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Señor Presidente, Honorables colegas, asistimos una vez más a un intento por terminar con la exclusión que enfrentan diversos sectores políticos del país. Esta reforma, sin duda, se enmarca en ese objetivo.
La dictadura diseñó un sistema electoral mañoso, destinado a asegurar a la Derecha un piso electoral que, unido a los Senadores designados, le permitiera mantener el poder ajeno a la ciudadanía.
Esas eran las bases de la democracia protegida y autoritaria que Pinochet encargó al grupo de redactores de la Constitución y de sus leyes complementarias.
Los Senadores designados fueron eliminados, junto con otras instituciones antidemocráticas, pero subsiste este sistema perverso, donde 60 es igual a 40, donde se obliga a pertenecer a grandes bloques y donde las fuerzas minoritarias pero significativas no tienen cabida como ha ocurrido históricamente en el país. En definitiva, se privilegia un enorme y eterno empate.
Señor Presidente, no quiero adentrarme en consideraciones ya conocidas por todos acerca de las bondades o deficiencias del sistema binominal, pues se han repetido hasta la saciedad y, además, dependen del prisma con que se mire.
En efecto, si para algunos resulta adecuada la existencia de grandes bloques, para otros ello provoca falta de renovación en el campo de las ideas. Lo que para algunos es estabilidad, para otros constituye un pernicioso inmovilismo. La necesidad de grandes acuerdos, como el ocurrido en educación, sin admitir voces en contrario es vista como una componenda.
En definitiva, todo dependerá del cristal con que se mire.
Lo único que no admite discusión es que sectores como el Partido Comunista, con un caudal electoral significativo; con una organización nacional; con una histórica y ejemplar presencia en el país; con figuras notables y señeras de nuestra historia patria -como el Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda y el científico Alejandro Lipschutz , entre otros-, y, hoy mismo, con alcaldes y concejales, se encuentran excluidos de este Parlamento.
¡Eso es inaceptable para cualquier demócrata!
Se ha dicho, especialmente por la Unión Demócrata Independiente, que esas fuerzas han sido excluidas por carecer de votación y no por el sistema. Se da el ejemplo del Partido Radical, que, con un porcentaje de sufragios similar, sí tiene representación al interior de la Concertación. La misma UDI llegó a este Congreso en 1990 con el 9 por ciento de los votos.
¿Pero por qué vamos a imponer a un partido la pertenencia a una coalición?
Queremos que todos quienes superen cierto umbral puedan acceder al Parlamento sin requerir adhesión a pacto alguno, sino por el solo mérito de contar con un apoyo ciudadano significativo.
Así fue la tradición de Chile. Y no nos engañemos ni cambiemos la historia de nuestra patria. Nuestro país no vivió 150 años de inestabilidad antes de 1973. Hubo sobresaltos, por cierto, como en toda nación; pero hasta el golpe militar nos enorgullecíamos de contar con uno de los Parlamentos con funcionamiento ininterrumpido más antiguos del mundo y con un sistema proporcional que permitía la participación de diversas fuerzas políticas.
El quiebre de 1973 tuvo diversas causas -no es del caso analizarlas ahora- que escapan al sistema electoral. En esa época existían los dos bloques mayoritarios que para algunos parecen ser la panacea.
No cambiemos la historia ni busquemos argumentos donde no los hay.
Los Gobiernos de la Concertación han realizado varios esfuerzos en esta materia, pero se han estrellado una y otra vez contra la oposición de la Derecha. Lo peor es que, tal como sucedió con el voto de los chilenos que residen en el exterior, al ser requeridos cerca de una elección, se manifiestan muy dispuestos a analizar el asunto, a discutir fórmulas, a buscar un acuerdo, pero luego surgen dificultades, imponen condiciones imposibles y, en definitiva, hacen inviable cualquier entendimiento.
Y así hemos pasado ya largos 18 años.
En la última reforma constitucional, recuerdo que una indicación del Honorable señor Horvath abría una puerta en esta materia. Durante esas mismas tratativas surgió una propuesta emanada de Renovación Nacional y encabezada por el Senador señor Prokurica . ¿Qué ocurrió? Que la puerta que se abría era mínima, insuficiente, y, más aún, estaba sujeta a una serie de condiciones que nada tenían que ver con el sistema electoral mismo.
Tal como en el caso del voto de los chilenos en el exterior, los claros mensajes del candidato presidencial de la Alianza por poner fin a la exclusión y asegurar la máxima participación se diluyen y se someten a requisitos que no guardan relación con los principios que se enarbolan.
Señor Presidente , Honorables colegas, el actual sistema electoral le está poniendo una bomba de tiempo a la democracia. El anquilosamiento del padrón electoral y la cada vez menor participación ciudadana muestran que se requieren aires nuevos y que la lógica del binominalismo cumplió un ciclo.
Necesitamos un Parlamento donde todos los que tengan un caudal electoral importante estén representados.
Nuestra democracia es bastante sólida y no requiere este permanente empate para subsistir. España , Francia, Alemania y otras naciones no viven en crisis por el hecho de tener, además de dos fuerzas principales, diversos partidos menores.
Por ello, creo que aprobar esta reforma resulta imprescindible. Eliminar la referencia a un número fijo de Diputados en la Constitución es abrir caminos para terminar con la exclusión en el país.
Es hora de que la Derecha cumpla sus compromisos. Hace unas semanas llenaba páginas y páginas en la prensa para pedir a la Presidenta de la República respetar la palabra empeñada y que los parlamentarios de la Concertación aprobaran el proyecto de Ley General de Educación. Veamos ahora la consecuencia de la Alianza para cumplir con la palabra empeñada por su candidato.
Voto a favor.
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