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El señor ESPINOSA, don Marcos (Vicepresidente).-
Continúa la sesión.
En el tiempo de la Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra el diputado señor Jaime Bellolio .
El señor BELLOLIO.-
Señor Presidente, luego de varios meses de tensión y de conflicto, discutimos una reforma laboral que, en mi opinión, obedece a un voluntarismo ideológico que afecta negativamente a quienes son los principales creadores de empleo, como son las pymes, y que olvida completamente a quienes hoy están sin empleo o tienen menor participación y oportunidades de empleo, como son los jóvenes y las mujeres.
Soy de quienes defienden la idea de que la Constitución y las leyes se originan para reconocer nuestros derechos, para poner límites y controles al poder del Estado y para que exista un debido equilibrio de poderes.
La concentración excesiva de poder, o una gran asimetría de poder, casi siempre derivan en abuso y en alejamiento del interés general. Eso implica que debe existir una regulación, una legítima negociación entre los trabajadores y quienes dirigen las empresas. Debe haber un justo equilibrio para que dicha negociación sea justa.
Por lo mismo, los sindicatos, la negociación colectiva y la existencia de huelgas tienen un gran valor. Con todo -contrariamente a lo que han dicho acá algunos diputados-, de ello no se puede deducir que cualquier regulación sea buena, que cualquier cosa que se nos ocurra beneficiará el trabajo y a los trabajadores.
Es obvio que algunos pretenden erigirse y autoentregarse a una categoría moral distinta, casi angelical. Lamentablemente, lo que hemos escuchado es simplemente un discurso basado en la lógica del profundo conflicto, de la lucha de clases, de la casi guerra al interior de cada una de las empresas, y es precisamente esa lógica la que demuele, detiene y perjudica a los trabajadores.
Valoro profundamente las organizaciones libres de personas, como son los sindicatos. Su objeto es velar por el bienestar de los trabajadores que representan. Esto, por cierto, molesta muchísimo a quienes quieren usar los sindicatos como instrumento partidista y utilizar a los trabajadores en vez de velar por sus derechos y por su bienestar.
La lógica del conflicto, además, es equivocada. Trabajadores y empresas se necesitan unos a otros. Es obvio que si no hay empresa difícilmente habrá sindicato, y si no hay justo equilibrio, se perjudica a los trabajadores o se perjudica a la empresa y, por ende, a los mismos trabajadores, porque una empresa, por cierto, no puede existir sin trabajo.
“Para la desigualdad, el empleo es la clave”. Esa frase estaba consignada en un libro de Andrés Velasco, exministro de Hacienda nombrado por la Presidenta Bachelet . En el momento en que lo escribió todos aplaudían y decían que tenía razón, que los empleos de calidad -es decir, con contratos y buen sueldo- eran la clave para que los hogares accedieran a mayores ingresos y disminuyera la excesiva desigualdad en ese ámbito. La pregunta es en qué ayuda esta reforma a la creación de esos empleos de calidad. Absolutamente en nada.
Se ha dicho, además, que el proyecto pone al día a Chile en cuanto a tratados internacionales se refiere. Hace algunos meses, el profesor Hernán Salinas escribía en La Tercera lo siguiente: “La Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establecen el derecho de asociarse libremente con fines sindicales. La Declaración Universal citada establece que nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación. Por otra parte, el Protocolo de San Salvador en materia de derechos económicos, sociales y culturales declara que nadie podrá estar obligado a pertenecer a un sindicato. A su vez, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha expresado que la libertad de asociación supone que cada persona pueda determinar sin coacción alguna si desea o no formar parte de una asociación.
El proyecto de reforma laboral limita la negociación colectiva a los sindicatos cuando ellos existen en una empresa e impide que los beneficios obtenidos por éstos en dicha negociación sean traspasados a los trabajadores no sindicalizados sin su consentimiento. Ello vulnera en su esencia el derecho a la libertad sindical y la libertad de asociación, además de entrar en contradicción con principios fundamentales del Derecho Internacional en materia de no discriminación e igualdad ante la ley.”.
Pasemos de la lógica del conflicto permanente a la lógica de la colaboración. Este es un proyecto de ley que mira a los trabajadores como un ladrillo más en la muralla; que ve muros y ladrillos al interior de las empresas, los barrios y la sociedad. Mientras el mundo libre lucha por botar los muros, algunos insisten en volver a construirlos.
¿Necesitamos nuevas y mejores leyes laborales que protejan a los trabajadores, que den un justo equilibrio y miren hacia el futuro? La respuesta es sí; pero este proyecto no será una de esas leyes.
He dicho.
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