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El señor LARRAÍN.-
Señor Presidente , este debate plantea una serie de reflexiones muy de fondo sobre distintas materias, una de las cuales dice relación a la forma como el Senado está siendo tratado por el Ejecutivo.
Creo que este tema no es menor, porque el que se solicite cumplir inteligentemente los pasos que establece la Constitución o la ley para recabar en un momento dado la autorización del Senado en una decisión, no es cuestión de cortesía, de buenas formas o de buenas maneras, sino de fondo.
No quiero sobreargumentar -ya ha sido señalado-, pero mirémoslo gráficamente: ¿en qué situación quedaría el Presidente de la República si hoy día el Senado decidiera rechazar la salida de tropas al extranjero? Pienso que en una situación extremadamente difícil y delicada. Pero si nosotros la autorizamos, en vista de que se trata de un hecho prácticamente ya consumado, nuestra Corporación es la que queda en una situación imposible. De ese debilitamiento institucional es que reclamamos. Por el bien de nuestra democracia, es importante que así lo entendamos. Reitero: no se trata de una cuestión de cortesía ni de buenas maneras, sino de una cuestión de fondo.
Por otra parte, también surgen otras inquietudes ante el paso que estamos dando. Ya se han formulado muchas, así que sólo voy a recalcar brevemente algunas de ellas.
¿Por qué se produce ahora la intervención internacional cuando ya el Régimen está caído? ¿Por qué no se llevó a cabo cuando todavía estaba en el poder y se advertía, como lo hacíamos todos los días, el mismo clima que en la actualidad? ¿Por qué hoy día? No puede escapar a nuestra conciencia que al hacerlo ahora obviamente estamos actuando para consolidar lo ya ocurrido, y si ello fue un golpe de Estado, ésa es la situación a la cual Chile está siendo arrastrado.
A mi juicio, es una posición extremadamente compleja, por muchas consideraciones, no solamente las jurídicas como la relacionada con la Carta de la OEA, sino también por otras vinculadas con nosotros mismos. Tenemos una historia en la materia, y creo que no la hemos aprendido bien.
En seguida, pienso que la forma como estamos actuando al enviar tropas para dar un respaldo humanitario no es quizás la mejor que el país debería adoptar, teniendo en cuenta sus tradiciones históricas. Chile ha participado muchas veces en distintas comisiones y delegaciones, pero que apuntan más bien a lo que nuestro país aporta mejor, que no son tropas, sino otro tipo de contribuciones, que están más en la línea pacífica y dentro de nuestra cultura jurídica. Porque, obviamente -como bien lo señaló la Senadora señora Matthei -, nuestras tropas pueden verse enfrentadas, en la convulsión social y anárquica existente en este minuto en Haití, a un enfrentamiento con la población civil. Nosotros, al refrendar el paso dado por el Presidente , estamos asumiendo una responsabilidad moral en las eventuales bajas en la población haitiana o en las de nuestras tropas. Éste es un tema que, a mi juicio, de nuevo, levanta preguntas demasiado fuertes. Creo que, en la premura, terminamos omitiéndolas o no somos capaces de responderlas.
Por cierto, los hechos, aunque uno no lo quiera, crean y constituyen precedentes. Mi impresión es que estamos siendo un poco livianos en la forma de constituir tales precedentes.
También quiero hacer una reflexión en la línea de lo planteado por el Senador señor Núñez . Aquí advierto que Chile actúa en forma solitaria desde el punto de vista de su relación con América Latina.
Nosotros estamos enfrentados a un problema. Hemos estado trabajando en él. El Senado ha emitido una opinión respecto del planteamiento hecho por Bolivia a propósito de su enclaustramiento marítimo. Y una de las inquietudes surgidas cuando ese conflicto apareció se refiere a la posición de Chile en el continente.
Ciertamente, pienso que no hemos desatendido como país nuestras relaciones con la región, y por eso debiéramos estar tranquilos. Pero hoy día vemos a Chile salir rápidamente a enviar tropas, en circunstancias de que ningún otro país de América Latina lo ha hecho. Más todavía, Brasil -que en esta materia debiera ser un aliado especial nuestro- ha dicho que lo hará, pero que va a enviar después sus tropas para mantener la paz. Es decir, mucho más adelante.
Creo que no son consideraciones menores. Son preguntas realmente lacerantes no sólo para el Presidente , porque ésta es una decisión que nos obliga a nosotros. Si lo fueran exclusivamente para el Primer Mandatario , bastaría una reunión para formular comentarios. Pero aquí no nos hallamos en una sesión de carácter académico, sino resolutivo. Y estamos en una situación muy difícil. Estas interrogantes y muchas otras de los Senadores señores Fernández , Coloma , Arancibia , Adolfo Zaldívar -para no mencionar prácticamente a todos los que han intervenido-, deben ser una lección acerca de cómo hay que hacer las cosas en el futuro, o cómo no hay que hacerlas.
En esa disyuntiva, voy a votar favorablemente la autorización de la salida de nuestras tropas al extranjero para integrar esta fuerza multinacional provisional en Haití. Y lo haré, porque en el balance de quién sale más perjudicado por una decisión negativa del Senado, me parece que, por tratarse de una materia internacional, no podemos dejar en la estacada al Presidente de la República , quien ha dado un paso que hubiéramos preferido que hubiese sido consultado previamente.
Yo voy a apoyar tal paso, a pesar de que eso va en contra del Senado, porque lo debilita, porque lo pone en una situación imposible, en una encrucijada que no tiene solución. No creo -respeto a quienes piensan distinto, por cierto- que podamos dejar al Primer Mandatario en esa situación.
Existe también otro factor que, a mi juicio, avala dar este paso: la participación de Naciones Unidas. En mi opinión, éste no es un elemento menor. ¿Por qué? Porque, a diferencia de lo que ocurrió en Iraq -así lo sostuve en su oportunidad-, estimo que debemos insertarnos dentro de las fuerzas internacionales que actúan con legitimidad. Y aunque Naciones Unidas -¡ni mencionar a la OEA!- ha actuado tardíamente, lo ha hecho. Ella es la que convoca.
El Senador señor Arancibia se refirió al espectáculo, no muy estético, que se produjo cuando asumió el nuevo Presidente interino y terminó hablando su Edecán, que no era precisamente un connacional. Y por eso me parece que este conflicto no puede dejarse a la sola resolución de el o los países que intervienen en Haití. Hay que internacionalizar la situación. Y, en la medida en que el organismo mundial participe, puede ser una garantía de que la internacionalización servirá para que efectivamente se establezca la paz, se restablezca la democracia y el pueblo haitiano pueda decidir autónomamente su destino.
Es poca la garantía que hay, pero es la única. Y es mejor que la existente hasta hace algún tiempo.
Por eso, me parece importante respaldar al Presidente Lagos y no dejarlo solo, en el caso de que su petición fuera rechazada.
No quiero dejar pasar un comentario que me parece digno de destacar: que el Consejo de Seguridad haya pedido a Chile que participe con el envío de sus Fuerzas Armadas, ciertamente constituye un reconocimiento a estas instituciones. Creo que es importante valorarlo, sobre todo cuando en nuestra historia no muy lejana la participación de ellas a nivel interno generó, en el ámbito internacional, complejas interpretaciones, por decirlo de alguna forma. El que hoy en día el organismo mundial solicite a nuestros institutos castrenses que participen en la coyuntura centroamericana, me parece un reconocimiento importante no solamente al país, sino a las instituciones de la Defensa, en este caso al Ejército.
Todas estas consideraciones son las que -con dificultad, pero también con la convicción de que en una materia internacional no podemos dejar de tener una sola voz y una sola opinión- me hacen pensar que debe aprobarse la autorización al Presidente para que tropas chilenas vayan a constituir una fuerza que contribuya a la paz y al orden en Haití.
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