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- rdf:value = " El señor LARRAÍN.-
Señor Presidente , es una pena que en democracia no podamos discutir, oír y respetar nuestras diferencias. En eso consiste la tolerancia...
El señor ÁVILA .-
¡La tolerancia tiene un límite...!
El señor LARRAÍN.-
¡No le he dado la palabra!
El señor ÁVILA .-
¡Tiene un límite...!
El señor LARRAÍN.-
De manera que seguiremos haciendo un esfuerzo por hablar, a pesar de las intolerancias.
Respecto de los cuestionamientos al sistema binominal, desde el punto de vista de su concepción doctrinaria, no cabe la menor duda -y así lo han reconocido diversos autores y pensadores de la propia Concertación- de que se trata de un sistema legítimo y democrático, que forma parte de la familia de los sistemas mayoritarios y que ha tenido en Chile resultados que dan prueba de su utilidad.
El sistema binominal le ha dado estabilidad a nuestra democracia y ha servido, incluso, para mantener la unidad política interna de los dos bloques de opinión constituidos en Chile a partir de la vuelta a la democracia: la Concertación y la Alianza.
Sin perjuicio de que, además, ha permitido el funcionamiento eficaz del Gobierno.
En el caso de la Concertación, estoy seguro de que si no rigiera el sistema binominal, hace rato se habría terminado como bloque político. Prueba de ello lo constituye el hecho de que, pese al sistema proporcional que se emplea para las elecciones de concejales, sus tensiones internas han derivado en la presentación de dos listas. Y me imagino que si se aplicara dicho sistema para las elecciones de parlamentarios habría más de dos, con lo cual no existiría tal unidad política.
Sin embargo, el proyecto en debate no alude específicamente al sistema binominal -aunque la argumentación dada por el Ministro señor Viera-Gallo ha estado centrada en esa línea-, sino que propone eliminar el guarismo "120" contenido en el artículo 47 de nuestra Carta Fundamental, que se refiere a la elección de los miembros de la Cámara de Diputados. Pero no se plantea un mecanismo alternativo. Y a mí eso me parece complejo, porque deja al actual sistema en la incertidumbre. Desde el punto de vista de la técnica legislativa no lo considero adecuado, pues se desconoce por qué será reemplazado. El país no sabe si aquellos que están propiciando la reforma en comento quieren tener 200, 150 ó 180 Diputados. Y creo que Chile merece saber cómo serán elegidos los parlamentarios propuestos por esta vía.
No hay un acuerdo claro sobre esta materia.
Yo quiero recordarles que en la propia Concertación no ha habido consensos internos respecto de qué sistema debiera reemplazar al binominal. Cuando recién asumió la Presidenta Bachelet , propuso, a través de una comisión presidida por Edgardo Boeninger , estudiar el tema. Dicha instancia elaboró su propuesta y quien primero cuestionó sus planteamientos fue la propia coalición de partidos de Gobierno.
Por consiguiente, lo responsable sería diseñar un sistema alternativo, pero que sea claro y que todo el país sepa exactamente en qué consiste. Porque no es dable deshacer las cosas sin armar procedimientos de reemplazo. Siempre se podrá conversar, pues los sistemas electorales -repito- no son dogmas de fe, sino opciones que persiguen algún objetivo político.
Los sistemas mayoritarios, por ejemplo, buscan constituir grandes bloques políticos para evitar la dispersión, para impedir la atomización del poder. Por lo demás, hemos conocido en muchas realidades políticas dentro del contexto latinoamericano, que parte del desequilibrio que experimentan algunos países tiene que ver con la inestabilidad del régimen político, producto de un sistema proporcional que fomenta el multipartidismo, que no favorece la democracia, sino la anarquía, la inestabilidad; y, al final, quienes sufren las consecuencias son los países, porque no tienen gobiernos estables ni instituciones duraderas.
Una cuestión muy dolorosa -lo entiendo- es la de la exclusión. Pero los sistemas en sí mismos no son los que excluyen: en último término, los ciudadanos escogen dentro de ellos.
Recuerdo que cuando postulé en la última elección senatorial había seis candidatos. Uno de ellos era del Partido Comunista: no sacó el uno por ciento de los votos.
Entonces, ¿es el sistema electoral el que de por sí ha estado excluyendo a algunas personas de la posibilidad de llegar al Parlamento?
En consecuencia, no me parece justo el argumento que se utiliza al respecto, pues -como expresé- son los ciudadanos quienes eligen.
Tanto es así que el propio Partido Comunista, tratándose de elecciones municipales, no solo ha obtenido concejales, sino también alcaldes. Y elegir un alcalde es más difícil que elegir un parlamentario, porque para aquello se requiere una votación muchísimo más alta.
Así que no ha sido el sistema electoral el que de suyo ha excluido a alguien.
De otra parte, las colectividades pequeñas disponen de opciones dentro del sistema binominal. Lo ha demostrado el Partido Radical, que, con una votación inferior a la del Partido Comunista, tiene Senadores y Diputados.
Por consiguiente, lo que procura el sistema binominal es incentivar las alianzas, precisamente para constituir bloques que le den estabilidad al país.
No es lo que ha ocurrido en la Concertación. Podría decirse que el que ha excluido al Partido Comunista ha sido justamente ese conglomerado.
Los últimos dos Presidentes de la República que ha tenido Chile lo han sido gracias al apoyo de los Partidos Comunista y Humanista. Si estos no los hubiesen respaldado, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet no habrían ganado las elecciones: las habríamos ganado nosotros. Sin embargo, dichas colectividades, a pesar de ese apoyo, no han logrado establecer alianzas para la elección parlamentaria.
Ahora se habla por primera vez de una alianza a nivel municipal para elegir alcalde. Me parece interesante. Se van sincerando las cosas. Creo que es sano para el país que la alianza que de hecho ha existido para las elecciones presidenciales se vaya consolidando en otros ámbitos, porque eso va a permitir que, si se actúa con sensatez, haya asimismo representantes del Partido Comunista en el Parlamento. Por mi parte, bienvenidos serán, en la medida que cumplan las reglas del juego como todos.
Quiero finalizar, señor Presidente , manifestando una inquietud que también es justo señalar.
Se habla muchas veces de corregir el sistema binominal. Pero los sistemas conversados últimamente, que les dan, con cierto porcentaje de votos, una cantidad de parlamentarios a los partidos que cumplan con el mínimo determinado, generan sin embargo un problema adicional. Porque, si hay dos bloques políticos que concentran el mayor respaldo, el entregarles a grupos pequeños la llave del funcionamiento del Congreso Nacional puede ser más grave y más dañino que lo que se cuestiona hoy día al propio sistema binominal, pues se les otorgaría un poder enorme a bloques minoritarios.
No me parece que aquello pueda hacerse precisamente en nombre de la democracia. Considero más razonable, en tal caso, reemplazar el sistema binominal derechamente por uno proporcional, porque ello permite otra articulación de las fuerzas democráticas en juego.
Tal camino es muy legítimo. Constituye otra opción. Yo no lo podría cuestionar. Si el país algún día lo toma, lo asumiremos. Es otra forma de expresión democrática, que respeto y valoro. Pero no creo que sea la mejor para Chile.
En las últimas décadas, nuestra nación ha sufrido muchos problemas graves en su funcionamiento político, en su funcionamiento democrático. Y pienso que sistemas como el binominal ayudan a privilegiar cierta estabilidad que posibilita darle a la ciudadanía bienestar en el ámbito económico, en el ámbito social.
Al final, de eso se trata: de mejorar la calidad de vida de la gente. Pero estimo que por la vía propuesta no habría garantías, pues la inestabilidad ha probado ser más dañina para los más humildes.
He dicho.
"
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