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El señor CANTERO.-
Señor Presidente, las cosas son lo que son y no lo que decimos que son.
Desde 1990 hasta 2008 venimos hablando de la necesidad de modificar el sistema electoral binominal, pero lo concreto es que hasta ahora no existe ni la más mínima modificación y estamos ante un sistema que, con el devenir del tiempo, demuestra cada vez con mayor fuerza lo aberrante que es. Aberrante, porque se funda en la exclusión; aberrante, porque tiene la lógica de la polaridad, es decir, la existencia de dos grandes coaliciones.
¿Y por qué quiero marcar esos dos puntos?
Yo soy de los que creen que ni en la Alianza ni en la Concertación hay interés real en cambiar el sistema electoral. ¿Y por qué? Porque les conviene, los beneficia, pues no solo margina a ciertos sectores políticos, sino que además desprecia de la forma más brutal, y en mi opinión contra los principios constitucionales, la situación en que se hallan las grandes mayorías de independientes que, queriendo participar en un acto electoral, no lo pueden hacer porque quedan en una condición por completo desmedrada. Esta debe de ser una de las razones que dan cuenta del grado de desafección y descrédito de la política a niveles francamente grotescos, lo que a cualquier demócrata mínimamente interesado tendría que llamar a alarma. Sin embargo, en Chile pareciera no interesarle a nadie. De hecho, la Sala del Senado nunca ha efectuado una sesión de análisis respecto del desprecio que nos expresa la ciudadanía en cada una de las consultas que se le formulan.
Seguramente, esto se debe a que, en la lógica semántica, la gente quiere coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y lo concreto es que desde 1990 hasta 2008 se ha votado prenda de que se desea modificar el sistema, pero nada cambia.
De otra parte, estamos frente a una democracia débil, porque no representa la voluntad popular. La proporción de votos no se refleja en la cantidad de escaños. En consecuencia, eso justifica plenamente la necesidad de avanzar en reformas y perfeccionamientos al sistema binominal.
Pero -repito- yo observo que hay calculadora en mano. Lo he visto en un lado, pero también en el otro.
Únicamente como hecho anecdótico, he de puntualizar que no solo en la Concertación se ha empujado hacia afuera a algunos parlamentarios.
Para beneficio de inventario, debo señalar que soy expresión de aquellos que han sido empujados hacia afuera. Y lo fui por un acto -por expresarlo de algún modo- de autoridad excesiva de ciertos miembros de la mesa o, mejor dicho -para ser más justo-, del presidente del partido al que yo adscribía.
Por consiguiente, esos actos de autoritarismo y la actitud hegemónica de las cúpulas partidistas se expresan de diversas formas y en las coaliciones políticas de Gobierno y Oposición.
Ahora, la reforma electoral, latamente comprometida por diversos sectores, no solo involucra al sistema binominal.
¿Cuántas veces hemos escuchado plantear la necesidad de cambiar el sistema de partidos políticos? ¿Cuántas veces hemos visto la actitud hipócrita que significa exigir a los que se inscriben el cumplimiento de la titánica tarea de verificar quiénes están y quiénes no?
Lo que ha pasado hoy día con ChilePrimero, por ejemplo, es la manifestación más evidente de la corrupción de un mecanismo que no responde a ninguna lógica y que demuestra de modo fehaciente que prácticamente no se puede participar en política si no es a través de los dos grandes "clubes" que hoy día tiene nuestro país en este ámbito.
¡Y qué hablar del sistema electoral!
En cuanto a la posición de los independientes, daba cuenta el Senador señor Bianchi de la gigantesca tarea que implica representar a una zona cuando un candidato debe vencer no solo a toda una coalición, sino además a dos postulantes que suman sus votos.
¡El sistema es francamente aberrante!
¿Hasta cuándo seguiremos con la promesa de inscripción y voto voluntario sin que ello se transforme de una vez por todas en un proyecto que sea aprobado por ambas Cámaras?
Es cierto que hay un grotesco intervencionismo electoral. Y, por tanto, se justifican las demandas, las críticas.
Al respecto, debo decir lo que pienso, señor Presidente.
Creo que no solo hay intervencionismo electoral: paralelamente a él, avanza la corrupción en el sistema administrativo de nuestro país, y particularmente en las municipalidades, que en general ya huelen a corruptas y demandan una acción fiscalizadora mayor.
Hago memoria de cuánto se me ha criticado porque permití la elección directa y separada de alcaldes. La mejor expresión de mi postura era que el sistema anterior resultaba más aberrante, porque había que tener monigotes de concejales para concentrar la votación en el alcalde. Se miraba el interés partidista, no el interés de Chile.
Hoy estaríamos en una podredumbre si no hubiéramos posibilitado que postulantes con mayor fuerza y personalidad participaran y fueran elegidos alcaldes por la voluntad ciudadana.
Ese fue un acto de consecuencia de mi parte, del que he dado cuenta políticamente en reiteradas ocasiones. Yo siento -repito- que la Concertación y la Alianza son socias que no quieren avanzar en la modificación del sistema electoral. Y hacen parodias, montan escenas frente al país para tratar de justificar que sí lo desean. Pero lo concreto es que -como señalé al inicio de mi intervención- las cosas son lo que son y no lo que decimos que son: estamos en el año 2008 y no existe ningún avance en la materia.
Alguna razón debe de haber.
El Gobierno sabía que le faltaba un voto para conseguir la aprobación de este proyecto. Pudo buscar acuerdos, entendimientos. Pero, en mi opinión, no se hicieron los esfuerzos necesarios para lograrlos.
Finalmente, debo decir que esto no es más que un gesto de petición a la Cámara de Diputados, porque lo que quiere la autoridad es no tener que esperar un año más.
Por tales razones, voto entusiastamente a favor, como un acto de consecuencia política.
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