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Honorable Senado:
Considerandos:
I. El Pueblo Chango:
Que en la Cuarta Región de Coquimbo existen muchos hombres y mujeres que se sienten dignos descendientes de la etnia de los changos, la cual, pese a que hay una opinión distinta de la academia, sigue viva, como fenómeno cultural y antropológico.
Los Changos o Camanchakos o Camanchangos fueron la etnia ocupante del litoral desde hace unos 3 mil años atrás, desarrollando formas semi sedentarias a través de la explotación alternada de playas y roqueríos costeros, en una economía sustentada principalmente por lobos marinos, de los cuales construyeron sus características balsas y mucho de sus artefactos, practicando además el trueque con los agricultores y pastores del interior.
Los Changos tenían “lengua propia”. La investigación etnohistórica y arqueológica revela la presencia en el litoral de agrupaciones étnicas conocidas en Chile como Changos, coetáneos al período de la cultura Diaguita. Los Changos fueron descritos, por diversos viajeros durante los siglos XVIII y XIX; pero poco sabemos de su origen, lengua y organización social. Tal presencia changa es con asiduidad descubierta con el alumbramiento de yacimientos líticos, piedras horadadas y cementerios que se han encontrado en Tongoy, Guanaqueros y Puerto Aldea.
Los Changos fueron los reyes de la costa del norte de Chile, con sorprendente destreza navegaban por la costa en sus balsas cocidas con tendones y creadas a partir de dos cuerpos de lobo marino inflados, una técnica única y de gran eficiencia.
Repartidos por la costa norte, incluso hasta el valle central, habitaban las playas en forma nómade.
La necesidad de diversificar su alimentación los obligó a realizar trueque con habitantes andinos, siendo testimonio de los flujos entre tribus costeras y andinas y del comercio que ahí se generó.
Mantienen una presencia activa hasta los primeros siglos del dominio europeo, siendo incorporados como mano de obra a las diferentes mitas y actuando como apoyo a las faenas de embarque y desembarque de productos.
Los changos fueron la principal mano de obra en estas actividades, las que permitieron el desarrollo paulatino de los puertos de Pisagua, Iquique y El Loa.
Los changos procesaron el pescado, sobre todo el congrio y el tollo. Y lo hicieron bajo la modalidad de "seco" y "salado". También arponeaban grandes cetáceos. Ya, en el siglo XVII los changos se acercaron al puerto como mano de obra en la explotación del guano, tal como sucedió en la Isla Serrano.
Al despertar el siglo XVIII, siglo de las Luces en Europa, la población de changos empezó a decrecer. Indicador de lo anterior es que, en la Isla Serrano se incorporó la población negra en la extracción del guano. Los changos también, aunque de un modo periférico, trabajaron en el salitre, cargando sacos del mal llamado "oro blanco", en sus balsas en dirección a los veleros que lo llevarían al viejo mundo para hacer crecer la esperanzas de la razón enarbolada por los filósofos de la ilustración.
El balneario más popular de Chile tomó su nombre de Juan de Cartagena, que a principios del siglo XVII se hizo propietario de la hacienda de San Antonio. Antes de la llegada de los españoles, todas esas tierras eran de los changos que obedecían al cacique Huechún.
Hacia mediados del siglo XIX los descendientes de los changos todavía habitaban la amplia playa que se extiende entre Cartagena y Las Cruces. El historiador José Toribio Medina salía a caminar por esa playa recolectando los vestigios de aquellos pueblos indígenas que vivían de la pesca. Con el material que logró reunir publicó uno de los primeros artículos antropológicos hechos por un investigador chileno.
Se dice que para la Guerra del Pacífico hubo levas en la región. Algunos de los changos fueron enrolados, otros escaparon hacia el interior. Así fue quedando cada vez más deshabitado ese litoral, que posteriormente sería redescubierto y sobrepoblado como balneario [1].
II. Historia del pueblo chango:
Desde los inicios de la presencia colonial, diversos autores se refirieron a los habitantes de Cobija denotando la riqueza de los recursos marinos de esta ensenada.
En términos generales, los pescadores que vivían a lo largo de la costa del norte grande de Chile llamaron la atención de los europeos fundamentalmente en tres aspectos: su condición de vida, a la que aluden los epítetos que ya hemos mencionado; su movilidad y el aprovechamiento integral del lobo marino, para la construcción de balsas, viviendas, vestimenta, recipientes, cordelería y alimentos. Estas poblaciones habían logrado una buena adaptacion a este ambiente que incluia el mar, roqueríos, playas e islas y la zona de la Cordillera de la Costa que les proporcionaba otro tipo de recursos, vegetales y animales, como el guanaco. Pudieron disponer de ciertos excedentes - productos del mar secos y/o salados, conchas y guano - susceptibles de intercambiarse con recursos y bienes de tierras altas.
Durante el siglo XVI, la población indígena presente en Cobija fue denominada bajo los siguientes términos: Camanchacas, urus, pro - anches y changos. La única referencia de uros en Cobija, está señalada por Pedro Sande en 1581:
En la ensenada de Atacama, ques donde está el puerto, hay cuatrocientos indios pescadores uros, que no son bautizados ni reducidos ni sirven a nadie, aunque a los caciques de Atacama dan pescado en señal de reconocimiento. Es gente muy bruta, no siembran ni cojen y susténtanse de solo pescado.
Algunos autores consideran que esta población pudo ser originalmente segmentos de uros del altiplano que se establecieron en el litoral, mientras que otros investigadores, afirman que la denominación "uro" podría haberse originado a causa de su condicion de pescadores, en general pobres y menospreciados, tanto por sus vecinos indígenas como por los europeos y que compartían un modo de vida "bárbaro" con los uros altiplánicos, de acuerdo a las connotaciones con que en ese tiempo se cualifica a los grupos cazadores recolectores.
En cuanto al término Camanchaca, una de las primeras menciones parece ser la de Francis Drake en 1578, al referirse a los habitantes de la costa al norte de Copiapó.) Mucho más específica es la Información de Juan de Segura en 1591, aludiendo a camanchacas de Cobija. Esta denominación siguió en uso hasta mediados del siglo XVII, para nombrar a población de este lugar.
Quizá si el único relato temprano que intenta caracterizar físicamente a los camanchaca, situándolos en el primer repartimiento de Chile, Copiapó y que de paso, refiere alguna de sus costumbres, es el de Lizárraga, a fines del siglo XVI:
en este trecho de tierra hay algunas caletillas con poca agua salobre, donde se han recogido y huido algunos indios pescadores, pobres y casi desnudos; los vestidos son de pieles de lobos marinos y en muchas partes desta costa beben sangre destos lobos a falta de agua; no alcanzan un grano de maíz y no lo tienen; su comida solo es pescado y marisco. Llaman a estos indios camanchacas, porque los rostros y cueros de sus cuerpos se les han vuelto como una costra colorada, durisimo; dicen les proviene de la sangre que beben de los lobos marinos, y por ese color son conocidísimos.
Una reflexión al margen. El comentario de Lizárraga de que en estas caletas se refugian indios pescadores, invita a especular sobre si no se tratará de gente pescadora del lago Titicaca. Una de las tantas interrogantes que queda sin respuesta y que no significa negar la existencia de una población preexistente asentada en la costa por milenios.
Bittmann sugiere que es probable que los pescadores del norte de Chile en la época colonial temprana, hayan comprendido diferentes etnias cuya área de distribución en algunos casos o, por lo menos, en el de los "camanchacas", comprendiera hasta el litoral del sur del Perú. Estas etnias incluirán a camanchacas, pro-anches y changos, ya que ellos aparecen diferenciados en distintas fuentes; "pro-anches" y "camanchacas" registrados en los libros parroquiales de Cobija y la presencia de "camanchacas ", diferenciados sobre la base de un criterio linguístico en Chulín, Perú.
Esta misma investigadora consigna un dato aislado y novedoso al mismo tiempo, respecto de los "camanchaca", apelativo dado a ciertos indígenas de la costa meridional del Perú de acuerdo a un documento de la Colección "Egerton 1816" (Museo Británico, Londres, fol.223) que contiene datos acerca de un relato proporcionado al Capitán Francisco de Cadres, por un indio nombrado Chepo, de 115 o 120 años de edad, en el que narra viajes marítimos realizados por los indígenas desde los puertos de Arica e Ylo, respectivamente. Según la declaración de Chepo, llegaron después de dos meses de viaje a una isla desertica llamada Coatu y, posteriormente, a dos islas llamadas, la una Qüen, la otra Acabana. Estas islas eran gobernadas por jefes; allí había llamas y venados y los habitantes vestían ropas de algodón y lana. En dichas islas adoraban a un ídolo de oro al que le hacían ofrendas de este mismo metal, piedras azules, rojas y blancas y finos textiles de lana y algodón de todos los colores. Consultado sobre el idioma de los moradores de estas islas, Chepo contesto que "entendían la lengua de D. Sebastian Camanchac". Señalo además, que los indígenas habían realizado dichos viajes en balsas de madera. Aunque tan sólo se refiere a un caso, la nota es de interés, ya que indica que don Sebastian Camanchac y presumiblemente los demás "camanchacas " que estaban en el sur del Perú eran considerados "forasteros" o, por lo menos, se distinguían como grupo linguístico de los demás indios de aquella parte del litoral. Bittmann no conoce la fecha del documento citado, pero supone -creemos que acertadamente- que dataría del siglo XVI, siglo de documentadas exploraciones de sajones a las costas del Pacífico sur.
De naturaleza diferente y aunque brevísima, la información que ofrece Santa Cruz Pachakuti es tremendamente significativa, cuando cualifica a los camanchas pescadores de Atacama como "grandes hechiceros". Los ibéricos, no sólo estigmatizaron a los indios cazadores recolectores considerándolos "salvajes", sino también quisieron hacer notar que a ello se sumaba el ser "idólatras".
María Rostworowski ha observado una relación longitudinal entre valles de la costa sur andina, que Galdós ha constatado entre los puertos prehispánicos de Arica, Ite, Ilo y Chule, a cuya población los cronistas y visitadores llaman "yungas pescadores" y que serían los camanchacas mencionados por Lizárraga, quienes como etnia, figuran en documentación del siglo XVII (1639) en el Archivo Departamental de Arequipa.
Es también a mediados del siglo XVII que se utiliza el término de pro- anches para población del sector de la costa aledaña de Morro Moreno y de Caldera, más al sur. Este apelativo sólo aparece en esta centuria e identifica a los pro- anches como originarios de Copiapó y Morro Moreno, aunque inscritos en partidas de bautismo y matrimonio de Cobija. En esta misma época, se empieza a usar la denominación de changos que a partir de 1665 es la única que permanece vigente hasta el siglo XIX, para identificar a las poblaciones de Cobija y de Copiapó. Para Bittmann "Changos" o "chiangos" también es un nombre utilizado para designar desde por lo menos mediados del siglo XVII, a grupos de pescadores recolectores y cazadores costeros, habitantes de la franja del Pacífico entre aproximadamente los 17º Lat. S. (sur del Perú) y los 30º Lat. S. (Tongoy en la costa chilena). Casassas especula que el término pro-anche es una deformación del vocablo quechua purum -auca o poro - auca y que podría haberse aplicado a camanchacas no sometidos; la argumentación es débil aunque sugerente.
En el Libro de Varias Ojas de la Parroquia de Chiu - Chiu, aparecen nombres propios de los proanches, que no se repiten para otras poblaciones y que desaparecen de los registros parroquiales a partir del siglo XVIII. Según Bittman los apelativos Alaguana Jaguaña, Chacaguaina, Anchuño; Calpiche (Chalpiche), Cancota, Coimas, Cherepe, Chamalco, Chiquin,Lacmor, Laicor, Maqueta, Quilama, Sacaya (Sajaya, Sacalla), son nombres que con la excepción de "Cacaia" y "Jaguaña", eran propios de la población del litoral designada "proanche " en el sentido de que estos nominativos no aparecen en las inscripciones referentes a personas del interior de la región atacameña, ni se encuentran asociados a los demás pobladores de la costa.
Se señalan además matrimonios entre pro - anches y camanchacas, lo que al menos, implica su coexistencia y diferenciación. La mayoría de las menciones a pro -anches en el LVO, se centran entre los años 1646 y 1662 y generalmente se denota que proceden de la jurisdicción de Chile y más específicamente de Morro Moreno y Copiapó
Ahora estamos en condiciones de preguntarnos a que pueden aludir estas denominaciones. En una primera aproximación, uno podría pensar que se trata de grupos étnicos distintos; no obstante, la complejidad que encierran alguno de estos vocablos - como el de uro por ejemplo- y la poca precisión de las fuentes obligan a una saludable cautela. Estamos frente a conceptos que pueden comprender actividades diferentes, procedencias u origenes, niveles sociales, entre otras posibilidades. En este sentido es sugerente la observación de Bibar en 1558 que señala que;
los que matan lobos no matan otros peces como habemos dicho y los que matan toninas es en ejercicio. Así que cada género de pescador mata el género de pescado a que se aficiona y no otro.
Aunque la observación es general para la costa comprendida entre Arica y Coquimbo, sabemos que las denominaciones de camanchacas y changos, fueron usadas con la misma extensión. Por otra parte, el término uro, tiene una serie de connotaciones, entre otras, de personas que no se dedican a la agricultura, sino más bien a la recolección, la pesca, la caza y eventualmente el pastoreo y por añadidura son percibidos como "pobres".
Bien podría tratarse, de que estas denominaciones no designen etnías distintas, sino grupos con actividades económicas especializadas y de otro lado, similares, como en este caso las propias de una económia marítima.John Murra señaló hace 40 años, que se necesitaba más investigación para determinar hasta que punto "uru", se refería a un grupo étnico o a un estrato ocupacional bajo o mas probablemente a ambos. A pesar de las nuevas investigaciones sobre este grupo, todavía el problema no esta resuelto. Hacemos notar que prácticamente en todas las descripciones sobre los uru, esta siempre presente la idea de lo no domesticado en toda su extensión.
Según Espinoza Soriano, la documentación del siglo XVI y primera parte del XVII, demostraría que la lengua puquina se extendía por el altiplano peruano-boliviano, más al sur del departamento del Cuzco, Arequipa, Moquegua y el Norte de Tarapacá incluyendo a Atacama. La tesis de que la lengua de los uros era el puquina(75) es una proposición bien documentada, pero aún parcial.
En cuanto a la lengua o las lenguas que se hablaban en Cobija, documentos del siglo XVII son claros en denotar que "hablan diferente lengua y tan rudas que no ai, quien los entienda, si bien hablan la española"(78). A mediados de este siglo, relatando su experiencia evangelizadora, el cura de Atacama, escribe que desarrolla sus prédicas en Cobija "en la lengua materna de los indios camanchacas" a quienes alude como.
"los del mar que son camanchacas Pescadores y de diferente nación que estos atacamas" (...)enseñando e industriando a los indios de este su beneficio de atacama la baja y camanchas y chiangos avitadores en estos puertos de mar por auer mas de ueinte y un años que aqui les administra Los santos sacramentos y travajar con ellos enseñandoles en estos dichos Puertos como son cubija colupo yquique y loa y demás partes enseñandoles la dotrina Xptiana en que estan los dichos indios muy bien industriados y catequisados (...)
Desde luego, el párrafo es muy sugerente. No sólo usa el término camanchacas sino también changos, distingo que también es claro en otro documento de la época. En lo que concierne al área de distribución de los changos, existe una referencia a los "indios camanchacas y chiangos, pescadores y no pescadores, que de mi encomienda estuvieron en Cobija y costa de Atacama...". Dichos indígenas habían huido de su encomendero de acuerdo a un documento otorgado en la ciudad de La Serena en 1659 y que se refiere a la encomienda de Fernando de Aguirre Riberos. Pero, en opinión de María Rostworowski, el nombre camanchacas, prácticamente es sinónimo de pescadores y recurre a Cuneo Vidal que señala que camanchaco, camanchango o chango eran voces para designar a los mismos grupos de pescadores; la palabra chango habría derivado de las primeras, aseveración esta última que nos parece acertada y que podemos refrendar, teniendo en consideración el documento que hemos citado en líneas precedentes.
Concordando con Murra, Martínez sugiere la posibilidad de que los conceptos con los que se identifican a los grupos costeros podrían estar encubriendo categoréas sociales, religiosas o especializaciones productivas y no necesariamente identidades étnicas distintas.
Otro problema que no escapa a los investigadores y que está presente a partir de los documentos del siglo XVI, es la aparente relación de subordinación que tienen los pescadores frente a los señores de Atacama y que ya Pedro Sande notara cuando relataba que los indios "pescadores uros "(...) á los caciques de Atacama dan pescado en señal de reconocimiento". En este contexto recordemos que Polo de Ondegardo en 1571, señalaba las dificultades que surgían en el Collao, al tratar de encomendar los indios de los valles costeros, porque pertenecía a cabeceras que estaban en la altiplanicie.
Sin duda que la problemática reseñada respecto de los grupos indígenas asentados en la costa, nos deja muchas más preguntas que respuestas. Hablar aquí de una identidad cultural sólo nos puede remitir por el momento, a la configuración común del compartir prácticas en torno a ciertas actividades económicas relacionadas fundamentalmente con los recursos marinos y a retazos de una historia precolombina aún no bien delineada.
La gente que a principios del siglo XX es reconocida como chango, pertenece a un conjunto de familias de pescadores que habitan el litoral chileno, en asentamientos precarios y transitorios, de acuerdo a la percepción de Latcham, quien relata que construyen sus casas con lo que encuentran en las caletas:
Aun hoi en día, en los lugares mas apartadas, hacen la misma cosa, usando ademas cuando los pueden conseguir, hojas de lata secadas de los tarros parafineros; sacos viejos, lonas, etc. Cuando la vecindad de algún puerto lo permite, a veces procuran algunas planchas de fierro galvanizado, o tablas, por la mayor parte sacadas de los cajones usados para la trasportación de mercaderías.
El ajuar de estos ranchitos es de lo mas escaso i primitivo. Duermen en cueros tendidos en el suelo, no usan almohadas, o cuando más un trozo de madera.
Sus ollas son de barro, de fabricación tosca, pero de varias formas. Una concha de mejillón les sirve de cuchara, i a veces tambien de cuchillo. Unos sacos de cuero, colgados de los postes de los ranchos sirven para guardar su comida [2].
III. Los pueblos indígenas: Criterios para su identificación
1. Derecho internacional
Se calcula que la existencia de más de 370 millones personas indígenas dispersa en más de 70 países de todo el mundo. La práctica de sus singulares tradiciones les permite mantener sus características sociales, culturales, económicas y políticas, que se distinguen de las de las sociedades predominantes en las que viven. Esparcidos por todo el mundo, desde el Ártico hasta el Pacífico meridional, son los descendientes, según la definición común, de los habitantes originales de un país o región geográfica en el momento en que llegaron pueblos de diferentes culturas u orígenes étnicos. Los recién llegados se convirtieron más tarde en los grupos dominantes mediante la conquista, la ocupación, el asentamiento, o por otros medios.
Debido a la diversidad de pueblos indígenas, en ningún organismo del sistema de las Naciones Unidas se ha adoptado una definición oficial de “indígena”. En cambio, el sistema ha elaborado una interpretación moderna de este término basada en los siguientes elementos:
- Libre-identificación como miembro de un pueblo indígena a nivel personal y aceptado por la comunidad como miembro suyo
- Continuidad histórica con sociedades precoloniales y existentes ante de los asentamientos
- Fuerte vínculo con los territorios y los recursos naturales circundantes.
- Sistemas sociales, económicos o políticos bien determinados
- Idioma, cultura y creencias diferenciados
- Son parte integrante de grupos que no son predominantes en la sociedad
- Deciden conservar y reproducir sus formas de vida y sus sistemas ancestrales por ser pueblos y comunidades distintos.
Según las Naciones Unidas, el método más conveniente es identificar y no definir a los pueblos indígenas. Esta idea se basa en el criterio fundamental de la auto-identificación, como se subraya en algunos documentos de derechos humanos.
El término “indígena” ha prevalecido como término genérico durante muchos años. En algunos países tal vez prefieran otros términos, como tribus, pueblos/naciones, aborígenes, grupos étnicos, adivasi, janajati. También existen términos ocupacionales y geográficos como cazadores-recolectores, nómadas, montañeses, etc., y a todos los efectos prácticos se pueden utilizar indistintamente en sustitución de “pueblos indígenas”.
En muchos casos, la idea de que se les califique de “indígenas” tiene connotaciones negativas, por lo que algunas personas pueden optar por no revelar o definir su origen. Los demás deben respetar esas decisiones y, al propio tiempo, actuar para que no se discrimine a las personas de ese origen.
Los pueblos indígenas poseen idiomas, sistemas de conocimientos y creencias particulares y poseen conocimientos importantes de prácticas relacionadas con la ordenación sostenible de los recursos naturales. Su relación con la tierra y el uso tradicional que hacen de ella tienen su particularidad propia. Sus tierras ancestrales tienen importancia fundamental para su supervivencia física y cultural colectiva como pueblos. Los pueblos indígenas tienen sus propios conceptos del desarrollo, basados en sus valores tradicionales, su concepción del mundo, sus necesidades y sus prioridades.
2. Derecho nacional
A nivel individual, la calificación de la calidad de indígena, se logra, según nuestra legislación, justamente atendiendo a señas de identidad, al saberse y decirse indígena, como bien señala el artículo segundo de la ley indígena Nº 19.253, que expresamente señala que “Se considerarán indígenas para los efectos de esta ley, las personas de nacionalidad chilena que se encuentren en los siguientes casos: c) Los que mantengan rasgos culturales de alguna etnia indígena, entendiéndose por tales la práctica de formas de vida, costumbres o religión de estas etnias de un modo habitual o cuyo cónyuge sea indígena. En estos casos, será necesario, además, que se autoidentifiquen como indígenas”.
IV. Experiencia del pueblo diaguita
Que en cuanto a la etnia diaguita, la cual fue ninguneada como un pueblo extinto, sabemos que su dignidad fue restablecida, reconociéndosele su calidad originaria por ley.
Se señalaba que la etnia diaguita estaba extinta. Así lo hablaba la academia. Pero olvidaban dos importantes conceptos de la antropología. La reetnificación y la etnogénesis.
- Reetnificación es un proceso de recomposición cultural, mediante el cual los individuos pertenecientes a un grupo étnico, asocian valores y significados a prácticas culturales nuevas o preexistentes.
- El concepto de etnogénesis ha sido tradicionalmente utilizado para dar cuenta del proceso histórico de la configuración de colectividades étnicas, como resultado de migraciones, invasiones, conquistas o fusiones. En otras oportunidades se ha recurrido a él para designar al surgimiento de nuevas comunidades que se designan a sí mismas en términos étnicos, para diferenciarse de otras sociedades o culturas que perciben como distintas a su autodefinición social. En algunos casos, estos procesos de estructuración étnica son resultados de migraciones interestatales cuya consecuencia es el desarrollo de una colectividad diferenciada en el seno de una sociedad mayoritaria, de la cual se distingue por razones lingüísticas, culturales o religiosas. Con frecuencia, dentro de la actual literatura europea, se ha recurrido al término para calificar el auge de los nacionalismos diferenciales dentro de estados multiétnicos. El tema no es nuevo para la reflexión antropológica, pero existe un reciente e interesante ensayo de Antonio Pérez (2001) que intenta abordarlo de manera comparativa. Este autor acuña incluso una tipología inicial, en la que distingue, entre otras, a las etnias reconstruidas, es decir a aquellas que perdieran hace poco sus bases culturales identitarias pero que mantienen una continuidad territorial, parental o histórica, y a las etnias resucitadas, cuya relación con el pasado proviene en parte de la memoria y en parte de la literatura existente sobre el grupo.
En este proceso, se ha logrado la dictación de la Ley Nº 20.117, de fecha 08.09.2006, que integra a la etnia diaguita al artículo 1º de la Ley Indígena.
V. Supervivencia del Pueblo Chango hasta el día de hoy:
Diversos testimonios señalan la pervivencia de formas de vida y de patrones culturales que testimonian la supervivencia del pueblo Chango.
Hoy los changos están integrados a las grandes ciudades, unos viven en los puertos y muchos permanecen fieles a su balneario, como es Tongoy, Guanaqueros y en la llamada Playa Changa de Coquimbo, en Chañaral, Obispito y Carrizalillo más al Norte. En el pasado creyeron conveniente adoptar los apellidos de los encomenderos y hoy abundan los Mirandas, Zuletas, Cisterna y Álvarez, en Tongoy, media población se apellidaba Zambra y otros apellidos más.
Han conservado sus patrones culturales ligados a la pesca y al manejo de los recursos hidrobiológicos.
En la página web de TURISTEL, se señala:
“Recorriendo las costas del norte, y en particular la costa al norte de Huasco, aparece una tribu digna de destacar: los huireros.
Nómades, pieles gruesas y de colores alucinantes, aguerridos desafían el mar y los vientos costeros recogiendo lentamente kilos de huiros para ser vendidos.
Pasan semanas e incluso meses viviendo al borde del mar, instalados en medio de extensas playas y rodeados de bidones de agua, perros, plásticos y niños felices que sonríen y disfrutan cada momento de la libertad que da el vivir en la playa: a pata pelada y en polera junto a su perro preferido.
De alguna manera somos testigos de tradiciones que están muy cerca de nuestros antepasados, de culturas y formas de vida que no vemos o no rescatamos como un claro vínculo con los primeros habitantes.
Un viaje por la costa de Huasco puede ser mucho más que disfrutar de sus excelentes playas o del esporádico milagro del desierto florido, también puede ser una forma de vivir hoy nuestro pasado indígena” [3].
Durante aproximadamente treinta años, nuestro grupo de trabajo ha realizado investigaciones relacionadas con la composición genética de la población chilena, siendo sus objetivos fundamentales el conocimiento acerca del origen, microevolución y patrones de morbimortalidad de las poblaciones de nuestro país. Estos estudios han abarcado poblaciones originarias y mixtas del norte, centro y sur de Chile, caracterizando su pool genético e infiriendo a su vez probables patrones de herencia genética1-8.
Siguiendo este modelo, caracterizamos genéticamente la población de Paposo, ubicada en la zona costera del desierto de Atacama, mediante polimorfismos de ADN mitocondrial (mtADN) y grupos sanguíneos clásicos ABO y Duffy. Esto, dado que existe evidencia etnohistórica y geográfica que avala la hipótesis que
Se han hecho estudios genéticos a la población actual de la caleta de Paposo la cual descendendería de los indígenas Changos.
Estos estudios señalan que los Changos, por su parte, presentarían a su vez rasgos culturales de los pueblos de tradición Chinchorro, existentes en esta zona durante el período arcaico, entre 8.000 y 4.000 años atrás. Este conjunto de evidencia sugiere una ocupación continua de la costa por cerca de 8.000 años, y una posible vinculación genética entre todas estas etnias. Finalmente, estaría contribuyendo de manera posterior al pool genético de caleta Paposo la etnia Aymara, con quienes los Changos mantuvieron cierto vínculo cultural entre los siglos XVII y XVIII.
El ADN mitocondrial humano constituye una excelente herramienta para la realización de estudios microevolutivos, dadas ciertas características únicas: posee una alta tasa de variación en su secuencia (5 a 10 veces mayor que la existente en el ADN nuclear); se comporta como gen haploide de herencia monoparental vía materna a lo largo de las generaciones y no sufre recombinación génica.
Este estudio concluyó el hecho que la población de Paposo resultó tener casi 93% de haplogrupos mitocondriales indígenas, lo que resulta significativamente superior a la componente indígena calculada a partir de marcadores nucleares, que es de aproximadamente 60%
“Estos análisis aportan valiosas consideraciones acerca del origen de la población en estudio. La sitúan muy próxima a los pueblos originarios del extremo norte de Chile, sugiriendo que esta distribución de haplogrupos mitocondriales y polimorfismos de grupos sanguíneos clásicos ABO y Duffy, tan particular, podría representar la distribución de éstos en los indígenas Changos ya extintos, antiguos habitantes del borde costero del desierto de Atacama” [4].
En Caleta Tongoy, se encuentra el mayor impulso de organizaciones gremiales, centros juveniles, centros de madres y otras asociaciones sociales compuestas por personas que se autoreconocen como changos, que señalan descender de esta etnia, que recogen cristales de sal de los humedales de Tongoy, como lo hacían los antiguos, que pescan y manejan a la perfección el arte del mar, igual que antaño.
La etnia changa no se ha extinguido, sigue viva, pero sin la dignidad que merece.
VI. Propuesta legislativa:
Que según nuestra legislación sobre los pueblos originarios (ley Nº 19.253) “El Estado reconoce que los indígenas de Chile son los descendientes de las agrupaciones humanas que existen en el territorio nacional desde tiempos precolombinos, que conservan manifestaciones étnicas y culturales propias...”.
Con esta sola definición de indígenas que da el legislador, deberíamos entender que es posible, el reconocimiento de la etnia de los changos, pues cada uno de los elementos que conforman el ser indígena está presente, siendo tal vez, el de la pureza genética, el único, que pueda cuestionarse, aunque dicha objeción ha de ser relativizada por la noción esencialmente cultural del modelo nacional de reconocimiento y calificación de los pueblos originarios y de sus integrantes. No obstante, los estudios genéticos nos apoyan, como vimos.
Lo que queremos mediante este proyecto de ley es dar la posibilidad cierta del desarrollo de una cultura, que en pequeños nichos ha luchado por pervivir en el tiempo.
Es por ello que proponemos modificar el Artículo Primero de ley Indígena, para incorporar, junto a las etnias mapuche, aymara, rapa nui, atacameña, quechua, diaguita y colla; junto a las menguadas comunidades kawashkar y yagán de los canales australes, a los changos, como un acto de reconocimiento, de dignificación y sobre todo de promoción para su desarrollo futuro y consolidación.
No debemos olvidar que a nivel individual, la calificación de la calidad de indígena, se logra, según nuestra legislación, justamente atendiendo a señas de identidad, al saberse y decirse indígena, como bien señala el artículo segundo de la ley en comento, que expresamente señala que “Se considerarán indígenas para los efectos de esta ley, las personas de nacionalidad chilena que se encuentren en los siguientes casos: c) Los que mantengan rasgos culturales de alguna etnia indígena, entendiéndose por tales la práctica de formas de vida, costumbres o religión de estas etnias de un modo habitual o cuyo cónyuge sea indígena. En estos casos, será necesario, además, que se autoidentifiquen como indígenas”.
Es sin duda esta última parte de la disposición legal, la que nos revela el espíritu del legislador, de reconocer al sentido de pertenencia e identidad como un elemento esencial, de carácter definitorio, lo cual, obviamente es el resorte, que institucionalmente tenemos, para superar las barreras de la extinción indefectible de nuestras culturas originarias.
El Estado de Chile, entre sus funciones esenciales, debe estar orientado al pleno desarrollo de la persona humana, lo cual no se lograría si él, como comunidad superior organizada, no reconociera, lo que de verdad existe, en sus rasgos esenciales y primarios: una cultura, una lengua, y sobre todo, un deseo de ser reconocidos, como chilenos integrantes de una noble, valiosa y digna etnia originaria.
Por tanto, vengo en proponer el siguiente
PROYECTO DE LEY
Artículo único.- Agrégase en el inciso segundo del artículo 1º de la ley Nº 19.253 sobre Protección, Fomento y Desarrollo de los Indígenas, reemplazando por una coma (,) la conjunción "y" que antecede al vocablo "diaguita", e insertando después de esta la expresión "y Chango".
(FDO.):ALEJANDRO NAVARRO BRAIN, SENADOR.
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