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El señor NÚÑEZ, don Marco Antonio (Presidente).-
Tiene la palabra el diputado Jaime Bellolio.
El señor BELLOLIO.-
Señor Presidente, saludo a los otros doce colegas que se encuentran en la Sala que participan en este debate fundamental, así como también al señor ministro secretario general de la Presidencia.
La política y los partidos políticos están en el suelo. Sin embargo, no es la democracia representativa la que está muriendo; lo que está cambiando es la desadaptación de quienes hoy ejercemos el poder.
Justo hace cinco años, en la plaza Tahrir , de El Cairo, se desarrollaban movilizaciones en contra de la dictadura de Mubarak, que terminaron con su derrocamiento y con una demanda por mayor democracia y mejores instituciones. Lo que parece paradójico es que, precisamente ahí, en Egipto, la forma piramidal de la toma de decisiones comience a caer. Eso es lo que hoy día está en crisis: suponer que desde hacia arriba hacia el medio y desde el medio hacia abajo es la manera de liderar y ejercer el poder. Eso es lo que hoy está en crisis, y no la democracia representativa.
Lo que hoy exige la ciudadanía no es solamente mayor transparencia y mayor conocimiento de las cosas que ocurren en los asuntos públicos, sino también participación, no solo del producto final de algo, sino también del proceso por el cual se llega a ese producto final, lo que implica una participación mucho mayor, en donde las nuevas tecnologías nos pueden ayudar a ese objetivo, pero no pueden reemplazarlo. Es decir, no estamos ad portas de una democracia a la altura del click, donde a partir de allí cada uno se vea representado. Hay ciertas cosas que van a seguir manteniéndose en su misma fuerza. Las tecnologías nos permiten aumentar la participación.
La esencia de un partido, la esencia de estas instituciones, son las ideas. Lo disruptivo no es la tecnología, sino cómo se usa, en este caso para aumentar, por ejemplo, la propia participación.
En Chile estamos viviendo una crisis de las instituciones antiguas, que, tal como diría Schumpeter -no con respecto a este tipo de instituciones, aunque también se aplica a ellas-, comienzan a osificarse, luego terminan por quebrarse y fosilizarse.
Hoy día, los partidos políticos, en Chile y en otras partes del mundo, son como dinosaurios en fase de extinción. En Chile, particularmente, por su baja credibilidad, pero también por su funcionamiento. La única institución que está más mal evaluada que la Cámara de Diputados, que el Senado y que los partidos políticos es la ANFP, por distintas razones, malas también. Pero la ANFP va a salir de esa mala evaluación, porque han hecho cambios. La pregunta que debemos formularnos es si nosotros vamos a salir de esa mala evaluación, y cuáles son los cambios que tenemos que hacer.
Este proyecto nos ayuda a sintonizar con lo que la ciudadanía espera de nosotros.
Hay algunas personas que se sienten avergonzadas por lo que Chile ha conseguido en los últimos treinta años. No me incluyo dentro de ellas. Me siento incómodo con las injusticias del Chile de hoy, con el hecho de que las instituciones actuales no sean capaces de responder a los desafíos del futuro.
Así como en el pasado muchos economistas se preguntaban qué hacía que los países crecieran y progresaran, no solo en materia económica, sino también en materia social, hoy esos mismos economistas se preguntan qué hace que los países fracasen. Y la respuesta es casi la misma: las instituciones. ¿Y cómo están nuestras instituciones? Evidentemente, mal.
Hay una conducta muy chilena: después de una buena fiesta, de un buen asado, de un buen carrete, algunos dicen que nunca más vuelven a tomar; otros anuncian que mañana empiezan la dieta. Lo importante es que esa restricción y esa dieta, para que sean creíbles, tienen que haber comenzado.
Lo que hará hoy el Congreso Nacional al aprobar este proyecto de ley es dar una señal clarísima en tal sentido. Comenzó la dieta. Tenemos un poco de hambre, pero queremos seguirla, porque nos hace bien. Esta ley en proyecto le hace bien al país y a nuestras instituciones. Cambiar las reglas del juego es establecer un nuevo trato con los partidos políticos.
El hecho de que los partidos políticos tengan la calidad de personas jurídicas de derecho público no es algo baladí ni puramente semántico. Ello implica que estas instituciones solo pueden hacer lo que la ley les permite, lo cual levanta ciertas luces amarillas o rojas.
Por supuesto que a las dictaduras en Chile y en otras partes del mundo no les gustan los partidos políticos; pero podría ocurrir que, por la fuerza de esa misma ley, se obligue a esas instituciones a hacer algo contrario a su autonomía. Por lo mismo, había que subir la categoría de esas corporaciones de derecho público en cuanto a su autonomía.
El hecho de que hoy exista autonomía constitucional de los partidos políticos es una buena noticia, porque permite equilibrar ambas cosas, es decir, pueden hacer aquello que les mandata la ley y, por lo tanto, se les puede exigir cierto marco de comportamiento, y, al mismo tiempo, tener autonomía para diseñarse como deseen. Con ello se resguarda la diversidad y la expresión de las distintas fuerzas de la sociedad.
Una de las discusiones que se ha posicionado de forma transversal en el país tiene que ver precisamente con eso. Algunos creen que es el Estado el que debe someter a la visión de quienes están hoy en esa autoridad la diversidad de la sociedad. Pienso lo contrario: es el Estado el que debe representar la diversidad de la sociedad. Por eso, creo en un Estado subsidiario -aunque a algunos no les guste la frase y esté casi prohibida su utilización-, pues representa precisamente la diversidad de la sociedad.
Los partidos políticos deben enmarcarse en el respeto a la dignidad humana y a nuestros derechos humanos. Además, se les hace una exigencia, porque contribuyen al bien público. De ahí se desprende la justificación del financiamiento público, lo cual es una muy buena noticia. Sin embargo, no puede exigirse cualquier cosa bajo la excusa del financiamiento público, por ejemplo, que una institución viole su autonomía constitucional. Otra -fue discutida en esta Salatiene que ver con las órdenes de partido.
Repito, no puede exigirse cualquier cosa bajo el argumento del financiamiento público o bajo el argumento de que los partidos políticos, en este caso, son personas jurídicas de derecho público.
¿Por qué no se puede exigir que exista la orden de partido? A pesar de que cuando un individuo ingresa a un grupo existe cesión de soberanía individual, esta no puede transgredir ciertos derechos y libertades.
¿Podría una persona sostener un contrato de esclavitud individualmente presentado, apelando a su autonomía? La respuesta es no, porque no podría ir en contra de sus propios derechos. Lo mismo pasa respecto de las órdenes de partido, ya que en ese caso se encuentran en juego las libertades de conciencia y de expresión.
Precisamente, en el caso del Congreso, los ciudadanos votan por nuestra conciencia y por nuestra expresión. Distinto es que voluntariamente nos pongamos de acuerdo en una bancada, en un partido o en una coalición para definir distintos temas de interés general relacionados con el país. Sin embargo, los ámbitos esenciales que no soportan órdenes de partido, o que sean unos pocos quienes los definan -se trata de los mismos que, a la vez, definen materias que incumben al propio país-, son aquellos que tienen que ver con las personas particulares, o con los derechos que uno defiende, como la idea de justicia.
Este proyecto tiene muchos aspectos que me habría gustado mejorar. No comparto todo lo que aparece en su texto, pero creo que es un salto cuántico respecto de lo que tenemos en nuestros partidos.
Es una buena noticia para la democracia que hoy aprobemos este proyecto de ley. Es una buena noticia exigir a los partidos que, al menos, la directiva sea elegida por el sistema “un militante, un voto”. Somos varios los que hace tiempo queríamos eso, al igual que el diputado Melero . Si bien el consejo general u otros grupos dentro de los partidos pueden ser escogidos a través de métodos indirectos, la directiva debe ser elegida a través de “un militante, un voto”, ya que es un factor muy importante para la transparencia y para el equilibrio al interior de los partidos. Además, ello permite sintonizar con lo que la ciudadanía nos exige, que es un estándar mucho más alto que el existente hace cinco años, en distintas materias.
Hoy damos un paso importante. Esto no significa borrón y cuenta nueva, pero sí un compromiso efectivo por recuperar la confianza de la ciudadanía en los partidos y en nuestras instituciones, que atienden el interés general y, por ende, al progreso del país.
He dicho.
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