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- rdf:value = " El señor GAZMURI.-
Señor Presidente, deseo dejar de manifiesto mi opinión. Ya se han emitido muchas, pero no quisiera guardar silencio en esta ocasión.
En verdad, considero que esta es una tarde muy triste para la salud de la democracia en nuestro país, para la convivencia civil y política entre nosotros y, de alguna u otra manera, para nuestro futuro.
Nos encontramos frente a un proyecto muy modesto en sus alcances. Solo pretende, como se ha dicho aquí, abrir una oportunidad para terminar con una exclusión política irritantemente injusta y que a todas luces es dañina para la democracia.
Nadie puede negar que la democracia se fortalece con la diversidad, con la inclusión, con la representatividad en los cuerpos colegiados de todas las expresiones culturales y políticas de la nación.
Nadie puede desconocer tampoco que, desde su fundación, el Partido Comunista de Chile ha hecho una gran contribución al desarrollo de nuestra república: fortalecimiento del movimiento obrero; derechos para los trabajadores; lucha por las libertades públicas; gran aporte en el campo de la cultura.
En todos los planos, los comunistas que han honrado y enriquecido a este país son innumerables. No es posible dar la lista aquí en este momento. Por eso, solo nombro a dos, quizá los más grandes: Pablo Neruda y Violeta Parra .
Y el Partido Comunista sigue teniendo un apoyo electoral considerable, junto con otras fuerzas que no participan en ninguna de las dos coaliciones surgidas en el período de transición democrática.
Que esas fuerzas nacionales, sociales, políticas y culturales no tengan expresión daña, amputa a nuestra democracia, que ya tiene problemas, como muchas de las democracias del mundo.
Entonces, creo que este es un día muy triste para nuestra democracia, pues, por la tozudez de la Oposición, este pequeño paso, que no constituye una gran reforma a nuestro sistema político -no es aquello por lo que hemos luchado y seguiremos luchando hasta conseguirlo-, será derrotado (ya conocemos el resultado de la votación del proyecto en este Hemiciclo), con el agravante de que Renovación Nacional, una de las colectividades políticas relevantes del país, cuyo candidato -a mayor abundamiento- pretende encabezar el próximo Gobierno de Chile, ha faltado a su palabra -reiterada una y otra vez- sobre este asunto.
Ha habido compromisos persistentes, desde hace más de diez años, con Renovación Nacional, que ha manifestado en distintas oportunidades su disposición, no a eliminar, sino a corregir el sistema binominal. Me ha tocado participar en algunas de las negociaciones. Y, como dije, no son solo las de 2008: vienen desde hace muchos años.
Sebastián Piñera lo señaló ya como candidato la vez anterior. Se comprometió ante el país. Lo expresó hasta hace dos semanas.
Entonces, no vengan con la majadería de que aquí hay una campaña contra Piñera. Porque el pedir consecuencia sobre los dichos públicos forma parte del ejercicio democrático.
No se trata, pues, de una campaña contra nadie. No es mi odiosidad la que me hace decir esto, sino la constatación elemental de que una de las dos fuerzas políticas de la Derecha persistentemente ha comprometido su voluntad de terminar por lo menos con la exclusión y, persistentemente también, llegada la hora de la verdad, con cualquier excusa -algunas, hasta triviales y ridículas-, no concurre con sus votos. La opinión pública debe calibrar aquello. Porque los políticos nos debemos a ella y, asimismo, tenemos la obligación de debatir entre nosotros.
Yo hago aquí, una vez más, un emplazamiento a Piñera. Porque no se trata de un personaje cualquiera. Él aspira a conducir nuestro país. Tiene derecho a hacerlo. Pero a uno también le asiste derecho a exigir una mínima consecuencia con lo comprometido. Y esa palabra ha sido violada hoy aquí.
Resulta evidente -solo dedicaré un párrafo al punto- que el sistema binominal, como es obvio, favorece a la Derecha, por las razones aquí señaladas: porque permite el empate cuando no hay empate en la sociedad. Y la regla democrática es la de que gobierna la mayoría. Y ello también debe replicarse en los parlamentos.
Es de la esencia de la democracia que las diferencias sean resueltas por la mayoría. Si no, no hay parlamento democrático.
No existe un mecanismo electoral perfecto. Pero todos los sistemas favorecen la constitución de mayorías, menos el binominal, que, por tanto, está construido para que un elemento central del juego democrático no ocurra.
En los últimos años hemos ganado elecciones una y otra vez, pero sin conseguir mayorías parlamentarias. La última vez perdimos la que habíamos logrado, pero fue por accidentes de la política y por el cambio de opinión y de bando de algunos Senadores elegidos en la Concertación.
El binominal -reitero- es el único sistema que no permite, no facilita, no favorece la conformación de mayorías. Es el único que favorece de manera absoluta a la primera minoría. Y, además, excluye a las minorías.
En tal sentido, se trata de un sistema perverso desde el punto de vista democrático.
Hay algunos sistemas, como el uninominal, que favorecen al extremo la conformación de mayorías -es el caso del inglés-, pero dificultan, también a veces al extremo, la representación de las minorías.
Voto que sí.
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