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El señor NÚÑEZ, don Marco Antonio (Presidente).-
En representación del Comité Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra, hasta por 10 minutos, el diputado señor Patricio Melero .
El señor MELERO.-
Señor Presidente, en primer lugar, vaya mi saludo al ministro de Hacienda, al director de Presupuestos, a la coordinadora legislativa del Ministerio de Hacienda, señora Macarena Lobos , y a quienes forman parte del equipo de esa cartera.
¡Qué duda cabe que el proyecto de Ley de Presupuestos del Sector Público para 2016 es uno de los más complejos, más debatidos y con más dificultades que al menos en mi carrera parlamentaria me ha tocado enfrentar!
Al iniciar este debate, es importante analizar por qué hay tantas dificultades y por qué hemos llegado a este escenario, en el cual el gobierno se ha visto exigido hasta última hora a tener que recortar programas y recursos y a llevar a cabo reasignaciones de los mismos. En una expresión de desprolijidad y falta de capacidad de gestión, nos encontramos, hasta este momento, con la presentación de indicaciones que tienen por finalidad buscar solucionar algunos problemas.
En verdad, creo que la causa fundamental de lo anterior está en el propio programa de gobierno. Allí está el germen del desfinanciamiento al cual nos han llevado en estos últimos dos años. Como lo dijimos desde un inicio, este es un programa de gobierno antiinversión y anticrecimiento. Hoy, los chilenos estamos pagando los platos rotos de un programa de gobierno que desde un inicio desincentivó la inversión, que subestimó y puso en un lugar de segunda categoría la importancia del crecimiento, hasta que se produjo el cambio de gabinete del ministro Arenas . Hoy estamos viviendo las consecuencias de todo aquello.
Si hasta 2018 el crecimiento será de 2 por ciento, versus el 4,5 por ciento que veníamos teniendo, el fisco perderá, entre 2015 y 2018, alrededor de 8.500 millones de dólares solamente por concepto de menor crecimiento. De tal manera que el programa de gobierno tendrá un grave problema a futuro, en materia de financiamiento y de prioridades.
Por consiguiente, esta es también una oportunidad para reorganizar, para repriorizar el crecimiento, ya que con una expansión del 2 o del 3 por ciento del PIB, como señalan hoy todas las fuentes autorizadas, el mayor objetivo de equidad en la distribución del ingreso será absolutamente inviable. O recuperamos la senda de crecimiento o será mayor aún el incumplimiento del que ya tenemos, sobre la base de las promesas que la Presidenta Bachelet hizo al país, las cuales no se podrán cumplir. Los parlamentarios están sufriendo por esa situación.
La caída del precio del cobre, que se ha esgrimido como la causa fundamental de lo anterior, sin duda también es responsable de esa menor holgura, pero está lejos de ser la razón principal. El escenario negativo que estamos viviendo no es transitorio, sino que es un retorno a la normalidad luego del ciclo expansivo de una década en que tuvimos precios del cobre muy altos. Recordemos que la década de mayor crecimiento que Chile tuvo, entre 1986 y 1997, se logró con valores del cobre muy alejados de los que hoy día estamos conociendo.
Por lo tanto, el problema del precio del cobre no es una realidad que nos ha tomado por sorpresa, sino que es una situación que el programa de gobierno ignoró.
El débil crecimiento de Chile, así como sus efectos sobre el presupuesto que hoy reclamamos, tiene su origen en que la economía chilena ha perdido vigor debido a políticas erradas, las cuales han hecho, escúchese bien, que en este ciclo se haya producido una caída de la inversión más prolongada que las de las crisis de 1998 y 2008. Ello no es casualidad. Tras una reforma tributaria confusa y compleja, que eleva la carga al 3 por ciento del producto interno bruto, que castiga la rentabilidad de las empresas, se requieren, por cierto, ajustes de corto y largo plazo. El stock de capital se ajusta a la baja, por efecto de la menor rentabilidad.
No es solo la incertidumbre la que frenó el ímpetu empresarial, sino la merma en la rentabilidad de la inversión, por una parte, y la incertidumbre, por otra. Se ha justificado este esfuerzo sobre la base de un estudio del Banco Mundial, el que, tras reconocer que no incluye los efectos de la misma sobre la inversión y el ahorro, los precios relativos, la producción y el empleo, concluye que este esfuerzo del 3 por ciento del producto interno bruto (PIB), en el mejor de los casos, mejora el índice Gini en un 0,007, porque no incluye los efectos “precios, empleo e inversión”.
Las expectativas empresariales están en el suelo. Estamos tan mal como en la crisis internacional de 2008. La inversión ha tenido un ciclo negativo más prolongado que en las dos crisis previas. Este ciclo negativo de inversiones se prolonga por dos trimestres de 2015, con lo cual la caída de la inversión en el país dura ya ocho trimestres sostenidos, y, sin embargo, el gobierno quiere ocultarlo diciendo que la responsabilidad está en los precios externos.
No puedo ser irresponsable y desconocer que el precio del cobre ha caído y que China se ha desacelerado más de lo esperado; pero debo decir que el precio del petróleo también ha caído y lo que de verdad importa es observar los términos de intercambio, que no justifican nuestro comportamiento. Los términos de intercambio miden el efecto conjunto de los precios externos de nuestra economía, y si tomamos el valor del cobre y el valor del petróleo, encontraremos que esos factores se han estabilizado en el tiempo. No busquemos la razón donde esta no se encuentra.
Por último, se ha afirmado que el ciclo externo y el crecimiento de América Latina también nos están afectando fuertemente. Digámoslo con claridad: Chile creció más que el resto de América Latina en los años previos. No voy a citar las cifras, pero de acuerdo al Fondo Monetario Internacional, Chile estaba creciendo más que América Latina. En el 2015, sin embargo, estaremos por debajo, excluidos Brasil , Venezuela, Ecuador y Argentina, que, es justo señalarlo, experimentan una crisis interna. Las proyecciones de crecimiento en 2015 nos ponen por debajo de Bolivia, que va a crecer un 4,1 por ciento; de Paraguay, que crecerá un 3 por ciento; de Uruguay, que crecerá un 2,5 por ciento; de Colombia, que crecerá un 2,5 por ciento, y de Perú. Todos estos países crecerán más que Chile.
Deseo plantear una pregunta, quizá la más importante: quiero que el gobierno nos explique por qué el Fondo Monetario Internacional considera que nuestro crecimiento de mediano plazo será el más débil de América Latina, en el promedio, en el período 2015-2020. En efecto, nos sitúa en el 2,9 por ciento, muy por debajo de la mayoría de los países latinoamericanos.
En resumen, el gobierno y su gestión han debilitado nuestra economía, y si bien hay una situación externa que ha influido, es un pobre diagnóstico el no reconocer que además de la baja en el precio del cobre han caído los precios de los productos más relevantes que importamos, lo que reduce nuestros costos de producción. Por ello, los términos de intercambio de nuestra economía muestran una trayectoria que no se condice con la explicación.
En el contexto interno hemos introducido incertidumbre y costos a la inversión y al empleo, lo que debilita la economía. Sembramos incertidumbre y desconfianza, y hoy cosechamos un presupuesto que no resiste los cambios que el gobierno quiere llevar adelante ni entrega el financiamiento adecuado para lograrlo.
Estos costos hacen menos atractivo invertir en medio de un cuadro de reformas, entre las cuales la incertidumbre respecto del debate de la institucionalidad básica los derechos de propiedad está abriendo un horizonte de mediano plazo en que es poco probable que alguien espere restablecer los ritmos de crecimiento de forma importante.
Lo que no se ha internalizado debidamente es el efecto de esta debilidad en el crecimiento
-alrededor de 2 por ciento-, que en dos años nos ha llevado a proyectar holguras fiscales negativas para los años siguientes, antes que financiar reajustes de remuneraciones y subvenciones, y sin incluir proyectos como uno recientemente ingresado, sobre desmunicipalización.
Este es un escenario en que vemos esfumarse los recursos generados por la reforma tributaria. Lo decimos con la autoridad moral que nos da el haberla votado favorablemente. Se nos dijo que se iba a destinar el 80 por ciento de esos ingresos adicionales a educación. Hoy vemos que tampoco es posible que esa promesa se cumpla.
Lo que ocurre hoy es que la ideología está en conflicto con la realidad. Los parlamentarios de la Nueva Mayoría lo han visto en educación y en salud. Con dramatismo deberán volver a sus regiones a tratar de explicar lo inexplicable: menos hospitales que los prometidos y ocho regiones completas que no tendrán becas para sus estudiantes de los institutos de formación técnica. Los mismos que ayer enarbolaban las banderas del ideologismo, están cayendo hoy en las redes del verbo y de la forma como plantearon este sinsentido. Hay un aterrizaje forzoso. La improvisación y la deficiente gestión se han hecho palpables.
He dicho.
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