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Señor Presidente, señores ministros, estimados colegas:
En primer lugar, quiero saludar a los familiares, amigos y compañeros de Juan que hoy nos acompañan en las tribunas.
No es fácil rendir un homenaje a quien hasta hace pocos días estuvo junto a nosotros, compartiendo el trabajo, dirigiendo la Corporación, ordenando los debates y colocando esa cuota de mesura y saber en la opinión vertida y en el esfuerzo cotidiano. No es fácil realizar un homenaje a un hombre como Juan Bustos , de facetas tan múltiples: catedrático, diputado, integrante de cortes, defensor de los derechos humanos, militante, padre y amigo. No es fácil además, porque de tanto conocerlo, sabemos de la amplitud que cubrió su vida y corremos el riesgo de ser mezquinos o excesivamente generosos en el retrato que podemos componer de su existencia.
Durante el último tiempo, me encontré semanalmente con él y compartí las reuniones de los Comités, de Régimen Interno, de la Comisión de Constitución y, como todos, de la Sala de sesiones, de manera tal que Juan llegó a formar parte de mi rutina cotidiana en la Cámara. Por lo mismo, al momento de no estar con su compañía, sentí su importante ausencia y el desapego de no estar con alguien a quien sentía como amigo.
Hace algunos días, cuando lo despedimos en el Parque del Recuerdo, el Vicepresidente Ceroni se refirió a Juan como una persona de gran sabiduría. Creo que no se equivocó, porque son sabias las personas capaces de transmitir conocimientos y dejar enseñanzas en quienes comparten con ellas. Y puedo afirmar, sin duda alguna, que Juan Bustos fue una persona de la cual aprendí, primero como su alumno de derecho penal en Temuco y, posteriormente, como su colega diputado en la Cámara, situación que también vivió otro de mis colegas de bancada, el diputado Antonio Leal .
Juan era un hombre que poseía una manera especial de ser, con una mezcla entre intelectual y hombre de mundo. Lo primero, seguramente porque era un estudioso impenitente, con varios doctorados, diplomas y publicaciones, y lo segundo, porque de Juan no sólo conocieron los chilenos, sino también los expertos y maestros en derecho de toda Latinoamérica. Seguramente, esa cualidad lo salvó de morir en 1975, cuando fue detenido en Argentina por los agentes de la operación Cóndor . En esa oportunidad, el gobierno alemán, por medio del profesor Kaufman , logró sacarlo de Argentina y llevarlo a Europa, que comenzaba a llenarse de latinoamericanos exiliados por las dictaduras continentales. Allí destacó por su sapiencia en la Universidad de Bonn y, posteriormente, en las aulas de Barcelona, donde también ejerció como ministro de la Audiencia.
El Juan Bustos que conocimos en el Congreso Nacional a partir de 1998 era ya un hombre con una extraordinaria trayectoria profesional y personal. En verdad, era una persona un poco atípica, porque normalmente quienes desarrollan una vida intensa en las aulas no hacen lo mismo en la política. Pero nuestro amigo fue capaz de componer una vida que se desarrolló entre el quehacer académico, la militancia activa y la defensa de los derechos fundamentales, situación a la que se abocó inmediatamente de su regreso a Chile, en 1989, después de un exilio de más de quince años. Y lo hizo con éxito en la mayoría de las causas que debió defender, de las cuales la más conocida fue la de la familia Letelier en el juicio en contra de Manuel Contreras y Pedro Espinoza .
Luego de la defensa de varias causas sobre derechos humanos, Juan Bustos quiso ser parte de la vida del Congreso Nacional, para lo cual se sometió al escrutinio ciudadano. Como representante mesurado en su actuar, moderado en su opinión y valiente en la acción, fue elegido por tres períodos, en los que aportó no solamente su testimonio de vida, sino su conocimiento y saber para hacer una mejor legislación y un mejor derecho para los ciudadanos.
En el Parlamento se destacó por ser uno de los diputados que más mociones patrocinó durante su estadía. También defendió posiciones innovadoras en materia de derecho penal, por ejemplo, en proyectos sobre violación conyugal o sobre femicidio, que presentó junto a las diputadas de mi bancada María Antonieta Saa y Adriana Muñoz . Tuvo una actuación brillante en la Comisión de Derechos Humanos, en la que siempre resaltó su compromiso con las causas de la verdad y la justicia, de lo que también dan cuenta la diputada Ximena Vidal y los diputados Tucapel Jiménez y Enrique Accorsi , que tuvieron el privilegio de compartir con él.
Sin duda, Juan poseía un gran espíritu republicano, quizás aprendido o reforzado en las antiguas aulas del Instituto Nacional o de la escuela de derecho de la Universidad de Chile, donde dio sus primeros pasos en la vida cívica y en la política. Como lo recordó la diputada Carolina Tohá , siempre se sintió orgulloso de haber sido formado en la educación pública.
Se destacó por ser un hombre constructor de acuerdos y por buscar soluciones, porque conocía y había sentido en carne propia el valor de la vida en democracia, lo duro que es perderla; porque sabía que fortaleciendo las instituciones representativas de la ciudadanía se podía avanzar hacia una sociedad en que reinara el estado de derecho y el respeto a las reglas de la convivencia, bases sobre las cuales se puede construir un país mejor, que apunte al desarrollo de sus potencialidades y de sus habitantes; porque sabía que una herida en el cuerpo ciudadano no se repara ni siquiera en una década, sino tras el paso de varias generaciones; porque tenía claro que en el imperio de la intolerancia sólo puede surgir el fratricidio y el desarraigo, mientras que en el de la tolerancia germina la construcción y el encuentro, a pesar de los pensamientos diferentes.
Esto que he mencionado, Juan Bustos lo reflejó muy bien en su discurso al asumir la presidencia de la Cámara de Diputados en el mes de marzo recién pasado, en el cual manifestó su intención de acercar cada vez más la institución ciudadana al ciudadano y la instancia representativa al representado, porque en la medida en que se produce el alejamiento, nace el desencuentro y la falta de entendimiento. De ahí que el conocimiento del hacer parlamento fue considerado por Juan como elemento fundante de su actuar y de su quehacer presidencial, y creo que en este corto período, de alguna manera lo logró. La forma más sencilla de comprobarlo es simplemente constatando el gran dolor que produjo su partida en todos los círculos de la vida nacional, que vieron que partía un gran diputado y un gran ciudadano.
Y hoy ya Juan no está más con nosotros.
Aún parece resonar en estas paredes el sonido tranquilo de su acento al analizar el texto, la norma y el artículo. De pronto, aún nos parece que veremos entrar su cercana figura, que nos saludará con su sonrisa chinesca y su mano cálida y franca. Aún nos parece que el luchador por los derechos humanos nos invitará a defender las libertades, entregándonos su lección de civilidad. Aún no nos damos cuenta de que ha partido y que navega por mundos en los que ya no pueden alcanzarlo el odio ni la persecución, y que nos ha dejado como legado la tarea de construir y compartir una patria más amplia, más libre, más solidaria y respetuosa de la dignidad del hombre.
En nombre de la bancada del Partido por la Democracia, hago llegar nuestras condolencias a su señora, Claudia ; a sus hijos, a sus compañeros del Partido Socialista, a sus compañeros de bancada, a sus amigos y a todo el pueblo al que representó durante su vida parlamentaria.
He dicho.
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