representa a la Región de La Araucanía Sur -probablemente el territorio donde habita la mayor cantidad de población mapuche-, siento que este es un paso histórico, trascendente y extraordinariamente importante.
La reforma constitucional que nos ocupa no es la solución de todos los problemas; nadie podría pretender aquello si no va acompañada de políticas públicas adecuadas y de una cultura de respeto a nuestros pueblos originarios.
Sin embargo, señor Presidente , también creo que, luego de escuchar las intervenciones de algunos señores Senadores que me han precedido en el uso de la palabra, estamos a punto de perder esa oportunidad histórica.
Además, me parece que sobre el particular -y lamento que haya salido del Hemiciclo la señora Ministra de Planificación - se juega al doble discurso, porque por un lado llegamos a la Sala con un supuesto acuerdo entre el Gobierno y la mayoría de los Senadores para efectuar este reconocimiento constitucional, y, por otro, ya se anuncian votos en contra -en ejercicio legítimo del derecho que tienen los señores Senadores-, viéndose débil el Gobierno en la defensa de este proyecto que aparentemente venía consensuado.
Tal como se dijo aquí, han transcurrido bastantes años y muchos proyectos han intentado hacer tal reconocimiento constitucional. Pero ahora que teníamos el acuerdo, que había expresión de voluntad mayoritaria del Senado, expresada también por el Gobierno, lamento que estemos desperdiciando esa oportunidad.
Nosotros no podemos compararnos con naciones como Canadá o Nueva Zelanda. Somos un país pequeño, un territorio pequeño, una economía pequeña en el confín del mundo, y debemos atenernos a esa realidad, al igual que nuestra Constitución y nuestras leyes. Cualquier otra cosa es utopía; cualquier otra cosa es demagogia; cualquier otra cosa es simplemente pretender levantar banderas de lucha que no nos llevarán a buen puerto o destino.
Existen personas en la sociedad chilena que nunca hubiesen querido ver este proyecto sobre nuestros escritorios, pues estiman -tal como lo expresó el Senador señor Navarro- que carece de sentido hacer este reconocimiento constitucional por tratarse de derechos ya reconocidos a todas las personas, y los integrantes de nuestros pueblos originarios, como parte de la nación chilena, tienen acceso a tales derechos.
Mucha gente piensa lo mismo que el Honorable señor Navarro . Sin embargo, cuando uno conversa con las comunidades indígenas, con los hombres y mujeres mapuches de la Región de La Araucanía, se da cuenta que desean el reconocimiento constitucional, y, además, la solución efectiva de sus problemas, la instauración de políticas públicas que considere sus opiniones y también sus proyectos, sus sueños, sus esperanzas. Ya no se trata solo de los problemas sobre las tierras o las aguas, sino de los relativos al acceso a la salud, al derecho a una educación de calidad, al derecho a la vivienda, al derecho -también consagrado en nuestra Constitución Política- a vivir en un medio ambiente libre de contaminación.
En fin, son los derechos humanos fundamentales los que nuestros pueblos originarios piden a la sociedad chilena respetar y considerar de manera permanente.
Sin embargo, señor Presidente -y también lo dijo aquí el Senador Muñoz Barra, ¿con qué nos encontramos? Con políticas públicas equivocadas, con políticas públicas como el Programa Orígenes, donde se ve el dinero pasar, pero no a los verdaderos beneficiados: las familias de nuestros pueblos originarios, y -por el interés que tengo en particular- las familias mapuches que habitan la Región de La Araucanía. Las platas se destinan a oficinas, a viajes, a viáticos; a la compra de camionetas; se quedan en consultoras, pero no se utilizan para superar la pobreza en la que viven miles de nuestros compatriotas mapuches.
¡Eso nos tendría que preocupar! Así como nos debería llamar a reflexión el uso de los recursos de todos los chilenos para influir en la decisión de voto a través de la intervención electoral del Gobierno, circunstancia cada vez más vergonzosa e intensa.
Entonces, seamos coherentes y perseverantes.
Por lo tanto, aprobemos este reconocimiento constitucional como lo propone el proyecto en debate. Pero junto a ello, debe procurarse un paquete de políticas públicas que permita terminar con las tremendas diferencias existentes entre nuestros pueblos originarios -como la etnia mapuche- y el conjunto de la sociedad.
Al observar ciertos indicadores, nos encontramos con que, por ejemplo, la pobreza es mayor en la población indígena que en la no indígena: 19 por ciento versus 13,3 por ciento; el analfabetismo en los indígenas es de 6,8 por ciento, mientras que en la población no indígena, de solo 3,7 por ciento; los años de escolaridad de la población indígena llegan, en promedio, a 8,7, en tanto que para la población no indígena alcanzan los 10,3 años.
Por consiguiente, de tales indicadores se desprende la mantención del retraso de la población perteneciente a nuestros pueblos originarios, de su permanente situación de inestabilidad, de pobreza y, en algunos casos, incluso de indigencia.
Entonces, señor Presidente , cada año cuando discutimos los presupuestos de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, del Programa Orígenes -principal instrumento público que se lleva adelante para apoyar a nuestras etnias originarias-, no solo nos debemos preocupar de que estén los recursos, sino, además, de que estos se utilicen bien, para tener éxito en la aplicación de las políticas indígenas.
A mi juicio, en eso han faltado mucha rigurosidad y una enorme voluntad por hacer bien las cosas a efectos de sacar de verdad a nuestros pueblos originarios de las condiciones de atraso, pobreza e indigencia en que se encuentran.
Por tanto, señor Presidente , no se puede venir a criticar el proyecto y a señalar que no cumple las expectativas. Yo les pediría a los mismos señores Senadores que hablaron de una consulta que les preguntáramos a las comunidades originarias si están conformes con la política indígena, la manera en que se invierten los recursos y el modo en que se llevan adelante los proyectos, considerando que muchos de ellos -en materia de agua potable, construcción de sedes sociales, producción- quedan inconclusos. ¿Ese es el respeto que merecen nuestros pueblos originarios: dejar las tareas y los proyectos a medio terminar?
¡No, señor Presidente ! El respeto, la consideración, el aprecio y el cariño, que yo al menos siento por las personas que integran el pueblo mapuche en la zona que represento y en todo el país, implican precisamente permitirles avanzar a la par con quienes no son indígenas y gozar de sus mismos derechos para educarse, para la atenci��n de salud, para desarrollarse, para salir adelante con sus familias y para alcanzar mayor bienestar y mejor calidad de vida.
Sin embargo, en lugar de lograr lo anterior a través de las políticas públicas, lo estamos impidiendo por la mala administración de estas, por la ineficiente distribución de los recursos y por su manejo político.
Para terminar, señor Presidente , anuncio que votaré a favor del proyecto, pues considero que constituye un avance. Es posible que resulte insuficiente, pero, sin lugar a dudas, es un paso absolutamente necesario e interpreta a quienes represento en la Región de La Araucanía. Ellos desean el reconocimiento constitucional y, además, la aplicación de políticas indígenas que les permitan salir del subdesarrollo.
He dicho.
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