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El señor PÉREZ ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el diputado señor Ramón Farías .
El señor FARÍAS .-
Señor Presidente , “Cómo conseguir una central telefónica y no dejar de ser diputado en el intento”.
Una vez algo ambientados en el Congreso, y poniéndonos al día en las materias administrativas para habilitar nuestras oficinas, comenzamos a solicitar los diferentes servicios para ejercer nuestra diputación de manera eficiente.
Entre otras cosas, decidimos solicitar una central telefónica con sus respectivas líneas. Todo bien y normal hasta ese punto.
Corría el 22 de marzo, un miércoles soleado y caluroso (El verano no se quiere ir...), cuando solicitamos, a través del Congreso, como disciplinadamente nos habían señalado, el servicio a… ¡tarantantán! Telefónica de Chile. ¿O debo decir de España?
Horizonte auspicioso, no hay nubes en el cielo y la contaminación aún no se nota... Somos diputados, el servicio lo solicita la Cámara. Todo bien y en orden.
Finalmente, después de unos días, llega la línea telefónica. La coloca un amable técnico subcontratado por la empresa. Y viene la consulta obvia:
-“Disculpe, señor técnico, yo solicité una centralita telefónica y usted me está colocando un aparato normal, como el de mi casa”.
El señor técnico me mira y con cara de técnico sabiondo, me señala:
-”Diputado, yo instalo líneas; es otra la empresa que coloca la centralita”. Y se despide amablemente.
Pasa un par de calurosos días y por fin llega la mentada centralita. La “otra” empresa subcontratista la instala y, una vez que se van, constatamos dos cosas: La primera, era imposible abrir el portón eléctrico de la oficina. ¿La causa? El instalador de la empresa de centralitas, subcontratado por Telefónica, había cortado los cables del portón eléctrico y del citófono. ¿Habrá creído que el citófono era de la competencia? Además, cuando vamos a usar el aparato telefónico nos damos cuenta de que no funciona como central, porque tiene solo una línea.
¡Pero si yo había pedido una central telefónica y no un teléfono cibernético! Pues, volvemos a llamar y nos envían a un técnico que, después de mirar y mirar y poner cara de “técnico sabiondo”, nos dice:
-“Aquí falta una segunda línea para que funcione como central”.
-“Mmmmm… ¡De acuerdo! Por favor, ¿podría poner la otra línea”?
-“No -responde con cara de sarcasmo-, eso le corresponde a otra sección de la empresa telefónica; yo sólo veo centrales”.
-“¡Pero si yo llamé a la compañía y les dije lo que necesitaba y lo enviaron a usted!...”
-“Es que ellos creyeron que era una falla de la central y no es así; por lo tanto, llame otra vez para que venga el técnico a instalarle la línea telefónica”.
Se va y nos deja en la soledad de una sola línea telefónica, con la misión imposible de contactar a un técnico que funcione.
Pasan los días y, por fin, llega el técnico en cuestión con la segunda línea bajo el brazo.
-“Instálela rapidito, por favor”.
-“No faltaba más”, me responde el técnico subcontratado de la línea.
“¿Dónde se la coloco, señor diputado?”
Lo miro con suspicacia y le digo:
-”Allí, en la central telefónica por favor.”
-“No”, me dice secamente.
-“Cómo no”, le replico.
-“No, porque yo sólo instalo líneas, las centrales las ve la otra empresa subcontratada por la misma Telefónica”.
A esta altura, yo y mi equipo distrital estamos con algunos tic´s, que no podemos controlar, y le pedimos que la instale donde quiera.
Por fin, llega el técnico, elevado por nosotros a la calidad de Dios, a conectar la centralita. Este técnico de la otra empresa subcontratista hace su trabajo y se va. Corroboramos que la central funciona, pero… cuando hablamos hay como un eco, eco, eco…
Llamamos nuevamente a un número único de Telefónica. Nos contestan amablemente después de pasar por varias grabaciones.
-“Si es cliente, presione uno; si es por teléfono, presione dos; si se equivocó, vuelva a presionar todo”.
En fin, nos hacen pruebas por teléfono y nos dicen que la central está bien, pero que el eco es casi una imaginación y que subamos el volumen de los teléfonos. Hasta que al fin alguien dice: “lo que pasa es que los teléfonos que le vendieron son malos; se los cambiaremos…
Supongo que ustedes ubican los ojos de huevo. Sí, esos mismos.
Llega un señor que no pertenece ni a la subcontratista de las líneas ni a la subcontratista de la centralita, sino que a la subcontratista, que lleva las cajas de un lado a otro de Telefónica, y nos dice que viene a retirar los aparatos telefónicos porque están malos.
Lo hacemos pasar y se nos ocurre preguntarle si traía los de repuesto. Nos responde que no; que él sólo retira y que otra empresa es la que provee los otros aparatos….
En ese momento, simplemente, nos tiramos al suelo, pusimos barricadas e hicimos retirarse al técnico del retiro de teléfonos sin sus trofeos. Dijimos: “¡No pasarán sin los teléfonos de repuesto!”
Pasan y pasan los días y seguimos hablando con eco, eco, eco,… Pasan tres técnicos de diferentes subcontratistas expertos en distintas áreas de líneas y nada… Para el colmo, llama una telefonista para corroborar si es verdad lo del reclamo telefónico.
Como un mal chiste, el último técnico subcontratado comprueba que el ruido se debe a que uno de los primeros técnicos que vino dejó las líneas cruzadas con Cema Chile, que tiene su sede al lado de la nuestra.
Le pedimos que nos solucione el problema y con esa cara de… -bueno, ustedes conocen cual cara- nos dice:
-“No me corresponde a mí, porque yo sólo veo centrales y debe venir otro técnico.”
Los nervios ya no están de punta, simplemente no existen; los ojos y las pupilas se dilatan, pero nos recordamos que somos “honorables diputados de la República”, así que, a guardar la compostura.
Llamamos, y acude otro técnico. A estas alturas, se nos había desconfigurado los teléfonos. No recibíamos llamadas, pero las podíamos hacer. Entra el técnico y, después de revisar, sentencia:
-“El problema es de la central, que está desconfigurada junto a la Internet, así que deben llamar a la otra empresa y también a la sección de Internet de Telefónica”.
En ese momento, simplemente la vista se nubla y no existe el razonamiento… Elevamos la voz y con tono autoritario, como de carabinero pidiendo documentos, conminamos al pobre técnico subcontratado a no salir por ningún motivo, y que debe solucionar el problema, porque de allí no saldrá si no procede así.
Mira con cara de asustado -cómo, si no- y contra su voluntad accede. Lo cercamos y no lo dejamos retirase hasta que logró solucionar le problema. Lo hizo de buena voluntad, pero contra de los principios de la empresa.
Lo dejamos ir y, luego, cuando ya pensábamos que nos habíamos liberado, llega el fono fax del Congreso Nacional.
¡Todo de nuevo!
El Sernac y otras entidades deberán tomar cartas en el asunto. Los ciudadanos no pueden estar así de expuestos a las empresas.
Esta historia continuará.
He dicho.
"