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- rdf:value = " El señor ARENAS.-
Señor Presidente, me alegro por esta discusión, porque un monumento que conmemore el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, sin duda, remarca una de las expresiones más claras de la corrupción moral a la que puede llegar una sociedad cuando pierde toda distinción entre el bien y el mal.
Hay que señalar que el Holocausto no sólo fue producto de un grupo de personas más o menos desquiciadas que en la Alemania de los años treinta formaron el Partido Nazi, porque hay responsabilidad de toda la sociedad alemana. Hubo muchos cómplices silenciosos que permitieron e, incluso, alentaron a que se dieran soluciones tan aberrantes como el Holocausto no solamente judío, sino también de gran parte de población eslava, de personas que pertenecían a determinadas iglesias y de distintas minorías dentro de esa sociedad alemana.
Eso es sumamente grave, porque los países nunca están suficientemente desarrollados para decir que jamás van caer en la lógica de la corrupción moral que no distingue entre el bien y el mal.
La Alemania previa al surgimiento del nazismo era una sociedad culta, con una potencia intelectual importante, que incluso se creía democrática. Así todo, años después, fue capaz de cometer e incluso ser cómplice silenciosa de las atrocidades más grandes que recuerda la historia, como los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.
Por eso es tan importante que haya obras visibles que cuestionen una y otra vez a lo que puede llegar una sociedad y el ser humano cuando no tienen conciencia de la naturaleza trascendente de la vida humana.
Quiero destacar especialmente la actitud de la mayoría de las iglesias en la Alemania de esa época, cristianas y no cristianas, porque tuvieron una actitud negligente. Como católico, me avergüenza que no hayan sido las iglesias, en forma institucional, más claras para defender el derecho a la vida en situaciones tan horribles. Sin embargo, dentro de ellas, hay que destacar así lo han hecho varios historiadores, quizás, una confesión que fue la que, en su conjunto dio mayor testimonio de fe y de compromiso con la vida humana: la de los testigos de Jehová. Todos los historiadores han expresado que, tal vez, la única iglesia que, en forma sólida y contundente, fue capaz de enfrentarse y dar testimonio de esa visión trascendente en la Alemania nazi.
Estos monumentos no sólo deberían conmemorar a las víctimas, sino también a los cientos de héroes que hubo dentro de los campos de concentración y del Holocausto nazi, los que permitieron tener esperanza y saber que hay gente que siempre se opondrá al mal y a las injusticias.
Dentro de esos héroes, quiero destacar a Dietrich Bonhoeffer , un pastor de la iglesia protestante luterana, que dio un testimonio más público de las atrocidades que se estaban cometiendo; a Maximiliano Kolbe , hoy santo polaco, que también dio testimonio de un espíritu cristiano dentro de los campos de concentración; por supuesto, a Edith Stein , monja católica, y a aquellos judíos que se organizaron en forma importante para sublevarse.
También quiero destacar que una fecha tan importante como la liberación del campo de concentración de Auschwitz fue aquella en que se sublevó el campo de concentración de Sobibor. Hasta donde yo sé, ése es el único ejemplo histórico donde prisioneros de un campo de exterminio se alzaron contra sus opresores nazis y lograron su liberación, en un trabajo conjunto entre cautivos rusos y judíos. Ahí hubo muchos h��roes.
¡Y qué decir de la resistencia heroica que muchos opusieron al ghetto de Varsovia, a finales de la Segunda Guerra Mundial!
Por eso, reitero que no solamente hubo víctimas, sino también héroes que dieron la cara, que mostraron que el ser humano tiene un lado noble y que es capaz de jugarse por ideales.
Finalmente, lo ocurrido es una enseñanza y un mensaje para la clase política. Porque las leyes que permitieron el Holocausto se dieron en la Alemania nazi, con un sistema de separación de poderes y una supuesta democracia. Muchos políticos, no sólo nazis, votaron a favor dichas leyes, por tanto, perdieron toda noción de la capacidad del poder político para disponer de la vida humana.
Por eso son tan importantes estos monumentos, estos hitos, porque ayudan a que la sociedad recuerde cuáles son sus límites, a qué puede llegar. Incluso, ayudan a no olvidar que por muy desarrolladas que estén las sociedades, la naturaleza humana siempre es la misma y cuando no se tiene conciencia del respeto y la trascendencia del ser humano, puede caer a los suelos más bajos.
He dicho.
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