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El señor ZALDÍVAR (don Adolfo).-
Señor Presidente , tras la lectura que hice de la proposición que nos ocupa, quería felicitar a los señores Senadores que trabajaron en ella, porque me parece que el proyecto de acuerdo resulta bastante razonable. Además, dar este paso constituye una necesidad.
Pero veo que surgen críticas, incluso de quienes participaron en la Comisión. Me tienta decir: "Si yo no estuve dentro de ella, me resulta difícil entregar una posición".
Por eso, deseo hacer dos o tres reflexiones.
En primer lugar, hoy día le Senado se compone de 38 miembros, y debemos abocarnos a esta realidad. La propuesta que se nos presenta resuelve eso y está bien planteada. ¿Para qué entramos en más detalles? La realidad es ésa. De ahí a que nos digan que la situación cambiará y que tendremos un Senado ideal de 50 ó 48 miembros puede pasar un año, dos años o quizás más.
Ésta es la realidad que debemos abordar, y eludirla no es el camino correcto: hay que enfrentarla.
Por lo tanto, correcciones más, correcciones menos, me parece que la proposición que se nos hace puede y debe funcionar.
En segundo término, deseo manifestar dos criterios centrales.
Aquí debe haber Comisiones permanentes. Más allá del parámetro que se ocupe -puede ser por ministerios o por áreas; eso se verá-, ellas deben existir. Y las que aquí se nos sugieren constituyen realidades a las que debemos hacer frente.
Yo no veo cómo se puede reemplazar, por ejemplo, la 3ª Comisión del proyecto, que es la de Constitución, Legislación, Justicia, Reglamento, Derechos Humanos, Nacionalidad y Ciudadanía. ¡Es una realidad! Tampoco aprecio cómo sustituir la de Economía, Pesca y Acuicultura. Se podrá discutir si acaso es bueno que queden las tres áreas juntas, pero es un hecho que debemos abordar. Y así sucesivamente.
En consecuencia, el esfuerzo que se ha hecho para dejar 16 Comisiones permanentes se ajusta a la realidad.
La segunda tesis que deseo sentar es la siguiente.
Hay Comisiones mandadas -como es lógico- por su especificidad: la de Defensa se halla regida por la especificidad de la defensa nacional; la de Minería, por la especificidad propia de minería. Sin embargo, en los hechos debemos abordar proyectos que, además de tratar materias como las señaladas, dicen relación a finanzas públicas, a asuntos constitucionales o -como manifestó el Senador señor Horvath - a cuestiones medioambientales. Este aspecto accesorio forma parte de la realidad que debemos estudiar.
En consecuencia, tales iniciativas tendrán que ser analizadas en la Comisión de Minería y también en la Hacienda; o en la de Defensa y también en la de Hacienda; o en la de Agricultura y, además, en la de Medio Ambiente.
En ese entendido, la fuerza de los hechos indica que no existen Comisiones más importantes que otras. Comparto el juicio del Senador señor Girardi : aquí todas las Comisiones son iguales; pero, por la fuerza de los hechos, algunas tienen más trabajo. Son y van a ser necesariamente las que, además de su materia específica propiamente tal, deberán que pronunciarse sobre otras, como sucede con la de Constitución, Legislación y Justicia, cuando debe analizar el aspecto legal o constitucional de iniciativas del área de la agricultura o la minería. Lo mismo ocurre con la Comisión de Hacienda. Y qué decir de la de Medio Ambiente, cuyo ámbito prácticamente entrecruza hoy en día todo lo relacionado con el tratamiento y explotación de los recursos naturales y su manipulación, en cualquiera de sus grados, en lo que afecte la salud de las personas. No es que esas tres Comisiones sean las más importantes, sino que enfrentarán una mayor carga de trabajo, por la razón recién anotada. Por eso, me parece razonable que se establezca que los Senadores que las integran queden eximidos de participar en otras. Pero, en todo caso, ello debe decidirse de acuerdo con el resultado de los hechos.
Algo similar ocurre con el Presidente del Senado . No cabe duda de que, por la majestad del cargo o por sus actividades, no puede estar sujeto al tratamiento normal de sus pares. No es que sea un Senador de mayor importancia, sino que su función posee una relevancia institucional que sobrepasa o excede la de los demás. Pero no podría tener tal investidura sin ser Senador. Y ahí está el sentido que nos iguala.
En consecuencia, señor Presidente , soy partidario de aprobar en general el proyecto, que me parece bueno, y de abrir un plazo para las indicaciones. Ahí veremos cómo nos vamos adecuando a esta nueva realidad. Ojalá que fuera distinta en un lapso breve y que, en lo posible, el número de Senadores correspondiera a las necesidades institucionales actuales del país y no a lo que a veces políticamente resulta.
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