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El señor MUÑOZ BARRA.-
Señor Presidente , quiero decir muy francamente que este es uno de los proyectos que, en lo personal, me cuesta mucho defender y justificar en su plenitud. Porque no sacamos nada con hacer aquí planteamientos que la opinión pública, una vez que lleguen a ella, va a colocar en la balanza para determinar si durante el debate fuimos sinceros o no.
Tengo la sensación de que estoy peleando desde las cuerdas. Me siento un poco arrinconado en este cuadrilátero que es la situación que hoy están viviendo cinco millones de chilenos.
Creo que nadie se va a molestar por el hecho de que, mediante un planteamiento muy sencillo, yo reconozca desde estas bancadas que, a no dudarlo, el Transantiago está lleno de problemas que no me explico por qué los técnicos respectivos no vieron en el momento oportuno.
No entiendo que ahora se diga que una de las soluciones centrales para mejorar el sistema de transporte creado consiste en renegociar y corregir los contratos firmados.
¡Pero en qué onda se estaba al suscribir los contratos originales!
¿Resulta posible -es la pregunta que uno debe formularse- corregir esos contratos, que, según se sostiene ahora, son la piedra en el zapato?
Durante todo el desarrollo del proceso, no he sido tremendista. No me gusta serlo. No he recurrido a los medios de comunicación para anunciar el parto de los montes en el análisis de esta materia.
Y hemos visto cómo ha habido cambios de caballo y el galope ha sido diferente.
Porque, al final, yo escuchaba a un estimado Senador de mi sector que señalaba que lo había convencido el Ministro señor Cortázar. Pero lo convenció en las últimas horas.
Yo pregunto: ¿no estaban las herramientas para convencerlo antes y habernos evitado el bochorno, en que nosotros mismos nos confundíamos frente a análisis gruesos, contundentes y expuestos técnicamente?
Eso -yo diría- es un poco un juego insincero, que motiva que muchas veces la opinión pública tenga una visión en el sentido de que los políticos no somos serios, no somos responsables.
Ahora bien, como alguien recordó, la Presidenta de la República , Michelle Bachelet , en un acto de mucha "hombría", dijo que le habían entregado información falsa -lo expresó textualmente-, que la habían engañado. Y creo que todavía resuena en los oídos de los chilenos la frase con que ella planteó que su intuición -¿estoy mintiendo o estoy siendo desleal con mi Gobierno?- le señalaba que el Transantiago debía ser implementado en tres años más.
Ahí está escrito. Lo saben todos los chilenos.
¡Y por supuesto que los parlamentarios de Gobierno y de Oposición tienen derecho a preguntar quién entregó la mala información, quiénes manifestaron que la carga se arreglaba en el camino!
Entonces, la Jefa del Estado ha debido asumir una responsabilidad que no le corresponde. Porque, por muy Presidenta que sea, no puede dominar, señoras y señores, todas las materias. Para eso tiene técnicos y personeros responsables.
¡Yo reivindico la actitud patriótica, honesta y sincera que ha tenido nuestra Presidenta de la República!
¿Cómo vamos a negar -no podemos a este respecto acudir a planteamientos doctrinarios- los problemas reales que enfrentan cinco millones de chilenos en Santiago: mala calidad del sistema; paraderos -lo hemos visto con vergüenza por la televisión- que se hacen por donde no pasan los buses; recorridos mal calculados; inexistencia de validadores?
Pero es cierto asimismo -aunque ello pueda producir decepción a quienes quisieran que uno fustigase más la situación existente- que aquí hay un problema social que debemos enfrentar Gobierno y Oposición: la Oposición, mirándolo desde el punto de vista patriótico, y nosotros, aceptando humildemente la responsabilidad que también nos cabe en él.
Si concurren esos dos elementos -el reconocimiento de que el Transantiago no es lo que se quería y la disposición de los partidos de Oposición a entregar ideas y solucionar el problema-, no cabe ninguna duda de que la sociedad chilena va a creer que sobre la materia estamos hablando, analizando y proyectando en serio. En caso contrario, será un simple juego de piernas, donde unos podrán exponer mejor que otros, pero en que la cuestión esencial irá quedando de lado o dejándose debajo de la alfombra.
Yo quiero puntualizar, señor Presidente , que aquí hay dos salidas. Y lo digo al país, que seguramente verá en los medios de comunicación o de cualquier otra manera lo ocurrido en el Parlamento.
Uno -como alguien planteó-, subir las tarifas.
¡Pero con qué cara vamos a subir las tarifas de un sistema pésimo, más que deficiente, donde la gente se levanta por la mañana enrabiada, hasta con sentimientos de odio, porque sufre en carne propia esa pesada cruz, que arrastra hasta el trabajo, tras lo cual, por la tarde, enfrenta la aventura de cómo llegar a su casa!
¿Se va a pagar más por un sistema que quita horas de descanso y de sueño a esos cinco millones de chilenos?
Señor Presidente, estimados colegas, ¡ello es imposible!
Por eso, hay que aceptar lo que está diciendo el Ministro señor Cortázar , quien no tiene ni una culpa. Yo celebro su valor, su patriotismo para aceptar esta responsabilidad. Porque él no es el gestor ni el que puso en ejecución el sistema.
Se trata de que hablemos con sinceridad, señor Presidente, y no impulsados por otro tipo de consideraciones.
Yo reconozco eso en el Ministro señor Cortázar.
Ahora, quiero plantear que es menester entregar los 290 millones de dólares, nos guste o no. Porque -repito- no resulta factible subir las tarifas; no hay lógica para proceder a ello en un sistema malo, que no está funcionando.
Pero surgen, evidentemente, algunas preguntas.
¿Y qué pasa después de esos 290 millones de dólares, señores Ministros? ¿Habrá que seguir subsidiando? ¿Por qué no lo reconocemos? ¿Por qué, en vez de andar rosados todo el año, no nos ponemos colorados una vez y decimos que, así como en otras partes del mundo se subsidia el transporte público, aquí, en Chile, también hay que hacerlo? Creo que de esa manera la gente nos va a entender mejor.
De otro lado, existe un pensamiento que, por supuesto, los hombres de Regiones tenemos derecho a plantear.
Es cierto que se otorga una gran cantidad de millones de dólares a las Regiones. Pero, de no mediar la chambonada del Transantiago, ¿nos habrían dado esa plata?
Esa es una pregunta que nos emerge, señores Ministros y estimados colegas, a quienes sabemos en carne propia cuánto cuesta "hacer región".
¡Es que a veces no se entiende en las diez manzanas del poder de Santiago que en Chile es factible proyectar, construir y desarrollar desde las Regiones!
¡No puede ser que, de cada 100 industrias, 75 se radiquen en la Capital! ¡No puede ser que el 80 por ciento de los depósitos bancarios se queden en Santiago! ¡Y no puede ser que, por un mismo trabajo y por igual tiempo, en la Capital se pague el doble que en las Regiones!
Aquí hay que modificar también la política de crecimiento de todo el país.
¿Qué ha dicho un grupo de personas de Regiones? Que las políticas centralizadoras y sus efectos en Santiago en expansión urbana, poblacional, producción industrial son la causa de la congestión del transporte, las responsables de que la Capital haya sobrepasado su punto de saturación y los límites de su crecimiento eficiente.
El señor FREI, don Eduardo ( Presidente ).-
Terminó su tiempo, señor Senador.
El señor MUÑOZ BARRA.-
Concluyo de inmediato, señor Presidente.
En 2002 se amplió el radio urbano de Santiago en casi 150 por ciento. El 70 por ciento de los megaproyectos del Bicentenario, que financiamos todos los chilenos, se concentra en la Capital. El aeropuerto Los Cerrillos se transformó en un gran negocio inmobiliario. Y el área urbana de Colina se aumentó en 825 hectáreas.
--(Manifestaciones en tribunas).
Señor Presidente, no son los silbidos provenientes de las tribunas los que van a alterar la convicción que tengo en esta materia.
Voy a votar, por supuesto, favorablemente esta iniciativa,...
--(Manifestaciones en tribunas).
...porque debo aceptar mi responsabilidad como Senador del Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.
He dicho.
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