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El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Proyecto de reforma constitucional, iniciado en moción de los Senadores señores Espina, Horvath, Romero y Viera-Gallo, en primer trámite constitucional, que modifica los artículos 15 y 18 de la Carta Fundamental a fin de consagrar el sufragio como un derecho de los ciudadanos y la inscripción automática de estos en los registros electorales, con informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento.
--Los antecedentes sobre el proyecto (3544-07) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de reforma constitucional: (moción de los Senadores señores Espina, Horvath, Romero y Viera-Gallo).
En primer trámite, sesión 1ª, en 8 de junio de 2004.
Informe de Comisión:
Constitución, sesión 89ª, en 5 de marzo de 2008.
El señor OMINAMI (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor HOFFMANN (Secretario General).-
El Ejecutivo hizo presente la urgencia para el despacho de esta iniciativa y la calificó de "simple".
El objetivo del proyecto es consagrar la voluntariedad del sufragio y la inscripción automática de los ciudadanos en los registros electorales.
La Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento discutió esta iniciativa solo en general y aprobó la idea de legislar por 3 votos a favor (Honorables señores Espina, Gómez y Vásquez) y una abstención ( Senador señor Larraín).
El texto pertinente se transcribe en la parte pertinente del primer informe.
Para la aprobación de la iniciativa se requiere el pronunciamiento favorable de tres quintos de los Senadores en ejercicio, esto es, 23 votos.
El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
En discusión general el proyecto.
Tiene la palabra el Honorable señor Gómez.
El señor GÓMEZ .-
Señor Presidente, me corresponde informar la iniciativa en debate, que, como objetivos centrales, persigue consagrar el sufragio con carácter voluntario y la inscripción automática de los ciudadanos en los registros electorales.
Según sabemos, esas instituciones son esenciales en una democracia, pues materializan la participación de la ciudadanía en la vida de la sociedad. Por eso, válidamente, las distintas visiones políticas y académicas plantean en forma permanente soluciones diferentes para afianzar dicha participación y, de ese modo, robustecer la propia democracia.
La Comisión comenzó el examen de la presente iniciativa en junio de 2004, fecha a partir de la cual celebró diversas sesiones en que hubo oportunidad de analizar acuciosamente, con la colaboración de distintas autoridades y representantes de diferentes centros de estudios -se individualizan en el primer informe-, sus consecuencias.
Con todos ellos, dicho organismo técnico examinó tanto las proposiciones contenidas en el proyecto cuanto otros aspectos en los que estas inciden, como es el caso de:
-Tendencias del comportamiento electoral de la ciudadanía;
-Motivaciones y preferencias de los electores en cuanto a la voluntariedad del voto y la inscripción automática;
-Desafección de los jóvenes en torno a los procesos eleccionarios;
-Necesidad de estimular la participación electoral en nuestro medio;
-Efectos que tendría el voto voluntario;
-Factibilidad de implementar un sistema de inscripción automática y avances habidos sobre el particular;
-Dificultades para aplicar sanciones a quienes no concurren a sufragar y posibilidad de despenalizar dicha conducta, y
-Experiencia comparada en estas materias.
En el propósito de objetivar la discusión y fundar las distintas posiciones expuestas, tales temas fueron ilustrados con diversidad de gráficos, cuadros estadísticos y otros antecedentes que los señores Senadores pueden consultar en el informe.
El debate fue rico en ideas, y tanto los señores Senadores que integran la Comisión como los invitados pudieron expresar sus respectivos puntos de vista.
En definitiva, una vez fijadas en términos globales las posiciones de los miembros de la Comisión en torno a las propuestas del proyecto, este se puso en votación solo en general, pues, pese a constar de un artículo único, contiene planteamientos relativos a dos temas que, aun cuando se relacionan, son diferentes.
En efecto, como sabemos, el carácter voluntario u obligatorio del sufragio, por un lado, y la automaticidad de la inscripción electoral, por el otro, son elementos esenciales de todo sistema electoral. Sin embargo, frente a cada uno de ellos se puede adoptar una postura diferente. En consecuencia, la Comisión estimó que correspondía enriquecer el análisis de una y otra materia durante la discusión particular.
La iniciativa de los Honorables señores Espina, Horvath y Romero y del entonces Senador señor Viera-Gallo incide, por una parte, en el inciso primero del artículo 15 de la Constitución Política, que dice: "En las votaciones populares, el sufragio será personal, igualitario y secreto. Para los ciudadanos será, además, obligatorio.". Se suprime esta última frase.
Por la otra, se intercala en el artículo 18 el siguiente inciso segundo: "La ley orgánica constitucional señalada en el inciso precedente contemplará un sistema de registro electoral al que se incorporarán, por el solo ministerio de la ley, los ciudadanos que cumplan los requisitos que establece el inciso primero del artículo 13.".
¿Por qué hago mención al punto? Porque en la Comisión se tuvo en cuenta, repito, que, aunque se trata de un artículo único, existen dos elementos importantes. Uno -y el más discutido de todos- es si se puede o no...
El señor PIZARRO.-
Espere que dejen de conversar, señor Senador.
El señor GÓMEZ .-
La discusión sobre el asunto es trascendental, señor Presidente , porque, finalmente, se trata de cambiar el sistema imperante, de inscripción voluntaria y voto obligatorio. El proyecto invierte la situación, estableciendo la inscripción automática y el voto voluntario.
En ese aspecto, cabe señalar que el Ejecutivo presentó en la Cámara de Diputados una iniciativa que presenta similitudes con la que nos ocupa, con la diferencia de que operan la inscripción automática y el voto obligatorio, pero la desafiliación es voluntaria. Es decir, quien no desee ejercer el derecho a sufragio se puede desafiliar y, por tanto, no enfrentar una obligación al respecto.
Ello corresponde, en materia jurídica, a lo que conocemos como los derechos y deberes de un ciudadano. Por ese motivo, el tema es relevante, y la Comisión, aun cuando se trata de un artículo único, decidió que el debate se realizara con mayor profundidad en la discusión particular.
¿Y por qué el punto es importante? Porque en el órgano especializado se han registrado posiciones distintas, considerándose la posibilidad de la inscripción automática y la mantención, por supuesto, del voto obligatorio.
Sobre esa base, la Comisión aprobó la iniciativa, con los votos favorables de los Senadores señores Vásquez y Espina y de quien habla.
Sin perjuicio de lo anterior, estimamos relevante la reforma, por lo que hemos querido informarla con mucha precisión.
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Tiene la palabra la Honorable señora Alvear.
La señora ALVEAR .-
Señor Presidente , hoy en la mañana, la Comisión de Constitución acordó plantear con mucha franqueza a Sus Señorías la importancia de que el proyecto sea estudiado nuevamente por ella.
La razón es la siguiente. Existe acuerdo -al menos, entre quienes concurrimos a ese órgano técnico- en la trascendencia de introducir la inscripción automática. Nada justifica la realización de un trámite engorroso, con relación al cual el Servicio Electoral funciona entre ciertas horas, con exclusión de los sábados, lo que hace muy difícil la inscripción especialmente a los jóvenes que estudian. Pero registramos una diferencia muy sustantiva en cuanto a si el voto debe ser voluntario u obligatorio.
En nombre de la bancada democratacristiana, quiero dejar constancia de que nuestro Partido, en su V Congreso Nacional, aprobó el que nos jugáramos por el voto obligatorio. Y debo señalar que hay razones muy sustantivas para dicha posición.
Realmente, todos somos conscientes de que en la actualidad existe un fuerte cuestionamiento respecto del mundo político. Y creemos que el votar ha de ser, más que un derecho, una obligación; que una sociedad, la cual es una comunidad, no puede reconocer solo derechos a las personas, sino también obligaciones. Y si alguien no concuerda con los candidatos que se postulan en determinado momento, tiene toda la libertad de pronunciarse en blanco o de anular su sufragio.
Sin embargo, contemplar el derecho y la obligatoriedad del voto como un deber cívico nos parece fundamental.
La única parte de América Latina donde se reemplazó el voto obligatorio por el voluntario fue Venezuela, en 1994, cuando había una crisis de representación. Pero la tendencia que claramente vemos en el mundo actual y en los Estados más desarrollados es avanzar hacia una sociedad de ciudadanos comprometidos con su país. Y, en ese contexto, estimamos que la obligatoriedad del voto es la mínima que debe recaer en las personas al cumplir 18 años de edad.
Por otra parte, cabe hacer presente algo que sostiene no solo la Senadora que habla, sino también expertos que han analizado el tema -entre ellos, el profesor Arend Lijphart , de la Universidad de California, San Diego , quien ha realizado estudios empíricos-, en el sentido de que el voto voluntario aumenta la influencia del dinero en las campañas electorales, un problema que considero bastante delicado en Chile, como lo hizo presente en la Comisión el cientista político Carlos Huneeus .
Asimismo, este último observó que el sufragio voluntario es una pésima señal para nuestra sociedad, porque favorece a aquellas posiciones que para ganar votos solo enfatizan los derechos de las personas, sin mencionar las obligaciones y los costos de tal política.
A mi juicio, el proyecto va en la línea correcta de lo que hemos planteado, como Concertación, desde que se recuperó la democracia: la importancia de la inscripción automática.
Sin embargo, como existe una diferencia, al menos, de parte de la bancada democratacristiana -no conozco la posición del resto-, debo consignar con mucha claridad que estamos por el voto obligatorio.
Por ese motivo, en la Comisión acordamos esta mañana solicitar a la Sala que podamos continuar estudiando la materia, por cuanto se trata de un solo artículo y no queremos vernos obligados a votar en contra de una norma tan importante y de un avance tan notable como la inscripción automática.
He dicho.
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Tiene la palabra el Senador señor Ominami.
El señor OMINAMI.-
Señor Presidente, quiero intervenir en el mismo sentido en que lo hizo la Honorable señora Alvear.
Aunque no soy un experto constitucional, no es muy difícil darse cuenta de que la redacción de la reforma es confusa. Si Sus Señorías leen la suma, verán que indica que el objeto del proyecto es "consagrar el sufragio como un derecho de los ciudadanos y su inscripción automática en los Registros Electorales". Pero no se expresa lo esencial, que es eliminar la obligatoriedad del voto. Eso es lo que se pretende hacer.
Y, más aún, dicho texto es confuso -reitero- porque el sufragio, como un derecho de los ciudadanos, se halla consagrado en la Ley Fundamental, y no se requiere la iniciativa en examen para reconocerlo.
La reforma solo busca modificar el artículo 18 a fin de eliminar algo establecido a mediados del siglo XIX -hace cerca de 150 años- justamente para enfrentar los problemas de deslegitimidad del sistema político: el voto obligatorio. Porque, en un país como el nuestro, la voluntariedad estaba generando una fuerte deslegitimación en ese ámbito por la vía de una muy escasa participación.
Señor Presidente, no es necesario realizar una reforma de la Carta para establecer la automaticidad de la inscripción: basta con modificar la ley orgánica constitucional pertinente. Entonces, me parece que es preciso ir a la discusión de fondo. En Chile, la voluntariedad del sufragio conlleva innumerables inconvenientes. Creo que finalmente se entrega una señal de fragilidad de la ciudadanía, la cual comprende derechos, pero también, como contrapartida, ciertas obligaciones.
Entiendo perfectamente que un ciudadano mantenga una visión crítica del conjunto de los actores políticos; pero su obligación es levantarse el día de la votación y cumplir con su deber de participar en el proceso electoral, en el cual podrá anular su voto.
Por lo demás, nos ha costado mucho recuperar el derecho de elegir a nuestras autoridades. Y pienso que este es irrenunciable, particularmente en Chile.
Asimismo, se ha demostrado que en países como el nuestro la voluntariedad del voto conduce necesariamente a una fuerte disminución de la participación electoral. Ello puede llevarnos a situaciones extremadamente riesgosas, como la de que en determinado momento se señale que ciertas autoridades han sido elegidas por menos de 50 por ciento del electorado y, por tanto, son ilegítimas.
Por consiguiente, me parece que la reforma constitucional no está bien planteada. Pienso que, en las actuales condiciones, la idea de la voluntariedad del voto es muy mala: "fragilizará" la ciudadanía; envolverá el riesgo de que aumente la deslegitimación del sistema político, y va a elitizar aún más la política, porque, tradicionalmente, conduce a que terminen expresándose los sectores de mayor nivel socioeconómico.
El día en que el sufragio sea voluntario, señor Presidente , lo que ocurrirá -y nosotros lo sabemos- es que en las franjas pobres despolitizadas de la sociedad se les pedirá a los candidatos que indiquen cuánto ofrecen por votar.
Entonces, existen muy buenas razones para rechazar el proyecto de reforma constitucional, que está mal planteado -repito- y no apunta en la dirección de resolver los graves problemas que enfrenta nuestro sistema político.
Por lo tanto, si se pone en votación en los términos en que ha sido presentado, anuncio mi voto en contra.
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Espina.
El señor ESPINA.-
Señor Presidente , en verdad, la moción recoge lo que tanto los candidatos de la Alianza como los de la Concertación propusieron a la ciudadanía en la última elección presidencial: reemplazar el actual sistema de inscripción manual y voluntaria por uno automático, y modificar la norma constitucional que consagra el voto obligatorio, para establecer uno voluntario.
Quiero exponer los fundamentos que nos llevaron a presentarla, considerando que en reiteradas oportunidades los abanderados presidenciales de las coaliciones le declararon al país ser partidarios de una reforma.
En primer lugar, en Chile hay 11 millones 500 mil personas mayores de 18 años, de las cuales solo 8 millones están inscritas en los registros electorales. Es decir, 3 millones y medio de personas que podrían votar no lo hacen. Y si sumamos el 10 por ciento de abstención histórica, llegamos a la cifra de 4 millones 300 mil chilenos que no participan en las elecciones.
Nuestro padrón electoral -lo han dicho hasta la saciedad todos los actores políticos, de Gobierno y de Oposición- ha envejecido dramáticamente. De 3 millones de chilenos con edades entre 18 y 29 años, apenas 700 mil están inscritos (23 por ciento). Esto es, 2 millones 300 mil jóvenes no votan.
En 1988, 36 por ciento del padrón electoral estaba conformado por jóvenes de 18 a 29 años; pero hoy -como señalé- solo lo integra 8,5 por ciento de ellos.
Queda en evidencia, señor Presidente, que la gente joven no está participando en las elecciones.
Ahora bien, el proyecto aborda dos cuestiones distintas. En primer lugar, algo que en una sociedad moderna no hay razón para que no se aplique: la inscripción automática. Con todos los sistemas computacionales y avances informáticos, nada justifica en Chile que una persona no quede inscrita automáticamente en los registros electorales al cumplir 18 años y que, por el contrario, se le obligue a concurrir a una Junta Electoral, cuyo horario, habitualmente, no es el más extenso. Este último trámite no se justifica en el mundo moderno.
En segundo término, digamos las cosas como son respecto al voto obligatorio. En el país, este es más aparente que real, porque con motivo de todos los procesos electorales se dictan leyes de amnistía a fin de eliminar las multas y sanciones respecto de quienes no votan, las cuales, por lo demás, afectan en mayor medida a la gente modesta, que es a la que más le duelen en el bolsillo. Por lo tanto, en la práctica, la obligatoriedad acompañada de una sanción no ha existido nunca.
Además, es una característica que constituye una injusticia, porque dice relación a los que se inscriben, no a quienes no lo hacen. Y, en consecuencia, también el concepto es de un relativismo absolutamente arbitrario.
Sin embargo, el motivo central de por qué somos partidarios del voto voluntario radica, entre otras cosas, en que la Constitución dispone -ello no se modificó en la última reforma- que "Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva".
Y agrega: "La calidad de ciudadano otorga los derechos de sufragio, de optar a cargos de elección popular y los demás que la Constitución o la ley confieran.".
En tal virtud, señor Presidente , si votar es un derecho, no hay razón para transformarlo simultáneamente en una obligación.
Por lo tanto, despejado el punto de que la inscripción debe ser automática, lo razonable es que los ciudadanos decidan voluntariamente si votan o no en una elección: uno, por lo que expresé en cuanto a que así ocurre en la práctica, y dos, porque hoy, pese a que es obligatorio votar, 4 millones y medio de chilenos no lo hacen.
Pero ¿cuál es el desafío que conlleva este criterio? El de obligar al sistema político, a los partidos y a los candidatos a ganarse la confianza del mundo joven.
Quiero hacer la siguiente reflexión: las encuestas del fin de semana indicaron que el candidato de la Alianza, Sebastián Piñera , ganaría en la próxima elección presidencial, para la cual faltan dos años. Y muchas personas sostienen que es necesario tener cuidado con cambiar el sistema electoral, porque, haciendo un cálculo pequeño y mezquino respecto de una norma que debiera regir en forma permanente, preguntan qué ocurriría con los nuevos jóvenes que se inscribieran.
En mi concepto, no hay que tenerle temor ni miedo a los jóvenes. Desde el momento en que el voto sea voluntario, se producirá un efecto extraordinariamente positivo, en el sentido de que los candidatos de todos los partidos políticos, sean a Presidente de la República , parlamentario, alcalde o concejal, tendrán que atraer el voto de los jóvenes, hacer propuestas para ellos, ser capaces de ganarse su confianza, no temer al hecho de que el ciudadano opte libremente por sufragar o no, esforzarse para elaborar proyectos más llamativos, y no conformarse con saber que, cualquiera que sea la propuesta, los electores siempre estarán obligados a acudir a votar.
Este es un paso fundamental en la dirección de aumentar las libertades individuales, de fortalecer la democracia, de ser más exigentes con los partidos políticos y con los candidatos, de preocuparse de cómo atraer al mundo joven, que se encuentra tan distante de la política. Y no cabe hacer cálculos electorales para determinar si el mundo joven pertenece a uno u otro sector político. Ello es no conocer a la juventud. Los jóvenes van a apoyar a aquel candidato que les presente propuestas más atractivas, que sintonice más con sus problemas, con sus dificultades, con sus sueños, con sus esperanzas, con sus ilusiones.
Por esa razón presentamos esta moción, que solo fue aprobada en general por la Comisión de Constitución. Si bien debió votarse en general y particular por tratarse de una iniciativa de artículo único, hubo acuerdo en su seno en orden a que volviera al organismo para que ahí se debatieran y se resolvieran democráticamente las distintas posiciones que se han planteado respecto al voto obligatorio, entre otras, la sustentada por la Honorable señora Alvear .
Concluyo, señor Presidente , manifestando que la votación libre y voluntaria es un desafío para la clase política. Y no hay que tener temor a asumir ese desafío. Cada vez que la clase política pretenda obligar a la ciudadanía a tomar una decisión en materia de perfeccionamiento de la democracia, cada vez que arrincone a una persona y la ponga entre la espada y la pared en cuanto a si debe o no debe votar, lo que estará haciendo, en definitiva, es no confiar en la gente.
Si en las próximas elecciones rige el sistema de sufragio voluntario y vota menos gente, entonces -digamos las cosas como son- será producto de que las propuestas de los candidatos han sido más débiles. Y si vota una cantidad superior de ciudadanos, significará que las propuestas de los candidatos han sido más atractivas. Hoy vemos cómo en Estados Unidos se llevan a cabo primarias altamente competitivas. En España acaban de realizarse elecciones extraordinariamente disputadas y los ciudadanos salieron a votar; no necesitaron una norma legal que les impusiera una multa por no concurrir a sufragar ni tampoco que les estableciera el voto obligatorio. Ello se debió a que ahí hubo una competencia sana, fuerte, apasionada, con la intensidad propia de una elección, pero que al final terminó legitimando aún más el sistema democrático frente al mundo de los jóvenes.
Por todo lo expuesto, señor Presidente, nosotros votaremos a favor del proyecto.
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Tiene la palabra el Ministro señor Viera-Gallo.
El señor VIERA-GALLO ( Ministro Secretario General de la Presidencia ).-
Señor Presidente , hoy día nos encontramos debatiendo un tema de enorme trascendencia para la democracia y el sistema político chileno.
Todos los expertos que acudieron a la Comisión coinciden en un diagnóstico negativo sobre el estado de atraso en que se halla nuestro sistema electoral, el envejecimiento del padrón y, al mismo tiempo y por desgracia, la apreciación negativa de los ciudadanos acerca de las instituciones democráticas. Sus Señorías pueden conocer la opinión que ellos tienen a ese respecto en las páginas 42 y siguientes del informe de la Comisión de Constitución. Por supuesto, se darán cuenta de que no podemos estar satisfechos con la situación actual.
La institución que despierta mayor respeto -y en buena hora- es Carabineros de Chile. Las peores apreciadas son los partidos políticos. A nosotros, por el contrario, nos gustaría ver partidos políticos valorados y legitimados y organismos públicos que gozaran del pleno respaldo del pueblo. Pero, para que ello sea posible, resulta fundamental contar con un sistema electoral moderno, abierto y plenamente transparente.
El actual determina que prácticamente el 40 por ciento de los chilenos no participe, o, si lo hace, anule su voto o vote en blanco. En 2001, 12,7 por ciento votó en blanco; 12 por ciento anuló, y prácticamente 21 por ciento no se inscribió. La suma da aproximadamente 40 por ciento. En nuestro país 2 millones 400 mil personas aún no se han inscrito en los registros electorales, de las cuales la inmensa mayoría son j��venes.
Mientras en las primeras elecciones desde el retorno a la democracia la juventud representaba más del 30 por ciento del padrón electoral, hoy constituye menos del 13 por ciento. Como indicó en la Comisión el Director del Servicio Electoral, hemos fracasado, pues 2 millones de personas con derecho a inscribirse no lo han hecho durante todos estos años.
Entonces, ¿cómo podemos sentirnos satisfechos, permanecer inermes o enredarnos en discusiones más bien teóricas cuando a ojos vistas la democracia presenta un sustento débil?
Por eso, me parece muy importante abrir las puertas para que la gente pueda participar.
En Latinoamérica, el sistema de inscripción no automática o voluntaria solo existe en Chile y en Colombia. Nuestro país se halla profundamente atrasado en su régimen electoral, en todo. Se dice que el sistema es confiable. Y es verdad, pero -me perdonarán Sus Señorías- aquí hubo una elección municipal que tuvo que anularse, por fraude. Me refiero a la que se efectuó para elegir al alcalde de Talcahuano . O sea, el sistema vigente tampoco es completamente indemne al fraude. Nosotros no tenemos inscripción automática ni voto electrónico; tampoco una justicia electoral suficientemente ágil. Necesitamos modernizar todo el sistema. Estamos atrasados en comparación con cualquier otro país de América Latina: Brasil, por ejemplo, y para qué decir acerca de otros, donde el paradigma de los más adelantados es, quizás, Costa Rica.
El proyecto, en consecuencia, hace una cosa muy simple: facilita enormemente que los jóvenes puedan participar. ¿Por qué? Porque los da por inscritos por el solo hecho de cumplir 18 años.
De los no inscritos, un 20 por ciento manifiesta haber querido votar pero no haberlo hecho porque en su momento no se hallaban inscritos. Como aquí se ha dicho, el sistema, desgraciadamente, es engorroso y las oficinas funcionan solo algunos días y en horas que no siempre son las mejores; en definitiva, implica realizar un trámite que a los jóvenes les parece inútil.
Entonces, si esas personas quieren votar, ¿por qué se les impide hacerlo, cuando en la actualidad existen las herramientas tecnológicas necesarias para que una vez cumplidos los 18 años automáticamente queden formando parte del cuerpo electoral?
Ahora, a quienes tienen dudas acerca de cómo votarían los no inscritos, quiero decirles que en la página 49 del informe se indica que están perfectamente distribuidos: el 21 por ciento se declara de izquierda; el 28 por ciento, de centro; el 23 por ciento, de derecha, y el 28 por ciento, sin ninguna inclinación.
Y quiero hacer un paréntesis para los que sacan cuentas apresuradas sobre las futuras elecciones. La página 50 del mismo documento consigna las preferencias de la población el año 2004 respecto de los candidatos a la Presidencia de la República de la época. Pero eso lo traigo a colación nada más que como una anécdota.
En todo caso, considero una necesidad urgente modernizar nuestro régimen electoral y ampliar el número de votantes. Y el señor Director del Servicio Electoral lo ha dicho con toda claridad: existe plena viabilidad técnica para realizar ese cambio. No hay razón alguna -según sus propias palabras- para siquiera discutir el tema. A su juicio, eso sería un anacronismo. Se pueden discutir otras cosas -por ejemplo, si el voto es obligatorio o voluntario-, pero no parece razonable que, en lugar de abrir el padrón electoral a la ciudadanía, se insista en crear una serie de cortapisas.
Y el padrón sería, sin duda, un padrón seguro. Por eso, en el proyecto que se discute en la Cámara de Diputados se establece que cuatro meses antes de la elección se dará a conocer la cantidad de personas inscritas y, a la vez, un sistema eficiente de reclamos, para que nadie pueda pensar que es susceptible de ser alterado. O sea, padrón rápido y seguro.
En cuanto al cambio de domicilio -la otra gran razón que se esgrime en contra de la inscripción automática-, cabe señalar -y esto vale para las elecciones parlamentaria y municipal- que también están dadas todas las facilidades para que, si ha habido cambio de dirección, la persona pueda darla a conocer en forma fácil.
Aquí, señor Presidente , el principal tema debiera ser si el voto es obligatorio o voluntario.
Sin embargo, para nuestra sorpresa, representantes de cierta fuerza política están en contra de la inscripción automática. Por lo menos el Senador señor Larraín , que preside la Unión Demócrata Independiente, se abstuvo en la Comisión, pese al elocuente alegato que hizo allí su hijo. ¡Con esto no quiero decir que el hijo tenga mejor razón que el padre, pero es indudable que los hijos poseen una visión más de futuro...!
El señor LARRAÍN .-
¡Eso es verdad!
El señor VIERA-GALLO ( Ministro Secretario General de la Presidencia ).-
Y él hizo un muy buen planteamiento para explicar por qué hay que ir a una inscripción automática.
Pero, al margen de lo anterior, el Gobierno no advierte razón alguna para que la UDI no quiera avanzar en ese sentido. No alcanzo a entender bien sus argumentos, o al menos los que da no me parecen suficientemente valederos.
Respecto del debate entre voto obligatorio y voto voluntario, es evidente que existen, como todos sabemos, dos grandes corrientes de pensamiento. Las democracias más importantes se dividen en este punto: en Italia y Argentina, por ejemplo, el voto es obligatorio; en España y Alemania, al contrario, es voluntario. En Chile, cada quien podrá esgrimir buenas razones en favor de una u otra posición, pero lo que ha dicho el Senador señor Espina esta tarde es verdad. Aquí hay una enorme hipocresía, porque en nuestro país la inscripción es voluntaria. Entonces, ¿qué sacamos con tener voto obligatorio si la gente no se inscribe? ¿En qué quedan los principios de la Revolución Francesa y de la obediencia a los deberes cívicos o a todas las obligaciones del ciudadano hacia la comunidad si al mismo tiempo mantenemos la inscripción voluntaria?
Señor Presidente , el sistema político chileno requiere cambios profundos. Este es el primero de los que pensamos impulsar en esta legislatura. Después vendrán otros. Se debatirán en la Cámara y en el Senado. Pero, como signo de voluntad de cambio y de apertura a los ciudadanos, me parece absolutamente indispensable que hoy día el Senado dé su respaldo en general a este proyecto.
El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Romero.
El señor ROMERO.-
Señor Presidente , me habría gustado que el señor Ministro hubiese planteado con la fuerza y la elocuencia que lo caracterizan los argumentos que manifestó cuando, como Senador, nos acompañó en la suscripción de esta iniciativa. En ese momento señalamos que la voluntariedad del voto era consustancial a la inscripción automática, e incluso llegamos a decir que la modernización del sistema electoral debía concluir, en algún minuto, en la votación electrónica.
Hace más de diez años -lo recuerdo como si fuese ahora-, siendo Presidente del Senado , fui a La Moneda a presentar al Gobierno de la época las bases para que, a través de una iniciativa como la que hoy estamos analizando, pudiésemos debatir un tema que, a mi juicio, coloca el concepto de libertad en el lugar que le corresponde. Porque hablar de la libertad y de la Revolución Francesa es relativamente fácil cuando no se aterrizan las palabras.
En lo personal, considero necesario que de una vez por todas dejemos a un lado la huincha para hacer trajes a la medida si realmente queremos avanzar en las materias conceptuales y valóricas que significan respaldar la libertad. Y lo digo porque lo que está en juego en este proyecto, que iniciamos con el entonces Senador señor Viera-Gallo y con los colegas señores Espina y Horvath -también nos acompañó el Honorable señor García -, es la posibilidad de dar sustancia y realidad a lo que muchas veces nos dicen los jóvenes: "Nosotros no queremos estar obligados a nada. Lo que queremos es que se nos convenza. Si lo estamos, vamos a participar. Pero, para hacerlo, deben ser capaces de convocarnos con argumentos y planteamientos de fondo y no simplemente a través de la obligación legal de hacer una fila" -una larga fila-, lo cual, por lo demás, nos pone muy lejos de la realidad de Brasil y otros países donde existe votación electrónica.
¡Ese es el meollo del asunto! Porque, en definitiva, el padrón electoral se halla demasiado envejecido, y no solo por lo que aquí se ha señalado con relación a los distintos estratos por edad y por sexo, sino también porque no hemos logrado convencer a los jóvenes de la conveniencia de participar mediante el sistema de inscripción voluntaria.
Las encuestas dicen muchas cosas. Pero hay algo evidente: en aquellos países donde existe inscripción automática y voto voluntario -es el caso de Brasil, Costa Rica , Ecuador y Perú-, los niveles de sufragio superan los dos tercios del padrón. Es importantísimo que tengamos eso presente. No temamos no ser capaces de convocar a nadie. Yo siento que enfrentamos la obligación de avanzar en ese sentido. En España, por ejemplo, la participación ciudadana se empina por encima del 75 por ciento. ¡Tres cuartas partes de la población inscrita van a las urnas voluntariamente! Y no solo lo hicieron en la última elección, sino también -y en igual porcentaje- el año 2004.
Entonces, ¿cuál es el temor a modernizar el padrón electoral, a permitir que los jóvenes participen?
De acuerdo con una de las encuestas, más de un tercio de la juventud dice que le resulta muy difícil efectuar toda la tramitación actual, que preferiría estar automáticamente inscrito y ejercer voluntariamente el derecho -no el deber- de sufragar. Porque el derecho emana de la libertad, establecida en la Constitución no solo desde la perspectiva política, sino igualmente desde el punto de vista económico.
En mi opinión, debemos ser coherentes y consecuentes con los valores y principios a los que decimos adherir. Por eso, señor Presidente , siento que este es un debate importante, que me gustaría muchísimo que escuchasen los jóvenes, de cualquier tendencia, pues aquí, sin duda, nos sacamos la careta. Porque, en definitiva serán los jóvenes los que juzgarán si desean avanzar hacia mayores espacios de libertad o si simplemente quieren quedarse en la retaguardia, arrinconados, asustados -yo diría, atemorizados-, porque en un momento de la vida republicana de este país no somos capaces de convocar a la gente a votar.
En mi opinión, contar con un padrón electoral estacionado en una cifra de 8 millones de personas es una vergüenza, señor Presidente . ¡Es una vergüenza! Nosotros pensamos que Chile -que se dice estar a la punta en muchos aspectos, instituciones e ideas- no puede seguir detenido en el tiempo.
Quiero invitarlos a no sacar cálculos pequeños ni a hacer trajes a la medida. Simplemente, deseamos que los jóvenes tengan la posibilidad de decir: "Yo, libre y voluntariamente, voy a tomar la decisión de votar cuando considere que mi decisión es importante y valiosa de ser considerada."
Por eso, me sorprende esta suerte de inhibición de algunos sectores del Senado para avanzar en la materia.
Pienso que el país no merece mantener una situación de statu quo como la actual. Las encuestas son evidentes. Y quiero entregar algunos datos.
En una encuesta realizada por la Fundación Futuro en mayo del año pasado, referente al tema "Jóvenes y política", a 7 de cada 10 de los no inscritos en los Registros Electorales no les interesa hacerlo. Sin embargo, si lo estuviesen, estarían disponibles para votar voluntariamente si una decisión tal se les presentase. Por eso, me parece raro que tengamos esa timidez.
Con relación a la pregunta concerniente a la preferencia de los jóvenes respecto de la inscripción voluntaria con voto obligatorio o de la inscripción automática con voto voluntario, 7 de cada 10 de ellos, tanto inscritos como no inscritos, se inclinaron mayoritariamente por la inscripción automática con voto voluntario.
Por eso, creo que debemos hacer un guiño a los jóvenes chilenos y decirles que se acerquen a los partidos políticos y a la política, ya que nosotros no somos, a veces, lo que ellos piensan que somos, porque en definitiva no nos conocen.
A mi juicio, es necesario tener la posibilidad de enfrentarnos cara a cara con ellos para expresarles que efectivamente tienen una opción que pueden ejercer con libertad, si definitivamente queremos traducir este proyecto en una situación libertaria real y efectiva, para no seguir engañándonos a nosotros mismos con pretextos o falsas presentaciones sobre lo que debemos o no debemos hacer.
Por eso, la totalidad de los Senadores de Renovación Nacional vamos a votar en general a favor del proyecto de reforma constitucional.
El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Letelier.
El señor LETELIER.-
Señor Presidente, considero tremendamente valiosa esta propuesta tanto por convicciones -dentro de la perspectiva de lo que son los conceptos republicanos- como por razones prácticas.
En cuanto a esto último, no entraré a repetir la cifra entregada por el Ministro señor Viera-Gallo , en el sentido de que más de 35 por ciento de la población que teóricamente puede ejercer el voto no está inscrita en los Registros Electorales.
En todo caso, pienso que se equivocan cuando dicen que la juventud es la que no se ha inscrito. Con todo respeto, debo decir que a lo largo de 18 años la población envejece. Por lo tanto, no solo los jóvenes no están inscritos. A menos que a las personas de 40 años se las considere jóvenes. Sin duda, yo aspiro a ello, pero creo que eso no corresponde a la realidad.
Desde el punto de vista de un razonamiento práctico, quiero señalar que el Servicio Electoral no funciona todos los días, ya que dispone de un horario restringido, que no facilita la inscripción de las personas que trabajan ni de las que estudian. Y, de hecho, la actual práctica constituye un obstáculo para la inscripción. Porque, en verdad, para quien trabaja o estudia, la única posibilidad de inscribirse es hacerlo los días sábados en la mañana, en los que permanecen abiertos los Registros Electorales por unas pocas horas, si se considera la totalidad de jornadas hábiles en el mes.
Esto resulta absurdo frente a otras obligaciones propias de la República como el Servicio Militar o el pago de impuestos. Las cargas ciudadanas siempre han sido votar, efectuar la conscripción militar y pagar tributos. En estos otros ámbitos, no hay que hacer filas ni inscribirse.
Hoy concurren a los colegios a efectuar el registro de las personas que desean realizar el Servicio Militar obligatorio en forma voluntaria.
Este es un tema en el que la institucionalidad del Estado es muy precaria. Por razones prácticas, la inscripción automática obviamente genera condiciones de mayor equidad, que hoy no se dan. Porque en la actualidad el hecho de inscribirse es una dificultad.
Tengo la convicción de que la inscripción automática es un paso que debe estar fuera de discusión y nadie debería oponerse a una reforma constitucional que la garantice.
No somos una democracia lo suficientemente desarrollada como para hacer tales trámites por correo, como ocurre en otros países. Incluso quienes están en el exterior o fuera de su circunscripción votan por correo.
No estoy planteando con ello que lleguemos a ese nivel de desarrollo en esta etapa de nuestra historia. Pero lo menos que debemos garantizar es la inscripción automática y que se entienda que la residencia es el lugar donde está identificado el domicilio de la persona cuando saca carné de identidad. Creo que es un tema fácil.
Si el voto debe establecerse o no en forma obligatoria en la Constitución, es un segundo debate. En lo personal, me pronuncio porque sea obligatorio. Creo que el criterio de la sociedad debería ser el mismo, porque los ciudadanos no solo tienen derechos, sino también obligaciones. Y, cuando se ejercen ciertos derechos, como el acceso a ciertos bienes públicos que se financian con los recursos del Estado, lo mínimo que todos los ciudadanos deben aportar en este proceso de construcción es expresar su preferencia por A, B o C o incluso anular el voto o no sufragar. Creo que la obligación del ejercicio de una opinión es lo mínimo que se puede exigir a una persona que después va a demandar subsidios de vivienda, crédito fiscal, educación de calidad, seguridad ciudadana, espacios públicos, innovación tecnológica, seguridad fronteriza, protección medioambiental; es decir, los requerimientos propios de la época.
Me parece que cualquier persona que desee formular esa demanda legítimamente debe tener un mínimo de compromiso con lo que significa vivir en sociedad. Y uno de los elementos de ese proyecto de convivencia es el de ejercer su opinión respecto de la sociedad en que se vive. Y una de las formas mínimas de hacerlo -no la única- es el voto.
Sin embargo, no creo que el voto obligatorio deba estar garantizado constitucionalmente. El sufragio obligatorio tiene que ver con los procedimientos y perfectamente puede estar en la ley.
Si en la legislación se estableciera o no la penalización sobre cómo se ejerce ese derecho, en lo personal no soy partidario de que un conjunto de situaciones estuvieran penalizadas o sancionadas. Me parece inadecuado, improcedente. Pero sí considero correcto que en una ley, y no así necesariamente en la Constitución, se encuentre establecida la obligación de votar.
En mi concepto, eso será parte de la discusión particular.
Que tengamos todos en la sociedad un compromiso con respecto a la inscripción automática me parece de tremenda importancia. De ahí que no solo saludo la presentación de esta reforma constitucional, presentada en su época por el ex Senador señor Viera-Gallo y los Honorables señores Espina, Horvath y Romero , sino que también considero que se trata de un debate que abre una oportunidad para repensar lo que son las instituciones de nuestro Estado de Derecho.
Señor Presidente, voy a votar a favor.
Pienso que la inscripción automática es tremendamente importante. Soy partidario de que quede consignado en la ley el voto obligatorio, no forzosamente en la Constitución. Y soy de la opinión -de ello quiero dejar constancia hoy para la discusión posterior- de que resulta tremendamente atractivo el mecanismo para establecer a nivel de una ley que aquellas personas con obligación de votar que quieran ejercer el derecho de no hacerlo lo puedan manifestar, para evitar otro tipo de situaciones.
Pero estimo que el principio de la construcción ciudadana es que todos tenemos derechos y obligaciones. Y, a mi juicio, lo mínimo que se debe pedir a alguien inscrito es que tenga la obligación de pronunciarse. Si su opción es no votar, me parece respetable.
También considero -como lo han dicho otros Senadores- que los partidos políticos tienen la obligación de hacer propuestas atractivas que entusiasmen a la sociedad y generen adhesión. Si el sistema político ha creado indicadores que muestran que tales colectividades presentan poco atractivo, se debe, quizás, a que, sin la inscripción automática, o sea, con la actual institucionalidad, hemos implantado en lo político un sistema que no es lo suficientemente competitivo como la sociedad moderna requiere.
Anuncio que votaré a favor en general esta reforma constitucional.
El señor OMINAMI (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Senador señor Coloma.
El señor COLOMA.-
Señor Presidente, antes de iniciar mi intervención, quiero referirme a una cuestión reglamentaria.
Como ya le ocurrió al Ministro señor Viera-Gallo -y espero que no me pase a mí-, se cortan abruptamente los micrófonos...
El señor LETELIER.-
¡Para todos es igual!
El señor COLOMA.-
Sí, pero yo quiero que las reglas del juego sean parejas.
El artículo 133 del Reglamento, inciso tercero, dice: "En la discusión general cada Senador dispondrá de quince minutos", no de diez.
Entonces, para que las reglas sean iguales, pido al señor Presidente respetar el Reglamento. Así nos entenderemos mucho más fácilmente.
El señor OMINAMI (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el señor Secretario para aclarar el punto.
El señor HOFFMANN ( Secretario General ).-
Señores Senadores, una norma reglamentaria faculta al señor Presidente para ordenar el debate. Se ha empleado normalmente cuando hay muchos inscritos y es necesario fijar determinado tiempo. Por eso, por orden del señor Presidente, se dispuso así.
El señor COLOMA.-
Estuve oyendo atentamente el transcurso de la sesión y no hubo orden del señor Presidente en el sentido de fijar el plazo de 10 minutos. Estaba preocupado del asunto, porque ya me pasó una vez.
De modo que hagamos las reglas del juego para todos iguales.
El señor OMINAMI (Vicepresidente).-
La cuestión es que ya comenzamos la discusión. Y las reglas del juego fueron 10 minutos. Y no puedo modificarlas en este momento.
El señor LETELIER.-
¡Su Señoría ha perdido ya 2 minutos...!
El señor COLOMA.-
No tengo problemas en sacrificar el tiempo. Pero no me digan que las reglas del juego funcionan para cortar el micrófono y para cambiar el Reglamento.
Señor Presidente, esta es una materia de fondo, importante para quienes nos gustan las cuestiones constitucionales, que es de las más apasionantes. No cabe duda de que es así.
Desde mi perspectiva, creo que hay a lo menos tres razones por las cuales el proyecto de reforma constitucional en debate, más allá de la voluntad de sus autores, no reúne los requisitos para ser aprobado.
En primer lugar, por el sentido del voto. En esto soy tremendamente republicano. Aquí debemos evaluar si él es un derecho político o un deber ciudadano. Y tenemos que resolverlo. Estas no son cosas de discurso, sino de sentido, del tipo de país que vamos construyendo.
Al respecto, estoy con Marañón, conforme al cual "uno de los principales problemas de nuestro tiempo consiste en que padecemos una crisis del deber y una hipertrofia del derecho.".
O con Aznar, quien hablaba de que "es propio de pueblos fuertes aceptar la crítica, pero sobre todo es propio de pueblos inteligentes asimilarla, cumpliendo con los deberes para ayudar a construir una verdadera conciencia pública.".
O con Garretón -para que vean que no hay un asunto de carácter ideológico, pues su posición no tiene nada que ver con lo que yo pueda pensar, pero me parece lúcido cuando habla de la ciudadanía- en cuanto a que "el derecho y acto de votar son parte consustancial, fundante y necesaria aunque no suficiente; no es pura suma de derechos individuales e irrenunciables, por lo que no se puede hacer de su ejercicio una cuestión de estado de ánimo o mero interés personal.".
Por ahí está el quid del asunto, señor Presidente . Y siento que los países necesitan de deberes y de tener requerimientos sociales en los cuales uno pueda concurrir. Esto no es pura suma de derechos que dependan del estado de ánimo. Y, honestamente, más allá de esto, siempre he pensado que votar es un deber.
Respecto del voto voluntario, tengo un contrapunto. Porque, obviamente, algunos pueden argumentar que hay una tentación de los dueños del dinero para movilizar a las personas a votar. También está la tentación de los dueños del Gobierno para hacer algo equivalente, o la de los dueños de las comunicaciones, quienes, en un determinado momento y frente a un hecho circunstancial, con su mera voluntad pueden transformar profundamente las sociedades.
Por eso, desde la perspectiva del voto y del significado del ejercicio de los derechos y deberes, estoy convencido de que aquel es un deber, y que, por lo tanto, nos corresponde mantenerlo como tal.
En segundo término, por la naturaleza de la inscripción. Creo que esta depende de la voluntad. Asimilo que hay un momento en la vida de las personas en que pueden decidir si quieren ser partícipes o no de la toma de decisiones. Para eso hacen el acto solemne de inscribirse, de expresar su voluntad. Es un acto de responsabilidad y de seguridad.
Lo que nos propone el proyecto es una cosa distinta. Es legítima, pero no hace que ella sea obligatoria o automática. Para estos efectos es lo mismo.
Y manteniendo el concepto del deber del voto, acepto el derecho de querer ser ciudadano con derecho a sufragio.
Alguien planteó -me parece que el Presidente de la Comisión- el derecho a desincribirse en determinado momento. No lo descartaría. Me parece que apunta en un sentido correcto, como fórmula para fortalecer el derecho original y ese deber consustancial.
Por último, en la lógica de los principios, resulta fundamental resguardar la naturaleza del Servicio Electoral. Es muy importante entender esto.
Más allá de la idea de cambiar -expliqué a sus autores-, lo que desaparece al final es la actual composición del Servicio Electoral, el que, desde mi perspectiva, ha entregado garantías suficientes a Chile sobre la identidad del votante y la naturaleza de la acción. Y eso no necesariamente se garantiza con un registro civil que, obviamente, no tendrá ni la firma del sufragante ni su huella dactilar, ya que ambos serán una referencia a lo que en su momento puede resolver un servicio en manos del Estado.
Esto -¡atención!- adicionalmente es muy importante desde una perspectiva legal. Porque la modificación del Servicio Electoral tiene un quórum distinto de una reforma constitucional. Entonces, no entiendo que alguien pueda sacrificar este último en aras de disminuir la exigencia legal para concurrir al ejercicio ciudadano.
Comprendo que hay que hacer cosas para mejorar la calidad de la política. Debe perfeccionarse el sistema de la participación. Pero, a mi juicio, eso no se arregla con la obligatoriedad de la inscripción ni tampoco con la voluntariedad del voto. Ello tiene que ver más con las conciencias, con hacer útil la actividad política, con tornarla razonable, apasionante, inteligente, atractiva, capaz de movilizar y modificar estados sociales.
Hay que aumentar las opciones. Y esto no tiene que ver simplemente con generar obligaciones o influencia de automaticidad.
¡Se pueden hacer muchas cosas!
Tiempo atrás, se rechazó un proyecto del Gobierno tendiente a acortar el horario de atención de las Juntas Inscriptoras del Servicio Electoral. ¡Grave error!
En mi opinión, lo que debemos efectuar va en sentido exactamente inverso. Hoy día, el trámite de inscripción electoral dura dos minutos. Me consta, porque como tal medida suscitaba debate, pregunté adónde tenía que dirigirme y concurrí al Servicio. ¡El trámite tarda dos minutos!
Ciertamente, si queremos avanzar y producir un aumento en la inscripción tenemos que empezar por cambiar las conductas propias; ser capaces de generar partidos modernos.
Pero eso no se impone por ley; no se impone por decreto ni se impone a gritos. Se logra modificando y automodificando las conductas propias de las colectividades a las que pertenecemos.
¡Por ahí va mucho más el encantamiento de la participación -no el atemorizamiento de ella-: sentir que se es útil a una sociedad; que el voto importa; que el voto cuenta; que el voto es decisivo para concretar esos cambios sociales!
Por eso, desde mi perspectiva, necesitamos realizar un trabajo, pero en un sentido distinto.
Y tampoco tenemos que renegar de lo que hemos hecho.
Escuché con atención al Ministro señor Viera-Gallo decir que Chile y Colombia son los únicos países donde el voto es obligatorio. No podrá desconocer -estoy leyendo el informe de la Comisión- que el propio Manuel Antonio Garretón señala que en Latinoamérica hay dieciocho -no dos, ¡dieciocho!- naciones que usan un sistema de esa naturaleza. Y creo que nosotros no tenemos que avergonzarnos de cómo estamos procediendo a nivel internacional en materia de inscripción electoral.
Muchas cosas pueden haber fallado y están fallando en Chile. Nadie puede ser autocomplaciente con la democracia. Pero no ha fallado lo relativo a la garantía de la inscripción y de la autenticidad electoral. Y no nos reprochamos mutuamente, más allá de una excepción, la validez de las elecciones -¡a cuántos países les gustaría tener esa certeza!-, porque cuando el Servicio Electoral informa que alguien ganó por un voto, ello es corroborado por el Tribunal Electoral y queda resuelto de esa manera.
Entonces, yo no soy trágico en el sentido de que hay una situación de "bote en llamas" que es preciso cambiar. Soy profundamente consciente de que es propio de los pueblos inteligentes asumir las críticas a los sistemas y ser capaces, a través de la conciencia social, de modificar las instituciones.
Invito a los Honorables colegas a trabajar en esa línea.
Además, creo en la absoluta buena fe de quienes hemos discutido durante muchos años acerca de la naturaleza de estos planteamientos. Pero siento que, al final, estamos alterando o violando principios que, desde mi perspectiva, son muy importantes y que, según la lógica, corresponde plantear de modo diferente.
Señor Presidente, yo no voy a aprobar la reforma constitucional en análisis por cuanto tengo la convicción de que a Chile le conviene enfrentar el asunto en forma muy distinta.
El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Vásquez.
El señor VÁSQUEZ.-
Señor Presidente , quiero hacer presente en qué cambiaría la actual situación en caso de aprobarse esta enmienda a la Carta Fundamental.
Entendámonos. Durante muchos años escuché aquí más de alguna vez la crítica de que el mecanismo creado en la denominada "Constitución de 1980" era hacer voluntaria la inscripción, de modo de obligar a inscribirse en los Registros Electorales a quien quisiera ser ciudadano, y obligatorio el sufragio, con el fin de que ese ciudadano supiera que asumía un deber adicional. Esa era la forma de lograr la no inscripción. Porque no siendo ciudadano no existía obligación de votar.
Y en ese mundo estamos viviendo hoy día: en el de la inscripción voluntaria; pero si se está inscrito, el sufragio es obligatorio.
La gracia, el mérito de esta reforma constitucional es que quiebra ese esquema, ya que la no inscripción es tendenciosa y, por tanto, también lo es la no participación de los ciudadanos en los comicios.
Pienso que se trata de un avance importante.
De otro lado, me parece que si transformamos la inscripción en automática y, por consiguiente, no gravamos al ciudadano con la obligación de ir a inscribirse en los Registros Electorales, el debate respecto de si el voto debe ser obligatorio o voluntario quedaría -como ya lo han expresado algunos señores Senadores- para la discusión de una enmienda a la ley. Porque la modificación constitucional no impide que la Ley Orgánica Constitucional de Votaciones Populares y Escrutinios establezca el sufragio obligatorio.
Por ello, señor Presidente , en función de esos simples argumentos y circunscribiéndome solo a este paso: la inscripción automática -lo tocante al voto obligatorio o voluntario deseo que se analice con motivo del proyecto de ley presentado en la Cámara de Diputados-, voy a aprobar la reforma, esencialmente porque quiebra el esquema inicial tendiente a impedir, en lo posible, la participación ciudadana en las elecciones populares y escrutinios.
Entiendo que la creación, por obligación constitucional, de un mecanismo automático de inscripción constituye un avance central y que la derogación de la voluntariedad del voto no implica, en definitiva, el fin de la obligatoriedad de aquel, sino el inicio de la discusión sobre si el sufragio debe ser voluntario u obligatorio.
Por lo expuesto, anuncio mi pronunciamiento favorable a la iniciativa.
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El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Muñoz Aburto, a fin de plantear una cuestión de Reglamento relativa a plazo para presentación de indicaciones.
El señor MUÑOZ ABURTO .-
Señor Presidente , solicito recabar la autorización del Senado para ampliar, hasta el miércoles 12 de marzo, a las 10 de la mañana, el plazo para formular indicaciones al proyecto sobre bono poslaboral, dado que el Ejecutivo ha anunciado su intención al respecto.
El señor OMINAMI
( Vicepresidente ).-
Si le parece a la Sala, así se acordará.
El señor ÁVILA.-
Conforme.
--Se accede.
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El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz-Esquide.
El señor VÁSQUEZ.-
¿Puede abrir la votación, señor Presidente?
El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
No hay acuerdo, Su Señoría.
El señor BIANCHI.-
¿Entonces, quedaría pendiente para mañana?
El señor OMINAMI ( Vicepresidente ).-
Así es.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente y estimados colegas, debo señalar que, más allá del debate en torno al proyecto de reforma constitucional, aquí hay un problema bastante profundo, que consiste en entender, de algún modo, la constitución de las sociedades, el valor de la participación ciudadana, el rol de las autoridades y la relación directa entre cada uno de estos factores.
Por una parte, la materia que estamos tratando significa inclusión, es decir, inscripción automática. Y en ese sentido estoy de acuerdo con la iniciativa.
Sin embargo, también se establece la voluntariedad del sufragio, la cual no comparto. Considero necesario que el voto sea obligatorio, por lo siguiente.
Primero, porque debe existir cierta coherencia. Y no la hay cuando estamos haciendo lo que consigna la presente enmienda al Texto Fundamental.
Segundo, porque si bien es cierto -como se ha dicho- que se puede modificar el punto en el proyecto de ley que se halla en trámite en la Cámara de Diputados, no me agradaría que diéramos rango constitucional a la inscripción automática y solo rango legal, de menor categoría, al sufragio obligatorio.
Eso en materia formal.
En cuanto al fondo de la cuestión, aquí hay dos conceptos que se está tratando de colocar de manera antinómica y no me parece que así sea. Por el contrario, debe intentarse complementarlos y entenderlos en su contexto general, de forma tal que reflejen exactamente la relación entre la autoridad, la votación o voluntad personal y lo atinente a la recta organización de una sociedad.
Se pretende hacer aparecer como contradictoria la libertad versus la gregariedad y lo que constituye un deber para con la sociedad.
Desde una perspectiva personal, es decir, con la visión humanista cristiana con que trato de entender las sociedades y su constitución, la obligatoriedad de participar en lo que llamamos el "comunitarismo" y la "comunitariedad" es un valor tan importante como el derecho a la libertad plena.
La libertad absoluta, sin restricciones, sin ninguna contraparte de obligación con el resto de la ciudadanía, con lo que es mi comunidad, lleva necesariamente al libertinaje. Y el libertinaje es la antinomia de la plena y absoluta libertad.
Por eso nos parece razonable -así lo hemos señalado en nuestro congreso ideológico- establecer las coincidencias entre ambos conceptos.
Quiero hacer solo tres observaciones.
La primera: ¿le niega esto la libertad a las personas? En mi opinión, no.
El derecho, por un lado, y la obligación, por otro, de comprometerse con lo que es su hábitat es parte del compromiso vital de un hombre y una mujer con lo que existe en su comunidad. De otra manera no podrían realmente participar. Pero si se quiere ejercer la libertad y rechazar lo que no agrada actualmente en la política, se dispone de la facultad de abstenerse o votar nulo, que serían las expresiones más correctas para demostrar el desagrado con el modelo o con los candidatos que se presentan. No inhibe en absoluto el que se dé libertad plena a una persona para expresar su voluntad si acaso se le otorga tal posibilidad. Pero el derecho a tener que participar en su sociedad es esencial para la organización, tal como lo vemos en la chilena.
Ese es el primer factor.
El segundo, respecto del cual se ha argumentado mucho esta tarde, es que en definitiva debemos cambiar los modelos de comportamiento y no solo imponer obligaciones legales.
Yo comparto lo anterior plenamente.
La política chilena hoy está desprestigiada no porque el voto sea obligatorio o porque este vaya a establecerse como tal.
La democracia se halla en crisis porque entre los valores que la guían, por lo menos en el mundo occidental entero, aunque se diga que es cristiano, no existen los conceptos de "gratuidad" y de "servicio público". Y como decía Maritain , en vez de la visión de "ser más" hoy impera la de "tener más", que al parecer es lo único que importa.
La visión absolutamente economicista de la sociedad; la forma de ver el servicio público solo como un modo de escalar determinadas posiciones o de ganar dinero, son inaceptables desde nuestro punto de vista y están matando la democracia, más allá de cualquier reflexión religiosa.
Es notable que el Vaticano haya agregado nuevos pecados capitales, sin perjuicio de si alguien crea que debieron contemplarse o no. Pero, en definitiva, se ha llegado a determinar por primera vez, más allá incluso de lo que avanzaron las encíclicas del siglo antepasado, que la posesión excesiva del dinero, por sí sola -ni siquiera su uso, ni la manera de ejercer con él un poder vicioso, sino el solo hecho de acumular riquezas por sobre lo razonable-, constituye un pecado capital.
Entonces, la circunstancia de que la sociedad no tenga un valor intrínsicamente espiritual y que se resalte el valor del dinero antes que otra cosa, hace que la política pierda su sentido. Y las políticas que hemos seguido en materia electoral favorecen el uso vicioso del dinero en las elecciones, porque viene la necesidad de comprar la posibilidad de que la persona vote en determinado sentido. Es el viejo "acarreo" lo que siempre ha significado el triunfo de aquellos candidatos con más recursos que otros.
Un tercer aspecto que me parece importante, señor Presidente, es el siguiente.
La política y nosotros al hacer las leyes no solo debemos recoger la opinión de la gente, sino también, en función de nuestros principios, expresados en todos los sectores del Senado, ejercer una cierta sicología, una pedagogía política, una sicología social. Y desde esa perspectiva volvemos a decir que lo que nos interesa es que la juventud chilena se encante con la política. Pero no se encanta o se desencanta por este factor, sino que se desencanta por nuestras conductas políticas globales y no solo por nuestras conductas políticas personales.
En ese sentido, nos parece que el compromiso con lo que tiene que hacer en su vida en esa gregariedad es un elemento que debemos considerar en forma importante.
Termino diciendo una sola frase acerca de la diferencia que nos asiste en esta materia respecto de algunas intervenciones.
Yo creo, como nadie, en la libertad. Y creo en la libertad comprometida con el servicio a la comunidad, como parte del bien común. A mí no me interpreta plenamente lo que son los principios esenciales de la Revolución Francesa, como aquí se ha dicho. No está en mi lógica cristiana el que eso sea lo esencial ni la forma en que se ejercita.
Por eso, para mí no representa un problema que establezcamos la inscripción automática y la obligatoriedad del voto. Y en tal sentido vamos a votar.
No señalo aquí lo que hemos aprobado en nuestros congresos, pero estamos en esa línea, esto es, darle a la sociedad derechos para que puedan ser recabados por las personas, para que a ellas se les permita complementar lo que es su bien individual con el bien común de la sociedad en la que viven.
Por eso, tal como está el proyecto, anuncio mi voto en contra.
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Pizarro.
El señor PIZARRO.-
Señor Presidente , estimados colegas, he querido intervenir porque me parece que si deseamos hacer una discusión seria acerca de lo que está pasando con el funcionamiento de nuestra democracia, con la fortaleza o la estabilidad de nuestro sistema político, con la legitimidad del funcionamiento de la institucionalidad vigente en nuestro país, debemos involucrar en este debate no solo lo relativo a la inscripción voluntaria o el voto, en cuanto a si es voluntario u obligatorio, sino también lo referente al sistema electoral.
Aquí no sacamos nada con discutir el establecimiento de la inscripción automática para buscar que tome parte un mayor número de gente si realmente no entramos al fondo del asunto: por qué no participa la ciudadanía o por qué ha ido perdiendo confianza en el sistema político o en nuestra democracia, la cual no refleja la participación ciudadana que todos quisiéramos.
A mi juicio, el Gobierno debiera promover un debate amplio respecto de este punto. Y ello significa, necesariamente, encarar lo que es nuestro sistema electoral. Es ineludible, imprescindible, hacer la discusión acerca del sistema binominal.
¿Por qué lo planteo?
En general, lo que busca el proyecto, y es un objetivo que compartimos todos, es posibilitar la participación ciudadana de manera expedita, fácil, eficiente. Y, fundamentalmente, permitir que los jóvenes participen en las decisiones políticas. Esa es la razón de fondo de por qué establecimos la inscripción automática. Y yo y todos los partidos, salvo la UDI, estamos de acuerdo con que ella exista.
Pero, ¿qué sacamos con que haya inscripción automática si a la vez no planteamos la necesidad de ir generando mayor conciencia cívica en nuestros ciudadanos?
El punto se ha enfrentado de distintas maneras. Lo abordaba recién el Senador señor Ruiz-Esquide.
A mi entender, si no hay conciencia cívica en la gente, independiente de la voluntariedad u obligatoriedad del voto, no existirá participación ciudadana. Si en aquella no hay confianza en que el ejercicio de su derecho a sufragar tiene repercusión real en la instancia del país donde se toman las decisiones, no existirá participación cívica.
Me parece que el problema se centra más en esos aspectos.
¿Qué se busca en definitiva? Mayor participación ciudadana, que a la larga otorga más legitimidad al sistema, fortalece la institucionalidad política, la cual se halla conformada por los gobiernos regionales y locales, pero también, fundamentalmente, por los partidos.
Hoy día, los factores de la mayor debilidad de las colectividades políticas o de la falta de credibilidad de los ciudadanos en ellas tienen que ver con dificultades que van desde la falta de claridad ideológica y de capacidad para tener propuestas hasta, en el otro extremo, el hecho de que los partidos se transforman en meros instrumentos de poder por el poder.
La pregunta que uno debería formularse de verdad es si el voto eliminará el problema de la falta de credibilidad y de confianza en la institucionalidad política por la simple circunstancia de ser voluntario u obligatorio.
Considero que no. Mucho más importante que eso es, en mi concepto, que seamos capaces de desarrollar conciencia cívica.
En nuestro país hemos planteado de modo reiterado la necesidad de que exista educación cívica. No la hay en los jóvenes, en los niños. No existe conciencia ciudadana de lo que son los derechos, de lo que son las obligaciones.
Un señor Senador decía recién, graciosamente, que a lo mejor no confían en nosotros porque no nos conocen.
Pero la cuestión no reside en si nos conocen o no, sino en saber si somos representativos o si las instancias donde nos eligen son legítimas.
El punto está ahí: en si los jóvenes a quienes queremos incorporar al debate y a la participación tienen claridad conceptual acerca de lo que los partidos políticos representan o de lo que son nuestras propuestas; o en si existe coherencia entre lo que decimos al electorado y lo que cumplimos; o en si los integrantes de las instancias donde se toman las decisiones, aunque sean formales, son representativos y legítimos.
El mayor cuello de botella que obstaculiza la participación ciudadana lo constituye el sistema electoral binominal. Y ello, porque resulta poco representativo; es excluyente y discriminatorio; oprime el desarrollo de ideas, de movimientos, de propuestas distintas de las ya existentes, pues obliga a conformar pactos que, dentro de un objetivo -entre comillas- general, obligan a convivir aun cuando no haya ideas, planteamientos o propósitos comunes, ni, por consiguiente, representatividad efectiva de la sociedad.
Ahí radica el mayor problema del sistema político chileno. Allí se encuentra la mayor bomba de tiempo de nuestra democracia en lo que respecta a participación de la ciudadanía y a legitimidad en la expresión de su voluntad.
En el mismo Senado se dan fenómenos especiales, señor Presidente.
El sistema binominal obliga a la constitución de dos pactos mayoritarios. Independiente de que otorga una sobrerrepresentación a la mayoría, lo más grave es que excluye a las terceras fuerzas. Y no solo eso: además, imposibilita que se desarrollen movimientos nuevos, distintos, como en toda sociedad dinámica.
En esta misma Corporación existen Senadores que han ido de un lado a otro, que se salieron de sus partidos, que fueron expulsados de ellos o que optaron por generar otros referentes. Sin embargo, no tienen ninguna posibilidad -¡ninguna!- de desarrollar un movimiento coherente, porque el sistema electoral los obliga a incorporarse a uno de los pactos -con ello pierden la gracia de la novedad o de lo que envuelven sus planteamientos-, lo que hacen para estar dentro del esquema del poder.
Esa es la verdad.
¿Qué posibilidad cierta tienen los movimientos que se pretende formar si no integran alguno de los dos pactos mayoritarios? ¿Qué factibilidad cierta tienen de llegar al Congreso las terceras o cuartas fuerzas existentes en nuestro país? ¿Y vamos a solucionar eso con la obligatoriedad o con la voluntariedad del voto? ¡No!
Entonces, estamos en un debate falso.
Como aquí se ha mencionado, el proyecto en análisis es mentiroso. La gran mayoría está de acuerdo en que haya inscripción automática. Pero, según se expresó aquí, la iniciativa establece la eliminación del voto obligatorio.
¿Por qué no vamos derechamente primero a lo de la inscripción y después a lo del voto?
Nosotros estamos por el voto obligatorio, porque creemos que existe un deber detrás de la necesidad de que los ciudadanos participen, lo cual tiene que ver con la legitimidad del sistema, con el fortalecimiento de los partidos, con nuestras obligaciones como ciudadanos.
Ahora bien, pido al Ejecutivo mayor coherencia todavía. El Ministro Viera-Gallo es muy inteligente y tiene mucha flexibilidad. Además, en su calidad de Senador, firmó la moción que dio origen al proyecto en debate. Sin embargo, entiendo -hasta donde estoy informado- que en la Cámara de Diputados se encuentra una iniciativa del Gobierno de la Presidenta Bachelet que establece inscripción automática y voto obligatorio.
Entonces, cuando planteamos como partido que se trata de una materia con complejidades mayores y solicitamos que vuelva a la Comisión, no lo hacemos por un cálculo mezquino o mediato.
¡Si los números dan para todo!
A lo mejor Piñera , con las actuales encuestas y con los votos de hoy -según dicen-, puede ganar. Hace cuatro años perdía como en la guerra. Tal vez le va mal o le va bien. No sé. Hay candidatos para todos los gustos, y no nos vamos a poner de acuerdo al respecto.
Pero lo que sí resulta claro es que con la actual propuesta no encaramos el tema de fondo.
Entonces, si queremos hacer un debate de verdad y trabajar en serio para lograr mayor participación ciudadana, en especial de los jóvenes, realicemos la discusión completa. Y si para ello debemos demorar un poco más al enviar el proyecto a la Comisión, eso me parece razonable.
Por ello la bancada de la Democracia Cristiana solicitó formalmente que la iniciativa no se votara, porque es factible que algunos la rechacen pese a estar de acuerdo en participar del debate o que otros debamos decir: "Discutamos las dos cosas en su conjunto, pero no a tajadas, o por rodajas, como se corta el salame para hacer sándwiches".
Señor Presidente , reitero la petición formal hecha en orden a que el proyecto vuelva a la Comisión de Constitución.
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Ha terminado el Orden del Día.
La discusión de este proyecto continuará mañana.
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