-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/652772/seccion/akn652772-po1-ds15-ds33
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1819
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/2
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1819
- rdf:value = "
El señor GAZMURI.-
Señor Presidente , había resuelto no hablar, porque me sentí muy interpretado por la intervención del Senador señor Núñez al comienzo de esta sesión.
Sin embargo, considero que este pronunciamiento es importante desde el punto de vista de la política internacional de Chile. No estamos resolviendo un asunto cualquiera. Éste tiene una naturaleza bastante compleja. Ante una circunstancia así, me parece relevante, por la responsabilidad individual que nos corresponde como Senadores, manifestar mi opinión, aunque sea brevemente.
Quiero decir que votaré, con convicción, a favor de la petición presidencial, entendiendo todas las complejidades que involucra, porque la argumentación contraria, sin perjuicio de los temores que a todos nos provoca una intervención internacional en un lugar como Haití, a mi juicio, escabulle un elemento central.
Se ha dicho que ésta es una decisión precipitada del Presidente de la República . Yo creo que no. Se trata de una determinación que se debió adoptar rápidamente, porque Chile fue requerido de urgencia por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para componer una fuerza de emergencia que imponga la paz en Haití. Ante ello, el Primer Mandatario tenía dos caminos: responder que sí o dilatar su respuesta, lo que equivalía a decir que no.
La situación es complicadísima y no había, frente a esa urgencia, más que dos alternativas. Y el Presidente optó por una.
Si yo estuviera en desacuerdo con esta opción, francamente votaría que no, por respeto al Senado y a las responsabilidades que nos competen en la conducción de las relaciones internacionales. Porque en ninguna democracia es escandaloso que un Presidente pierda una votación en el Congreso. ¡Por favor! Si queremos madurar una democracia, esto puede ocurrir. A mí no me escandaliza.
En la vieja democracia chilena, por ejemplo, se votó en contra de un viaje a Estados Unidos del Presidente Frei Montalva y el país no se paralizó, ni aquél perdió prestigio ni prestancia internacional.
El punto es si corresponde al interés de la política internacional chilena participar o no en esta misión de las Naciones Unidas, y si ello es acorde a la visión del orden internacional que deseamos construir en un mundo que se caracteriza por el desorden. Y uno de los elementos centrales de nuestra política internacional es la afirmación de un orden multilateral, la afirmación de las Naciones Unidas, la afirmación de un orden que no dependa sólo de la potencia militar mundial única.
Por eso, nos abstuvimos en el caso de Iraq. Hubo muchas voces aquí -incluso dentro de nuestra coalición- que nos dijeron que esa decisión era imprudente, precipitada, y que pondría en peligro los intereses estratégicos de Chile -así lo dijo un señor Senador- que consistían en garantizar los mercados norteamericanos. Pero no nos abstuvimos, y una abstención de un país sin derecho a veto es un "No". Y arriesgamos -por lo menos así se decía- la postergación del Tratado de Libre Comercio, precisamente porque queríamos fortalecer el papel de las Naciones Unidas e intentar construir, en este desorden en que se encuentra el mundo, algún orden basado en el Derecho.
A mi juicio, ése es el eje central de la política exterior de Chile.
Además -y esto es algo que fuimos desarrollando en los años 90-, como necesitamos que el orden sea lo más seguro posible, debemos contribuir a su construcción. Por eso, empezamos a desarrollar una iniciativa más activa que la histórica: las misiones de paz de las Naciones Unidas. Se han ido diseñando doctrinas de Estado y en las propias Fuerzas Armadas, porque si Chile desea un orden basado en el Derecho Internacional -empresa que es dificilísima-, debe contribuir también a ese orden. Por eso, el Ejército de Chile y el Ministerio de Defensa -así lo dice el último Libro de la Defensa Nacional- están en la idea de contar con Fuerzas Armadas para la cooperación y para cumplir con lo que ha sido siempre su misión histórica: la disuasión. A ello obedecen las escuelas destinadas a impartir instrucción relativa a misiones de paz, que son completamente distintas de las misiones de disuasión para las cuales estuvieron históricamente entrenadas las Fuerzas Armadas chilenas.
Sin embargo, cuando las Naciones Unidas -no Estados Unidos, sino el Secretario General de ese organismo, Kofi Annan -, a requerimiento de un Gobierno que aparece con un pequeño hilo de continuidad del Régimen anterior -después quiero decir un par de cosas sobre Haití-, pide a Chile que contribuya a este esfuerzo, se argumenta que la misión está llena de peligros y que iría en contra de nuestros intereses.
Yo respeto todas las opiniones. Compañeros nuestros dicen que deberíamos avergonzarnos por involucrarnos en este asunto. Sin embargo, debo manifestar que no tengo ninguna vergüenza. Ciertamente, vamos a participar con tropas americanas, las cuales han cometido muchas fechorías en el mundo y específicamente en América Central. Pero ahora se trata de un mandato de las Naciones Unidas, es decir, de una legitimidad distinta, que es la que deseamos afirmar en el mundo. Porque la comunidad internacional, en este mundo caótico, también tiene derecho a alguna intervención humanitaria. Si ésta en Ruanda hubiera sido oportuna, millones de niños no habrían sido degollados. Las realidades que estamos viviendo deben apelarnos a los demócratas y humanistas del mundo.
El asunto es complejo. Claro que es complejo y nuevo. Pero que no se diga en esta Sala -porque yo, por lo menos, no lo creo así- que estamos sirviendo a la potencia imperial del Caribe. Objetivamente no es así en este caso particular. La resolución tomada apunta en otra dirección. Hemos dicho que si pretendemos participar en el orden mundial debemos contribuir a él. Para ello nos hemos preparado doctrinaria y operacionalmente.
Esta misión presenta mayores complejidades que otras, desde el punto de vista logístico hasta el de los riesgos. En el caso de Timor, no se descartaba que habría problemas ni se garantizaba elecciones libres en un país que estuvo desgarrado por la ocupación de Indonesia, incluso por la propia guerra civil.
Chile tiene un compromiso antiguo con Haití y con sus esfuerzos democráticos de los últimos diez años. Apoyamos al Presidente Aristide cuando fue restituido por la comunidad internacional y también por tropas americanas, después del golpe de Estado de Cedrás.
Personalmente conozco bien a quien fue el primer ministro del Presidente Aristide en su Gobierno anterior: Rony Smarck , viejo amigo nuestro que vivió en Chile durante los años de la antigua democracia, antes del golpe. Es uno de los políticos jóvenes -quizás ya no tan joven: es cincuentón- más decentes y honestos de ese país, que hoy día está en las filas de la Oposición.
Y la situación es variopinta: hay demócratas y tonton macoutes. Asimismo, están los tonton macoutes de Aristide, que asuelan Puerto Príncipe. O sea, también participaron.
Es un drama. Es esperanza, además -porque no hay que ver las cosas en blanco y negro-, de este cura de la Teología de la Liberación de los años 60, que termina cazado por el sino trágico de Haití. Es un hombre que gobierna hace cuatro meses por decreto y que se apoya en fuerzas policiales de dudosísima convicción democrática.
Aquí no estamos frente a una asonada que bota un Gobierno. Toda la prensa internacional decía que Aristide no controlaba el país si perdía el apoyo americano y francés. Y efectivamente lo perdió.
Y hay un problema. No quiero eludirlo en esta intervención: el hilo constitucional es muy débil. Desgraciadamente, no se encuentra en la Sala la Senadora señora Matthei , para recomendarle que no se ría -como anunció- cuando nos refiramos al Presidente Allende , porque no hay ninguna duda de que fue derrocado y de que murió en el Palacio de la Moneda. Y ese ejemplo fue universal. En cambio -hay que decir las cosas como son-, Aristide firmó. Seguramente lo hizo presionado, pero firmó. Es un hilo delgadísimo, y estoy completamente consciente de aquello.
En fin, esos son los datos que conforman esta realidad.
Por último, deseo manifestar lo siguiente. Se trata de una decisión que debió ser tomada con la rapidez indispensable, porque la dilación significaba "No". Frente a crisis de emergencia, los Estados deben resolver con celeridad. Hay asuntos que se pueden dilatar y otros no.
El Presidente de la República pudo habernos hecho consultas no constitucionales, informales. Me habría gustado que lo hiciera. Pero no haber actuado así no significa afirmar -lo expresó un señor Senador- que aquí no funcionan las instituciones. Pero, por favor, ¿qué estamos haciendo?
En mi opinión, este debate ha sido muy rico y, a veces, desgarrador, como la intervención del Honorable señor Muñoz Barra . Porque la situación es muy compleja y podemos votar que no o que sí. Como Senado debemos asumir nuestra propia responsabilidad. De ese modo funcionan las instituciones, de lo contrario, nos desvalorizamos.
No comparto la queja permanentemente repetida en cuanto a la "ausencia" -entre comillas- de nuestros poderes. No creo que ella nos sirva ni como representantes populares, ni como Senadores, ni como conductores políticos, porque tenemos poderes. La cuestión es saber usarlos. Y yo, utilizando el poco que tengo, votaré a favor de la petición presidencial.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/652772/seccion/akn652772-po1-ds15
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/652772