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- rdf:value = " La señora VIDAL (doña Ximena).-
Señor Presidente, más que un debate sobre el salario ético, deberíamos buscar acuerdos sobre la forma de enfrentar las desigualdades en la distribución del ingreso en nuestro país. Más que debatir el diagnóstico y las responsabilidades de cada una de las fuerzas políticas representadas en todas las áreas del desarrollo, nos debemos poner de acuerdo para crecer en la equidad y calidad de las políticas públicas.
Ése es hoy nuestro desafío, del cual también se hizo cargo el Gobierno de la Presidenta Bachelet con el llamado a conformar el Consejo Asesor para la Equidad Social. Ese desafío no es sólo el salario o la competitividad, sino que sobre todo, hacerse cargo del desequilibrio existente en la protección social de los trabajadores y trabajadoras, reconociendo la diversidad productiva, pero buscando una seguridad social básica con la que cuenten todos ellos -como en los países desarrollados- y que recién estamos construyendo.
Somos reconocidos internacionalmente por nuestro crecimiento económico. ¡Bien por esa nota azul! Estamos en los primeros lugares en todos los rankings de competencia. ¡Bien por estar en esos rankings y ser buenos alumnos en la economía global! Pero, ¿a qué costo? Ahí es donde nuestra responsabilidad ética y social nos lleva a poner el acento.
La Iglesia Católica ha puesto el dedo en la llaga y, si queremos ser justos, debemos reconocer que el Estado de Chile, a través de los gobiernos de la Concertación, ha trabajado insistentemente para romper el círculo vicioso de la desigualdad, invirtiendo en diversos programas económicos sociales que han permitido bajar los índices de pobreza. Debemos ser justos en reconocer que quien respondió al emplazamiento de la Iglesia, desde la política, con medidas concretas, es el Gobierno de la Presidenta Bachelet . Quienes se restan de la discusión y del diálogo social son los que manejan la riqueza de nuestro país. No me refiero a la riqueza espiritual que manejan las iglesias o a la solidaria que manejamos las personas de carne y hueso, sino a la riqueza del dinero. Los que la manejan deben ofrecer medidas concretas para avanzar de verdad en este tema que hoy nos convoca.
Además, está en juego nuestra responsabilidad como diputados y diputadas de la Alianza por Chile y de la Concertación, para avanzar en la construcción real de una democracia consolidada, que contenga los derechos humanos en toda su arquitectura y dimensión. Es decir, tenemos tareas pendientes: profundizar nuestra democracia. Así podremos contar con políticas públicas y sociales coherentes y consistentes con el llamado de atención de la Iglesia Católica sobre el salario ético.
Un Estado laico, como el nuestro, debe hacerse hace cargo año a año, día a día, de entregar más justicia social. En los hechos, los esfuerzos no son suficientes y eso lo vemos en la realidad, pero también es verdad que debemos seguir trabajando incansablemente por el salario ético que es nuestro objetivo en el presente y en el futuro.
He dicho.
"
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