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- rdf:value = " El señor NAVARRO.-
Señor Presidente, deseo manifestar mi solidaridad con los habitantes de Chaitén y Futaleufú, y con los esforzados colonos del valle El Frío y de la villa Santa Lucía .
Tuve oportunidad de conocer esas localidades allá por la década del ochenta, cuando durante muchos meses participé en el movimiento de tierras de las empresas que trazaron la Carretera Austral Presidente Pinochet. Y puedo relatar mis experiencias de efectuar caminatas de 40 kilómetros para arribar a mi lugar de trabajo; de compartir el calor de una fogata durante toda la noche debido a que no había forma de regresar a los albergues; de laborar bajo la lluvia, y de construir un camino a dinamitazos sin que una sola voz se alzara en protección del medio ambiente.
Señor Presidente , trabajé duramente en esas zonas. En mis recuerdos tengo grabadas en particular las largas noches cuando se acababa el petróleo y debíamos esperar durante días su reposición para poder continuar con las obras a cargo del Cuerpo Militar del Trabajo.
En verdad, los colonos decían: "Aquí nos han abandonado". ¡Desde siempre! No solo en este Gobierno, sino desde que el Ministerio de Tierras y Colonización de la época les permitió instalarse en esos suelos agrestes, en los cuales no era posible hacer soberanía ni patria sin el apoyo permanente del Estado. Pero este luego los abandonó. Quienes se quedaron fueron los valientes, quienes sacrificaron sus familias, sus vidas y las de sus hijos para hacer soberanía, sin contar con el apoyo de ningún Gobierno: ni el de la Dictadura, ni de los posteriores ni tampoco del actual.
Esa es la queja permanente de los habitantes de esos sectores.
Entonces, si producto del peor error en la política pública nacional vamos a gastar 20 mil millones de pesos mensuales en el Transantiago para subsidiar la megalópolis, en verdad el Senado debe aprobar todos los recursos pertinentes para crear la nueva ciudad donde habrán de instalarse los habitantes de Chaitén, que no desean ser desarraigados.
Por consiguiente, el tema de fondo es cómo actuamos, cuáles deben ser las principales preocupaciones del Ministerio de Vivienda.
Se nos ha informado que se pretende ampliar el radio urbano de la Región Metropolitana en 9 mil 266 hectáreas. Con ello, el costo del metro cuadrado de terreno ascenderá de 0,5 unidades de fomento a entre 1,5 y 3, dependiendo de si el valor de la vivienda oscila de 1.500 a 3.000 UF. Es decir, por tercera vez, después de la anexión de la provincia de Chacabuco, se busca extender el territorio urbano de la Capital sobre suelos agrícolas.
La preocupación del Ministerio de Vivienda -me consta porque su titular, Patricia Poblete , posee sentimientos y capacidad- va a realizar un viraje respecto de cómo resolver el problema de las inmobiliarias en la Región Metropolitana para seguir construyendo viviendas en terrenos disponibles. Y se trasladará a la Décima Región, para desarrollar una política pública con planificación urbana.
La primera pregunta que cabría formularse es qué hacer para que la gente sufra menos, en cuanto a los albergues, por ejemplo.
Aprovecho de enviar un saludo a las Fuerzas Armadas -en especial, a la Armada-, por estar siempre disponibles.
Sin embargo, la interrogante de fondo surge por el hecho de que Chile es un país volcánico. Si hay alguna crítica, ella no debe dirigirse a Tompkins. Podremos diferir respecto de temas relativos a la ecología, pero la verdad es que tenemos que hacernos una autocrítica acerca de por qué permitimos que las ciudades se sigan emplazando en el círculo de peligro crítico alrededor de los volcanes.
Por cierto, en Chaitén se han invertido miles de millones en infraestructura pública, liceos, alcantarillado, agua potable, mejoras de los servicios básicos, etcétera. Sin embargo, ¿nadie pensó que a diez kilómetros de ella existía un volcán que podría acarrear las consecuencias que hoy se observan? ¿Cuántas ciudades del país están en la misma condición de riesgo? ¿Qué estamos haciendo para anticiparnos a eventos críticos de tal naturaleza?
Ello requiere una planificación. Lo hemos repetido hasta el cansancio. Necesitamos desarrollar la energía geotérmica. Chile es un país volcánico. No necesitamos importar petróleo ni gas desde Indonesia, sino explotar los recursos naturales, que hoy se vuelcan como un infierno, pero que son una fuente eterna de energía limpia.
En tal sentido, espero que los encargados del diseño urbano se dediquen a planificar -como en el caso de Brasilia- dónde reconstruiremos Chaitén o Futaleufú, o si se decide retornar a tales localidades.
La disyuntiva en cuanto a si se insiste en su emplazamiento o se busca una relocalización es difícil. La gente quiere tener certidumbre. Aquellos que están albergados con sus familias en Chiloé, en Puerto Montt, en Osorno, no solo desconocen dónde continuarán estudiando sus hijos, ni cómo sobrevivirán, sino también qué va a ser de sus vidas. El desarraigo equivale al exilio y quienes han vivido este último saben cuánto se sufre. Es como el ostracismo de los griegos.
Por ende, el diseño de una política de reasentamiento, de relocalización constituye un desafío tremendo, quizás el mayor en términos de planificación y emplazamiento territorial de viviendas urbanas y rurales. No se trata de residentes de ciudades; es decir, no podemos entregarles viviendas básicas, pues no podrían habitarlas debido a que tienen una cultura diferente y otra forma de ganarse la vida. Y ese es el desafío.
Por otra parte, lo señalado en cuanto al dilema del camino es falso, es mentira. Y quiero informar al señor Senador que manifestó que Tompkins se negaba a otorgar una franja de aquél, que ello refleja que no se han leído los acuerdos. ¡Jamás ha estado en cuestión la franja! El tema es por dónde pasa -por el centro o la costa- y qué trazado causa menor impacto medioambiental.
También es mentira lo relacionado con el desalojo. Lo afirmo con mucha fuerza, porque estuve en Huinay, como Presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados , y conversé con los pobladores. ¿Saben Sus Señorías qué organismo pidió expulsarlos? ¡La Universidad Católica de Valparaíso, dueña y propietaria de Huinay! ¡Esta casa de estudios le vendió sus terrenos a ENDESA! ¡No eran de Tompkins! Y ello consta en los procesos judiciales.
En verdad, si algunos colonos se han asentado es porque efectivamente el único que ha provocado desarrollo armónico productivo con cuidado de la naturaleza es Douglas Tompkins.
En tal sentido, odio y rechazo el doble estándar. Porque, en definitiva, ENDESA tiene el 87 por ciento de las aguas. ¡Este es un país loco! ¡El 87 por ciento de toda la riqueza hídrica de Chile está en manos de una empresa extranjera, y nadie dice nada!
Cabe tener presente que, como señalan los especialistas, el agua es el petróleo del futuro y, por ser el bien más escaso, desencadenará guerras. Además, solo el 1 por ciento del agua sobre la tierra está en condiciones de ser potabilizada, y ese porcentaje es cada vez más reducido debido al cambio climático.
Repito: ¡el 87 por ciento de la riqueza hídrica de Chile está en manos de los españoles! Yo emplazo al Senador Orpis a que nacionalicemos el agua. Hagamos lo que Allende logró con el cobre, que es hoy el sueldo de Chile. El agua lo será el día de mañana, pero ahora está en manos foráneas. Y yo no quiero que continúe en poder de extranjeros. Por tanto, hay que nacionalizar el agua. Voy a empeñar mis próximos seis años como Senador en alcanzar tal objetivo: emplazaré a mi Gobierno y a la Oposición para que ello se concrete.
Por último, señor Presidente , claramente la preocupación central son los refugiados, la gente que hoy día está sufriendo, incluso en la Región que usted representa, porque este fenómeno natural no solo ha afectado a la Décima Región, sino también a la del General Carlos Ibáñez del Campo. El problema va mucho más allá de una Región.
En ese sentido, debemos estar disponibles para debatir y hacer las cosas bien a fin de atender las inquietudes de las demás ciudades ubicadas en las cercanías de volcanes. En la Región del Biobío tenemos varias en esas condiciones. Y en ellas se observa preocupación.
La gente que vive a quince kilómetros de un volcán, cuando ve lo sucedido en Chaitén, se hace preguntas: "¿Cómo está mi seguridad aquí? ¿Cuál es el plan de contingencia? ¿Cómo debo actuar ante una emergencia? ¿Invierto, o no, en programas de desarrollo para establecerme en este lugar?".
Estamos ante un problema nacional: hay centenares de volcanes en Chile, activos e inactivos, y el Chaitén pone en cuestión la política de ordenamiento territorial del desarrollo urbano y productivo.
El Senado debiera encarar un debate en ese sentido a la hora de aprobar los recursos para el Presupuesto de 2009, con el objeto de abordar algo que hemos eludido por muchos años: no reconocer que nuestro país es volcánico, que va de cordillera a mar, y que, por ende, requiere una política de ordenamiento territorial que permita que los volcanes sirvan para el desarrollo y no se conviertan en una tormenta.
He dicho.
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