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El señor ROMERO ( Presidente ).-
Corresponde ocuparse en el proyecto de ley, en segundo trámite constitucional, que permite adquirir sin receta médica lentes contra la presbicia, con informe de la Comisión de Salud.
2903-11 y 3310-11 refundidos
Ver informativo Nº 84 (12.4.2005)
--Los antecedentes sobre el proyecto (2903-11 y 3310-11 refundidos) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 13ª, en 19 de noviembre de 2003.
Informe de Comisión:
Salud, sesión 42ª, en 6 de abril de 2005.
El señor ROMERO (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor HOFFMANN ( Secretario ).-
El objetivo principal de la iniciativa es autorizar la fabricación, venta y entrega gratuita de lentes contra la presbicia sin el requisito de presentación de receta médica en los establecimientos de salud, ópticas, farmacias y otros registrados por la autoridad sanitaria.
La Comisión de Salud discutió en general y particular el proyecto, por ser de artículo único, y lo aprobó en general por cuatro votos a favor (Senadores señora Matthei y señores Boeninger, Espìna y Viera-Gallo) y uno en contra (Honorable señor Ruiz-Esquide).
En cuanto a la discusión en particular, sustituyó el artículo único despachado por la Honorable Cámara de Diputados, aprobando sólo por mayoría de votos la idea de señalar algunas características básicas que deben reunir los lentes y su adquisición en establecimientos de salud, ópticas, farmacias y otros que estén registrados ante la autoridad sanitaria, y la de que se advierta sobre la conveniencia de una evaluación oftalmológica.
La Comisión de Salud propone al señor Presidente que la iniciativa, cuyo texto se contiene en el informe, sea discutida en general y particular a la vez, conforme a lo dispuesto en el artículo 127 del Reglamento.
El señor ROMERO (Presidente).-
En discusión general y particular el proyecto.
Ofrezco la palabra.
Tiene la palabra la Honorable señora Matthei. Luego, los Senadores señores Fernández y Larraín.
La señora MATTHEI.-
Voy a intervenir después, señor Presidente .
El señor ROMERO (Presidente).-
En ese caso, tiene la palabra el Honorable señor Fernández.
El señor FERNÁNDEZ.-
Señor Presidente , comparto la idea general de la iniciativa en cuanto a apoyar a las personas que tienen necesidades oftalmológicas pero no están en situación de afrontar el costo de satisfacerlas.
Sin embargo, he tomado contacto con especialistas de mucha categoría que hacen presente la imposibilidad de, en el caso que nos ocupa, eludir la realización del examen pertinente, porque a través de él pueden detectarse males muy graves que afectan a la vista.
Prescindir de ese examen significa que diversas enfermedades, como el glaucoma y alteraciones provocadas por la diabetes, no sean detectadas y atacadas oportunamente. Y un porcentaje no menor de personas que padecen dolencias de tal tipo ignoran su existencia debido a la carencia de las evaluaciones de rigor. En el caso del glaucoma, por ejemplo, puede no saberse de su presencia al no existir síntomas externos o de otra naturaleza.
Por lo tanto, la idea contenida en el proyecto, que me parece digna de consideración, debe ser complementada con la obligación de realizar los exámenes respectivos y con la asignación de recursos para tal efecto, a fin de permitir la detección de enfermedades como las señaladas y otras, que son gravísimas. El glaucoma, por ejemplo, puede llevar en definitiva a la ceguera.
La entrega de lentes contra la presbicia, señor Presidente, no puede significar que esas dolencias tan delicadas no sean descubiertas nunca.
No concurriré a la aprobación del proyecto, porque, si bien puede favorecer a un grupo importante, existe un porcentaje no menor de personas que podrían estar padeciendo los graves males que he señalado.
Anuncio mi voto negativo.
El señor ROMERO (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Larraín.
El señor LARRAÍN.-
Señor Presidente , este proyecto de ley viene a llenar un vacío social en extremo relevante.
Como se sabe, la presbicia, más que una enfermedad a la vista, es una condición fisiológica que surge como consecuencia del transcurso de los años.
A partir de los 40, personas como Su Señoría y todos los aquí presentes -puesto que para ser Senador se requiere haber cumplido el requisito de edad: tener 40 años el día de la elección- empiezan a sufrir los efectos del paso del tiempo. Y ese solo hecho motiva que el ojo pierda la capacidad de enfocar los objetos que se encuentran a escasa distancia -es decir, a corta vista-, generando en el individuo una limitación extraordinariamente grande.
Corregir tal defecto, sin embargo, es muy fácil y sencillo. Y la experiencia internacional demuestra que los lentes que corrigen la presbicia están al alcance de la mano en cualquier país. En los supermercados, en los quioscos, en la calle, en todo lugar a lo largo del mundo se pueden adquirir los lentes que corrigen esa limitación, que -como expresé- no es una enfermedad, sino simplemente -al igual que las canas...
El señor CHADWICK .-
O la calvicie.
El señor LARRAÍN.-
...o la calvicie de algunos de los ilustres Senadores que nos acompañan- una señal de que el tiempo no pasa en vano.
Pero eso está teniendo en Chile una consecuencia social, porque las restricciones existentes hasta ahora, en cuanto a que únicamente las ópticas pueden vender lentes contra la presbicia y siempre que medie receta médica, generan que sólo algunas personas solucionen su problema, en circunstancias de que a nivel mundial la situación se ha resuelto por completo, máxime si se ha acreditado que, como no se trata de una enfermedad, aquéllos no provocan lesiones secundarias. Es decir, los lentes tienen efecto de lupa, aumentan la visión en grados diferentes -ello depende de la intensidad de la presbicia y de la edad de cada persona-, con lo cual se facilita la lectura o la visión de cerca sin dañar los ojos, según lo acreditan médicos expertos en la materia. Aparte dolores de cabeza o tensiones visuales, no hay efectos secundarios graves.
En consecuencia, facilitar el acceso a ese tipo de lentes tiene un objetivo social muy importante.
Ciertamente, cuando se trata de enfermedades a la vista, son los médicos oftalmólogos quienes deben extender las recetas del caso.
Por lo demás, los lentes no pueden ser vendidos en forma masiva, porque dichas afecciones dependen de situaciones individuales específicas. Muchas veces, no sólo afectan de distinta manera a una persona respecto de otra, sino también a un ojo con relación al otro en un mismo individuo. En consecuencia, resulta perfectamente posible que dos personas con una dolencia similar necesiten tratamientos, operaciones o lentes por completo diferentes.
No podemos, entonces, asimilar aquellas enfermedades a otras en que ciertamente debe seguirse el camino tradicional de la medicina y de las ópticas. En todo caso, no son las que se intenta corregir mediante esta iniciativa.
En lo personal, desde hace muchos años he estado atendiendo las demandas de la gente sobre la materia. Por ejemplo, durante diversos talleres que realizamos advertimos que señoras que trabajaban en ellos no podían realizar sus labores manuales debido a que carecían de lentes contra la presbicia (así descubrimos que el acceso a ellos está vedado para ciertos sectores sociales, particularmente del ámbito rural). Y el tenerlos y corregir tal anomalía constituyó para muchas una experiencia notable, porque fue como recuperar la vista, algo que creían imposible, por tratarse, según ellas, de un mal incorporado de modo irreversible en su condición personal.
Así hemos logrado ayudar a mucha gente. Y, a lo largo del país, diversos parlamentarios y otras personas están colaborando a cerrar una brecha que al final sólo se justifica por razones, o culturales (debido al desconocimiento de cómo se accede a la solución), o sociales (de carácter económico).
En consecuencia, me parece necesario aprobar esta iniciativa. Los fundamentos -como ya señalé- son que no se trata de una enfermedad, sino de un deterioro generado por la edad; que el problema se ha resuelto internacionalmente, y que la medida no provoca problemas médicos.
Además, la oftalmología en Chile, atendido el reducido número de especialistas -por ejemplo, en mi Región toma meses acceder a un médico de esa área-, debería estar reservada para quienes padecen enfermedades de la vista.
El alto costo de los lentes constituye un elemento adicional. Además, su uso no provoca consecuencias secundarias, y en el extranjero es de común ocurrencia adquirirlos en aeropuertos, supermercados y, por cierto, ópticas sin que se exija receta médica (estoy seguro de que los señores Senadores que han viajado al exterior han podido hacerlo).
Todo lo anterior, señor Presidente, deja en claro la absoluta conveniencia de aprobar esta iniciativa, para cerrar en Chile la referida brecha social, que -repito- perjudica a quienes poseen menos recursos y acceden en menor medida a los diversos niveles culturales.
He dicho.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
¡Espero que ningún señor Senador tome como personales las acotaciones de Su Señoría...!
Tiene la palabra el Honorable señor Silva.
El señor SILVA .-
Señor Presidente , comparto plenamente el razonamiento del Senador que me precedió en el uso de la palabra. En consecuencia, también voy a aprobar el proyecto.
Creo entender, sí, que la observación del Honorable señor Fernández puede ser conciliable con lo que se está planteando aquí. Aun cuando concluye señalando su rechazo a la idea de legislar, Su Señoría echa de menos una especie de información oftalmológica general que de alguna manera establezca un examen como requisito habitual, esencial.
En el fondo, observamos que en nuestro sistema médico hay una fuerte omisión tanto en esta materia como en otras que se echan de menos y que están siendo objeto de planteamientos que justifican la necesidad de una enmienda que, curiosamente, hasta el momento no ha sido tratada en todos los planes relacionados con la reforma del sistema de salud.
Sin embargo, pienso que eso no llega al punto de desconocer el indiscutible contenido social del proyecto, que -como muy bien planteó el Senador señor Larraín - justifica en términos plenos una iniciativa de esta índole.
Por lo tanto, anuncio que aprobaré la iniciativa, sin perjuicio de dejar constancia de que considero muy atendible la observación del Senador señor Fernández en cuanto a que hace falta que los sistemas de exámenes oftalmológicos en Chile se completen para que esto, que debe ser de ordinaria ocurrencia, se cumpla por la autoridad.
He dicho.
El señor ROMERO (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Coloma.
El señor ÁVILA.-
Señor Presidente , ¿me permite?
El señor ROMERO (Presidente).-
Sí.
El señor ÁVILA.-
Señor Presidente , le ruego solicitar el asentimiento del Senado para que la Comisión de Pesca funcione paralelamente con la Sala.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Quedan trece minutos para el término del Orden del Día, señor Senador. Pero si la Sala accede a su petición, no veo ningún problema.
El señor LARRAÍN.-
No queremos privarnos de tan augusta persona.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Se le pide encarecidamente que nos siga acompañando, Su Señoría, aunque sea por trece minutos.
El señor ÁVILA.-
Me temo que no voy poder satisfacerlo, señor Presidente .
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Se lo pedimos encarecidamente, señor Senador. De lo contrario, no habría ningún incentivo para seguir debatiendo...
El señor LARRAÍN.-
Si Su Señoría tiene ganas de seguir trabajando, dejémoslo.
El señor ROMERO (Presidente).-
Corresponde el uso de la palabra al Honorable señor Coloma, quien no está en la Sala.
Tiene la palabra la Senadora señora Matthei.
La señora MATTHEI.-
Señor Presidente , en la Comisión de Salud escuchamos a representantes de la Sociedad Chilena de Oftalmología, quienes plantearon que, dentro de lo posible, no se vendan lentes contra la presbicia sin un examen previo. Y nos mostraron una serie de estadísticas donde se indica que las personas, a medida que avanzan en edad, tienen alguna probabilidad de padecer enfermedades como, básicamente, cáncer y glaucoma, que hacen perder visión hasta, en último término, provocar ceguera.
Yo diría que todos coincidimos en que, ojalá, a partir de cierta edad exista un examen oftalmológico regular; eso sería ideal en nuestro país y en cualquier otro. El problema estriba en que, en mi Región, el tiempo de espera para conseguir hora con un oftalmólogo es de más o menos dos años y medio. Ésa es la verdad. Y si una persona, por su edad, no tiene un músculo ocular capaz de enfocar bien y necesita lentes porque de lo contrario no puede leer, ni enhebrar una aguja, ni, en definitiva, llevar a cabo su vida cotidiana, me parece un poco absurdo hacerla aguardar más de dos años, hasta que se realice un examen oftalmológico, para realizar esas simples tareas.
Debo señalar que, por lo demás, en la gran mayoría -80, 85, 90 por ciento de los casos- no sufre de alguna enfermedad en los ojos. Ninguna. Se trata simplemente de menor capacidad para enfocar, producto de la edad.
Y lo más importante, señor Presidente , es que ponerse o no lentes contra la presbicia carece de consecuencia sobre el curso de una enfermedad, si es que se padece alguna. Para nada: son más inocuos que una aspirina. Si siguiésemos el razonamiento de los señores oftalmólogos, deberíamos prohibir también el consumo de aspirina cuando duela la cabeza, porque podría ser consecuencia de un cáncer al cerebro. Sin embargo, tal síntoma, por lo general, no se debe a esta enfermedad, sino sencillamente a la tensión, al exceso de luz, al cansancio, etcétera. Una aspirina, entonces, basta para arreglar la vida.
Por lo tanto, señor Presidente, estando de acuerdo en que lo deseable es hacerse un examen a la vista, sobre todo a partir de cierta edad, la verdad es que nuestra realidad no da para ello.
El lente contra la presbicia es lo mismo que la lupa, que puede comprarse en cualquier librería o ferretería. Usar uno u otra produce exactamente el mismo efecto. Lo único diferente es que resulta más incómodo enhebrar una aguja con una lupa en la mano.
Hay que terminar con el mito de que esta facilidad puede agravar la situación, porque no la agrava en absoluto.
Desgraciadamente, desde hace mucho tiempo tenemos dificultades con la oftalmología. Yo recuerdo que cuando era Diputada ya se presentaban: anualmente sólo había dos cupos para ese campo de la medicina. O sea, el acceso a esa especialidad estaba sumamente restringido en Chile. Tan grave era la situación, que los Diputados pedimos al Ministerio de Salud que enviara a España a un grupo de veinte a treinta alumnos de medicina para adquirir especialización oftalmológica, porque la falta de profesionales de tal índole era gravísima y sigue siéndolo. Éstos le echan la culpa al Ministerio; el Ministerio, a las universidades; las universidades, a los oftalmólogos. Al final, yo no sé quién tiene la culpa. Pero el punto es que el número de oftalmólogos continúa siendo irracionalmente bajo en nuestro país.
También es cierto que mucha gente opina -en forma errada o injusta, o bien, justa- que de alguna manera se ha protegido el bolsillo de ciertas especialidades médicas cuidando que haya pocos que las ejerzan. Ésa es la verdad.
Quisiera señalar, señor Presidente , que, a propósito de este proyecto de ley y de otro en estudio, he conocido más de cerca la carrera de tecnología médica. Ésta se imparte exclusivamente en universidades; dura cuatro o cinco años, y prepara profesionales con formación científica muy potente. Lo que yo no sabía era que una de las cuatro especialidades de los tecnólogos médicos es justamente oftalmología. O sea, con equipos no muy caros ni muy sofisticados, se hallan en condiciones de practicar screening para detectar algunas patologías de los ojos.
Por ello, creo que es hora de romper el monopolio de los oftalmólogos y permitir a los tecnólogos médicos hacer ese tipo de exámenes. A quienes no presenten síntomas de alguna enfermedad, pueden recetarles los lentes respectivos; y los demás, derivarlos al oftalmólogo.
Mientras los pocos oftalmólogos de Chile estén preocupados de autorizar el uso de lentes contra la presbicia, no podrán dedicarse a tratar las afecciones realmente graves.
En obstetricia, por ejemplo, las matronas y enfermeras matronas, si las cosas van bien, pueden hacer gran parte del trabajo; si se presentan complicaciones o se deben practicar ciertos exámenes, interviene el médico. Lo mismo podría suceder en el caso de la oftalmología: los tecnólogos médicos con especialización en esta área podrían llevar a cabo gran parte de las evaluaciones y controles, alivianando así la tarea de los oftalmólogos y disminuyendo el número de pacientes que esperan ser atendidos.
Ése sería un uso racional de los recursos humanos en el sistema de salud.
Sin embargo, señor Presidente , se ha ejercido oposición para la venta de lentes contra la presbicia sin receta médica; oposición muy fuerte para que los tecnólogos médicos actúen en el campo de la oftalmología, y oposición cerrada para crear otras carreras, como la de optometrista, cuyos profesionales ejercen, por ejemplo, en Estados Unidos.
Aquí se ha pretendido que cualquier enfermedad a los ojos sea tratada necesariamente por los médicos especialistas. Pero ello no se ajusta a un buen uso de los recursos humanos. No se actúa así ni en Estados Unidos ni tampoco en Chile en otros campos de la medicina.
Señor Presidente , el proyecto es absolutamente razonable. Se trata de lentes que no son más que lupas con marco y no agravan ninguna enfermedad. Es posible que la necesidad de usarlos disfrace una patología. Pero lo mismo sucede si se toman remedios para aliviar el dolor de cabeza cuando se padece de cáncer.
Y esto puede ocurrir en muchos ámbitos de la salud. Según la posición de los oftalmólogos, sin antes consultar a un traumatólogo no sería factible comprar un bastón cuando duelen las rodillas.
Si se razona al límite, se cae en el absurdo.
Propongo aprobar la iniciativa y legislar pronto para ampliar el campo de competencia de los tecnólogos médicos con especialidad en oftalmología, habilitándolos para hacer screening a todas las personas a partir de cierta edad. Y si se detectan síntomas que impliquen un problema mayor, se las deriva a oftalmólogos. De ese modo, éstos se abocarían sólo a los casos donde realmente se requieren médicos especialistas, quienes ya no destinarían su escaso y precioso tiempo a recetar lentes contra la presbicia, los que, en cualquier otro país -como decía el Senador señor Larraín -, se pueden comprar en supermercados y aeropuertos.
Conforme a lo recién expuesto, pido que se vote en forma separada la parte final del primer inciso del artículo 128 bis, que empieza diciendo: "Autorízase la fabricación, venta y entrega, sin receta médica, de lentes con fuerza dióptrica sólo esférica e igual en ambos ojos, sin rectificación de astigmatismo, destinados a corregir problemas de presbicia en personas mayores de cuarenta años". Sugiero que el inciso termine aquí y que se elimine la frase final, relativa a que los anteojos para présbitas se vendan únicamente en establecimientos de salud, ópticas, farmacias y otros registrados ante la autoridad sanitaria. En Estados Unidos se pueden comprar en aeropuertos y supermercados. Y si hoy día la gente los está adquiriendo incluso en las ferias, yo prefiero que se expendan en aquellos lugares, donde por lo menos la seriedad es mayor que la de un vendedor de cuneta.
Por lo tanto, solicito formalmente que se vote aparte la frase final que individualicé.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Señora Senadora y señores Senadores , se nos presenta la siguiente dificultad: hay cinco oradores inscritos y quedan exactamente seis minutos para el término del Orden del Día. Por lo tanto, sugiero aprobar el proyecto en general, dejando pendiente el debate particular, porque, de acuerdo con la propuesta de la Senadora señora Matthei , tendríamos que abrir plazo para presentar indicaciones.
La señora MATTHEI.-
Votemos en general el proyecto, señor Presidente.
El señor ROMERO (Presidente).-
Claro. Nos pronunciamos sobre la idea de legislar y dejamos pendiente la votación particular.
¿Habría acuerdo para proceder de esa manera?
El señor RUIZ-ESQUIDE.-
No, señor Presidente.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Hay oposición.
Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz-Esquide.
El señor COLOMA.-
Yo la había pedido antes.
El señor ROMERO (Presidente).-
No se encontraba en la Sala cuando se la ofrecí.
El señor ESPINA .-
Yo también la solicité.
El señor ROMERO (Presidente).-
Ya están inscritos.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente , deseo hacer una observación.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
El Honorable señor Larraín le está pidiendo una interrupción.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Discúlpeme, señor Senador.
Quiero plantear una proposición distinta que podría facilitar el acuerdo.
Como hay cinco inscritos,...
El señor ROMERO (Presidente).-
Así es.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
...obviamente en cuatro minutos no concluiremos el debate. Y no me parece lógico -es el problema de siempre- que los primeros hablen durante diez o quince minutos y los últimos, para apretar la conclusión, lo hagamos en dos o tres.
En mi opinión, lo más razonable es dejar pendiente el proyecto para mañana y punto.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Señor Senador , la sesión de mañana la ocuparemos en el proyecto de Ley de Rentas Municipales II, cuyo despacho, por tener urgencia calificada de "suma", se antepone al de cualquier otra iniciativa.
La Mesa propone una cosa diferente: extender la hora de término del Orden del Día para que funden el voto los inscritos.
El señor RUIZ-ESQUIDE.-
No, señor Presidente.
No hay acuerdo.
Entiendo el Reglamento, pero ésta es una de sus disposiciones que tendremos que modificar. Siempre al final del Orden del Día se aprieta la discusión de tal manera que no se puede hablar.
Yo voy a votar en contra del proyecto y, por lo menos, quiero disponer de tiempo suficiente para fundamentar mi decisión.
El señor LARRAÍN .-
¿Señor Presidente , me permite plantear una cuestión de orden?
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Cómo no.
El señor LARRAÍN .-
Señor Presidente , sugiero prorrogar el Orden del Día de manera que los cinco Senadores inscritos puedan intervenir. Luego, votamos la iniciativa.
El señor ROMERO ( Presidente ).-
Hay una propuesta del Honorable señor Larraín .
El señor CANTERO .-
Durante cinco minutos.
El señor LARRAÍN.-
Por el tiempo que sea.
Unos podrán hablar menos que otros.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
¿Cuál es la proposición?
El señor ROMERO (Presidente).-
Se trata de ampliar el plazo de término del Orden del Día, a fin de que los inscritos hagan uso de la palabra conforme al tiempo normal que les corresponde.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Muy bien. Yo no tengo problemas.
El señor ROMERO (Presidente).-
Si le parece a la Sala, procederemos en los términos sugeridos.
Acordado.
Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz-Esquide.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente , votaré en contra del proyecto que nos ocupa porque, a mi juicio, resulta inadecuado para la salud ocular de las personas. La argumentación básica alude a la carencia de atención oftalmológica, la cual, de acuerdo con las normas del Código Sanitario, debe corresponder a facultativos especialistas en esta área de la medicina.
Se propone que, en condiciones específicas y en determinado momento de la vida, cierto tipo de lentes puedan ser vendidos por distintas personas e instancias de la sociedad chilena; esto es, en la cuneta, en el supermercado, en el gasómetro, en cualquier parte.
Y lo que se está haciendo es, lisa y llanamente -perdónenme la forma en que lo voy a expresar-, aplicar la teoría de la venta del sofá para resolver un tema: como no tenemos oftalmólogos, entonces que cualquiera expenda estos lentes. Sin embargo, cuando se agrega una norma que restringe la referida venta a determinados establecimientos cercanos a la práctica médica, también se la quiere suprimir, a pesar de que en la Comisión -así lo da cuenta su informe- hubo unanimidad para incorporar esta materia.
Por mi parte, propuse algo mínimo: que, antes de la entrega de estos lentes, se practicara, al menos, una evaluación oftalmológica, lo que fue rechazado.
¿Cuál es el tema de fondo entonces? ¿Es factible la venta de este tipo de anteojos en estas condiciones? ¿Hay seguridad de que detrás de la presbicia no se desarrolla alguna enfermedad, que no será descubierta ni en la cuneta ni en la venta libre que se propone? Ninguna, absolutamente ninguna.
Se podrá decir que lo propuesto es mínimo. Conforme. Pero bastaría un caso en un millón para entender que estamos exponiendo a la ceguera a personas con el objeto de resolver un problema sin los cuidados propios en materia de salud.
En Chile, señor Presidente , se acaba de terminar el estudio de una larga lista de proposiciones que apuntan a reformar la salud en el sentido de permitir que todos accedan a ella en iguales condiciones. Por lo tanto, la racionalidad de las cosas en un país como el nuestro -sobre todo con las reformas que pretendemos introducir- indica que, primero, debemos abordar el fondo de la cuestión y, después, abocarnos a las situaciones aleatorias.
En definitiva, soy partidario de rechazar el proyecto. Creo que no tiene seriedad. La argumentación de que esto se hace en países desarrollados -en Estados Unidos y en no sé en qué otros- y también en los muy pobres, como en África, no me parece suficiente, porque en éstos no hay posibilidad alguna de mejorar su situación y porque en aquéllos las personas, que tienen otro nivel de vida y de preocupación por su salud ocular, habitualmente se someten a controles oftalmológicos. Son situaciones no comparables.
Lo que lógicamente corresponde es buscar fórmulas para superar el problema de fondo. Y se han propuesto algunas a la luz de lo que ahora estamos haciendo en materia de salud.
La primera -y aquí se han hecho otras sugerencias, como la de la señora Senadora que me precedió en el uso de la palabra, y que yo comparto-, surge de la pregunta, no resuelta, sobre si es suficiente o no la cantidad de oftalmólogos. Algunos la estiman suficiente, pero con mala distribución. Otros hacen presente la necesidad de aumentarla porque faltan. Por lo tanto, lo prioritario es analizar seriamente si el número de estos médicos especialistas es razonable. Para el Gobierno -así lo ha sostenido mediante el Ministerio de Salud-, no existe tal carencia.
Segundo: permitir actuar a otros profesionales, como los tecnólogos médicos y optometristas, en determinadas prácticas oftalmológicas -como indicó la señora Senadora Matthei - representa un paso sustancial, por cuanto se diferencia de lo que propone la moción, que autoriza la venta de este tipo de lentes en cualquier lugar, a cualquier precio y en cualquier condición.
Tercero. Entre las fórmulas consideradas en la reforma de salud se encuentra la que privilegia la atención primaria. Por lo tanto, es perfectamente lógico y permisible plantear la exigencia de una adecuada distribución de oftalmólogos y de tecnólogos médicos, lo que obviamente requiere hacer esfuerzos por contar con más recursos. Me parece que este aspecto también debería ser considerado.
En resumen, señor Presidente , para no alargar el debate y lograr cierta atención sobre el punto, solicito a la Sala no votar la iniciativa y recoger las propuestas aquí formuladas. Se ha dicho que deberá volver a Comisión. ¿Por qué no desechamos en definitiva la idea de legislar, que, insisto, es una lamentable manera de aplicar el criterio de don Otto, quien, por no tener una solución de fondo, vende el sofá?
Hagamos un proyecto que considere, seriamente, todos los elementos señalados.
Alguien sostuvo aquí que estamos frente a una especie de privilegio inadecuado de los oftalmólogos. Ese es un juicio de valor respecto de un grupo determinado de profesionales. Yo no soy oftalmólogo y no estoy en esta Sala como defensor corporativo de los médicos. Pero, sí, vuelvo a manifestar que lamento que se planteen proyectos de este tipo, que terminan siendo de un populismo extraordinario y ponen en riesgo la salud de las personas.
Es correcta la argumentación -no lo niego- en orden a que con este criterio no sería posible realizar ninguna acción médica espontánea porque se podría oscurecer el diagnóstico; pero es bastante distinto tomar una aspirina, como aquí se ha señalado -la sintomatología puede llevar de inmediato, o en forma relativamente rápida, a control en un consultorio-, de lo que se establece en el proyecto.
El inciso final del artículo que se propone agregar me parece impropio de una ley. Expresa: "La venta o entrega de dichos lentes deberá acompañarse de una advertencia sobre la conveniencia de una evaluación oftalmológica que permita prevenir riesgos para la salud ocular.". ¡Esto es una tomada de pelo, inadmisible en una ley! Le quita seriedad.
El Senado no puede aprobar una cosa como ésa, donde se dice: "Mire, compre lo que quiera, pero tenga cuidado porque le puede producir una gravísima enfermedad.".
Resolvamos el problema; hagamos las cosas bien, como corresponde a un país civilizado, con una reforma de la salud, con 5 mil dólares per cápita, con una distribución del ingreso inadecuada aunque mejorando en el fondo. No debemos dictar una ley que exponga a los pacientes a un eventual daño por el simple hecho de no haber sido atendidos. Se les pide que se preocupen porque les podrían pasar cosas tales como quedar ciegos. Y por ello se pone en la norma.
Señor Presidente, eso no es serio.
Honestamente, a mí no me gusta demeritar las propuestas de nadie, ni despreciar las opiniones ajenas, pero creo que esto sobrepasa el límite de falta de seriedad tolerable en un cuerpo legal.
Si existe la opción de que el proyecto vuelva a Comisión, aprovechémosla para intentar mejorarlo. Por de pronto, pediría que el inciso final del artículo 128 bis -que voté en contra- se elimine, por considerarlo inadecuado para una ley.
Mi propuesta de fondo es que nos reunamos con personeros del Ministerio de Salud para encontrar una solución concreta en un plazo de 2 a 3 años. No debemos legislar en materia de salud con esta liviandad, por mucho que sea algo que ocurre en Estados Unidos o que haya 10 personas que compran anteojos en la calle. ¡No! En salud, o se busca lo mejor o no estamos en condiciones de hacer bien las cosas.
Ahora, que los médicos oftalmólogos sean una casta especial, es probable y he reclamado sobre ello. Pero hay otras formas de resolver el problema.
Como no deseo gastar más tiempo, pido al Senado, no que rechace la iniciativa, para que nadie se moleste, sino postergar su tratamiento y reenviarla a Comisión, a fin de que allí trabajemos en conjunto una solución más razonable, más de fondo, más seria y sin esa advertencia, que nos expone, como se dice en el campo, a la risión del pueblo.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Respecto de la petición de Su Señoría, le hago presente que hasta el momento el acuerdo es escuchar a los Senadores inscritos y después votar en general el proyecto. Sin embargo, como todo acuerdo, es susceptible de ser modificado; pero ése es el que estaba vigente cuando pasé a dirigir la sesión y lo respetaré hasta que la Sala diga otra cosa.
Tiene la palabra el Honorable señor Espina.
El señor ESPINA.-
Señor Presidente, comparto plenamente lo expresado por la Senadora señora Matthei en tres aspectos.
Primero, en el impacto social que una iniciativa de esta naturaleza puede provocar. Al parecer, éste es el típico proyecto de ley donde se tiende a mirar más bien al Chile que tiene recursos, medios económicos, posibilidades de ir a un oftalmólogo a través de las isapres, que al Chile popular, que es aquel donde se presentan las dificultades con mucho mayor agudeza.
Como bien decía un Honorable colega que me antecedió en el uso de la palabra, la presbicia, más que una enfermedad, es un problema a la vista que surge sobre los 40 años de edad. Y la verdad es que actualmente el sistema público no está en condiciones de ofrecer una solución porque no cuenta con oftalmólogos para prestar esa atención, y éstos se oponen de modo terminante a que los tecnólogos médicos cumplan esa función. Además los hospitales del Estado no disponen de lentes adecuados.
Por lo tanto, esta normativa puede producir un impacto social gigantesco. Son cientos de miles las personas que viven en zonas rurales o en ciudades pequeñas a las cuales les cambia su calidad de vida cuando acceden a lentes apropiados, pues les permiten efectuar en sus hogares trabajos que hoy no pueden realizar, sobre todo las mujeres. ¡Les transforma la vida! Y cuando la entrega de anteojos se hace a través de instituciones como el Club de Leones o el Rotary, se cumple una labor social espectacular.
Lo que el proyecto hace es, simplemente, permitir algo que ocurre en países europeos y en Estados Unidos -tan rigurosos en lo relativo a normas de control de salud-, posibilitando que la gente modesta acceda sin obstáculos a los lentes que necesita.
Deseo agregar otro antecedente. Los representantes del Colegio Nacional de Ópticos apoyaron la iniciativa, y los de la Sociedad Chilena de Oftalmología no se opusieron a ella. Sí, como se señala textualmente en el informe, "aconsejaron definir en el Código las siguientes características del lente: esférico, positivo, de igual fuerza dióptrica y entre 1 y 3 dioptrías de aumento. Recomendaron que los fabricantes de dichos lentes estén acreditados ante el Instituto de Salud Pública y que los lentes se entreguen con una advertencia sanitaria en el sentido de que el examen médico permite detectar a tiempo otras dolencias.".
El segundo tema dice relación a las advertencias. No comparto en nada la opinión del Senador señor Ruiz-Esquide . Desde luego, tratándose del tabaco -en la actualidad se estudia un proyecto sobre él- existe, y se va a mantener, un aviso expreso respecto del riesgo que significa consumirlo.
Por lo tanto, me parece absolutamente razonable que haya una advertencia en cuanto a la necesidad de practicarse controles de oftalmología para detectar otras enfermedades.
Y, en tercer lugar, me parece inconveniente la norma que establece la obligatoriedad de que ese tipo de lentes se entregue o venda en establecimientos de salud o en ópticas y farmacias. ¡Eso implica no vivir en el Chile popular, en el Chile real! ¡Díganme Sus Señorías dónde hay una óptica o una farmacia en el campo! Y los servicios de salud no cuentan con ese producto.
¿Cómo obtiene los anteojos la gente ahora? Los centros de madres o las juntas de vecinos se organizan y realizan distintos eventos para conseguir dinero; con él compran los lentes y luego los distribuyen entre las personas que padecen el problema. ¿Vamos a pedir a éstas que vayan a adquirirlos a una farmacia o a una óptica? Desde ese punto de vista, la parte final del inciso primero del artículo 128 bis propuesto por la Comisión no tiene sentido.
En resumen, soy partidario de aprobar la idea de legislar y de abrir plazo para la presentación de indicaciones, de manera que la iniciativa pueda convertirse en ley lo antes posible y, de este modo, ayudar a mucha gente modesta a cambiar su calidad de vida permitiéndole ejecutar quehaceres diarios que hoy, lamentablemente, no puede efectuar.
Anuncio mi voto favorable.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Solicito autorización de la Sala para abrir la votación.
La señora MATTHEI .-
Señor Presidente , yo pedí votar en forma separada la última parte del inciso primero.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Eso se verá después, en la discusión particular, señora Senadora .
La señora MATTHEI.-
Se dijo que el proyecto iba a quedar despachado esta tarde.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
No. Se acordó votar en general hoy día y abrir un plazo para formular indicaciones.
La señora MATTHEI.-
Conforme.
El señor GAZMURI (Vicepresidente).-
Entonces, se abrirá la votación, comenzando con los oradores inscritos que no han intervenido.
En votación nominal.
--(Durante la votación).
El señor GAZMURI (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Cantero.
El señor CANTERO.-
Señor Presidente, en realidad la mayor parte de los argumentos ya se ha entregado.
Es evidente que hay escasez de atención oftalmológica en el ámbito público, pero esta situación no tiene que ver con la disponibilidad de esos especialistas en el país.
Un señor Senador que me antecedió en el uso de la palabra se refirió al número o inventario de oftalmólogos en Chile. En realidad, esa información no es preponderante. Lo importante es si se presta o no atención oportuna en esa especialidad en el ámbito público. Y lo concreto es que en éste no existe una respuesta adecuada, ni servicios de oftalmología eficientes. En consecuencia, allí radica el problema.
Estamos hablando de la presbicia, dificultad a la vista que surge con el envejecimiento de las personas. Esto cobra particular relevancia cuando se observa que se está invirtiendo la pirámide poblacional del país; es decir, cada día hay más gente de la tercera edad. Por lo tanto, esta situación se agudiza y ejercerá una fuerte presión, aún mayor que la actual, en el sistema de salud pública.
Me referiré a otro elemento que considero interesante. Resulta positivo que se posibilite la fabricación de lentes de esas características, o sea, con igual fuerza dióptrica en ambos ojos y entre 1 y 3 dioptrías de aumento. ¿Por qué? Porque hay una interpretación restrictiva del artículo 128 del Código Sanitario que limita, no sólo la venta, sino también la fabricación de esos lentes, requiriendo para ello receta médica, lo que parece del todo inconveniente.
A mi juicio, el proyecto resuelve el problema, particularmente del segmento socioeconómico más pobre, el cual tendrá una solución al menos paliativa mientras se concreta lo que esperamos y que señaló un señor Senador: que el sector de la salud pública responda, al menos con un mínimo de eficiencia, oportunidad y respeto a la dignidad de las personas, a los requerimientos de salud óptica de la población. Nada de eso existe hoy día.
Por lo tanto, voto entusiastamente a favor de la iniciativa.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Viera-Gallo.
El señor VIERA-GALLO.-
Señor Presidente, los argumentos se repiten, pero el proyecto es bastante simple.
Muchos de nosotros compramos ese tipo de lentes en el aeropuerto, en la Óptica Rotter y Krauss o en Valparaíso, donde son más baratos. Y no sé si se venden en la calle, como alguien acota.
Dicen que está prohibido, pero lo podemos hacer. A la gente pobre no le es posible adquirirlos. Ésa es la verdad: hay discriminación social.
Es una lástima que no escuche esto mi gran amigo el Senador señor Ruiz-Esquide . Los inspectores deberían requisar todos los lentes ópticos que se venden sin receta. La realidad supera a la ley. En cambio, la gente pobre debe esperar una consulta oftalmológica, la cual, como aquí se ha indicado, puede demorar meses, si no años.
¿A qué lleva todo eso? A cosas como la siguiente.
Días atrás recibí una oferta que decía: "Para su próxima campaña parlamentaria. Si usted regala lentes, el par vale equis pesos". Evidentemente, esto constituye una distorsión total de la situación.
Lo que se pretende con la iniciativa es muy sencillo: que todos los chilenos que sufren presbicia -mal corriente con el paso de los años- puedan comprar sus anteojos o que los servicios de salud se los entreguen gratuitamente sin necesidad de consultar a un oftalmólogo. Es cierto que se corre un riesgo; pero hoy ocurre lo mismo porque la gente modesta no recurre a esos especialistas. Y, además de no tener acceso a ellos, las mujeres de la tercera edad se encuentran en la imposibilidad de coser, cocinar, bordar; y los hombres, de jugar, leer, en fin. Entonces, el castigo es doble: no los examina el oftalmólogo y no pueden desarrollar una vida normal.
El raciocinio del Senador señor Ruiz-Esquide en ese sentido sería perfecto si tales profesionales atendieran a esas personas. Pero como no es así, proponemos que al menos no se las castigue con una inhabilidad fácil de resolver comprando lentes.
Asimismo, no me parece que se denigre la ley por el hecho de advertir a la gente que antes de comprar anteojos debe consultar a un especialista. Si puede ir, que lo haga. Pero no es tan simple. Para quienes tenemos dinero sí lo es porque este hecho nos permite reservar una hora. Sin embargo, el que no lo posee, ¿qué hace?, ¿cuánto deberá esperar para que lo atiendan?
Por consiguiente, lo que ha planteado la Senadora señora Matthei representa una línea de solución: que el optometrista -que podría ser un tecnólogo médico- realice el primer examen al afectado, para determinar si sólo se trata de presbicia o tiene algún otro problema. Pero hasta ahora eso es imposible, por una serie de circunstancias que prefiero no entrar a detallar.
Es verdad que la Sociedad Chilena de Oftalmología ha implementado dos planes piloto: uno en Santiago y otro en Concepción. Sin embargo, como su nombre lo indica, son "planes piloto". Me parece que el de Concepción opera en dos consultorios. Pero, ¿qué pasa en Chiguayante, en Talcahuano, en Coronel, etcétera?
A mi juicio, el proyecto se enmarca perfectamente dentro de la realidad social de Chile. Además, debemos promover que los oftalmólogos se abran a que haya más cupos; que el FONASA y los servicios de salud permitan contratar mayor número de esos profesionales, y, sobre todo, que se dé cabida a que el optometrista pueda ser un tecnólogo médico, que puede cumplir una buena función.
Otra pregunta que aquí ha surgido es dónde se deberían vender los lentes. La Comisión agregó una frase que, si se lee bien, es bastante genérica. Al referirse a los establecimientos que vendan anteojos de este tipo se establece que deberán encontrarse "registrados ante la autoridad sanitaria.".
No es mucho pedir. Podría ser también un quiosco o un supermercado. El único requisito es que se registre ante la autoridad sanitaria.
La señora Senadora mencionada señaló que no es necesario ese registro. Bueno, ésta es una cosa tan opinable que uno puede pensar que sí o que no.
Por mi parte, estimo que el Senado debería aprobar el proyecto por inmensa mayoría, a fin de que todos los chilenos, por igual, tengan acceso a lo que hacemos los Senadores: comprar esos lentes sin receta del oftalmólogo.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Coloma.
El señor COLOMA.-
Señor Presidente , comparto plenamente lo dicho por el señor Senador que me antecedió en el uso de la palabra.
Reconozco que me sorprendió el giro que tomó el debate en las últimas intervenciones. Uno de los oradores sostuvo que el proyecto sobrepasaría la seriedad, que era demagógico, y sugirió postergarlo para hacer algo bueno. Y digo que me sorprendió porque no puedo estar más en desacuerdo con cada una de esas apreciaciones.
Ante todo, ésta es una iniciativa seria, real, que tiene que ver con un tema que interesa a la gente en una dimensión mucho más profunda de la que uno pueda imaginar.
Aquí no estamos hablando de determinados individuos que presentan algún problema a la vista, ni de miles, decenas de miles o cientos de miles, sino de millones de personas que, cumplida cierta edad, a la cual muchos hemos llegado, no tienen posibilidades económicas para resolver -y aquí viene el segundo problema- conforme a la actual institucionalidad su dificultad visual. Porque cuando se señala que la alternativa es someterse a un examen para la entrega de una receta, se habla de lentes que cuestan 30 mil, 40 mil o 50 mil pesos, versus otros que valen ochocientos, mil o mil doscientos y que facilitan la vida a innumerables compatriotas.
Señor Presidente , quiero aprovechar la oportunidad para transmitir la emoción que he sentido -tal vez como muchos otros- al entregar, aparentemente al margen de la ley, esa clase de lentes. A raíz de ello he vivido situaciones muy conmovedoras cuando, en la vía pública, algunas personas me declaran que han podido trabajar de nuevo gracias a ese simple instrumento que cuesta alrededor de mil pesos; o mamás que dicen haber vuelto a tejer, o papás que se han reencontrado con la lectura, lo cual les ha permitido conversar con sus hijos.
No puedo olvidar a una persona que, con lágrimas en los ojos, me decía que iba a poder volver a ser tesorero de su club deportivo -lo que más le gustaba en su vida-, labor a la que había renunciado por no ser capaz de ver los números.
Entonces, me cuesta imaginar un proyecto más importante que éste, pues abre la puerta a millones de personas para lograr una calidad de vida mejor, sin tener que desembolsar cantidades de dinero que, desde el punto de visa de su poder económico, actualmente son inabordables.
La ausencia de efectos secundarios no solamente se consigna en los libros, pues también se puede apreciar personalmente.
Muchas personas a las que en determinado momento les entregamos lentes todavía nos lo agradecen.
Y creo que tratar de vincular esto con la necesidad de más estudios y llevarse a cabo exámenes físicos -entiendo la buena disposición de tal sugerencia- implica, técnica y objetivamente, postergar una legislación que va a generar un tremendo beneficio social.
En una oportunidad, el servicio pertinente clausuró el lugar en que se hacía entrega de lentes. Se me dijo que eso era gravísimo. Ese mismo día, ante una fila muy grande de personas, se decidió poner en marcha un procedimiento especial para esa finalidad en el hospital respectivo. Se invitó a todos los que estaban esperando recibir el beneficio. Se entregaron veinte lentes y se acabó el programa. Y quedaron miles aguardando.
Entonces -lo digo con la mejor voluntad-, en mi opinión, si hay algo que los Parlamentarios podemos hacer para ayudar a mejorar la calidad de vida de muchas personas es aprobar sin demora un proyecto de esta naturaleza que, como Sus Señorías pueden apreciar, tiene además un grado de apoyo bastante transversal en su origen. Pienso que, de alguna manera, nos hace sentir más útiles el modificar una norma que técnicamente ha impedido que mucha gente pueda ver adecuadamente.
Por cierto, esto es mejorable, como todo tipo de iniciativas. Si en una sociedad es factible que todo el mundo acceda a exámenes físicos, oculares y de otra naturaleza, estaríamos en un país en desarrollo, con la posibilidad de rever una norma semejante, si así procediera; pero yo creo que no es así. Claramente, según lo explicado latamente, ésta es una legislación adecuada.
Por eso, pocas veces, a diferencia de lo que planteó un señor Senador, he tenido más esperanzas de que el proyecto se apruebe lo antes posible, porque estoy convencido de que va a generar un tremendo beneficio.
Voto entusiastamente a favor.
El señor GAZMURI (Vicepresidente).-
Tiene la palabra el Senador señor Sabag.
El señor SABAG.-
Señor Presidente , ¿qué es la presbicia? ¿Es una enfermedad?
La señora MATTHEI .-
¡No!
El señor SABAG.-
¡Justamente! ¡No es una enfermedad! Es una condición fisiológica que surge como consecuencia del proceso natural de envejecimiento, alrededor de los cuarenta años, y que consiste en la pérdida gradual de elasticidad del cristalino, lo que provoca una disminución de la capacidad del ojo para enfocar los objetos que se encuentran a poca distancia.
Eso es la presbicia; y afecta fundamentalmente a personas con más de 40 años de edad. Muchas veces los sectores campesinos y los más pobres de la población no pueden concurrir a un oculista, porque les cuesta conseguir hora y porque los lentes son muy caros. Es decir, se encuentran en condiciones absolutamente desventajosas.
Por eso, los programas realizados por algunos Parlamentarios, como el Senador señor Coloma, son muy beneficiosos. Lo bueno hay que apoyarlo y estimularlo, evidentemente.
Ahora bien, el fundamento de la proposición radica en el alto costo de los lentes. Todos sabemos lo estricto que es Estados Unidos en lo que respecta a la salud y a la entrada en vigencia de los medicamentos -¡cómo cuidan al ser humano en todos los aspectos!-; pero allá la venta de anteojos ópticos es libre; o sea, ellos, que están tan avanzados en esta materia, la permiten. Los países europeos, también. Ésa es la experiencia internacional.
En cuanto a los efectos secundarios, si por el uso de un lente inadecuado a una persona le pudiera sobrevenir una tremenda enfermedad, entendería las inquietudes; pero no es así.
Las eventuales consecuencias de lentes no recetados son prácticamente inexistentes. A lo más, se limitan a dolor de cabeza o a tensión visual, sin provocar problemas mayores. Tampoco se empeora la presbicia u otra dolencia.
Por eso, en mi opinión, se trata de una iniciativa práctica y de gran sentido social. De modo que, lógicamente, también la votaré a favor con mucho agrado. Ojalá la podamos despachar en esta oportunidad.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Continúa la votación por orden alfabético.
El señor HOFFMANN ( Secretario ).-
¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Terminada la votación.
El señor FERNÁNDEZ.-
Señor Presidente , quiero rectificar mi voto. Estoy pareado con el Honorable señor Ruiz De Giorgio , quien no se encuentra en la Sala.
El señor HOFFMANN ( Secretario ).-
Dicho señor Senador no votó.
El señor FERNÁNDEZ.-
Tengo un pareo permanente con él.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Nosotros lo autorizamos a votar.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Su Señoría tiene derecho a mantener el pareo.
--Se aprueba en general el proyecto (20 votos a favor, 1 en contra y un pareo).
Votaron por la afirmativa los señores Canessa, Cantero, Coloma, Cordero, Espina, Gazmuri, Horvath, Larraín, Matthei, Núñez, Orpis, Páez, Prokurica, Romero, Sabag, Silva, Stange, Valdés, Viera-Gallo, y Zurita.
Votó por la negativa el señor Ruiz-Esquide.
No votó, por estar pareado, el señor Fernández.
El señor GAZMURI (Vicepresidente).-
Propongo el 24 de mayo como plazo para presentar indicaciones; esto es, dos semanas.
La señora MATTHEI.-
¡Una!
El señor RUIZ-ESQUIDE.-
Dos semanas.
El señor GAZMURI ( Vicepresidente ).-
Propongo hasta el martes 10 de mayo.
La señora MATTHEI.-
No, señor Presidente: hasta el lunes, para que el martes lo podamos tratar.
El señor RUIZ-ESQUIDE.-
Hay que ser razonables, señor Presidente . La Comisión se reúne los martes también.
El señor GAZMURI (Vicepresidente).-
Si le parece a la Sala, se fijará como plazo para presentar indicaciones hasta el lunes 9 de mayo, a las 12.
Acordado.
Terminado el Orden del Día.
"
- bcnres:tieneProyectoDeLey = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/proyecto-de-ley/3310-11