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La señora MATTHEI.-
Señor Presidente , es total y absolutamente evidente que nuestro país enfrenta el actual escenario con grandes fortalezas: no tenemos deuda pública, sino ahorros netos; contamos con un Banco Central profesional; existe espacio para hacer política contracíclica; los dos fondos soberanos son ejemplo de buen manejo de platas fiscales y de buen diseño de política pública. En consecuencia, es indudable que en materias fiscal y monetaria se ha actuado con responsabilidad.
Por eso, creo que, en cuanto al manejo de la crisis, debemos sencillamente respaldar a nuestras autoridades.
Yo soy de la Oposición; no formo parte del Gobierno. Sin embargo, no me cabe duda alguna de que lo que hay que hacer ahora es apoyar a las autoridades de nuestro país.
Se van a presentar situaciones complicadas. Habrá que reaccionar muchas veces con rapidez. Empresas que tienen créditos en el extranjero quizás deberán buscar financiamiento en Chile con mucha premura. Tanto el Fisco como el Banco Central habrán de asegurar la liquidez. Y esa será la mayor prioridad en los próximos meses.
Mi principal preocupación radica en lo que deberán enfrentar de nuevo las pymes: alzas en las tasas de interés -tienen créditos de corto plazo- y disminución de la demanda por sus productos. Y eso puede llevar a desempleo.
Por consiguiente, se trata de un punto que hemos de tener en la mira.
En cuanto a los fondos de pensiones -obviamente, preocupan a mucha gente-, sabemos que las rentabilidades son fluctuantes y que a mayor rentabilidad mayor es el riesgo.
Sobre el particular, hay que diferenciar entre lo que sucede cuando se ha invertido en una empresa que quiebra y lo que ocurre cuando se invierte en una donde sus acciones bajan, porque es factible que vuelvan a subir.
Lo peor que pueden hacer hoy los cotizantes de los Fondos A y B es venderlos, cambiarse de ellos. Si muchos lo hacen, fuerzan a las AFP a vender sus acciones al precio que sea, empujándolas aún más a la baja. De esta forma, aquellas personas realizan la pérdida y no tendrán los instrumentos en sus carteras cuando estos recobren sus precios. Por ende, harán la pérdida y carecerán de toda posibilidad de recuperarse.
Cuando legislamos al respecto lo hicimos bien, pues por ley prohibimos que quienes se encontraran en edades próximas a jubilar estuviesen en los Fondos A y B, que se hallan sujetos a las fluctuaciones mencionadas. Así, solo es posible la incorporación a ellos de los afiliados más jóvenes, quienes tienen tiempo para recuperar las rentabilidades perdidas.
Ahora, no se trata de que tales rentabilidades se perdieron definitivamente: bajaron por ahora, pero perfectamente pueden y debieran subir en el futuro. ¿En qué cantidad? ¿Cuánto demorarán en hacerlo? No lo sabemos. Existe una crisis de por medio. Pero, en todo caso, eso no es para siempre.
De otra parte, señor Presidente , existe un episodio que requiere mayor explicación: por qué el Fisco hizo depósitos en algunos pocos bancos comerciales y no llamó a una licitación en la que hubiesen podido participar todas las entidades bancarias de la plaza.
No tengo claro si fue un problema de liquidez o si medió otra razón. Pero creo que cualquier intervención ha de hacerse con la máxima transparencia posible.
Tenemos, entonces, una buena política macroeconómica y nos encontramos en mucho mejor situación que la mayoría de los países del mundo para enfrentar la situación producida. Sin embargo, debo puntualizar que una buena política macroeconómica no asegura crecimiento ni empleo futuro para nuestros compatriotas.
Mi principal inquietud radica en que durante los próximos meses y años estaremos preocupados básicamente de cómo enfrentar la crisis; pero vamos a perder un tiempo precioso en ver de qué manera podemos mejorar por el lado de la competitividad.
El problema de Chile estriba en que desde 1997 viene creciendo a una tasa de 4 por ciento, con una tasa de largo plazo muy pequeña.
Existe una dificultad gravísima en el ámbito de la educación. Los salarios son mucho mayores que los de países emergentes, lo que impide a nuestro país competir por salarios bajos como lo hizo durante bastante tiempo. Pero tampoco podemos competir por alta productividad, pues 40 por ciento de los jóvenes que egresan de cuarto medio no entienden lo que leen. Los niveles de la educación universitaria son lamentablemente malos. Hay mucho esfuerzo en innovación, pero con pocos resultados. Y en materia de Administración del Estado falta bastante para modernizarla y hacerla más eficiente.
Por lo tanto, mi llamado apunta a que este ruido, que será muy intenso, no nos desvíe de las tareas que tenemos a mediano y largo plazos para asegurar que Chile alcance la competitividad que le permita moverse en un mundo cada vez más global, donde las fronteras prácticamente han desaparecido.
La amenaza que se cierne sobre nuestro país; la amenaza que pende sobre cientos de miles de empleos en Chile; la amenaza proveniente de naciones como India, China, Corea, Vietnam, etcétera, no se han dimensionado aquí como se debe.
En consecuencia, llamo a que, junto con preocuparnos del problema actual, que es coyuntural, no perdamos de vista que existen dificultades estructurales muy fuertes que deberemos corregir si queremos mantener un nivel de vida razonable para todos nuestros compatriotas.
He dicho.
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