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El señor ALLAMAND.-
Señor Presidente, quiero sumarme a la invitación formulada por algunos señores Senadores para asumir este debate con seriedad, más allá de las consignas con que habitualmente se aborda.
Por lo tanto, me referiré solo a tres aspectos.
En primer lugar, a la reiteración casi majadera de que el sistema binominal es antidemocrático.
Al respecto, es importante tener presente la opinión de connotados expertos en la materia.
Sin ir más lejos, cito la opinión de don José Auth , Presidente del Partido Por la Democracia , experto electoral indubitado, quien, no obstante declararse crítico del sistema, ha señalado que el nuestro "no es más ni menos democrático que otros aplicados" en distintos países. Exactamente lo mismo ha expresado don Edgardo Boeninger .
La verdad es que podría hacer una larga lista de las personas que se han pronunciado a ese respecto. De manera que insistir en la majadería de que el sistema binominal es antidemocrático, simplemente, no resiste análisis.
El señor NARANJO.-
¡Es excluyente, lo que es distinto!
El señor ALLAMAND.-
En segundo término, echo de menos algo que quizá debió estar presente en el debate.
¿Cuál es la relación que debe existir entre un régimen político y el sistema electoral? Al parecer, en esto no hay más de dos opiniones.
Quienes han estudiado el tema han señalado reiteradamente que, cuando el régimen es parlamentario, puede operar con un sistema mayoritario, como sucede en Inglaterra, o con uno proporcional, como ocurre en España. Pero la evidencia de la ciencia política es bastante concluyente en términos de que cuando el régimen es presidencial hay que hacerlo funcionar con un sistema mayoritario y no con uno proporcional.
Por lo tanto, discutir sobre un sistema electoral sin hacer referencia al régimen político es, simplemente, una inconsistencia conceptual.
Y, en tercer lugar, quiero traer a colación un argumento que tampoco he oído en el debate.
Aquí se señala que el sistema binominal exhibe un conjunto de defectos. Sin embargo, no hay duda alguna de que el sistema electoral influye, impacta e interactúa con el de partidos. En consecuencia, si el sistema electoral binominal fuera tan malo, entonces la conclusión debería ser que el de partidos chileno es igualmente malo o que, a lo menos, se halla negativamente influenciado por el primero.
Veamos la evidencia sobre la materia. Para ello, me voy a referir a un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo denominado "La política de las políticas públicas".
Quienes se han dedicado a analizar el asunto saben que todo sistema de partidos debe ser examinado sobre la base de al menos tres elementos: su grado de institucionalización, su carácter programático y su carácter nacional.
En pocas palabras, un sistema institucionalizado de partidos es aquel en el cual estos presentan votaciones arraigadas, mecanismos de democracia interna y de selección de sus dirigentes, organizaciones nacionales y, por ende, no están sometidos a una volatilidad que los haga aparecer y desaparecer de un proceso electoral a otro.
¿Qué es un sistema programático? Muy simple. Los partidos tienen un programa -aunque en este último tiempo es un atributo que se puede estar perdiendo- o, simplemente, viven al vaivén de los caudillismos y de los impulsos de algunos líderes ocasionales.
Y, en tercer lugar, los partidos poseen carácter nacional o, por el contrario, son de índole absolutamente sectorial, regionalista, caudillista, sin ningún tipo de visión.
Voy a terminar, señor Presidente, señalando lo siguiente.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo y la evidencia sobre la materia, entre 18 países de América Latina, Chile figura primero en el aspecto programático -es decir, su sistema de partidos es el más predecible de la región-; cuarto en lo relativo a institucionalización, y segundo en lo concerniente a carácter nacional, en una medición que -repito- abarcó a 18 países.
Entonces, señor Presidente, ¡un mínimo de coherencia!
Si el sistema electoral fuera tan malo y estuviera tan plagado de deficiencias, que alguien explique cómo genera tantos efectos benéficos en el régimen de partidos. Si vamos a debatir este asunto en serio, hay que terminar con la majadería de que nuestro sistema electoral no es democrático y tratar la materia en vinculación con el régimen político y mirar cuál es el efecto que produce en el sistema de partidos.
Si uno considera esos tres elementos, se da cuenta de que el sistema actual, lejos de tener defectos, presenta muchas virtudes.
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