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El señor GAZMURI.-
Señor Presidente , el 27 de febrero de este año, el Consejo Nacional de Televisión aplicó una multa a Televisión Nacional de Chile por no cumplir en algunos meses de 2005 la exigencia de transmitir una hora semanal de programas culturales en horario de alta audiencia.
Hay que hacer notar que se multó sólo a Televisión Nacional de Chile. Ninguno de los otros canales nacionales abiertos fue objeto de esa sanción.
Y me informan que en el mes de marzo se le reiteró la multa por incumplimiento de la normativa referida, que es muy mínima. Como expresé, obliga a todos los canales de señal abierta del país a transmitir por lo menos una hora semanal de programas culturales en horario de alta audiencia.
La prensa publicó la sanción, pero la noticia pasó casi desapercibida y no ha merecido mayores comentarios.
Sin embargo, a mi juicio, ése es un síntoma que da cuenta de uno de los mayores extravíos de la misión que los chilenos exigimos a nuestra televisión pública.
La medida reiterada del Consejo Nacional de Televisión es una señal de alarma que va más allá del hecho puntual.
En estos primeros años del siglo XXI, percibimos que la televisión de toda la ciudadanía ha perdido fuerza como canal que incentiva la creatividad. Lejos están los días en que año tras año aparecía al menos un programa que aportaba novedades a la pantalla nacional y en que Televisión Nacional de Chile ejercía cierto liderazgo positivo e innovador en el conjunto del sistema.
Tampoco Televisión Nacional está cumpliendo sus obligaciones propias, como aquella que establece la ley respecto de su rol como promotora del pluralismo en los programas de información, análisis y debate político. Hace tiempo que abandonó el esfuerzo por elevar los niveles de conciencia ciudadana sobre los asuntos públicos. Los programas de debate con los candidatos al Parlamento en períodos de elecciones son un paliativo insuficiente a esta tarea, que debería ser permanente.
Además, hay una evidente falencia en la normativa que rige a Televisión Nacional de Chile, en el sentido de que es uno de los pocos entes públicos que no se hallan obligados a dar cuenta a nadie del cumplimiento de la misión que se les exige legalmente.
La Cámara Alta es el órgano al cual la ley encarga la aprobación o rechazo de la propuesta presidencial de los integrantes del Directorio de dicha empresa pública. Muchos Senadores, de distintas tiendas políticas, entendemos esta tarea, no sólo como una salvaguardia del pluralismo político y cultural de sus miembros, sino también como la responsabilidad, que compartimos, de velar porque Televisión Nacional de Chile cumpla su misión propia.
Sin embargo, los procedimientos de supervisión son prácticamente inexistentes. Apenas cada cuatro años convocamos a las personas nominadas por la Presidencia de la República para conocer qué piensan acerca de la empresa que van a dirigir y así formarnos una opinión respecto de sus criterios y calidades para el cargo.
Faltan instancias para que Televisión Nacional se haga responsable de la misión que se le entrega.
Es evidente que su Directorio tiene que ser autónomo. Pero no puede ser autárquico.
El Banco Central tiene un altísimo nivel de autonomía -de las mayores en el mundo para un ente de esa índole-, pero concurre al Senado anualmente, por mandato de la ley, para dar cuenta de su gestión, hacerse responsable de ella y recoger la opinión de este cuerpo colegiado. Incluso, se han acordado reuniones cada tres meses entre el Presidente y el Consejo del Instituto Emisor y la Comisión de Hacienda. Todo ello, en el entendido de que la autonomía de un ente público supone también dar cuenta periódica y pública al Estado y a la ciudadanía.
Nada de ello ocurre con Televisión Nacional de Chile. Y es hora de enmendarlo y de iniciar el debate sobre la reforma a su actual estatuto legal.
En los próximos días propondré una moción para introducir en el estatuto jurídico de Televisión Nacional la obligación de dar cuenta periódica al Senado del cumplimiento de la misión que la ley le encarga.
La Presidenta de la República ya designó al nuevo Presidente del Directorio de Televisión Nacional de Chile -ello está dentro de sus atribuciones exclusivas-, y en los días venideros propondrá al Senado el nombre del reemplazante de uno de sus directores, don José Pablo Arellano, quien asumió la Presidencia Ejecutiva de CODELCO .
Me parece que el nombramiento de un nuevo director es una buena ocasión para que todos los actores involucrados pongan atención en los aspectos de fondo que debemos discutir para garantizar que la televisión pública cumpla el rol que le encomiendan la ley y el acuerdo nacional que dio origen a la reforma pertinente al comienzo de la transición.
Un país que avanza hacia nuevas formas de hacer política, donde las autoridades requieren nutrirse de la diversidad de opiniones y percepciones de los ciudadanos para cumplir con el "Nuevo Trato" de que tanto se habla, plantea también nuevos desafíos a sus medios de comunicación. Y, en esa perspectiva, la televisión del Estado es un instrumento privilegiado.
Por ello, a mi juicio, Chile merece una televisión pública que no sólo cumpla con la ley -actualmente no lo hace-, sino que además sea ejemplo de medio de comunicación que fortalece nuestra identidad cultural y la conciencia democrática de los ciudadanos.
Considero que, a este respecto, se debe iniciar un debate público amplio. Y espero que el Senado sea una de las sedes donde lo desarrollemos.
Señor Presidente, solicito enviar copia de esta intervención al Presidente de Televisión Nacional de Chile, al Director Ejecutivo, al Directorio, como asimismo a los Presidentes de los Sindicatos de Trabajadores.
--Se anuncia el envío de los oficios solicitados, en nombre del señor Senador, conforme al Reglamento.
"
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