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El señor FLORES.-
Señor Presidente , deseo formular una reflexión más bien filosófica de todo esto y, al final, aclarar por qué pedí una sesión secreta.
Me parece que nadie sabe si estamos al comienzo de una crisis más grande o al final de una crisis -ello lo repite todo el mundo-, por lo cual vamos a tener que averiguar de dónde viene. Y nosotros, al limitarla al ámbito financiero, nos olvidamos del resto del problema.
Por mi parte, voy a hacer un análisis subjetivo -como todo análisis-, pero que puede ayudar a seguir examinando el tema más adelante, porque esta no será la única vez que hablaremos del asunto.
A mi juicio, el origen de la cuestión se encuentra en la arrogancia de un poder infinito y una arrogancia cognitiva infinita. Vale decir, se encuentran involucrados dos tipos de arrogancias.
La primera de ellas la representa el Presidente Bush . Se puede hacer cualquier cosa: ir a la guerra y vivir bien. Los señores Senadores recordarán que, cuando empezó el conflicto no sé si de Afganistán o de Iraq, lo primero que dijo fue: "Consuman más". Esa era la contribución que debía hacer la nación.
Por mi parte, tengo a toda mi familia en Estados Unidos, adonde voy frecuentemente, y, por lo tanto, puedo decirles que ese país se encuentra en guerra, pero no se siente en guerra. Tal vez se siente rico, a pesar de su deuda. Mientras tanto, el país pobre en el mundo, China, se siente pobre, ahorra mucho y le presta plata al país rico.
En consecuencia, vivimos en un mundo bien paradójico. Y creo que eso nunca lo apreciamos.
Una segunda observación -y le pido al señor Ministro que me entienda, pues lo aprecio mucho y estimo que todos lo han hecho muy bien, así que mi crítica no va por ahí- se refiere a que la ciencia económica no es perfecta. Y ninguna ciencia lo es.
El otro día, cuando se planteó lo relativo al positrón y todas esas cosas, algunos pensaban que se podía acabar el planeta. Eso quería decir que algún físico mantenía una discrepancia.
Lo que me impresiona es que son muy pocos los economistas mundiales que sabían a tiempo lo que ocurriría o que lo sabían con la fuerza suficiente. Por eso, si uno lee el artículo de Ricardo Claro publicado hoy, en el cual se señala la fecha 27 de agosto recién pasado y se recuerda que, formulado un planteamiento, se cambió después de opinión, concluirá que es algo que les pasa a todos. Diría que nadie apreció lo tremendo de la crisis.
En Estados Unidos he escuchado a gente predecir la crisis financiera bancaria china, pero no la que ocurre en este momento. Todo el mundo hablaba del subprime, pero el problema es mucho más grande.
Por consiguiente, me parece que en el fenómeno mundial existe algo más profundo de lo que nosotros entendemos, de lo que cualquiera entiende. Y cuando uno se halla ante ese cuadro, lo que corresponde es desarrollar la sabiduría. Esta es antagónica con el conocimiento y significa, esencialmente, prudencia. Es preciso calcular riesgos y actuar considerando un nivel moderado de ellos.
En lo personal, pienso que podemos vernos en situaciones mucho más graves. Sin embargo, creo que la otra parte del problema lo constituye la mentalidad cultural estadounidense: son personas que no quieren recibir malas noticias. Y, desde el punto de vista de alguien que mantiene inversiones en el país del Norte y cuyo futuro depende, en parte, de ellas, me alegro de que esto pase ahora y no en cinco años más. Porque puede que despierten.
Me parece que la excesiva política de consumo y felicidad en el corto plazo está generando el problema, cosa que a los chinos parece que no les acontece, porque creen en la felicidad a quinientos años plazo. Ojalá que sea cierto lo que estoy diciendo.
Se registra una falla, entonces, de los analistas económicos y los organismos de control, no solo de los reguladores. La cuestión obedece, en parte, a que la gente -repito- no quiere escuchar malas noticias. Y ahí viene mi petición de conversar en serio, pues hay cosas que uno, cuando habla en público y está la televisión, no puede decirlas. Si lo hace, contribuye negativamente. No importa lo que exprese. Y eso se debe reconocer: es de la esencia del discurso político. Forma parte de este último el que callemos, exageremos, no expongamos las cosas, no manifestemos nuestras dudas. Y creo que nadie en el mundo puede funcionar hoy día sin dudas.
Por eso, me preocupa mucho cuando se afirma que hemos hecho las tareas completas. Porque eso significa que un profesor las corrige. Sin embargo, no lo hay. Todo es más o menos. Considero que algunas cosas se han realizado muy bien; pero nadie puede haber hecho las tareas completas, por cuanto no sabemos qué está pasando.
Deseo recordar que hace ocho años Rusia estaba en problemas: era un país pobre, devastado. Hoy día tiene casi un trillón de dólares en cuentas bancarias. Es una nación rica.
Si el sistema político mundial lo permitiera, entre China, Rusia y los árabes podrían comprar Occidente. Esa es la verdad. Disponen de dinero suficiente, está barato y los mercados financieros necesitan plata. Es algo que no acontecerá, pero simplemente porque la política domina, como siempre.
De hecho, entonces, existen oportunidades para algunos.
Por último, quiero destacar también la importancia de la elección en Estados Unidos. Si ese país retira sus tropas de Iraq, ahorra aproximadamente 2 billones de dólares diarios. O sea, en dos años tendrían solucionada la crisis, ya que el monto involucrado sería superior a lo que están destinando a resolverla.
Pero si los señores Senadores analizan el discurso de los candidatos, podrán observar que no se atreven a mencionar ese antecedente. McCain habla del orgullo y de que no hay que salirse. Y también se puede observar lo que señala Obama. Creo que los candidatos están condenados a no decir la verdad, porque, si lo hacen, las emociones populares determinarán que la ciudadanía no la escuche. A lo mejor, ello se arregla con la votación.
Ese es uno de los orígenes de la crisis.
¿Se me acabó el tiempo, señor Presidente?
El señor ZALDÍVAR, don Adolfo (Presidente).-
Se lo hemos prorrogado en varias oportunidades, señor Senador.
El señor FLORES.-
Terminaré en seguida.
Con respecto a nuestro país, quiero decir dos cosas. Coincido con el Senador señor Ominami en cuanto a que en el caso de las empresas chilenas con créditos en el extranjero se hallan involucrados más o menos 20 billones de dólares, y en el de los exportadores, 10 billones. Seguramente, ello no se reducirá a cero, pero disminuirá. Y, en ese sentido, la solicitud de transparencia me parece importante.
Por otro lado, estimo que también se presentarán oportunidades. Si Obama es Presidente -como pienso que ocurrirá-, tendrá que invertir en una nueva estrategia energética, en la cual Chile podría ser socio, sobre todo si se consideran el sur y el norte de su territorio. Para ello se requiere actuar en serio. La pregunta es cómo se habla con esa gente. Y eso no se hace a través de Washington, sino de Silicon Valley .
Es todo cuanto deseaba expresar, señor Presidente.
Muchas gracias.
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