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El señor GIRARDI.-
Señor Presidente , estamos enfrentados a una de las mayores catástrofes vividas por Chile en los últimos años.
La reflexión que deseo hacer es la que sigue. Efectivamente, dan vergüenza los problemas que hubo tanto en el diseño cuanto en la implementación del Transantiago. Resulta inaceptable que se hayan fijado 380 pesos como tarifa cuando todos sabíamos que no iba a costar eso. Seguramente un tecnócrata podó cierta cantidad hasta llegar a ese rango.
Cuando uno mira con cierta perspectiva los contratos, cuesta entender lo que había en la cabeza de las personas al momento de firmarlos, porque no sólo son leoninos, sino usureros para el Estado, para la gente y para los recursos públicos.
También hay problemas en la implementación del Transantiago: a nadie en su sano juicio se le podría ocurrir echar a andar un aeropuerto sin radar ni que no cuente con una torre de control. Y el Transantiago no contaba con el número de buses requerido ni con paraderos. Nadie en esta Sala puede decir que son cosas del azar. A mi juicio, hay negligencia, impericia, inobservancia. No cabe duda alguna al respecto. Pero nadie ha intentado justificar esos errores.
El problema -el cual pienso que también afecta a la Oposición, pero evidentemente más a nosotros-, es haber puesto en cuestionamiento algo fundamental: la credibilidad de la gente respecto del rol del Estado y de las políticas públicas. Es cierto que afecta más a la Concertación, la cual siempre -tal vez, es lo que la diferencia de la Derecha- ha puesto más énfasis en el rol del Estado para salvaguardar el bien común, pues no creemos que el mercado lo resuelva todo. Y creo que incluso en la Derecha hay un sector importante que piensa en el rol de las políticas públicas cuando ven los logros que la Concertación ha tenido en materia de pobreza. No cabe duda de la importancia de las políticas públicas en áreas tan sensibles.
En mi opinión, el país está enajenando un patrimonio muy valioso al generar la desconfianza de chilenas y chilenos en las políticas públicas.
Yo creo que el Transantiago era una tremenda idea.
Si se aplican las normas de la Organización Mundial de la Salud para material contaminante, PM10 y PM2,5, durante 300 días del año estamos sobre el máximo permitido. En este momento, mil niños al día hacen bronconeumonía; mil quinientos abuelos en cada jornada desarrollan la misma enfermedad, en parte por los problemas de contaminación.
¿Cómo se enfrenta el desastre, la crisis del Transantiago?
Es cierto que podríamos dejar morir el sistema. Pero lo único que lograríamos sería afectar más a la gente que ya ha debido soportar dramáticas situaciones. Hablo de cinco millones de personas -hijos, padres, madres, abuelos- que no utilizan autos, que emplean el transporte público. Podríamos dejar morir el Transantiago. Pero a los graves problemas de la gente le adicionaríamos uno mayor: el de la tarifa.
Quiero hacer el siguiente símil: el nuevo plan de transporte es como el paciente que debe intervenirse quirúrgicamente, porque lo requiere. Pero, producto de una negligencia médica, hace un paro cardiorrespiratorio. No cabe duda de que para resolver la dificultad quirúrgica que dio inicio al tratamiento, es necesario rescatarlo de la emergencia. Eso cuesta. Y en la acción tienen que participar todos. No se trata de enfrentar a los del equipo que operó con otros. Todos tienen que actuar.
En mi opinión, el Transantiago es un paciente que hizo un paro cardiorrespiratorio y tenemos que ayudarlo todos. No importa cuántos recursos nos demande. Si se muere el paciente, lo que queríamos hacer posteriormente no tiene sentido, porque serán de tal magnitud las consecuencias que van a afectar a la generalidad. Para la ciudadanía, resultarán inabordables.
Entonces, a mí no me interesan los 290 millones de dólares, porque pienso que ese dinero se ocupará en rescatar al paciente del paro cardiorrespiratorio. Lo que me importa es el plan. Tenemos una sola alternativa: mejorarlo. Volver atrás no se puede, porque los costos serían mayores a los que demandaría el intentar avanzar en la materia.
De otro lado, me preocupa esta discusión. Es legítimo que frente a la política surja la falta de sensibilidad y que haya un poco de oportunismo. Pero, a mi juicio, no se puede jugar con los problemas de la gente, con el drama de la mayoría de las chilenas y chilenos.
Nosotros tenemos un solo mandato: cambiar los contratos. No obstante, en la condición actual, con el ánimo existente en el Congreso, no creo que el Ministro tenga espaldas ni siquiera para negociar una cláusula pichiruche. Por lo tanto, esto va a fracasar. No vamos a lograr las cosas que ustedes mismos plantean.
Debemos entregar estos recursos. No hay otra opción. Lo vamos a tener que hacer igual, porque no se puede dejar morir al paciente. Yo creo que debemos empoderar a este Secretario de Estado para que cuente con el respaldo suficiente, no sólo del Gobierno y de la Concertación, sino también de todos los que estamos acá, y pueda cambiar esos contratos. Porque, si no se modifican, tal vez estos 290 millones de dólares terminarán en la nada misma.
Entonces, el tema de fondo en este asunto es la necesidad de introducir enmiendas en los contratos, que permitan flexibilidad de recorridos y de flota. ¿Y para qué? Para que los alimentadores tengan incentivos y acudan a buscar a la gente en aquellos lugares a donde no llegan. Y es preciso pagar por kilómetro recorrido y por pasajero transportado. Pero eso no lo concederán las empresas si ya lo tienen como derecho adquirido.
Es efectivo lo dicho por los sectores de la Oposición en el sentido de que los bancos fueron quienes establecieron los contratos. Y para cambiar tal realidad se requiere casi un acuerdo de unidad nacional, porque es una tarea titánica. Si no lo logramos, será muy difícil solucionar el problema.
Tenemos que modificar el sistema de trasbordos. ¿Cuál es la dificultad del Transantiago en este aspecto? Que antes, para 5 millones de viajes, había 9 mil buses, y hoy, para el doble de traslados -porque con los trasbordos aumentaron a 10 millones-, hay la mitad de vehículos. Evidentemente, ello no calza.
Y cambiar eso conlleva evitar los trasbordos y que algunos alimentadores entren a las vías troncales. En definitiva, implica modificar los contratos.
En mi opinión, éstos son asuntos mayores.
Y estamos haciendo propuestas; hablando de las cosas que efectivamente se necesitan, no sólo para que el paciente salga del paro, sino también para terminar la cirugía. Porque si no se lleva a cabo ni se termina la cirugía, el paciente morirá igual.
Luego se habla de la evasión. Bueno, esta se enfrenta con medidas concretas. Si no tenemos estaciones de prepago, seguirá el no pago. Es evidente que se debe poner un torniquete antes de que la gente suba al bus. Además, eso ayudaría a la rapidez del sistema. Porque en algunos tramos la velocidad es la mitad de la necesaria. Si en lugar de ser 20 kilómetros por hora, actualmente es de 10, no sirven 6 mil buses, pues se necesita el doble: 12 mil.
Pero la velocidad también depende de las vías exclusivas y de que la gente no demore muchos minutos en abordar el bus. Y eso se resuelve técnicamente.
¡Y para ello hay que introducir cambios en los contratos y apoyar al Ministro!
No se trata sólo de condenar a la Concertación. La gente en este país es inteligente y aguda, y va a establecer solita las sanciones. No necesita una comisión investigadora.
De lo que estamos hablando, en verdad, es del interés ciudadano. Y creo que en este tema la responsabilidad política es nuestra. Es cierto. De cada uno de nosotros, de sus coaliciones, de sus partidos.
Quiero rescatar lo que algunos señores Senadores observaron: esto se hace con los ciudadanos del país y con los de Santiago. Además, si el modelo fracasa, igual suerte va a correr el que se implante en las Regiones. Porque Chile necesita un sistema de transporte público eficiente, moderno, seguro y no contaminante. Y se puede lograr.
Pero, evidentemente, no podemos seguir aceptando situaciones como la expuesta por la Senadora señora Matthei. Y digámoslo: es una vergüenza lo ocurrido con SONDA. No sé qué tanto blindaje posee esa empresa que no se puede hablar de esto, de lo desvergonzada que es. Porque se comprometió el año pasado a terminar el sistema de gestión de flota y todavía no lo hace. Y no lo va a tener jamás.
Hagámonos cargo de eso: ¡no lo van a tener jamás!
Debemos buscar en otra parte. ¡Pero hay que hacerlo! Si no encontramos un sistema de gestión de flota, nunca tendremos una mayor frecuencia. Y se trata de que, cuando la gente acuda a un paradero, sepa que el bus pasa a las 8, a las 8:10, a las 8:15, y de que el vehículo llegue efectivamente a esa hora.
¡Ese es el servicio de transporte público que necesitamos!
Por último, quiero referirme al subsidio.
Este sistema no implica un pasaje de 380 pesos. Nunca ha costado esa cantidad. Aquí nos mintieron y engañaron. Vale cerca de 500 pesos. Requerirá un subsidio permanente. Necesitará 100 millones de dólares por año. Y lo considero el peor de todos.
Lo que estamos
--(Manifestaciones en tribunas).
Estamos subsidiando a los más pobres. Son ellos los que usan el transporte público. Pero hoy esos beneficios están distribuidos de mala manera. Y los recursos se entregan sin sentido social.
En mi concepto, sería muy importante que esos subsidios se destinaran a financiar el pasaje de los escolares. ¿Por qué? Porque hoy, cada vez que los más pobres compran un pasaje en 380 pesos, 50 pesos van a subsidiar a los escolares que no pagan. Y estos se encuentran en todo el país.
Nosotros proponemos que esto se haga con sentido social; que los recursos se entreguen contra el mejoramiento del servicio, pero empoderando al transporte escolar. Ello tiene el siguiente beneficio. Los que son de Regiones saben muy bien que una de las razones de la mala calidad de la educación se encuentra en que los jóvenes de áreas rurales no pueden llegar a sus lugares de estudio por carecer de medios de transporte. Deben ir a escuelitas -muchas tienen una profesora para varios niveles-, porque, por motivos económicos, no pueden acudir a establecimientos de calidad. En otros países, los transportan gratuitamente hasta 50 kilómetros para que puedan estudiar en una escuela de excelencia. Creo que contamos con un gran instrumento: entregar los fondos contra el mejoramiento del transporte escolar rural, porque los estudiantes están en todo Chile. Con ello resolveríamos muchas dificultades.
Por lo tanto, hago un solo llamado. Porque el problema ya no es del Gobierno ni de la Oposición. Evidentemente, es más de aquel que de esta. Pero es un imperativo nacional. Estamos frente al desafío político de resolver un megaproblema de nuestra sociedad. No lo podemos esquivar. Podemos hacer política y jugar hasta cierto nivel, pero, si vamos más allá y estiramos la cuerda, el paciente puede morir.
Si fracasa el Transantiago, si no entregamos los recursos ni el Ministro logra su objetivo, será, en verdad, el desastre más grande del cual habremos sido partícipes. Y será responsabilidad no sólo de la Concertación y del Gobierno, sino también de todos los sectores políticos.
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