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- rdf:value = " El señor ÁLVAREZ (don Rodrigo).-
Señor Presidente, la construcción de monumentos o memoriales del Holocausto es absolutamente indispensable y ha concitado debates alrededor del mundo.
Es bueno destacar algunas de las palabras que hemos escuchado hace escasos minutos. Evidentemente, hay muchos casos como éste que uno también podría recordar.
Vivía en Europa cuando se estaba discutiendo la construcción del primer gran memorial en Alemania sobre esta materia y era sorprendente, por cuanto a menos de mil kilómetros, en lo que era en ese momento Yugoslavia, se estaba produciendo el genocidio más brutal de finales del siglo XX.
Hoy, uno puede encontrar muchos casos en el mundo, en varios continentes, que merecerían memoriales o recuerdos. Pero la amplitud de esta situación merece un reconocimiento especial. Para que la Sala no lo olvide, en la Segunda Guerra Mundial se estima que murieron sesenta millones de personas. Alrededor de veinte millones cargaban armas, eran soldados o participaban en la lucha, y cerca de cuarenta millones eran civiles. Ésa es la enormidad de ese desastre para la cultura, el mundo y la vida.
Pero, dentro de esas cifras catastróficas, del número de muertes que pueden representar sesenta millones de personas cuatro Chiles completos, el tema del genocidio tiene un lugar especial, como una de las principales causas de víctimas inocentes que no participaban en el conflicto y, como bien recuerda el proyecto, víctimas no sólo por su raza, creencia religiosa u orientación sexual, sino, sencillamente, del odio, en un momento dado, a su historia, cultura o expresión de vida.
Repito que hay muchos casos en la historia y en la actualidad. Esta misma Sala ha votado proyectos de acuerdo que reconocen, por ejemplo, el caso armenio y otros que ocurren en el Medio Oriente, en que hay legítimas aspiraciones por discutir. Pero la Sala debiera dar una señal potentísima con la aprobación de un monumento con el cual se pretende recordar una de las peores tragedias de la historia de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial y, en particular, el brutal asesinato de más de seis millones de víctimas inocentes, insisto, no sólo por su religión y raza, sino también por su orientación sexual, deficiencia mental, o porque, sencillamente, eran opositores a alguno de los brutales sistemas políticos que se establecieron en los mundos occidental y oriental, lo que demuestra asimismo otro de los graves errores en la historia del siglo XX, que llevó a arrasar la vida de hombres, mujeres, pero, fundamentalmente, de niños inocentes.
Cuando uno, ve en el museo de Jerusalén las seis millones de velitas encendidas, con el efecto lumínico que se crea, puede intuir lo que son seis millones de almas que murieron inocentemente porque, reitero, tenían una religión distinta, una raza distinta, una cultura distinta y una orientación sexual distinta.
Ojalá que esta Sala apoye unánimemente la construcción de este monumento, como ha ocurrido en todo el mundo, para recordar el brutal atentado que significó el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. En estricto rigor, entre 1936 y 1945, más de seis millones de almas desaparecieron exclusivamente por el odio irracional.
Por eso, mi voto será favorable y espero que sea también la postura unánime de la Cámara.
He dicho.
"
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