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El señor COLOMA.-
Señor Presidente, como "flamante Presidente de la UDI" -así lo señaló el varias veces flamante Presidente del Partido Socialista , quien lamentablemente, luego de su intervención, salió de la Sala; así que no sé cómo contestarle-, quiero hacerme cargo de algunas de las cosas que se han planteado.
En primer lugar, de la necesidad o no de tener excusas para hacer referencia a la materia.
Sus Señorías me conocen...
El señor VÁSQUEZ .-
¡Ahí está!
El señor COLOMA.-
Viene llegando don Camilo Escalona, el varias veces "flamante Presidente del Partido Socialista".
Señor Presidente , yo no necesito excusas -reitero- para hablar sobre la materia; tengo mis reflexiones personales, pero nadie puede sostener en esta Sala que he dicho algo distinto de un tiempo a otro. Puedo estar equivocado -lo juzgará la ciudadanía-; sin embargo, he sido consistente en mi actuar. Y lo he sido en plantear tres elementos centrales respecto del asunto en debate.
En primer lugar, esta es una discusión superdifícil. Y sobre el particular quiero ser humilde. No creo sabérmelas todas ni tener la verdad final. No obstante, he visto cómo muchos aquí parecen tenerla y hablan con gran convicción acerca de los buenos o de los malos.
No sé si este asunto es de los buenos o de los malos, pero pienso que es de la esencia de lo más opinable que puede haber en un sistema político.
Acá no estamos hablando de bases institucionales, de nacionalidad y ciudadanía o de derechos y deberes constitucionales -allí sí pueden hallarse envueltos principios de un profundo efecto dentro de la lógica doctrinaria de un país-, sino de un sistema electoral que por esencia es discutible, pues por algo adquiere distinta forma según el país o lugar donde se aplique. Y el debate es difícil porque juegan en él dos objetivos de una sociedad: buscar más estabilidad y procurar más diversidad.
Incluso, me voy a aventurar a decir algo: puede que lo correcto sea hoy buscar más estabilidad, y mañana, más diversidad. Eso tiene que ver directamente con el grado de evolución de las sociedades, con el tipo de acuerdos que se suscriban, con la manera de enfrentar los problemas más acuciantes, como el de la pobreza. Para mí -perdón, pero no quiero ser naif-, eso tiene que ver con la búsqueda de acuerdos de la mayor profundidad posible para superar esquemas degradantes de pobreza. Y, en esa lógica, siempre he tendido a buscar el sistema que dé más estabilidad.
Esa es la razón por la cual he creído en el mecanismo en comento, que obedece más a los sistemas mayoritarios que a los minoritarios.
¿Quiere decir eso que quien plantea un sistema minoritario está equivocado? No: busca otro efecto, cual es producir mayor diversidad.
Así que ese es mi acercamiento primario al tema, señor Presidente.
En segundo término, he dicho: "A mi Partido no le conviene dentro de la Alianza". Y hemos probado mil veces -en las tribunas hay analistas que han hecho los cálculos- cuáles son para nosotros los efectos negativos -en general; alguna vez podemos habernos visto beneficiados- dentro de ella.
Eso es parte de las reglas del juego y de la forma como entendemos la actividad política, donde no solo hay que efectuar adaptaciones conforme a lo que a uno le pueda convenir, sino además buscar la lógica del país donde se está inserto.
Y en tercer lugar, señor Presidente, creo que en este caso los vasos comunicantes no son tan automáticos; tienen que ver con la capacidad de diferenciación de los partidos dentro de la sociedad.
Estuve leyendo hace pocos días el caso de Italia (aquí hay expertos en las cuestiones italianas; entre ellos, el Ministro Viera-Gallo). Y se podrá coincidir conmigo en que el sistema de dicho país es ultraproporcional.
El señor GAZMURI .-
Era.
El señor COLOMA.-
Sin embargo, acaban de terminar los comicios y no fue elegido ningún miembro del Partido Comunista. Y ello, no porque los dirigentes de esta colectividad sean malos, ni porque hayan perdido la brújula, ni porque estén completamente desfasados del mundo, sino porque sacaron menos del 3 por ciento y se identificaron mucho más con el socialismo, que en ese momento marcaba la diferencia al candidato Berlusconi.
Temo que en Chile pase lo mismo, señor Presidente . Y quiero ser muy franco.
Hablé con gente del Partido Comunista hace algunos días. Yo no tengo ningún problema en debatir y en seguir haciéndolo, porque creo que el tema no está cerrado. Siempre se encontrará sujeto a discusión. No es un problema de principios, sino de efectos.
Mi reflexión última es que, mientras el Partido Comunista no entienda que al final solo es un vaso comunicante con la Concertación en la segunda vuelta, nunca se va a diferenciar.
Esa es mi visión, que expongo con absoluta franqueza.
Muchos de los colegas de enfrente saben que cuentan con el Partido Comunista en segunda vuelta. Y la gente entiende que, en último término, hay una especie de parentesco, medio lejano a ratos, pero muy cercano o amistoso en período electoral; es casi una relación turbulenta.
Eso es parte de lo que está ocurriendo, señor Presidente.
Mientras el Partido Comunista, que tiene todo el derecho a expresarse, esté al alero del oficialismo y este sepa que cuenta con él, no tendrá capacidad de diferenciarse.
Es lo mismo que le pasó en Italia: fue disminuyendo en forma progresiva, siendo una colectividad política respetable, con mucha tradición, con bastantes dirigentes talentosos.
Aquí se repite esa historia.
Entonces, no cabe pensar que la cuestión radica en un cambio en el sistema electoral. El Senador señor Larraín ya observó que en nuestro país existen cuatro mecanismos distintos: para alcaldes, para concejales, para Primer Mandatario y para parlamentarios.
Y uno podría decir que en cierto momento, cuando las cosas son distintas, existe determinada expresión. Pero algo pasa, señor Presidente , que lleva a que los niveles de votación de esa expresión legítima de la sociedad se encuentren más bien estancados.
Por ello, invito a reflexionar en esta segunda óptica: la de carácter político.
Y haré una afirmación final. En esta oportunidad no estoy de acuerdo con el proyecto; pero el Partido Comunista, mientras siga al alero de la Concertación, no va a registrar una manifestación ciudadana importante.
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