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El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente , en la sesión anterior señalé por qué no era partidario de la rebaja de la edad en materia de imputabilidad penal e hice algunas observaciones acerca de las dos grandes vertientes por las cuales se mueve este proyecto: cambiar el modelo de tratamiento de los menores en conflicto con la ley, y también, como cosa central, esta rebaja de edad.
Procuraré ser breve y preciso.
En el último tiempo, el tema de la delincuencia juvenil forma parte de la seguridad nacional; pero, por desgracia, ha sido planteado más como un debate político electoral que como un problema real, de fondo, merecedor de un estudio adecuado, ya que tiene que ver con parte importante de la sociedad y su futuro.
Quienes creen que el asunto se resuelve sólo rebajando la edad de imputabilidad penal a 14 años están profundamente equivocados. Si así fuera, tendríamos que acoger la propuesta que hizo el entonces Senador señor Urenda , hace más o menos cinco años, y disminuir la edad a 12 años, o, como ya se propone en otras partes, a 10 u 8. Pero la experiencia de Inglaterra a este respecto es negativa; y cuando vinieron sus expertos, dijeron que habían terminado convenciéndose de que ésta no era la manera de alcanzar el fin deseado.
Hemos presentado al Gobierno muchísimas ideas para ayudar a encontrar algo que es lógico y que aquí se ha indicado: cuál es la razón última por la que los jóvenes delinquen. Eso no está en la discusión.
En el país hubo un debate profundo, tremendo, con referencia a lo que pasaba con los niños que habían sido violados. Se discutió más de seis meses sobre el tema. Y todo concluyó en una competencia entre un diario y otro sobre cuál daba más información acerca de la anatomía de cierto personero, o de si acaso estaba loca o no determinada persona. Y de los niños... ¡nunca más se habló!; ¡nunca más se supo qué fue de ellos!
Hemos planteado mil veces que aquí confluyen cuatro factores que todo el mundo conoce: genéticos, sociales, culturales y gatillantes de la situación. En ese sentido, no puedo desconocer que el Gobierno se ha esforzado por hacer las cosas de una manera distinta en estos años. Pero creo que ello ha sido absolutamente insuficiente. Y, lo que es peor -lo digo aquí; y me alegro mucho de que se hallen en la Sala el señor Ministro de Justicia y la señora Directora del SENAME-, nada ha ocurrido con una propuesta concreta que presentamos, junto con el Senador señor Viera-Gallo , con más de quince puntos, que abarcan desde lo orgánico hasta los recursos, la manera de enfrentar este problema, etcétera. ¡Los oídos son sordos...!
Ahora enfrentamos el punto central de la edad, que no es puramente accidental, sino que también forma parte de la esencia del proyecto, al que me voy a oponer. Porque bajar la imputabilidad penal a 14 años, por las distintas razones que se han dado, resulta completamente insostenible, de acuerdo con la opinión de sicólogos y psiquiatras. Hemos conversado con la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia, y se da el caso de que ni participa en esta discusión.
Creo que aquí estamos haciéndolo mal. A mi juicio, pese a todo lo bueno que pueda tener la iniciativa, significa generar una idea errada de hacia dónde debe ir la preocupación por la juventud.
No quiero hacer mofa de esto -es demasiado serio-, pero es parecido a cuando se produce un accidente: como el último carro es el que sufre las mayores consecuencias, se decide sacarlo. El último carro, en la vida de un muchacho, lo lleva a la delincuencia.
No se observa ni se analiza lo que sucede en la sociedad. Ya lo señalaron algunos de los señores Senadores que me antecedieron en el uso de la palabra y no lo voy a repetir; pero negar la influencia de todo ello, adoptar una actitud parsimoniosa y quedarse tranquilo ante lo se ha de hacer en este tema, es sumamente inconveniente. Y se recarga la mano sobre los jóvenes. En este momento, parece ser una especie de deporte nacional saber cuántos jóvenes más delinquen. Pero cuando se trata de muertos a raíz de acciones cometidas por adultos, no se toca el tema.
Entonces, con todo respeto y con mucho cariño -como siempre lo hago con cuanto tiene que ver con las propuestas del Gobierno-, debo manifestar que votaré en contra del proyecto. Ello, por las razones señaladas, las que mencioné en la sesión anterior y las que expondré en la próxima acerca de las cosas que debieron hacerse previamente o, al menos, en forma simultánea, antes de llegar a esta situación.
Como no observo ánimo para hacer las cosas de esa manera, voto que no.
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