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El señor ÁVILA.-
Señor Presidente, saludo a nuestros hermanos de Nauru, de Micronesia, por compartir con nosotros este estigma democrático que es el sistema binominal.
También rindo honores a Burkina Faso , porque nos asimilamos con ella en un guarismo fatal desde el punto de vista de la justa distribución de la riqueza. ¡Estamos muy cerca en cuanto a la repartición del producto de todos en forma igualitaria...!
Recién escuchaba al Senador Larraín...
El señor LARRAÍN .-
¡No escuchó nada! ¡Solo interrumpió!
El señor ÁVILA.-
...en su intento de bajar el perfil a la reacción que naturalmente provoca el hecho de que por tanto tiempo hayamos debido soportar una situación de este tipo.
Él decía que los sistemas electorales son instrumentales.
¡Sí!
¡También era un instrumento la picana eléctrica a los efectos de conseguir información relevante para el Estado...!
En el caso de un sistema democrático, lo que de verdad fortalece a las instituciones es un proceso que amplíe los canales de participación y no los estreche sistemáticamente hasta ahogar el impulso libertario de la gente.
El Senador Larraín expresaba también, en su curioso razonamiento, que "El mejor sistema es el que no cambia".
¡Obvio!
Le encuentro toda la razón desde el punto de vista de lo que ellos representan.
¡Si hasta avanzadas horas de la noche del día anterior a la entrega del poder estuvieron afirmando los nudos antidemocráticos para perfeccionar un sistema que preservara de cualquier riesgo de cambio al modelo económico neoliberal!
Hoy el país está pagando el alto precio que significó haber aceptado gobernar con la institucionalidad heredada de la dictadura.
Si se hubiera analizado mínimamente que esta no otorgaba posibilidad alguna de cambio, entonces habríamos comprendido que fuimos involucrados en un fraude. Porque todo lo que contenían los sueños y aspiraciones de quienes nos dieron el triunfo del "No" ha sido abortado de manera sistemática.
¡A esta altura ya cuesta un mundo levantar la esperanza de la inmensa mayoría de los chilenos!
El sistema binominal -digo yo- es la "píldora del día después de un acto democrático". Y la razón es muy sencilla: porque aborta el poder de las mayorías.
El ejemplo lo hemos tenido a lo largo de todos estos años.
Partieron siendo una minoría estricta que se valió de los nudos autoritarios de la dictadura y de la institucionalidad que los cobijó. Así impusieron los términos de su concepción política, de su forma de gobernar y de concebir la democracia. Pero a lo largo de los años, y dado el desgaste que la vigencia del binominalismo ha producido en quienes aspiramos a los cambios democráticos, nos hemos ido equiparando, pero no porque representemos lo mismo, sino porque hemos sido víctimas de la impotencia que genera dicho sistema.
Se ha producido la más brutal desideologización de la gente. El alejamiento de la política y los partidos se da porque los jóvenes no ven ninguna posibilidad de contar con un instrumento efectivo de cambio. Se acabaron los sueños de construir un mundo mejor.
Todo eso contribuye a que el conjunto de la sociedad vaya buscando inexorablemente otros derroteros.
¡Hoy, ser ciudadano no significa nada! ¡Ser consumidor sí es importante! De ahí que los escenarios democráticos por excelencia del neoliberalismo son las cajas registradoras de los grandes supermercados. Allí se expresan. Pero, en cuanto a las opciones políticas, estas ya no seducen ni encantan, porque todas las que han sido cooptadas por el sistema se ven en la misma tónica y caminando en la misma dirección.
La votación dará un resultado similar al registrado en la Cámara de Diputados. Y será un nuevo golpe a las esperanzas de aquellos que, intentando buenamente contribuir a dar solidez a las instituciones democráticas, recibirán una vez más un portazo en las narices. Estamos empujándolos a expresarse en las calles, en las barricadas, y exaltando los ánimos en las poblaciones.
Después, no nos quejemos de la violencia, porque ella es hija de este sistema injusto.
He dicho.
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