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El señor RUIZ-ESQUIDE.-
Señor Presidente, vamos a apoyar la iniciativa en debate, y lo haremos con la fuerza y el entusiasmo que hemos puesto al trabajar en estos temas desde que asumimos la senaduría.
En esta oportunidad, para poner en claro lo que estamos haciendo, deseo señalar que hay pocos hechos más violentos y más abyectos que la violencia intrafamiliar. En ese sentido, todo lo que hagamos para mejorar la condición de la mujer -sobre todo dentro del matrimonio, de la pareja- es poco.
Lo que hemos hecho en este proyecto, que respaldamos, representa la culminación de un largo proceso de mejoramiento de las condiciones legales y de la situación concreta de las mujeres en la materia.
Sólo quiero formular dos observaciones.
La primera de ellas es que, a pesar de que se concluye que esto tiene que ver con los niños, la verdad es que el tema de los menores maltratados sigue siendo un problema no resuelto en Chile.
En los años 1994-1995, aprobamos en el Senado una normativa llamada "Ley sobre Maltrato Infantil". Pero, desgraciadamente, fue subsumida por lo que en ese momento era la gran preocupación: la violencia intrafamiliar. Después de eso, las políticas referentes a los niños han ido quedando en rezago.
En esta Sala y a través de gestiones realizadas con el Senador señor Viera-Gallo , con el cual hemos trabajado en conjunto, planteamos al Gobierno la necesidad de implementar una política general sobre la infancia, porque cuatro millones y medio de niños significan algo más que un simple grupo etario. Hemos pedido en reiteradas oportunidades -y lo hemos señalado públicamente- que aquí se requiere hacer una política para la infancia.
Pese a que en su momento se nos dijo que éramos terroristas sociales, porque en 1994 hablamos de 8, 10 ó 15 por ciento de niños maltratados, hoy día vemos en forma permanente lo que está sucediendo sobre el particular. Esto no sólo significa que se publiciten más casos, sino que también hay más maltrato y que éste es más refinado.
Francamente, se ha llegado a un refinamiento que nos induce a pensar que podríamos estar en presencia de un aumento de las patologías mentales en el país, porque ya no se trata de un maltrato simple, sino prácticamente de una tortura, que habla de la insania con que se cometen estas acciones.
A propósito de esto, señor Presidente , pronto entraremos a debatir un proyecto sobre delincuencia infantil. Entre otras cosas muy positivas, vamos a disminuir la edad para hacer responsables a los niños. Me preocupa esta situación, porque se origina una paradoja descomunal: estamos en un país donde se maltrata cada vez más a los menores sin que entreguemos soluciones más concretas -lo digo porque en la iniciativa la expresión "niño" sólo figura en dos partes- y, al mismo tiempo, estamos haciendo leyes más punitivas para ellos.
El otro tema que me preocupa es que aquí no abordamos la esencia de la violencia chilena, de la intrafamiliar y de la relacionada con los más jóvenes, fundamentalmente los niños.
Resulta que los niños nacen en un ambiente en el que ya se les empieza a violentar. No quiero adelantar debate sobre proyectos que vamos a ver en el futuro, pero cuando no hay interés en mejorar la condición del feto, que comienza a tener sentimientos muy profundos según la situación de la madre; cuando los niños no reciben un acunamiento suficiente y largo, como corresponde; o cuando no aparecemos ni en la televisión ni en la prensa para tratar el tema de fondo acerca de cómo se presenta la violencia en Chile, creo que estamos haciendo muy buenas leyes parcelares referentes, por una parte, a la mujer, y por otra, a los niños, pero sin una visión general, holística, del problema fundamental de por qué se produce la violencia en nuestra sociedad.
En el transcurso del tiempo, la juventud, y especialmente los adolescentes, ven un grado de violencia que se acerca a las cifras de Estados Unidos, donde a los trece años un niño ha visto del orden de diez mil o doce mil asesinatos, con la agravante de que no queda claro nunca quién es el verdadero asesino y, lo que es peor, nunca se sabe cuál es el asesino bueno o cuál el bueno que mata.
Voy a apoyar este proyecto con entusiasmo, porque se halla en la raíz de nuestras concepciones de paz, de convivencia, de respeto al ser humano. Y lo hago con fuerza, porque nos enorgullecemos de que en un Gobierno y en un Parlamento como los nuestros hayamos alcanzado una forma de tratar a la mujer que no se compadece con la existente.
Sin perjuicio de ello, aprovecho de hacer una observación en voz alta: siento cierta decepción respecto de la manera en que hemos abordado esta materia. Esquivamos el tema esencial relativo a dónde surge la pedagogía de la violencia; qué hacemos al respecto; cómo transformamos esta sociedad que en todos los niveles se caracteriza por la violencia verbal, física, e incluso, la ejercida por la mayoría que tiene el poder. Lo señalo con mucha tranquilidad, porque ésa ha sido mi postura permanente en la vida.
Por eso, expreso mi respaldo al proyecto, pero también planteo mi preocupación por el hecho de que estemos eludiendo el tema básico: el de los niños. En efecto, aun cuando técnicamente se subsume la situación del maltrato infantil, no se le atribuye la relevancia que merece, ni tenemos, al parecer, la disposición de tratarla de una manera mucho más profunda, seria, a largo plazo y con mayor actitud.
En un tiempo se contó con el llamado "Plan Nacional de la Infancia". Hay proyectos y leyes que podríamos mejorar. Nos quedan tareas por hacer. Y yo espero que próximamente avancemos hasta arribar a una sociedad en la cual el niño sea la parte esencial.
La madre, la compañera, es el fundamento de la pareja humana. No puede tocársela ni con el pétalo de una rosa. Pero también es verdad que si no tenemos la seguridad de tratar a nuestros hijos como corresponde, podemos hacerlo de una manera equivocada: con más cárceles, más gendarmes, más carabineros, más punición. Y, a la larga, les estamos dando ejemplos para que se hagan violentos. El 60 por ciento de los adultos culpables en las cárceles de Estados Unidos relata una historia clínica de maltrato. Ojalá podamos superar eso también, por la vía de mejorar las condiciones de la mujer. No es posible una juventud estable, bien criada, con principios claros y con posibilidades de cariño si la mujer no está en su casa un mínimo de tiempo, o no recibe tratamientos laborales adecuados, o si el marido carece de condiciones suficientes para lograr el acunamiento a que me he referido.
Señor Presidente, he querido manifestar estas ideas, sin perjuicio de apoyar el proyecto.
Muchas gracias.
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