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- rdf:value = " El señor NAVARRO (de pie).-
Señor Presidente, quiero saludar a todos los pastores presentes en las tribunas, al Consejo de Unidades Pastorales de la Región Metropolitana , Cuprem, presidida por el obispo Emilio Soto Valenzuela ; al Comité de Organizaciones Evangélicas, COE; a su presidente , el obispo Francisco Anabalón , y a su secretaria y pastora, la señora Juana Albornoz ; al Consejo Nacional de Chile; a su presidente el obispo David Mena ; al Consejo de Pastores de Chile; a su presidente el obispo Hermes Canales ; a la Uniech, y a su presidente el obispo Bernardo Cartes .
Hubiéramos querido invitar a este homenaje a todos los obispos y pastores de las iglesias evangélicas, que suman miles en el país. El acuerdo adoptado por la Cámara de Diputados fue que la Presidencia iba a cursar la invitación con el objeto de contar con la presencia de una corriente extensa de pastores. Lamentamos no poder tenerlos a todos presentes, pero con este homenaje queremos llegar, a través de ustedes, a todos ellos, que se desempeñan, desde Arica a Magallanes, en pequeñas, medianas y grandes iglesias evangélicas.
Cuando fui elegido diputado por primera vez, en 1994, dije: “No quiero que me llamen honorable, porque la honorabilidad es más bien una conducta de vida, es algo que se gana con la acción, con la praxis, con la consecuencia.” El Reglamento de la Corporación nos otorga el calificativo de “Honorables”. No obstante, los pastores de las iglesias evangélicas también son honorables, porque se han ganado su lugar con un trabajo de servicio público y con una conducta de vida ejemplar.
Espero que las propuestas que han hecho diversos colegas parlamentarios para fortalecer el trabajo de las iglesias evangélicas, partan por el reconocimiento de cada uno de sus miembros y, en especial, de los pastores, quienes realizan una tarea de fe de manera desinteresada y con mucha entrega.
Quiero referirles un breve hecho que me ocurrió en 1990 ó 1992, no recuerdo exactamente la fecha.
Con un grupo de amigos y compañeros, con quienes nos encontrábamos en las tareas propias del quehacer político, nos dirigíamos en un vehículo desde Coelemu hacia Cobquecura. En la mitad del trayecto, vimos que había tres personas en la carretera, una de las cuales predicaba, mientras el resto escuchaba. Nadie más estaba allí. Era un campo más bien despoblado; las casas más cercanas se encontraban aproximadamente a dos kilómetros y medio. Era una larga carretera. Alguien en el vehículo en que viajábamos dijo: “Le está hablando al viento”. Tal vez lo dijo con un poco de burla, aunque no en forma malintencionada. La verdad es que muchos concluimos que sí predicaba, pero que no lo hacía al viento, porque la Iglesia Evangélica en los últimos años ha crecido considerablemente. En mi región su crecimiento ha sido tal que en algunos sectores conforma la mayoría. Por lo tanto, sus prédicas no son al viento. Muchas veces esta prédica puede no ser bien entendida o ser mirada de manera circunstancial.
Reitero, esas personas no predicaban al viento, pues de acuerdo con el último censo nacional, las iglesias evangélicas han crecido de manera formidable en todo el país.
En nombre de la bancada del Partido Socialista, me ha correspondido el honor de rendir este homenaje a las iglesias evangélicas de Chile.
Las principales doctrinas que forman el protestantismo son, entre otros, el luteranismo, el movimiento reformado, el anglicanismo, el metodismo, el movimiento bautista, asambleas de hermanos, el pentecostalismo y más de una veintena de denominaciones, que se traducen en casi 15 mil templos y 2.192.872 de personas, más el cerca de otro millón que representan sus familias, que han convertido a las iglesias evangélicas en una fuerza social y cultural poderosa; pero, sin duda, en una fuerza de fe extraordinariamente grande y creciente en Chile.
El numeroso conjunto de cristianos que integran las diversas iglesias evangélicas se configuran históricamente por sus raíces en común, entendiendo que el proceso de reforma del siglo XVI, bajo el influjo de Martín Lutero , quien en 1517 expuso sus 95 tesis, fue la cuna de todo el movimiento, no solamente de las iglesias llamadas luteranas.
Los comienzos de las iglesias evangélicas no fueron sencillos, hecho que en nuestra historia resulta innegable, pues la resistencia del clero dominante fue severa y persistente. Es así como los protestantes no disponían de un lugar decente en el cual enterrar a sus muertos ni tampoco podían legalizar sus matrimonios, pues el credo dominante administraba los cementerios y tenía la exclusividad para unir a las parejas.
Estos signos de intolerancia obtuvieron su consagración en la Constitución de 1833, la cual prohibió el ejercicio público de cualquier religión que no fuese la católica apostólica romana, reconocida como la oficial de la nación.
En medio de esta adversa realidad, poco a poco fueron llegando al país grupos de extranjeros, principalmente ingleses y alemanes, que no estaban dispuestos a renunciar a sus creencias, por lo que impulsaron la construcción del primer templo evangélico público del país en la ciudad de Valparaíso, hoy declarado monumento nacional. Precisamente en este puerto, en el cual se desarrollaba una gran actividad comercial internacional, muchos extranjeros comenzaron a reunirse para practicar sus actividades religiosas.
Junto con estas crecientes manifestaciones de diversidad religiosa, también se producían cambios en el mundo político de la época, ya que muchos de sus miembros adherentes al agnosticismo en boga emprendieron una serie de acciones destinadas a terminar con la injerencia del clero católico en la sociedad chilena. Fue así como en 1865 se dictó una ley interpretativa de la Constitución que disponía: “El Artículo Quinto de la Constitución permite, a los que no profesan la religión Católica, Apostólica Romana, el culto que practiquen, dentro del recinto de edificios de propiedad particular. Es permitido a los disidentes fundar y sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en las doctrinas de sus religiones.”
Entre 1883 y 1884 fueron aprobadas las leyes de cementerios laicos, matrimonio y registro civil, las cuales quitaron el privilegio de administrar estos asuntos a la Iglesia Católica y permitieron terminar con las restricciones que sufrían los evangélicos chilenos.
En 1925, bajo la presidencia de don Arturo Alessandri, se instituyó una nueva Constitución que separó la Iglesia del Estado, permitiendo a todos los ciudadanos el ejercicio libre de sus ideas, siempre que no atentaran en contra de la moral y de las buenas costumbres.
(Aplausos).
A partir de esa fecha, los evangélicos han seguido ganando espacios y prestigio en nuestra sociedad, debido a su sana forma de vida, exenta de vicios, y a su espíritu pacífico y esforzado.
Esta evolución histórica demuestra de manera irrefutable que las iglesias están saliendo cada vez más de la marginación. Lo anterior, se corroboró recientemente con un hecho político jurídico de gran importancia: la nueva ley de cultos, aprobada el 14 de julio de 1999, marca y subraya la creciente participación activa del mundo evangélico en asuntos relevantes para la sociedad chilena.
Pero la pregunta es, ¿se está respetando la ley? ¿Se está cumpliendo con la letra y con el espíritu de la ley que hace poco menos de cinco años estableció la igualdad jurídica de las iglesias en Chile? Sí, se cumple pero persisten algunos problemas, porque hay una percepción creciente de que se buscan resquicios para no dar cumplimiento real y concreto al principio de igualdad ante la ley de las iglesias en Chile.
(Aplausos).
Por lo tanto, tenemos un desafío permanente para que ese principio jurídico se respete y se cumpla. Muchos justifican que no se le dé cumplimiento por el hecho de que las iglesias evangélicas son muchas y diversas, son muchas las denominaciones; en consecuencia, se preguntan ¿con quién nos entendemos para conversar y llegar a acuerdos, de manera que la ley se respete? Esas personas se equivocan, porque la riqueza del mundo evangélico está, precisamente, en su diversidad, que abarca a miembros de distintos sectores políticos y de diversa condición social y económica de todo Chile. Lo anterior, demuestra la diversidad de la sociedad chilena, que no puede ser utilizada para no dar cumplimiento a la ley y menos para ser interpretada como signo de debilidad. Por el contrario, es la fortaleza de la iglesia evangélica chilena.
(Aplausos).
La diversidad es una característica propia del protestantismo, concepto bajo el cual se reunieron las iglesias que tienen su tronco común en la llamada Reforma Protestante . Cada una de esas iglesias difiere en cuanto a sus orientaciones y teología, así como en estructura y organización institucional; sin embargo, a pesar de esas diferencias, todas encuentran su identidad en los principios fundamentales establecidos por los reformadores del siglo XVI.
Algunas confesiones han adoptado formas de culto para atraer a los jóvenes, otras se han dividido respecto del ordenamiento de las mujeres como ministras de la fe; también han tendido hacia la modernización del lenguaje litúrgico y a fusionarse con otros credos, así como al perenne debate sobre la interpretación de la Biblia y su relación con la verdad científica. Sin duda, esos debates no son óbice para que se reconozca la fortaleza de la iglesia evangélica.
Las iglesias evangélicas del mundo de hoy nos muestran el triunfo de la tolerancia religiosa. Ellas han traído a Occidente conceptos tan relevantes como la libertad de expresión, de opinión, de información, la diversidad y la tolerancia. El fundamento histórico de los derechos humanos tiene como uno de sus factores más relevantes el surgimiento del mundo evangélico, de la disidencia religiosa. Es por ello que ante las nuevas formas de opresión que conlleva la globalización, el mundo evangélico se muestra como una insignia de la civilización cristiana. El Estado y nosotros mismos hemos acogido las señales que nos llevan a profundizar la democracia no sólo en el ámbito político, sino también en el religioso: respeto a la igualdad.
¿Quién podría dudar hoy del aporte del evangelismo a nuestra cultura, a los equilibrios sociales, al bienestar e, incluso, a la lucha contra la delincuencia? El aporte de la iglesia evangélica para redimir, para reinsertar, para rehabilitar a muchos que han cometido errores y que han pagado su deuda con la sociedad, aún no ha sido valorado. Y lo hace a diario en las cárceles, en las poblaciones, a pesar de no tener recursos económicos, porque tiene presente que lo que importa es la persona y que no se le puede negar una oportunidad a quien se acoge a la fe.
(Aplausos).
El mundo evangélico ha penetrado con fuerza en los estratos más humildes de nuestro país; ha fundado centros de rehabilitación para la drogadicción y el alcoholismo, mantiene hogares de niños en riesgo social, rehabilita personas presas y ex condenados, y los asisten de forma permanente en la cárcel.
Quién de los presentes no ha tenido la oportunidad de conversar con ciudadanos que sirven a la patria, que conforman familias estables y que al cabo de un rato dicen haber “nacido otra vez”, porque se rehabilitaron con base en la relación, en la entrega, en el compromiso y en la fe en la iglesia evangélica. Fueron rescatados para servir a la sociedad, no obstante haber cometido un error; fueron perdonados y reinsertados en la sociedad.
Sin embargo, eso no es todo, porque la iglesia evangélica mantiene lugares de capacitación técnica, social y cultural, de formación valórica. Asociaciones de profesionales evangélicos participan en redes de intercambio y apoyo mutuo. Todo esto lo hemos visto los diputados presentes en la Sala en nuestras regiones, particularmente en la del Biobío. Ello debe hacernos más ágiles y despiertos. El mundo evangélico, su obra social, su aporte a la identidad nacional deben movernos a la apertura de espacios para una verdadera igualdad entre las iglesias evangélicas y otras religiones históricas. Algunos colegas lo han planteado. Por ejemplo, ¿por qué no pensar en un feriado legal para sus fechas importantes, como existe para otras religiones?
El diputado Salas planteó la idea de consultar a los pastores respecto de las futuras iniciativas que discutamos y que los involucren. Nada se debe hacer sin tener la opinión clara del mundo evangélico en Chile.
(Aplausos).
Para mí es un verdadero honor rendir este homenaje al esforzado pueblo evangélico, que tantos padecimientos históricos ha debido sufrir para el restablecimiento de su dignidad y de sus derechos. Por eso, hemos dicho que en materia de igualdad el Estado debe proporcionar todas las condiciones para que la libertad religiosa permita que la iglesia evangélica, sus pastores y sus profesores de religión puedan impartir clases dentro del sistema educacional chileno en igualdad de condiciones.
Las veces que hemos hecho esta petición, muchos alcaldes han planteado que no hay recursos. En todas las regiones, particularmente en la del Biobío, los pastores nos han dicho que no quieren recibir remuneración, sino hacer clases de religión, que les permitan ingresar a las escuelas para que los niños de familias evangélicas puedan tener acceso a esa formación. Por lo tanto, que no existan recursos no es argumento para rechazar esta situación. Es más, es deber del Estado disponer recursos para financiar las clases de religión, porque así lo mandata la ley de Cultos.
(Aplausos).
Es un honor acompañar a las iglesias evangélicas en toda su tarea -así lo intentamos a diario muchos diputados-, para encontrar solución a los problemas de la gente.
Quiero agradecer, estimados pastores, su tolerancia. Pero, además de tolerar, tenemos que apoyar la causa evangélica, por los evidentes beneficios que tiene para la sociedad chilena.
Cada vez que los visitamos en la casa de Dios, en el templo evangélico, en sus propias casas, ustedes nos reciben cariñosamente. Nos hubiera gustado haberles dado la oportunidad de hablar en esta ocasión, como algo absolutamente transversal, porque, como aquí se ha dicho, aquí no hay un distingo político y, efectivamente, a los parlamentarios que asisten a las iglesias evangélicas muchas veces se les permite hacer uso de la palabra. Nos hubiera gustado que ustedes hubieran hecho lo mismo en ésta, nuestra casa, la casa de la democracia, pero el Reglamento no lo permite.
(Aplausos).
Pero están en su casa y esperamos encontrarnos en esta casa de la democracia las veces que sea necesario, para avanzar en la línea que señalaron los diputados que me antecedieron en el uso de la palabra.
El reconocimiento del Estado a las iglesias debe transformarse en políticas sólidas y concretas. Hoy podemos ayudar a mejorar nuestra sociedad, y para eso el mundo evangélico está disponible.
Estimados pastores, muchos de ustedes todavía están a la espera de que el Estado también aporte a ese gran desafío. Por lo tanto, considero creo justas las demandas que se han planteado. Muchas veces le hemos señalado al Gobierno, al Presidente , que si el Estado tuviera que evaluar los recursos que ha ahorrado o dejado de gastar por la tarea que ha realizado el mundo evangélico, sin duda, la cifra sería tremenda. Es hora de que las diversas tareas que he señalado, y muchas otras que se han expresado hoy en este homenaje, cuenten con el apoyo del Estado, cualquiera que sea el gobierno de turno, porque es tarea del Estado hacer respetar la ley.
En nombre de la bancada del Partido Socialista, me congratulo de poder dirigirme a ustedes y señalarles que estamos a vuestra disposición. Éste es un merecido homenaje, pero tal vez tardío. Sin embargo, nunca es tarde para agradecer a quienes están al servicio de la patria y de los más desvalidos y que siempre han brindado su apoyo de manera incondicional sin pedir nada a cambio. Lleven este homenaje a cada uno de los pastores y miembros de su iglesia, en nombre de la bancada del Partido Socialista y de todos los diputados del Congreso Nacional.
He dicho.
"
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