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Agrega el Presidente de la República que el Gobierno de Chile ha accedido a participar con un contingente militar en estas fuerzas multinacionales de paz, el que estará compuesto por 336 personas, por un plazo de noventa días, prorrogable. La Comisión de Defensa Nacional conoció de la referida solicitud y de sus fundamentos, y resolvió recomendar a la Sala que otorgue el acuerdo solicitado por el Primer Mandatario. Dicha decisión fue adoptada por los Honorables señores Canessa, Fernández, Núñez, Páez y Prokurica. Cabe señalar que la Corporación, para prestar su asentimiento en esta materia, requiere la mayoría absoluta de los Senadores presentes. Finalmente, corresponde destacar que el Presidente de la República hizo presente la urgencia para el pronunciamiento del Senado, de conformidad a lo preceptuado en el número 5, inciso segundo, del artículo 49 de la Constitución Política, señalando la necesidad de que el primer contingente pueda viajar el miércoles 3 del mes en curso. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- En discusión general la iniciativa. Tiene la palabra el Presidente de la Comisión de Defensa, Senador señor Páez. El señor PÁEZ.- Señor Presidente , efectivamente, la Comisión de Defensa, después de escuchar algunas consideraciones especiales del Senador señor Fernández , aprobó la solicitud del Jefe del Estado para autorizar el envío de tropas para preservar la paz en Haití. Es importante establecer que quienes van a integrar la misión lo harán en carácter de voluntarios. Lo que iba a mencionar ya fue manifestado por el Secretario , de manera que evitaré repetirlo. Sin embargo, quiero decir que el Honorable señor Fernández hizo observaciones de fondo y en la forma. Según Su Señoría, en cuanto a lo primero, porque el envío de tropas se publicitó antes de que la solicitud fuera considerada por el Senado, que tiene potestad para resolver el asunto. Además, considera que hay un cambio de doctrina en el procedimiento, lo que fue rebatido tanto por el Canciller subrogante como por la Ministra de Defensa Nacional, quienes participaron en la reunión de la Comisión. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Tiene la palabra el señor Ministro de Relaciones Exteriores . El señor BARROS ( Ministro de Relaciones Exteriores , subrogante).- Señor Presidente , cumplo con referirme a la decisión de Su Excelencia el Presidente de la República de enviar a Haití un contingente militar que se integrará a la Fuerza Multinacional Provisional, cuya finalidad principal será la de contribuir a restablecer la paz y la seguridad en ese país y facilitar la asistencia humanitaria al pueblo haitiano. La decisión presidencial se inscribe en una política que se ha venido siguiendo desde larga data, no tan sólo respecto de nuestra participación en operaciones de paz, sino, particularmente, en el terreno de la seguridad y la paz internacionales. Desde esa perspectiva, Chile ha estimado que su propia seguridad y, por ende, su desarrollo, dependen de la seguridad regional y global. Como hemos dicho en numerosas oportunidades, nuestro modelo de desarrollo abierto nos hace cada vez más dependientes de la región y del mundo. Ésta es, entre otras, una de las principales razones que explican nuestra participación activa en los mecanismos de seguridad vecinales, regionales y universales, junto -lo sostengo con la misma fuerza- en la defensa que tradicionalmente ha efectuado nuestro país de los principios y valores primordiales de la convivencia internacional, tales como la solidaridad y la cooperación, los derechos humanos y las libertades fundamentales, y la democracia. En el caso de Haití nuestra acción es de larga data. Hace muchos años decidimos integrar el Grupo de Amigos, con el fin de ayudar a esa nación para que fortaleciera su democracia, como requisito para un mayor respeto de la dignidad humana y generar mejores condiciones para su desarrollo. Haití es el país más pobre y de menor desarrollo del hemisferio. La esperanza de vida es de 49 años; la población desnutrida alcanza a 50 por ciento y el índice de alfabetismo es de apenas 50 por ciento. Según las Naciones Unidas, 80 por ciento de sus habitantes se encuentra bajo la línea de la pobreza. Nuestro organismo regional, la Organización de Estados Americanos, ha estado presente en las sucesivas crisis políticas haitianas. Ha promovido el diálogo entre las partes; ha intentado mitigar los estallidos sociales y las urgencias humanitarias y ha promovido el respeto de los derechos humanos y las condiciones de seguridad pública que posibiliten el ejercicio efectivo de la democracia. Sin embargo, está claro que dicho esfuerzo no fue fructífero. Frente a la grave situación en Haití, en particular en su dimensión humanitaria, la Organización resolvió en forma urgente, mediante la Resolución 862, de 26 de febrero de 2004, instar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que adoptara las medidas pertinentes, con el objeto de hacer frente a la crisis que allí se presentaba. De esa manera, la OEA remitió al Consejo de Seguridad la responsabilidad de adopción eventual de medidas en un ámbito que no es de competencia de la Organización Regional, cual es la preservación de la paz y la seguridad internacionales. La vinculación de las Naciones Unidas con las sucesivas crisis que ha sufrido Haití y el tratamiento de su condición de país menos adelantado, no es nueva. La Organización ha intentado sistemáticamente reforzar las instituciones gubernamentales, promover la reconciliación nacional y mejorar las condiciones económicas de ese país. A partir de 1993, el Consejo de Seguridad se involucró activamente en la crisis haitiana, adoptó sanciones en contra del Gobierno de la época y garantizó las condiciones para la aplicación de los acuerdos de las partes en conflicto. Más tarde, en 1996, cuando Chile integraba el Consejo de Seguridad, se estableció la primera Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití. En 1994, se crea el Grupo de Amigos de Haití que nuestro país integra, instancia que asesora al representante del Secretario General de las Naciones Unidas. A solicitud del nuevo Gobierno haitiano, el Consejo de Seguridad, mediante la Resolución Nº 1.529 -adoptada en forma unánime por los 15 miembros-, autorizó el 29 de febrero recién pasado el despliegue inmediato de una fuerza multinacional provisional, por tres meses, con los objetivos principales de restablecer la paz y seguridad y facilitar la asistencia humanitaria al pueblo de ese país. La resolución dispone el establecimiento de una fuerza de estabilización y seguimiento, cuyas características definirá el Consejo, tomando en cuenta recomendaciones de la Organización de Estados Americanos y del Secretario General de las Naciones Unidas . El Primer Mandatario, en respuesta a la solicitud que el nuevo Presidente haitiano formuló a la comunidad internacional y al Secretario General de las Naciones Unidas a través de la OEA y del Consejo de Seguridad de la ONU, dispuso enviar un batallón de fuerzas especiales con 120 hombres, otro de infantería con 100 y una compañía de apoyo. El anuncio de Su Excelencia refleja un gran esfuerzo para Chile que, según dijo, "hacemos en función de la paz.". La decisión es concordante con nuestra doctrina de participación en misiones de tal índole y se inserta en una iniciativa internacional para ayudar a la recuperación de Haití, al restablecimiento de sus canales institucionales y a su ordenamiento general. Chile asume, así, su responsabilidad con el mantenimiento de la tranquilidad y seguridad internacionales. El compromiso cobra especial importancia cuando se trata de un Estado de nuestra región. La presencia de una fuerza multinacional ciertamente contribuirá a la estabilización, pero no es sustitutiva de un consenso mínimo interno, el que deberá ser particularmente alentado por las nuevas autoridades haitianas. El interés de Chile en la crisis no es coyuntural, sino que se funda en una perspectiva de largo plazo. Se persigue el propósito de romper el círculo vicioso entre la pobreza y la inestabilidad política y social. Luego de restablecido el orden, el Gobierno estima que debiera existir una activa cooperación de la comunidad internacional, en los ámbitos político, económico y financiero, que favorezca la reconciliación nacional y la reconstrucción humanitaria de Haití. En ese proceso, obviamente, la región deberá asumir un papel preponderante, en el cual nuestro país ha de participar. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Tiene la palabra la señora Ministra de Defensa . La señora BACHELET ( Ministra de Defensa Nacional ).- Señor Presidente, como aquí ha sido expuesto por el señor Canciller , el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en resolución unánime acordada en una reunión de emergencia el domingo 29 de febrero, manifestó su profunda preocupación por "el deterioro de la situación política, humanitaria y de seguridad de Haití, así como la posibilidad de un rápido deterioro de la situación humanitaria en el país y sus efectos desestabilizadores para la región, a la vez que deploró la pérdida de vidas humanas que ya se han producido.". El Consejo decidió actuar en ayuda de Haití para que vuelva a los cauces de normalidad indispensables. Con ese objeto, a través de la Resolución Nº 1.529, ha solicitado a los Estados miembros que con carácter urgente aporten personal, equipo y otros recursos necesarios para la conformación de una fuerza multinacional provisional, con los fines siguientes: contribuir a crear un entorno regional de seguridad y estabilidad en la capital y en el resto de ese país; facilitar la prestación de asistencia humanitaria y el acceso de los trabajadores humanitarios internacionales a la población haitiana que lo necesite; facilitar la prestación de asistencia internacional a la policía y al Servicio de Guardacostas de Haití, a fin de establecer y mantener la seguridad y el orden públicos, pero, a la vez, de promover y proteger los derechos humanos; apoyar la creación de condiciones necesarias para que las organizaciones internacionales y regionales, en particular las Naciones Unidas y la OEA, presten asistencia al pueblo de ese país. En consideración a la participación de Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU, a su permanente contribución al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y, como lo advierte el Consejo, a la posibilidad de un rápido deterioro de la situación humanitaria en Haití y sus efectos desestabilizadores para la región, se concluye que resulta recomendable que nuestro país concurra al esfuerzo multinacional convocado por dicho organismo. En consecuencia, y de conformidad con lo establecido en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, el Presidente de la República consideró importante la participación nuestra, con un contingente militar en la fuerza de paz. Esa decisión se inscribe también en una permanente demanda de Naciones Unidas para que Chile incremente su participación en misiones de paz, en consideración a su prestigio en tales tareas y a su credibilidad como un país serio, estable y respetado en la comunidad internacional. En ese contexto, la apremiante situación en Haití definió ciertas características que pareció importante considerar, ya que nos enfrenta, en primer lugar, a un problema regional de naturaleza extremadamente grave, a una gran tragedia humanitaria, que permite mostrar, además, la prioridad que para Chile revisten América Latina y el Caribe. En seguida, cabe tener presentes las consecuencias de carácter humanitario que se pueden evitar, la congruencia con la defensa de los derechos humanos y la demanda de las Naciones Unidas por la colaboración de nuestro país. ¿En qué condiciones puede participar el Estado de Chile en la fuerza multinacional? Con la provisión de un batallón de Ejército, organizado especialmente para los requerimientos previstos en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, el cual se hallará al mando de un teniente coronel y de otros oficiales en el mando central de la operación, tres de ellos en la dirección directa de la fuerza multinacional en Haití. Como se encuentra concebida y planteada la petición al Senado, la unidad se compondría de un Comando de Batallón, con 11 hombres (5 oficiales y 6 miembros del cuadro permanente); una Compañía de Fuerzas Especiales, con 120 hombres (7 oficiales y 113 miembros del cuadro permanente); una Compañía de Infantería, con 100 hombres (4 oficiales y 96 miembros del cuadro permanente), y una Compañía de Apoyo, con 100 hombres (9 oficiales y 91 miembros del cuadro permanente). Se trata de especialistas que participarán en las áreas de policía militar, transporte, trabajo de ingenieros, sanidad, comunicaciones, material de guerra y, sin duda, apoyo en asuntos civiles. Los 331 efectivos del batallón, más los oficiales que se integrarían a los cuarteles generales, constituyen una fuerza total de 336 hombres, todos con su correspondiente material y equipo. Las misiones que se consideran para tal unidad se insertan dentro del contenido del Capítulo VII citado, en cuanto a las operaciones de imposición de la paz. Estos medios son necesarios para contribuir al restablecimiento de la paz y la seguridad internas de la República de Haití y serán empleados en las siguientes misiones, entre otras: custodia de instalaciones, control de caminos, búsqueda de armas y allanamientos, labor antidisturbios, aislamiento de unidades y, en fin, en tareas que puedan surgir en el marco del Capítulo VII. Como bien recordarán los señores Senadores, desde 1999 nuestro país incluye dentro de su política la participación en operaciones de esa naturaleza. La idea es realizar de manera escalonada el despliegue del batallón a través de la Fuerza Aérea, lo que permitiría contar con todos los medios y personal necesarios para el apoyo desde Chile a la operación multinacional. Quiero consignar que, una vez que el Presidente Lagos planteó la tarea que nos ocupa, el Ejército, en este caso particular, ha estado trabajando con su Estado Mayor para determinar de qué manera se puede constituir una fuerza que haga posible cumplir con la labor que nos ha pedido Naciones Unidas, como la de apoyar la creación de condiciones para restablecer en el corto plazo la normalidad en la República de Haití y contribuir a mitigar el tremendo drama humanitario y la tragedia que vive. Por ello, el Primer Mandatario solicita el acuerdo del Senado para autorizar la salida de tropas nacionales con rumbo a ese país. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Hago presente a la Sala que están inscritos los Honorables señores Fernández, Núñez, Coloma, Arancibia, Martínez, Larraín, Romero, Prokurica, Adolfo Zaldívar y Orpis. El señor ÁVILA.- Le pido que me inscriba, señor Presidente. El señor MUÑOZ BARRA.- A mí también. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Muy bien. Por otra parte, deseo consultar cuánto tiempo dispondremos para cada intervención. El señor LARRAÍN.- ¿Me permite, señor Presidente? El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Tiene la palabra, Su Señoría. El señor LARRAÍN.- Señor Presidente, considero que este tema es demasiado importante y tenemos tiempo suficiente. Nosotros estamos dispuestos a discutirlo extensamente. Por cierto, votaremos la solicitud hoy día, pero... El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Según el Reglamento, corresponden 15 minutos a cada Senador. El señor LARRAÍN.- ¡Eso está bien! El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Por lo tanto, si le parece a la Sala nos atendremos a ese criterio. Acordado. Asimismo, quiero recordar que el Orden del Día concluye a las 18:40. Por lo tanto, para dar cumplimiento a los tiempos requeridos, pido la autorización de la Sala para prorrogarlo hasta el término de la discusión de la solicitud del Presidente de la República. Por lo demás, recuerdo a los señores Senadores que pueden dejar su voto en la Testera a contar de este momento. Tiene la palabra el Honorable señor Fernández. El señor FERNÁNDEZ.- Señor Presidente , no me voy a extender mayormente en las argumentaciones que ya di en la Comisión de Defensa Nacional donde, con la presencia de la señora Ministra del ramo y del señor Ministro de Relaciones Exteriores subrogante, sostuvimos un extenso debate respecto de este tema. Sin perjuicio de ello, deseo exponer algunos puntos que me parecen de interés. Quiero mencionar el inconveniente de que se presente al Senado un hecho consumado. Hemos sido notificados a través de la prensa de una decisión acerca de la cual la Cámara Alta constitucionalmente debe prestar su aprobación. No estamos en presencia aquí de una consulta ni de un acto en que no se requiera otra cosa que la voluntad del Senado para autorizar al Presidente de la República a enviar tropas al extranjero. Cada vez que se hace necesaria la salida de fuerzas nacionales al exterior se requiere, de acuerdo con la Constitución Política, la petición del Presidente de la República y, además, la voluntad de la Cámara Alta. En este caso, simplemente estamos enfrentados a un hecho consumado, pues se nos explica que las tropas parten mañana al extranjero. Vale decir, el Senado se halla en una posición tremendamente inconfortable y difícil, pues no puede pedir todos los antecedentes ni meditar una materia de tanta relevancia y que -como señalaré más adelante-, en el fondo, significa un cambio de la doctrina que Chile ha mantenido hasta ahora. Sin embargo, estamos enfrentados a esa realidad. Pienso que habría sido conveniente un mayor acercamiento hacia el Senado, para los efectos de tomar una decisión con más antecedentes, con más tiempo y -diría- con la deferencia que se requiere y se necesita entre los poderes del Estado. En todo caso, se trata de una resolución que ya se ha adoptado. Por otro lado, deseo abordar otras materias sobre el punto en debate. Desde luego, es preciso destacar un hecho que no debemos olvidar, que preside y orienta toda la discusión, aun cuando se nos señale que probablemente no es el más importante. El Gobierno del Presidente Aristide era legítimo; fue democráticamente elegido por una abrumadora mayoría del pueblo haitiano e incluso, según todos los analistas internacionales, gozaba en la actualidad de gran popularidad y un enorme apoyo ciudadano. De tal suerte que se trata de un Gobierno legítimo, democráticamente elegido por una amplia mayoría. Asimismo, se señala que dicho régimen mostró incapacidad para gobernar y mantener el orden en su país, y también que fomentó actos de corrupción generalizados en su Administración. Esta última razón y la falta de conducción y manejo de la situación interna determinan, según el concepto del Presidente Aristide , que fue presionado y obligado a abandonar el país. Eso es lo que el ex Jefe de Estado aduce hoy día: que su renuncia no fue voluntaria, sino forzada. Y, como resultado de ella, se quiebra el orden institucional. Ése es un hecho que debemos tener en cuenta, porque hasta ahora ha sido uno de los principios orientadores de nuestra política exterior que, por otra parte, se halla consagrado en numerosas disposiciones internacionales como, por ejemplo, en la Cláusula Democrática contenida en los acuerdos de la OEA. En consecuencia, nos encontrábamos en presencia de un Gobierno legítimo, respecto del cual yo no participaba. Probablemente sean efectivas las razones que se han dado para llevar a cabo su derrocamiento, pero creo que estamos utilizando medios que no se avienen con lo que normal y tradicionalmente hemos aceptado para enfrentar estos procesos en los distintos países. Sucede que se trata de un Presidente destituido, cuya renuncia voluntaria o no todavía requiere mucho tiempo para dilucidarla. También se argumenta la necesidad de restablecer el orden en Haití por razones humanitarias. Pero se olvida y no se dice que éstas existían durante el período del régimen de Aristide. ¿Y por qué no se le prestó en ese momento la ayuda precisa para contribuir a solucionar los grandes problemas humanitarios? Éstos no surgen como consecuencia de la caída del Gobierno de Aristide, para no darle la denominación de "golpe de Estado" o "golpe blando" como se ha pretendido. Hace muchos años que ellos ya prevalecían en Haití. De tal manera que no corresponde hablar ahora de problemas humanitarios. Es cierto que son muy graves, pero ya existían con anterioridad. Por ello, dentro de la doctrina y la línea tradicionalmente seguidas, esto perfectamente podría haberse traducido en ayuda o auxilio al Gobierno democráticamente elegido, con el objeto de que pudiera solucionar su crisis humanitaria. En consecuencia, aquí estamos frente a una situación -por decir lo menos- muy discutible que debemos analizar a fondo. Tal vez, resulte conveniente cambiar la doctrina de la no intervención o la forma en que se va a expresar. Sin embargo, ello nos plantea muchas interrogantes: ¿quién va a decidir en el futuro si un gobernante se halla o no en condiciones de mantener el orden? ¿Serán las grandes potencias? ¿Serán los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas? ¿Quiénes determinarán si un presidente está en situación de poder mantener el orden? Si un gobernante comete actos de corrupción, ¿será juzgado por las potencias extranjeras? Todas éstas son preguntas que debemos plantearnos como consecuencia de los últimos acontecimientos. No pretendo afirmar que las doctrinas son invariables o inmutables. Es posible -y lo reconozco- que un principio de la no intervención muy estricto conduzca a graves problemas humanitarios. Pero seamos consecuentes. Debemos admitir que aquí estamos ante una realidad completamente distinta. Yo no simpatizaba políticamente con el régimen del Presidente Aristide , pero era el gobierno que los haitianos se habían dado y que hoy día mantiene un gran apoyo. Por lo tanto, ¿en qué queda la Cláusula Democrática? ¿Dónde están todos los instrumentos de valoración de la democracia? A mi juicio, estamos en un momento de crisis y de profundo análisis de esos temas. Por otro lado, se nos dice que se pide la autorización del Senado para que un grupo de nuestras Fuerzas Armadas pueda salir del país, a fin de cumplir determinadas labores: algunas, pacíficas; otras de control, policiales y de diverso orden. Ante todo, celebro que se reconozcan estas virtudes en nuestro Ejército, porque yo siempre las he considerado así. Y valoro, además, que esté presto para actuar con la eficiencia y rapidez acostumbradas a requerimiento del Presidente de la República . No me cabe ninguna duda de que el Ejército de Chile cumplirá leal y eficazmente la misión que se le ha encomendado y que va a contribuir -como siempre lo ha hecho- en la restauración de la democracia en Haití. Por lo tanto, aquí nos encontramos frente a una situación en que las tropas que se envíen tendrán un dilema muy difícil por delante, porque, nos guste o no -y ojalá no ocurra-, deberán enfrentarse contra los partidarios de Aristide, del Gobierno depuesto, que son la mayoría. Se trata, según la información que se ha dado a conocer, de personas de muy modesta condición, pertenecientes a las clases más humildes. Así que estas fuerzas -no sólo las chilenas, sino también las demás- se encontrarán ante una situación bastante compleja, difícil, probablemente muy dura. Ojalá no se produzca ningún tipo de consecuencias personales, porque de otra manera vamos a vernos enfrentados a problemas de otra naturaleza, de acuerdo con la moderna legislación internacional existente en estas materias. Los antecedentes proporcionados nos indican que será una labor muy compleja, muy difícil, donde, obviamente, se tratará de buscar soluciones humanitarias, pero en que las fuerzas armadas tendrán que intervenir si hay procesos militares en gestación, subversivos u otros de la misma índole. Repito: será un problema complejo. Quiera Dios que no tengamos que sufrir bajas, ni que nuestras fuerzas tengan que infligirlas a los demás. Esto nos lleva a analizar también si se debió actuar con la prontitud y rapidez con que se actuó. Yo hubiese preferido esperar, reunir mayores antecedentes, ver cómo se desarrolla la crisis. El Presidente fue depuesto no hace 48 horas. Teóricamente, puede volver al país. Podría producirse una situación realmente comprometedora. No sabemos en qué va a derivar. Ojalá desemboque en el término del proceso violento que se ha estado viviendo y en la normalidad. Pero puede ocurrir que no y que esto derive en algo mucho más grave y nos veamos comprometidos en una situación que probablemente no se ha pensado lo suficiente. Por eso era partidario de haber pedido más antecedentes, de analizar más a fondo las circunstancias, y además de esperar cómo reaccionaba la comunidad internacional. Porque resulta que son cuatro países, incluyendo al nuestro, los que van a concurrir con tropas: Estados Unidos, Canadá , Francia y Chile. El resto no va a participar. De tal manera que aquí estamos en presencia de un escenario, por decir lo menos, bastante curioso, en el que Chile aparece como el único país latinoamericano -no el único miembro de la OEA, porque también lo son Canadá y Estados Unidos- que apoya con fuerza militar una actuación en Haití. Comprendo que las razones humanitarias sean valederas. No las discuto. Pero esas razones ya existían antes. Por eso creo que habría sido aconsejable tener mayor serenidad para los efectos de adoptar una respuesta, si es que fue solicitada. Porque se nos ha dicho que se pidió la intervención de Chile. Y me parece muy sintomático que el nuestro sea el único país que se haya apresurado en aceptar esa solicitud. En fin, no quiero extenderme en otras consideraciones, pues voy a apoyar la autorización. Y lo voy a hacer porque, tal como se han desarrollado los acontecimientos, no puedo dejar al Presidente de la República en la estacada, en una situación tremendamente inconfortable, como ocurriría si la resolución fuera rechazada por el Senado o aprobada con muchos votos en contra. En consideración a su alta investidura, y también a su condición personal, voy a prestar mi conformidad, pero haciendo presentes todas estas consideraciones, que en definitiva nos deberían haber llevado a una mayor reflexión antes de tomar una decisión de tanta envergadura como ésta, que en el fondo, nos guste o no, significa un cambio radical en nuestra doctrina. Espero que no existan consecuencias posteriores y que las interpretaciones que en el futuro se den a este acto no produzcan efectos en otros países, aunque mucho me temo que ello puede acontecer, con resultados que ojalá no tengamos que lamentar. Muchas gracias, señor Presidente. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Núñez. El señor NÚÑEZ.- Señor Presidente , como ya se ha dicho, estamos frente a una situación particularmente compleja e inédita en América Latina, que en mi opinión debemos analizar en ese contexto. Ésta es prácticamente la primera vez que una fuerza militar de nuestro país participa en una situación tan difícil de calificar, como la que se está viviendo en Haití. Sin embargo, pienso que hay algunos elementos que es importante tener en consideración. Ante todo, Chile ha reaccionado, no al llamado de un país determinado, de un canciller o de un presidente, sino al del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y tenemos que felicitarnos de que así sea, porque frente a un hecho bastante más complicado y complejo, como el que está ocurriendo en Iraq, tenemos claro que allí, tras la participación unilateral de dos o tres potencias, se tomó la decisión de derrocar a un gobierno que a todos les parecía absolutamente ilegítimo desde el punto de vista de su sustento moral. En este caso, sin embargo, la medida fue adoptada por el Consejo de Seguridad. Fueron sus 15 miembros los que tomaron la determinación el domingo por la noche -según la información que se nos ha entregado-, después de conocer los antecedentes que a esa hora ya existían tanto en Nueva York como en la totalidad del mundo. Todos sabíamos -porque creo que el día domingo también nos dedicamos a mirar CNN- que en Haití ya se estaba produciendo una situación de descalabro y de crisis humanitaria de incalculables consecuencias. Todos vimos las imágenes, de modo tal que nadie nos tiene que contar lo que estaba sucediendo en ese país. Por lo tanto, a mi juicio, es bueno leer los Considerandos de la resolución adoptada por el Consejo de Seguridad, que señalan lo siguiente: "Encomiando a la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Comunidad del Caribe (CARICOM) por sus iniciativas encaminadas a favorecer una solución pacífica y establecer una relación de confianza entre las partes, en particular mediante su Plan de Acción". Debemos tener claro, en consecuencia, que la OEA estuvo trabajando durante bastante tiempo para tratar de evitar lo que era inminente: una guerra civil de incalculables consecuencias humanitarias. En seguida, la resolución también expresa: "Tomando nota de la dimisión de Jean-Bertrand Aristide como Presidente de Haití y de la investidura de Boniface Alexandre como Presidente interino de Haití , de conformidad con la Constitución del país". Aquí se está ante un tema que no es menor. Comparto el hecho de que a todos nos han golpeado las palabras de Bertrand Aristide desde un país africano, señalando que fue secuestrado, o conminado a renunciar, con una metralleta en su cabeza, seguramente. Lo cierto, sin embargo, es que aquí estamos frente a una disyuntiva. ¿A quién le creemos: a Kofi Annan , Secretario General de Naciones Unidas , o a Bertrand Aristide? Es muy difícil que podamos determinarlo. En lo personal, creo que Kofi Annan con seguridad estuvo presente en la decisión del Consejo de Seguridad, en tanto Secretario General , y lo más probable es que haya conocido los mismos antecedentes que tenemos nosotros. No obstante, todos avalaron, no solamente las cuatro o cinco potencias, sino el conjunto del Consejo de Seguridad, el hecho de que se había producido un cambio dentro de la Constitución de Haití. Por otro lado, es bueno recordar que el nuevo Presidente de esa nación hizo un llamado a la comunidad internacional para que prestara un apoyo urgente encaminado a restablecer la paz y la seguridad en su país y promover el proceso político constitucional en curso. Me parece conveniente tener en consideración estos antecedentes, porque la inquietud manifestada por el señor Senador que me precedió en el uso de la palabra es correcta en el sentido de que este tipo de intervenciones nos ponen frente a la necesidad de hacer una reflexión muy de fondo respecto de cuáles son nuestras políticas. Por mi parte, tanto en la Comisión de Relaciones Exteriores como, particularmente, en la de Defensa he hecho ver la urgencia de que la primera de ellas analice, en el más breve plazo, bajo la nueva dirección que se instalará allí en los próximos días, si esto implica o no un cambio. Porque si implicara un cambio de fondo en torno de lo que ha sido la doctrina tradicional e histórica de nuestro país, obviamente ello merecería una reflexión mayor. Personalmente -y estimo que toda nuestra bancada piensa lo mismo-, creo que no estamos en presencia de ese cambio, por las razones que señalaba con anterioridad. Aquí no se trata de que un destacamento del Ejército de Chile va a promover un golpe de Estado en Haití. Allí hubo una alteración, dentro de las reglas -entre comillas- legítimas de ese país, promovida al parecer, según las informaciones recibidas, por potencias extranjeras, pero que tiene apariencia de legalidad, conforme a su propia Constitución. Eso es lo que debemos determinar. Porque en otras naciones ocurrió algo similar. En Bolivia, por ejemplo, el Presidente dejó su cargo y fue reemplazado por el Vicepresidente , quien ya había renunciado. Y no nos pareció un hecho desdoroso o que pudiéramos calificar de otra manera que no fuera un cambio dentro de las reglas del juego de ese país. Lo mismo sucedió en Argentina: De la Rúa renunció, salió de la Casa Rosada como todos sabemos y, sin embargo, a todos nos pareció legítima para la continuidad constitucional de ese país la sucesión de Presidentes que se produjo durante 15 días. Por eso considero muy importante dilucidar en conjunto esta materia. Y ojalá la Comisión de Relaciones Exteriores pueda conocer exactamente la opinión política de la Cancillería sobre el particular. Respecto del tema más fundamental, cual es el envío de tropas a Haití en misión humanitaria, de pacificación, me parece absolutamente legítimo que podamos cumplir esa tarea. ¿Por qué? En primer lugar, porque somos suscriptores de la Carta de las Naciones Unidas, que otorga a esta Organización mecanismos para arreglar pacíficamente las controversias (Capítulo VI) y le permite participar en tareas destinadas a imponer la paz en países donde ésta ha sido quebrantada (Capítulo VII). En el caso que nos ocupa, dada la dramática situación de caos humanitario producida, si Chile, país pequeño, está en condiciones de enviar tropas -porque podemos hacerlo-, sería bueno responder ante nuestra conciencia del deber de imponer la paz o de tratar de evitar la violencia y el desorden que se están registrando en Haití. Tengamos presente que no sólo estaríamos mandando las tropas que saldrían en los próximos días -obviamente, si el Senado diera su consentimiento-: durante el último tiempo hemos enviado a Haití no menos de 150 profesionales de distintos ámbitos; Chile es uno de los pocos países de América Latina -junto con Brasil y México , según entiendo- que tienen embajada en Haití (de 17 legaciones ahí existentes, una es la nuestra); hasta este momento, hay en esa nación más de 40 chilenos -civiles, por cierto; y no sólo sacerdotes, sino también ingenieros, médicos, profesores, gente de distintas facultades universitarias- que cumplen tareas humanitarias; y en los últimos dos años, mediante mecanismos tripartitos, Chile ha participado en una serie de actividades para mejorar la situación sanitaria de Haití. O sea, ese país, que parece tan lejano, en realidad está bastante cerca de nuestro compromiso humanitario destinado a generar condiciones para que, dentro del enorme deterioro económico y social allí existente, haya el máximo progreso. Sin embargo, subsiste una responsabilidad mayor para nuestra Cancillería. No es bueno que aparezcamos como el único país de América Latina que colabora en una tarea de este tipo. Nos parecería altamente conveniente que también participaran otras naciones de la región -ojalá Brasil tomara una determinación positiva en tal sentido-, porque no es adecuado generar la imagen de una actuación de sólo países extra Latinoamérica, vale decir, Estados Unidos y Canadá, que no forman parte de América Latina, a pesar de la participación activa en la sociedad canadiense de los habitantes de Quebec, dado su origen francófono Por otra parte, lamento mucho que la OEA una vez más no haya estado a la altura de las circunstancias. El señor FERNÁNDEZ .- ¡Es que no estaba el Ministro Insulza dirigiéndola...! El señor NÚÑEZ.- No dudo de que, si hubiera estado, la situación habría sido cualitativamente distinta. Decía que, por desgracia, la OEA una vez más no estuvo a la altura de las circunstancias (sé perfectamente que en ella participa Estados Unidos). Porque esa Organización bien podría haber estimulado la presencia, no sólo de tropas, sino además de una misión destinada a generar dentro de Haití condiciones políticas que evitaran un baño de sangre. En esta oportunidad -repito-, la OEA no estuvo a la altura de las circunstancias. Y América Latina como tal, una vez más, tampoco. El señor CHADWICK .- Y Chile, menos. El señor NÚÑEZ.- ¿Quiere una interrupción, señor Senador ? No tengo ningún problema para concedérsela. El señor CHADWICK .- Fue sólo un comentario. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Evite los diálogos, Su Señoría. Continúa con el uso de la palabra el Honorable señor Núñez. El señor NÚÑEZ.- Por eso, señor Presidente , estoy absolutamente convencido de que debemos inaugurar una política distinta hacia América Latina . Ojalá que la presencia de Chile en Haití no sea vista por otras naciones latinoamericanas como la participación de un país que cuenta con todas las posibilidades para actuar en cualquier lugar y en cualquier misión. Y, en tal sentido, hemos de tener una sensibilidad mayor a los efectos de, junto con otras naciones, generar condiciones para una participación de naturaleza distinta. Por último, si se vota favorablemente la solicitud que nos ocupa -estas bancadas la apoyarán-, en noventa días -éste es el plazo que señala la presentación del Ejecutivo- tendremos de nuevo la posibilidad -al menos la Comisión de Defensa Nacional la tendrá- de discutir la materia. Y espero que en ese lapso el panorama sea bastante más claro que el conocido hasta el momento y podamos hacer un balance más de fondo con respecto a las implicancias de enviar tropas chilenas a Haití. En consecuencia, hago votos para que la Comisión de Relaciones Exteriores tenga pronto la posibilidad de discutir los temas políticos que hay detrás de la tarea fijada por el Ejecutivo, que nosotros, por cierto, vamos a respaldar. He dicho. El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Romero. El señor ROMERO.- Señor Presidente, inicio esta intervención señalando mi completa coincidencia con lo manifestado por el Honorable señor Núñez en cuanto a la participación que debe tener el Senado, a través de la Comisión de Relaciones Exteriores, en el tema político involucrado en la decisión formal de prestar ayuda militar de paz mediante la autorización que hoy estamos analizando. Considero que estamos ante un tema de Estado. Obviamente, hay conductores de las relaciones exteriores y atribuciones que se ejercen; pero, también, cuerpos colegiados como la Cámara Alta, que tiene facultades precisas y claras en la materia. Y estas facultades no sólo se justifican porque existe un tenor literal o un texto expreso, sino también porque hay una tradición que es muy importante respetar. Si se hace un análisis de las ocasiones en que Chile ha enfrentado una situación internacional delicada, se verá que el Senado siempre ha tenido respecto de esta materia, primero, una visión de Estado, y segundo, una participación muy fundada, estudiada y prudente. Eso es hacer funcionar las instituciones, señor Presidente . Hay que hacer funcionar correctamente las instituciones. Y a veces uno no se puede dejar llevar por la emoción de estar en las Ligas Mayores. La emoción de las Ligas Mayores nos conduce en ciertas oportunidades a situaciones un poco fuera de contexto. No quiero pensar en cuando un vecino nuestro enviaba tropas periódica y permanentemente al Atlántico e incluso fue declarado "aliado". Entiendo que en determinado momento de la historia de un país un Presidente tome una decisión como ésta y se coloque a una altura que pueda hacer reflexionar acerca de si quien madruga mucho a veces no necesariamente amanece más temprano. Porque en materias internacionales es muy delicada la situación de las intervenciones. Por ejemplo, en Inglaterra -estuvimos allí con el Senador señor Larraín respondiendo a nuestra visión de Estado en materias internacionales- hay una situación muy controversial respecto de la participación que tuvo el gobierno laborista del Primer Ministro Blair. Incluso, el propio Robin Cook , quien era uno de los ministros más destacados, renunció fundadamente ante la Cámara de los Comunes señalando que no estaba de acuerdo con una decisión de esa naturaleza. El propio Aznar, Presidente del Consejo de Ministros, ha tenido dificultades al interior de España. No mencionaré el caso del Presidente Bush , quien hoy día está enfrentando una situación muy difícil justamente por una intervención de ese tipo. No estoy haciendo una analogía. Pero ocurre que, cuando nos colocamos en las Ligas Mayores, a veces uno debe pensar analógicamente qué acontece en otros países. El tema tiene muchas aristas, señor Presidente. Hay una que no puedo dejar de señalar y que considero sobremanera importante: la calidad de la decisión de las Fuerzas Armadas chilenas. La calidad de la decisión de las Fuerzas Armadas chilenas, que fue destacada por el Honorable señor Fernández , me parece fundamentalísima, por lo siguiente: es una señal relevante de que, si bien no tenemos una política de agresión contra nadie, sí podemos decir que contamos con una política de persuasión que implica estar siempre preparados para cualquier emergencia que se plantee. Y en esto, ¡a buen entendedor, pocas palabras! Considero razonable que esa parte de la oración se entienda en buenos términos, no como un acto de prepotencia, sino como señal de que tenemos Fuerzas Armadas preparadas profesionalmente, oportunas y eficaces ante las decisiones que se adopten, sean de la medida que fueren y en cualquier tiempo. Sin embargo, al momento de tomarlas, es muy significativo que los hechos estén claros, porque cuando no es así, sin lugar a dudas, se producen interpretaciones que pueden llevarnos a situaciones extraordinariamente delicadas. Hace poco tiempo hubo una declaración donde aparecimos, como Gobierno de Chile, aludiendo a un asunto que no estaba resuelto: el caso de Venezuela. Y eso nos trajo dificultades. Hoy día en la prensa internacional se habla de que en Haití hubo un golpe de Estado. Entonces, debemos entender que la participación canadiense y francesa obedece a una vinculación bastante cercana, por muchas razones, de dos países cuya lengua materna es la misma que la de Haití. Yo puedo entender que Canadá y Francia estén muy próximos a una decisión de tal naturaleza. No estoy discutiendo si hoy vamos a manifestar un rechazo. No me pongo en ese punto. Y no lo hago porque el Senado es juicioso y prudente. Sería una tremenda imprudencia que negáramos la autorización y dejáramos al Ejecutivo pedaleando en el aire. Podría ocurrir. Yo quiero solicitar al Gobierno que, así como muchas veces nos pide colaborar en temas de esta naturaleza, entienda que la Cámara Alta no es un buzón ni un lugar donde simplemente se deposita una solicitud para ser tramitada y obtener el timbre necesario. Nosotros no tenemos esa vocación. Por lo demás, hemos demostrado en los hechos que nuestra disposición en materias de esta índole es significativa. Por ello, deseamos que el Ejecutivo nos respete. Me parece que el Gobierno se ha equivocado en esta oportunidad; probablemente, lo ha hecho de buena fe, porque el estar en las Ligas Mayores a veces le impide a uno pensar si actuará con la adecuada ponderación. Pienso que debió haber esperado el debate del Senado para tomar una decisión. Y se lo digo con la mejor intención, pues creo que así hemos de entendernos. Éste no será el primer ni el último acto en que nos veamos involucrados. Sin embargo, opino que hay un tema político de fondo -coincido en que ésta no es una cuestión propiamente de Defensa-, que apunta a cuál es la posición de Chile frente a la región; a las decisiones que está adoptando día tras día un Consejo de Seguridad del que formamos parte, y a qué rol deseamos que juegue en definitiva Chile, como país, en el concierto internacional. Recuerdo a un Presidente argentino que, cada vez que se le requería, acudía presto a tomar decisiones en materias de este orden; y le encantaba que le dijeran que era aliado estratégico. Pero creo que en algunas oportunidades las situaciones de tal índole tienen mal término. Por eso, considero que sobre el particular debemos ser extraordinariamente claros, prudentes y razonables. Y con igual claridad, prudencia y razonabilidad, voy a prestar mi aprobación. Pero debo manifestar que no me gustaría que esta aprobación se repitiera en el futuro ante una situación de la misma naturaleza, porque el Senado no tiene vocación ni de buzón ni de ser simplemente un timbre que debemos colocar para que continúe la tramitación de un asunto administrativo. Éste no es un asunto administrativo de movilización de fuerzas. Aquí hay un tema político de fondo que debemos analizar en conjunto con el Ejecutivo . Me parece que como legisladores, como Senado, tenemos la obligación de escuchar a la Cancillería. Me corresponderá asumir la Presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores. Compartiendo el criterio de su actual titular, la convocaré para que, junto con el Gobierno, con la Cancillería, realicemos un análisis profundo sobre la materia. Y si es necesario, habrá que citar a una sesión especial de la Cámara Alta, porque están sucediendo demasiadas cosas. Es importante entonces, no sólo que el Senado sea informado oportunamente, sino también que dé a conocer su opinión, que siempre es seria, fundada y con visión de Estado. He dicho. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Adolfo Zaldívar. El señor ZALDÍVAR (don Adolfo) .- Señor Presidente , estamos en presencia de un tema no menor y respecto del cual es bueno que esta Corporación se pronuncie y fije una posición. Por eso, deseo dejar establecido que en una materia de esta naturaleza es prudente compartir decisiones (y nuestras normas institucionales así lo consagran). Dadas la trascendencia de ellas y las consecuencias que pueden tener, es positivo para el país que compartamos criterios y que la resolución definitiva, más que obligar, comprometa a toda la sociedad chilena. En tal sentido, en el caso que nos ocupa, habría sido mejor y lógico, antes de adoptar una decisión -por cierto, corresponde al Presidente de la República hacerlo-, llevar a cabo el debate que hoy día estamos sosteniendo en el Senado. Sin embargo, no es menos cierto que la complejidad del problema planteado y la magnitud de las consecuencias que se veían venir obligaban a quien correspondía tomar una decisión -el Primer Mandatario- a actuar con responsabilidad y seriedad. Y no cabe duda de que así se ha procedido. Porque no fue algo menor que en un país pequeño ocurriera una situación que todos pudimos presenciar y que se iba agudizando minuto tras minuto, con resultados impredecibles. Por eso, ante tan compleja disyuntiva, el Presidente de la República optó por la decisión que estimó más prudente. En ese sentido, desde estas bancas vamos a respaldarlo. Pero deseamos aclarar la importancia de que este debate sea tomado en consideración, por las consecuencias que puede revestir este tipo de determinaciones. Señor Presidente , este análisis, aun cuando extemporáneo -así se puede estimar-, es importante hacerlo, porque en la globalización y en la complejidad de los problemas que hoy estamos enfrentando se requiere que las autoridades, por cierto el Presidente de la República y nosotros los Senadores, actuemos con responsabilidad para fortalecer la institucionalidad. Me hace mucha fuerza el alegato del Senador señor Fernández . La lógica de su planteamiento, punto por punto, guarda gran correspondencia. Y lo ha expresado con plena libertad. Y viniendo de quien viene -de un personero de la Oposición- nos debe llevar a quienes respaldamos al Gobierno, con la misma seriedad y responsabilidad, a manifestar puntos de vista coherentes destinados a fortalecer la decisión presidencial y ,ojalá, a superar esta crisis con votación positiva para la determinación del Primer Mandatario. En consecuencia, apoyo lo resuelto por el Presidente de la República , que dispuso de antecedentes que lo condujeron a pronunciarse oportunamente. Pero es fundamental que este debate y sus alcances conformen parte de la opción tomada y permitan ajustar una medida de esta trascendencia, facilitando la actuación eficaz e inteligente respecto de hechos que podrían sobrevenir y que harían más compleja la situación que vive Haití. Un último argumento. Es cierto que los principios y las reglas tanto de derecho interno como del internacional se ponen a prueba en situaciones extremas. Pero no podemos partir por aceptar que cuando se trata de un país pequeño y con tanta complejidad como Haití simplemente se dejen de lado o se ignoren. En estos casos se debe proceder con más consideración e inteligencia para prevenir las dificultades. Porque la que ahora nos puede parecer una nación pequeña, con mayor razón en el futuro será más pequeña para una gran potencia. Los países menores sólo pueden encontrar seguridad y estabilidad para desenvolverse en el Derecho o en las normas de convivencia. Creo que esta materia o este precedente o esta forma de decisión ante una causa mayor o un problema imposible de superar mediante las normas o por la fuerza interna es tremendamente peligroso. Dios quiera que todo resulte bien, especialmente si se considera que un número importante de compatriotas van a asumir con seriedad y responsabilidad acciones bastante complejas. Estoy seguro de que procederán con la prudencia y capacidad que los caracteriza. Pero quienes tomamos la decisión de que ellos den eficacia al orden internacional, a la paz y a la convivencia también debemos conducirnos con la misma eficacia y no exponer a los nuestros a situaciones que pueden ser muy lamentables. Por todo lo anterior, reitero mi respaldo al Presidente de la República en la decisión tomada. Pero es bueno y conveniente para el fortalecimiento de nuestras instituciones actuar en la forma establecida. Cuando se trata de resoluciones de esta naturaleza es necesario compartir opiniones entre todos los que representamos de alguna forma a la nación chilena, a fin de contribuir al fortalecimiento de nuestra institucionalidad, dando seguridad en el avance hacia el futuro. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Coloma. El señor COLOMA.- Nuestro Presidente de la República suele decir que en Chile las instituciones funcionan y se ha esmerado comunicacionalmente en demostrar que ello es así, tanto en la forma como en el fondo. Cuando se lee la solicitud que hace pocos minutos nos ha hecho llegar el Ejecutivo -y quiero ser sincero en mi planteamiento- se confirma que no necesariamente las instituciones están funcionando en Chile. Y esto, aunque sea duro, me parece fundamental reiterarlo y subrayarlo. ¿Por qué digo esto? Porque para que funcionen las instituciones debe respetarse la ley en la forma y en el fondo. Y la entrada y salida de tropas del territorio de la República están reguladas en Chile. No depende de la voluntad de una persona, por importante que sea. El artículo 4º de la ley Nº 19.067, expresa que "La salida de tropas nacionales, fuera del territorio de la República , deberá ser autorizada por decreto supremo firmado por el Presidente de la República , previo acuerdo del Senado e informe o a propuesta de la Institución de la Defensa Nacional que corresponda,". Destaco: "previo acuerdo del Senado". La prensa de hoy día informa: "Lagos da 48 horas a tropas para estar en Haití", "El Presidente Lagos ordenó la movilización de tropas en un plazo de 48 horas" y "el Presidente Lagos habló con el Secretario General de las Naciones Unidas , Kofi Annan , a quien le confirmó la participación chilena en esta cruzada". No son mis palabras, sino de los medios de comunicación que recogen exactamente lo que planteó nuestro Presidente de la República . Aquí estamos frente a un tema reiterado, que requiere una reflexión tanto o más importante que las que consecuentemente se exigirán a las Comisiones de Relaciones Exteriores y de Defensa Nacional respecto de nuestra política internacional o de nuestra política de defensa. Entonces, ¿cómo nos entendemos con el Gobierno? Señor Presidente , ¿para qué están las leyes? La señora Ministra de Defensa me podrá corregir, pero los voluntarios ya están vacunados; contrataron seguros; virtualmente están en el aeropuerto; el señor Secretario General de las Naciones Unidas está notificado de que van en vuelo. Es decir, ya está todo previsto. Sin embargo, el Senado no había sido consultado como lo ordena la ley que este mismo Parlamento aprobó en 1991. Por lo tanto, una vez más, quiero sumarme a lo sostenido por el Honorable señor Valdés con motivo del proyecto de acuerdo entre Chile y España sobre tributación y evasión tributaria. En esa oportunidad, el señor Senador protestó airadamente y dijo que estaba cansado de ese tipo de situaciones, porque el Senado no era un buzón ni podíamos seguir poniendo estampillas a los proyectos que enviaba el Ejecutivo . ¿Hasta cuándo, entonces? Lo digo con respeto. No se trata de desprestigiar a nadie. ¿Éste es el sistema que nos rige? ¿En esto se ha transformado el Senado de Chile? ¿Es una institución donde una normativa esencial que tiene que ver con tropas, con las Fuerzas Armadas, está siendo "bypasseada"? Me parece que ésta no es la forma de respetar las instituciones chilenas. Respecto del tema de fondo, hay varias maneras de analizarlo. Una es a través de la lógica externa, que considero válida. Diversas autoridades y Parlamentarios han indicado que la decisión de enviar tropas a Haití tiene una profunda significación para nuestras Fuerzas Armadas. Es cierto. Cabe destacar que a nivel nacional e internacional se reconoce su profesionalismo para intervenir en situaciones de emergencia o de vacíos de poder dentro de Latinoamérica. Además, eso genera confianza en la velocidad de reacción, y el Ejército ha respondido adecuadamente. Y, por supuesto, también tiene relevancia institucional: hay respeto hacia el país. Porque no a cualquiera se le pide -y me parece bien- este tipo de colaboración, lo que demuestra confianza internacional. Pero ésa es la lógica externa, una óptica para visualizar el problema, que no es menor, que es importante y que, como se señaló aquí, tiene que ver con el tipo de país que conformamos. Sin embargo, es necesario formular varias preguntas y el Ejecutivo debe adelantar respuestas a fin de que la conclusión a que lleguemos sea la más conveniente para Chile. La primera interrogante ha sido planteada por varios señores Senadores: ¿cuál es la interpretación que el Gobierno tiene hoy respecto de la cláusula democrática? Como en todos los convenios internacionales que firmamos se habla de respetarla, me gustaría conocer la opinión del Ejecutivo , a través del señor Canciller subrogante , acerca de la legitimidad democrática. ¿Qué ocurre en el caso concreto de Haití? En la eventualidad de que Aristide volviera a dirigir ese país, ¿su Gobierno sería ilegítimo? ¿Lo acontecido allí fue un golpe de Estado? La crisis humanitaria, sobre la cual basa su petición nuestro Primer Mandatario, ¿es sinónimo de ilegitimidad democrática? El sustento moral a que se hace referencia, ¿es equivalente a una crisis humanitaria? ¿Cuándo se pierde la legitimidad de ejercicio para poder gatillar este conjunto de resoluciones internacionales, que ameritan, ni más ni menos, el uso de la fuerza en países extranjeros? Eso requiere un debate muy de fondo, porque se relaciona con principios. Hoy día es Haití. Ojalá mañana no sea otra nación. Pero podemos quedar sometidos a solicitudes equivalentes, con el argumento de que si reaccionamos en cierta forma ante determinados antecedentes, deberíamos hacerlo de la misma manera en el futuro. Aquí no estamos hablando de un Régimen de facto sino, como manifestó el Senador señor Fernández, de un Gobierno que fue elegido en forma democrática y que aparentemente sigue manteniendo su legitimidad, la cual, dada la autorización que se nos pide, le ha sido quitada y otorgada a otros. El tema de la legitimidad del ejercicio del poder y de la democracia debe examinarse a la luz de la profusa carta democrática interamericana de la OEA, a que hemos hecho referencia en varias oportunidades durante la discusión de diferentes proyectos. ¿Quién define lo que ha de realizarse? ¿Es siempre, para este efecto, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? ¿Ésa será la lógica con que Chile operará y fundará sus lealtades democráticas o el retiro de ellas? Pienso que este aspecto no puede quedar al margen. Me habría gustado que se abordara con latitud y profundidad, y no con motivo de una decisión de este tipo, que la Comisión de Relaciones Exteriores empezó a debatir hace dos horas. En segundo término, sería importante oír la voz del Gobierno respecto del papel de la OEA. Ya el Senador señor Núñez -que me antecedió en el uso de la palabra- aludió a él, planteando una posición crítica fundada en muy buenas razones. No me pareció oír lo mismo al señor Ministro de Relaciones Exteriores subrogante , quien hizo referencia a una serie de resoluciones emitidas por dicha Organización como justificativo de una buena labor. Señor Presidente , ¿la OEA realiza una labor trascendente o no sirve para nada? ¿Ha cumplido su función? ¿Qué ha hecho concretamente? Chile es miembro de ella y contribuye a su financiamiento. Hemos gastado allí tiempo y energía, y el Ministerio de Relaciones Exteriores cuenta con funcionarios dedicados a su atención. ¿Ha servido de algo? ¿Qué hemos hecho respecto de dicho organismo en particular? La OEA, o no funciona -en ello coincido con el Senador señor Núñez - o lo hace como indicó el señor Canciller : a través de sucesivas resoluciones para justificar su existencia. Y esto es relevante porque el Gobierno constituye un referente con relación a lo que hacemos en el campo internacional, por cuanto es el encargado de fijar las políticas externas, acerca de las cuales no debe haber dos interpretaciones sino una sola, como norte para ayudarnos a seguir el camino. Tercero, tengo algunas dudas en lo concerniente a esta autorización. Básicamente, ¿qué sucede en materia de inmunidad? Éste es un asunto bien de fondo. Muchos países, como Estados Unidos, otorgan gran importancia al punto y exigen inmunidades bilaterales pues no confían en aquellas que teóricamente entrega el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Porque el día de mañana, o en 48 horas más, pueden cambiar las reglas del juego y un eventual apoyo técnico y de buena fe a un Gobierno determinado, en caso de que éste pasara a ser un Régimen ilegítimo, podría generar -¡Dios no lo quiera!- situaciones de enfrentamiento y problemas muy complejos en materia penal. Lo mismo cabe señalar respecto de los costos de la operación. No he escuchado observaciones al respecto -tal vez no haya estado especialmente atento-, pero ¿qué significa ella para el Estado de Chile; cómo se cofinancia y cuáles son las perspectivas en el tiempo? Cuarto, ¿cuál es la visión del Gobierno sobre la seguridad de nuestras tropas? Esto es esencial, porque uno de los fundamentos esgrimidos para la acelerada aprobación de una solicitud de autorización para el envío de tropas a Bosnia consistió en que no involucraba ningún riesgo; en que era más bien por razones humanitarias, para recomponer ciertas cosas en el área de la salud. Desearía saber exactamente a qué van a Haití las tropas nacionales; qué papel desempeñarán allí, y si su vida corre riesgo o no. Reconozco que, en la situación actual, es difícil precisar esto. Pero, así como en el caso de Bosnia se aseguró que no existía riesgo alguno, pienso que el Gobierno debe dar a conocer los resguardos que se tomarán para que este deseo de ir a miles de kilómetros a defender principios y valores no afecte la integridad de los soldados chilenos en el cumplimiento de esa misión. ¿Cuál será el carácter operativo y resolutivo de ese contingente? ¿Qué tareas ejecutará? ¿O, simplemente, ocupará un espacio en lugares difíciles o, quizá, fáciles? ¿Tendrá capacidad de decisión, en un momento dado, considerando la magnitud de la tarea? Por último, señor Presidente , otra interrogante que se ha planteado antes y que surge cada vez de modo más acuciante se refiere a la urgencia que existía para adoptar tal decisión. Es indispensable que el Gobierno aclare el punto. No creo que Brasil tenga una insensibilidad latinoamericana, ni que los demás países estén en la luna y no quieran avanzar en ciertos principios. Pero se han tomado su tiempo para evaluar, para analizar o quizás para consultar a sus respectivos Parlamentos. Tal vez una razón es que otros Gobiernos democráticos que creen en las instituciones, en la forma y en el fondo, se hallen reflexionando. En cambio nosotros, ante una situación que carece de relevancia y urgencia, somos los primeros en reaccionar y en 48 horas enviamos tropas, evitando los debates, evitando los raciocinios, evitando las respuestas a los temas profundos que supone esta clase de decisión. Señor Presidente , junto con formular estas preguntas -que, al menos para mí, son esenciales para emitir un pronunciamiento- quiero solicitar, por su intermedio, que en una próxima reunión de Comités se evalúe la forma de entendernos de buena fe con el Jefe del Estado. A lo mejor fue la presión o la necesidad de actuar con rapidez; pero lo concreto es que -como expresaron algunos Parlamentarios con muchos años de experiencia, como el Senador señor Valdés - lo ocurrido no debe repetirse. Es inadmisible que prácticamente cada dos meses nos transformemos en el buzón y la estampilla de decisiones presidenciales. Así no funcionan las instituciones. He dicho. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Arancibia. El señor ARANCIBIA.- Señor Presidente, sin duda, en Haití se derrocó a un Gobierno democrático legítimamente constituido. Y hoy apareció en un medio de comunicación una noticia que ha inquietado a algunos miembros de esta Corporación: el Presidente Jean-Bertrand Aristide afirmó que había sido obligado a renunciar por Estados Unidos. Alguien en esta Sala consultó a quién le creíamos: o a Jean-Bertrand Aristide o a Kofi Annan . Ése no es nuestro problema. No somos jueces llamados a definir a quién le creemos. Lo que sí es importante es que algunos tuvimos oportunidad de ver, en la ceremonia de cambio de Gobierno, o de asunción del nuevo Gobierno en Haití -no sé cómo llamarla- a un Vicepresidente que fue llevado y ubicado allí para que, según me pareció, nombrase a un juez de la Corte Suprema, y en la que ambos mostraban en sus caras un susto espantoso. Sin embargo, fueron luego ampliamente respaldados por el embajador de Estados Unidos , que se encontraba detrás de ellos acompañado por un edecán. Decidir a quién le creemos no es tarea nuestra. Pero no cabe ninguna duda de lo que pasó en Haití fue muy raro. Lo cierto es que se llevó a cabo el derrocamiento de un Gobierno democrático, legítimamente constituido. Definámoslo así. Después analicemos lo relativo al momento en que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas resolvió intervenir para llevar la paz, estabilidad y una serie de beneficios a Haití, misión que más adelante voy a permitirme catalogar como "misión imposible". Quienes están al tanto de lo que realmente sucede en ese país y los que hemos podido advertirlo, sabemos que pretender que Haití, mediante los esfuerzos que estamos haciendo en este momento, sufra una transformación racional o asuma una actitud distinta a la que, por muy justificadas razones, viene arrastrando durante 200 años, nos parece algo utópico o ingenuo. Volviendo al punto principal, quiero ser enfático frente a ese planteamiento. Nuestra posición ante el derrocamiento de un Gobierno democrático -que es el hecho que debe servirnos de orientación-, y nuestro criterio respecto de la cláusula pertinente de la Carta de la OEA sobre la materia en debate, así como la postura que hemos sostenido en el debate en general, y en el que debemos participar como miembros del Senado, reviste central relevancia. Cualquiera sea nuestra cultura, orígenes y antecedentes. Éste es tema que está fuera de discusión, y me parece que aquí nadie lo pone en duda. Y reitero que ante un derrocamiento de esta naturaleza, pienso que estamos en una zona que vamos a tener que especificar, aclarar y definir de cara al país y a nosotros mismos, lo que es muy importante. Ciertamente, ha habido un cambio en la doctrina sobre el empleo de la fuerza. No quiero hablar de cambios en la política exterior de Chile, porque podría constituir un tema más complejo, aunque hay también algo en esa línea. Pero en lo concerniente a la doctrina militar, sí la ha habido. En lo que respecta a nuestras Fuerzas Armadas, el Gobierno de Chile suscribió hace poco tiempo todas las cláusulas -la seis, la siete, y otras- acerca de los acuerdos de participación militar por parte de las Naciones Unidas; pero internamente manteníamos una postura bien clara y definida en cuanto a que ella se limitaría esencialmente a misiones de paz. Y en este momento estamos yendo con la cláusula siete, denominada "Peace Inforcement", es decir de imposición de la paz, señores Senadores. Les quiero aclarar que eso significa que vamos a llegar a ese país en disposición de "dar un golpe en la mesa", de imponer una condición de paz. Y si Sus Señorías leen las noticias del día de hoy se impondrán de que en Haití existen los restos de lo que fue un ejército que fue destituido, que se trató de eliminar y que se constituyó en elemento fundamental del derrocamiento de Aristide, cuyo General aparece ya identificándose a la cabeza de esta fuerza que tiene armas y que muestra una actitud que habría que definir "una vez que desembarquemos en la playa", como diría un infante de marina. Vamos a llevar fuerzas chilenas desde el primer minuto a una acción de imposición de la paz. Y si aquel general no entrega sus armas oportunamente ni se somete absolutamente a esta Fuerza de Paz, habrá enfrentamientos. Podrá aducirse acá que las Fuerzas Armadas están dispuestas al riesgo. Ciertamente. Pero eso es algo que tenemos que medir nosotros, porque ésta es una resolución no militar, sino eminentemente política. Si desembarcamos en Haití, y se produce un desastre como el que ocurrió en Somalía tiempo atrás con fuerzas altamente profesionales y desarrolladas; y tenemos de vuelta en Chile una caravana con cincuenta muertos -pues nuestros soldados están justamente dispuestos a entregar su sangre por los intereses de la Patria-, vamos a tener que sentir algún grado de responsabilidad por ese hecho... ¡que puede ocurrir! Quiero hacer este planteamiento con visión militar; la que por muchas razones desarrollé a lo largo de toda mi vida. Estamos en una operación de imposición de paz en un territorio complejo, con fuerzas armadas que están reconociendo a un jefe específico, y que no han demostrado actitud de deposición de armas antes de que esta fuerza llegue en 24 horas. No sé cuándo va a partir, aunque eso ya está resuelto. Éste es el punto de vista que quería plantear, y que a mí me va a motivar para centrarlo en la que constituirá mi resolución final. En lo formal, quisiera ser uno más en la expresión de la incomodidad que nos produjo enterarnos a través de los medios de comunicación de esta decisión. Más bien, de esta resolución: "Aquí, Chile mandaba". Diversos señores Senadores, con esa grandeza que los caracteriza, han manifestado lo siguiente: "Pero nosotros no podemos dejar al Presidente sin piso". Es lógico, y les encuentro toda la razón. Es una respuesta, es un pensamiento, con fundamento. Sin embargo, pediría al Primer Mandatario , con las consideraciones inherentes a su cargo, respeto a las potestades de esta Corporación -y no transformarla en un "buzón", como se ha dicho acá-, evitando, por ejemplo, el aprobar en 24 horas proyectos modificatorios de sueldos y salarios u otros que autorizan la salida de tropas del país. Porque, frente a la opinión pública, estamos sufriendo también un daño de imagen. Tenemos que ser responsables en este sentido y el Presidente de la República debe compartir con nosotros este aspecto negativo. Es decir, es loable la actitud y grandeza del Senado al dejarlo en buena posición. Pero, ¡por favor!, cuidemos las instituciones unos y otros. Es algo que yo quisiera recabar encarecidamente. Se ha dicho que el asunto revestía urgencia y que el acuerdo debió adoptarse rápidamente, en 24 horas; motivo por el cual no hubo tiempo para considerar aspectos formales. Yo formularía para el futuro una sugerencia muy modesta: si hay que actuar tan rápido ante cuestiones de esa índole, ¿por qué no convocar a los Comités del Senado, con el objeto de conocer la postura de los distintos sectores involucrados? Había una solución quizás, pero debería haberse adoptado respetando la opinión de quien tenía el derecho a emitirla. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas resolvió pedir ayuda internacional -cito textualmente el documento que nos remite el Presidente de la República- "Con el fin de contribuir a crear un entorno regional de seguridad y estabilidad en Haití". Señores Senadores, todos hemos visto la televisión, nos hemos informado del entorno existente; nos hemos enterado de la realidad, de los balazos; de las personas muertas, saqueos... ¿Creen por ventura los Honorables colegas que esto se va a resolver en un plazo prudente? ¿Piensan que las fuerzas que vamos a comprometer, con todos los riesgos que se han planteado de una "imposición de la paz", se limitarán a entrar y salir... y esto se termina? ¡Si Haití necesitará cien años más para lograr algún nivel de desarrollo que se considere humano, o humanoide! ¡Le hacen falta cien años! ¡Haití es un desastre! Entonces, comprometerse en un desastre a priori, que carece de solución. ¿Solución militar? No tiene. ¿Política? ¡Por Dios que se han hecho esfuerzos al respecto! Ya Estados Unidos ha permanecido varias veces en ese país. ¿Social? Veamos lo que es Haití en cuanto a educación, cultura, salud, medio ambiente. ¡Desastroso! ¿Y nosotros vamos a salvar y participar en su recuperación? ¿Cuántos años vamos a estar, señora Ministra de Defensa , señor Ministro de Relaciones Exteriores , comprometidos en esa causa? ¿O es sólo un saludo a la bandera para corresponder a la imagen de que el país está listo y dispuesto a colaborar en el ámbito latinoamericano? Si realmente tenemos un compromiso de fondo con Haití, ¡preparémonos para una participación muy, pero muy larga! ¿Cuáles son las objeciones que me merece esta resolución a priori del Gobierno sobre envío de tropas? Independiente de las que tenga en cuanto a la oportunidad con que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas lo haya resuelto (que fue con posterioridad al derrocamiento del régimen y no con anterioridad, para haber tratado de reforzar la vía democrática que planteaba el señor Aristide ) y que es algo que escapa a la discusión del Senado, me preocupa el compromiso de nuestras Fuerzas Armadas, de nuestros medios, con la seguridad internacional, el que compartimos en plenitud y, personalmente, en forma absoluta. El compromiso de Chile con la seguridad internacional es un hecho en el cual debemos estar dispuestos a participar. Sin embargo, cuando en su oportunidad discutimos estas materias, siempre lo hicimos poniendo entre paréntesis las áreas de interés nacional. Es un tema que quiero dejar abierto al debate, porque es muy fácil proclamar nuestro compromiso con América del Sur y con el Caribe. Señores Senadores: nuestras áreas de interés internacional están claramente definidas y deberíamos tener la firme voluntad y disposición de participar en ellas con todos los medios que se requieran, por estar directamente comprometido el interés nacional. Pienso que la influencia o importancia que pueda tener el Caribe, y si realmente constituye un área vital para el país, son aspectos que debemos pedir a la Comisión de Relaciones Exteriores que los incluya en la agenda de conversaciones de sus próximos encuentros. Lo señalé antes y lo repito ahora: estamos encargando a las fuerzas que irán a Haití una misión imposible, como lo es arreglar las cosas en dicho país en un plazo no definido. Quiero dejar muy en claro que las Fuerzas Armadas de Chile siempre van a estar dispuestas a enfrentar los peligros que les demanden las resoluciones políticas, y en este sentido, al integrarnos en una misión de imposición de paz en un territorio tremendamente complejo, deseo recalcar el riesgo que implica obtener resultados positivos determinantes en nuestra participación. Por eso, después de reflexionar profundamente al respecto, voy a emitir un voto de disidencia frente a la resolución de Su Excelencia el Presidente de la República , para expresar esa otra voz que, en la mayoría de los casos -y con sumo respeto por las opiniones de Sus Señorías-, normalmente no se hace oír. He dicho. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Correspondía hacer uso de la palabra al Honorable señor Prokurica, pero ha renunciado a su derecho para cedérselo a la Senadora señora Matthei, quien debe presidir en pocos momentos más la Comisión de Salud. Tiene la palabra Su Señoría. La señora MATTHEI.- Agradezco la gentileza del Honorable señor Prokurica . Señor Presidente , me hago una serie de preguntas acerca del tema que estamos tratando. Supongamos que las personas pertenecientes a las Fuerzas Armadas se ven enfrentadas a turbas en Haití, y como consecuencia algunas de ellas mueren. ¿Se otorgarán a sus viudas las mismas pensiones miserables que perciben los deudos de quienes fallecen en actos de servicio? Naturalmente, serán objeto de muchos palmoteos, sobre todo cuando la televisión esté enfocando, pero ¿eso es lo que obtendrían: pensiones miserables como las que tienen hoy día las viudas de las Fuerzas Armadas? Si se enfrentan a una turba y actúan con dureza, ¿los van a echar después por una actuación políticamente poco prudente, como se hizo con el Coronel García Joost cuando, en cumplimiento de una orden judicial, desalojó la sede del Partido Comunista? Si nuestras tropas se ven obligadas a disparar en defensa propia y fallece alguien, ¿van a ser juzgadas en Haití, o a lo mejor por algún juez "de pacotilla" con delirios de grandeza, como Garzón en España? ¿A eso se verán enfrentados? ¿Quién los va a defender? ¿Quién les pagará su defensa? ¿Qué pasará con nuestra gente si se ven expuestos a ese tipo de problemas y situaciones complicadas? Señor Presidente , votaré negativamente, porque no lo voy a permitir. Además, deseo señalar a los señores Senadores que se sientan en las bancadas de enfrente que cada vez que en el futuro se refieran al ex Presidente Allende como un mandatario legítimo, elegido constitucionalmente, me voy a reír a carcajadas; porque, en el fondo, están votando a favor de que tropas chilenas vayan a ayudar a un Gobierno que, de alguna manera, llegó al poder mediante un golpe de Estado. Por eso, cada vez que Sus Señorías hablen al respecto, me voy a reír. El señor NARANJO.- Está en su derecho, señora Senadora. La señora MATTHEI.- Asimismo, voy a votar que no, pues aquí hay señores Senadores que se han quejado de que esta Corporación se está convirtiendo en un buzón; pero la verdad es que eso está sucediendo porque nosotros lo estamos permitiendo. La próxima vez ni siquiera se tendrá la gentileza de enviarnos este documento para que demos la autorización, y ahí estaremos corriendo rápidamente para cambiar con urgencia la Constitución y, además, en forma retroactiva, para que sea legal lo realizado por el Presidente . Así estamos actuando. Reitero que votaré que no porque Chile no es un fundo, ni el Presidente Lagos su patrón. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Larraín. El señor LARRAÍN.- Señor Presidente , este debate plantea una serie de reflexiones muy de fondo sobre distintas materias, una de las cuales dice relación a la forma como el Senado está siendo tratado por el Ejecutivo. Creo que este tema no es menor, porque el que se solicite cumplir inteligentemente los pasos que establece la Constitución o la ley para recabar en un momento dado la autorización del Senado en una decisión, no es cuestión de cortesía, de buenas formas o de buenas maneras, sino de fondo. No quiero sobreargumentar -ya ha sido señalado-, pero mirémoslo gráficamente: ¿en qué situación quedaría el Presidente de la República si hoy día el Senado decidiera rechazar la salida de tropas al extranjero? Pienso que en una situación extremadamente difícil y delicada. Pero si nosotros la autorizamos, en vista de que se trata de un hecho prácticamente ya consumado, nuestra Corporación es la que queda en una situación imposible. De ese debilitamiento institucional es que reclamamos. Por el bien de nuestra democracia, es importante que así lo entendamos. Reitero: no se trata de una cuestión de cortesía ni de buenas maneras, sino de una cuestión de fondo. Por otra parte, también surgen otras inquietudes ante el paso que estamos dando. Ya se han formulado muchas, así que sólo voy a recalcar brevemente algunas de ellas. ¿Por qué se produce ahora la intervención internacional cuando ya el Régimen está caído? ¿Por qué no se llevó a cabo cuando todavía estaba en el poder y se advertía, como lo hacíamos todos los días, el mismo clima que en la actualidad? ¿Por qué hoy día? No puede escapar a nuestra conciencia que al hacerlo ahora obviamente estamos actuando para consolidar lo ya ocurrido, y si ello fue un golpe de Estado, ésa es la situación a la cual Chile está siendo arrastrado. A mi juicio, es una posición extremadamente compleja, por muchas consideraciones, no solamente las jurídicas como la relacionada con la Carta de la OEA, sino también por otras vinculadas con nosotros mismos. Tenemos una historia en la materia, y creo que no la hemos aprendido bien. En seguida, pienso que la forma como estamos actuando al enviar tropas para dar un respaldo humanitario no es quizás la mejor que el país debería adoptar, teniendo en cuenta sus tradiciones históricas. Chile ha participado muchas veces en distintas comisiones y delegaciones, pero que apuntan más bien a lo que nuestro país aporta mejor, que no son tropas, sino otro tipo de contribuciones, que están más en la línea pacífica y dentro de nuestra cultura jurídica. Porque, obviamente -como bien lo señaló la Senadora señora Matthei -, nuestras tropas pueden verse enfrentadas, en la convulsión social y anárquica existente en este minuto en Haití, a un enfrentamiento con la población civil. Nosotros, al refrendar el paso dado por el Presidente , estamos asumiendo una responsabilidad moral en las eventuales bajas en la población haitiana o en las de nuestras tropas. Éste es un tema que, a mi juicio, de nuevo, levanta preguntas demasiado fuertes. Creo que, en la premura, terminamos omitiéndolas o no somos capaces de responderlas. Por cierto, los hechos, aunque uno no lo quiera, crean y constituyen precedentes. Mi impresión es que estamos siendo un poco livianos en la forma de constituir tales precedentes. También quiero hacer una reflexión en la línea de lo planteado por el Senador señor Núñez . Aquí advierto que Chile actúa en forma solitaria desde el punto de vista de su relación con América Latina. Nosotros estamos enfrentados a un problema. Hemos estado trabajando en él. El Senado ha emitido una opinión respecto del planteamiento hecho por Bolivia a propósito de su enclaustramiento marítimo. Y una de las inquietudes surgidas cuando ese conflicto apareció se refiere a la posición de Chile en el continente. Ciertamente, pienso que no hemos desatendido como país nuestras relaciones con la región, y por eso debiéramos estar tranquilos. Pero hoy día vemos a Chile salir rápidamente a enviar tropas, en circunstancias de que ningún otro país de América Latina lo ha hecho. Más todavía, Brasil -que en esta materia debiera ser un aliado especial nuestro- ha dicho que lo hará, pero que va a enviar después sus tropas para mantener la paz. Es decir, mucho más adelante. Creo que no son consideraciones menores. Son preguntas realmente lacerantes no sólo para el Presidente , porque ésta es una decisión que nos obliga a nosotros. Si lo fueran exclusivamente para el Primer Mandatario , bastaría una reunión para formular comentarios. Pero aquí no nos hallamos en una sesión de carácter académico, sino resolutivo. Y estamos en una situación muy difícil. Estas interrogantes y muchas otras de los Senadores señores Fernández , Coloma , Arancibia , Adolfo Zaldívar -para no mencionar prácticamente a todos los que han intervenido-, deben ser una lección acerca de cómo hay que hacer las cosas en el futuro, o cómo no hay que hacerlas. En esa disyuntiva, voy a votar favorablemente la autorización de la salida de nuestras tropas al extranjero para integrar esta fuerza multinacional provisional en Haití. Y lo haré, porque en el balance de quién sale más perjudicado por una decisión negativa del Senado, me parece que, por tratarse de una materia internacional, no podemos dejar en la estacada al Presidente de la República , quien ha dado un paso que hubiéramos preferido que hubiese sido consultado previamente. Yo voy a apoyar tal paso, a pesar de que eso va en contra del Senado, porque lo debilita, porque lo pone en una situación imposible, en una encrucijada que no tiene solución. No creo -respeto a quienes piensan distinto, por cierto- que podamos dejar al Primer Mandatario en esa situación. Existe también otro factor que, a mi juicio, avala dar este paso: la participación de Naciones Unidas. En mi opinión, éste no es un elemento menor. ¿Por qué? Porque, a diferencia de lo que ocurrió en Iraq -así lo sostuve en su oportunidad-, estimo que debemos insertarnos dentro de las fuerzas internacionales que actúan con legitimidad. Y aunque Naciones Unidas -¡ni mencionar a la OEA!- ha actuado tardíamente, lo ha hecho. Ella es la que convoca. El Senador señor Arancibia se refirió al espectáculo, no muy estético, que se produjo cuando asumió el nuevo Presidente interino y terminó hablando su Edecán, que no era precisamente un connacional. Y por eso me parece que este conflicto no puede dejarse a la sola resolución de el o los países que intervienen en Haití. Hay que internacionalizar la situación. Y, en la medida en que el organismo mundial participe, puede ser una garantía de que la internacionalización servirá para que efectivamente se establezca la paz, se restablezca la democracia y el pueblo haitiano pueda decidir autónomamente su destino. Es poca la garantía que hay, pero es la única. Y es mejor que la existente hasta hace algún tiempo. Por eso, me parece importante respaldar al Presidente Lagos y no dejarlo solo, en el caso de que su petición fuera rechazada. No quiero dejar pasar un comentario que me parece digno de destacar: que el Consejo de Seguridad haya pedido a Chile que participe con el envío de sus Fuerzas Armadas, ciertamente constituye un reconocimiento a estas instituciones. Creo que es importante valorarlo, sobre todo cuando en nuestra historia no muy lejana la participación de ellas a nivel interno generó, en el ámbito internacional, complejas interpretaciones, por decirlo de alguna forma. El que hoy en día el organismo mundial solicite a nuestros institutos castrenses que participen en la coyuntura centroamericana, me parece un reconocimiento importante no solamente al país, sino a las instituciones de la Defensa, en este caso al Ejército. Todas estas consideraciones son las que -con dificultad, pero también con la convicción de que en una materia internacional no podemos dejar de tener una sola voz y una sola opinión- me hacen pensar que debe aprobarse la autorización al Presidente para que tropas chilenas vayan a constituir una fuerza que contribuya a la paz y al orden en Haití. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Martínez. El señor MARTÍNEZ.- Señor Presidente , cuando se estudia y aprecia una situación en que la autoridad -en este caso, el señor Presidente de la República - ha tomado decisiones, debe tenerse presente una preocupación fundamental: ¡Cuidado con los cursos de acción predeterminados que se adoptan sin tomar en cuenta la realidad y todos los aspectos involucrados, porque puede haber una sorpresa! El planteamiento de Su Excelencia el Presidente de la República nos remite a tres aspectos fundamentales. Primero, da la sensación de que la decisión se tomó de manera apresurada, sobre la marcha, con el correr de los acontecimientos. Cuando se es estadista, o se pretende serlo, eso es lo peor que puede hacerse, porque siempre habrá hilos que no se consideran ni analizan. Tenemos la experiencia desagradable de la situación creada con Venezuela: por actuar rápidamente, en 24 horas hubo que hacer y deshacer un planteamiento presidencial, lo cual afecta la imagen de Chile y su Presidente . En Haití la situación está tan fluida que, en este momento, se plantean dos situaciones que es bueno tener a la vista. Dispongo de las últimas informaciones ocurridas en esa nación. En primer término, existe una sujeción del líder que encabezó la organización de las fuerzas militares y policiales al Presidente interino señor Boniface Alexandre . Y, en segundo lugar -lo que entra de lleno a lo que los señores Senadores han comentado-, si bien se ha subordinado al Presidente interino, ha dicho que no aceptará que Gobiernos extranjeros dictaminen, como en el caso actual, lo que debe hacer Haití . Y aquí estamos en presencia del punto crucial: una situación fluida, que cambia minuto a minuto, que aconsejaba y aconseja no precipitarse en las resoluciones que se tomen. Perfecto que se quiera cumplir con una petición de las Naciones Unidas; pero ello debe hacerse dentro del marco de la realidad, porque un curso de acción predeterminado como éste constituye la peor resolución que se puede tomar. Otro aspecto que debe considerarse es que aquí hay un cambio fundamental. Hasta el momento, Chile siempre había trabajado para mantener la paz. Ahora va a contribuir a restablecerla en un determinado país, lo cual significa que se deben conocer las reglas de conducta y de enfrentamiento. De haber muertos, como es lógico que suceda (de hecho, habrá actos contra nuestras fuerzas que causarán heridos y, por desgracia, también bajas -¡Dios no lo quiera!-), ¿qué vamos a decir a la opinión pública? ¿Le ocultaremos los hechos, o le diremos que cayeron en defensa de los intereses nacionales? ¿Qué interés nacional está envuelto en el caso de Haití? Es la pregunta que surge. Debe tenerse presente que en los Considerandos del mensaje el Presidente de la República habla de contribuir a crear un entorno regional de seguridad y estabilidad en Haití. Pero, ¿cuál es el problema de inseguridad regional que presenta dicho país, que es una isla y el único vecino de la República Dominicana? No me parece que realmente se trate de un peligro para la seguridad y estabilidad regionales. El problema fundamental es que estamos ante un ejemplo de apoyo a un golpe de Estado. Digámoslo derechamente. Tanto es así que cuando se preguntó a uno de los oficiales de las fuerzas norteamericanas por la causa de su desembarco, dijo nada menos y nada más: "Estamos aquí para proteger los intereses estadounidenses". Es decir, se confirma la precipitación de lo resuelto. Un curso de acción predeterminado no es la forma de enfocar un problema de este calibre. Por otra parte, ¿qué pasará cuando nuestra gente, en cumplimiento de reglas de enfrentamiento y de conducta que no conocemos -la precipitación hace que el Senado carezca de los antecedentes del caso-, sea acusada por organismos de defensa de los derechos humanos? No les quepa la menor duda a Sus Señorías que ya en Europa se están preparando ciertos grupos para acusar a las fuerzas de los Estados Unidos, Francia y Canadá de violar los derechos humanos de la población civil haitiana. También lo harán grupos chilenos, y entonces nosotros, que hemos enarbolado la bandera de los derechos humanos, estaremos en tela de juicio. ¿Qué vamos a hacer al regreso de esas personas? Ya lo preguntó la Senadora señora Matthei : ¿van a ser juzgadas de nuevo? Ahora hablemos de algo más concreto: ¿Qué sucede con los costos de la operación? ¿Por qué la Comisión de Hacienda del Senado no ha conocido tales antecedentes? ¿Quién los va a pagar? ¿Quién solventará los gastos por concepto de armamento o de la ropa especial? ¿Quién ha de cubrir económicamente la preparación de ese personal? ¿Saldrá del presupuesto de las Fuerzas Armadas? Se lo pregunto a la señora Ministra de Defensa , quien sabe perfectamente bien cómo está de ajustado. ¿Quién pagará? ¿Las Naciones Unidas? No conocemos las reglas; tampoco los términos del contrato. Porque es un contrato. Frente a esto, cabe preguntarse si realmente ésta es una buena resolución. Yo diría que es mala. El Presidente de la República no tendría por qué sorprenderse si el Senado resolviera no dar su autorización, porque estamos haciendo uso de un principio democrático. Hay separación de Poderes. Si esta Corporación lo estimare inconveniente, ¿por qué se va a ofender el Primer Mandatario? Querría decir, entonces, que cuando le aprobamos las leyes debiera estar alegre siempre. ¿No podríamos criticar sus resoluciones para contribuir a una visión más coherente de lo que es el interés nacional? A mi parecer, si se rechazara esta autorización, sencillamente sería un traspié para el Gobierno. Pero eso no tiene por qué ofender, porque estamos en el juego de las opiniones, de los votos, de los conocimientos y del aporte. Hay un problema adicional. En mi opinión, aquí siempre -ojalá no sea una impronta- se reconoce la amplia capacidad de nuestro servicio diplomático; pero de nuevo aparece algo que ya vimos al analizar el caso boliviano. ¿Dónde está el análisis previo, el estudio de la situación y su seguimiento? La OEA no ha actuado, a pesar de tener la obligación de hacerlo. Veamos qué dice la Carta de la Organización. Tiene un papel que cumplir y no la hemos visto en funcionamiento. No, pues el Consejo Permanente no se reunió; tampoco se ha citado a los Cancilleres. Sigamos. Hemos suscrito diversas resoluciones, como la relativa a la "Democracia Representativa", adoptada el 5 de junio de 1991, que dice: "Instruir al Secretario General que solicite la convocación inmediata del Consejo Permanente en caso de que se produzcan hechos que ocasionen una interrupción abrupta o irregular del proceso político institucional democrático o del legítimo ejercicio del poder por un gobierno democráticamente electo en cualquiera de los Estados miembros de la Organización para, en el marco de la Carta, examinar la situación". ¿Dónde está eso? Ahora intervienen las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad. Pero, ¿en qué quedó la OEA? Por lo tanto, la pregunta de si la acción es válida o no lo es resulta totalmente lógica. Pero deseo regresar a algo mucho más serio. ¿Qué vamos a decir cuando nuestros Institutos Armados lleguen allá y se revierta la situación en Haití? Porque ella es muy fluida. Se está solicitando la presencia de fuerzas, pero hace un par de horas, uno de los líderes locales ¿puede no gustarnos, pero es el líder local- anunció: "Señores, Haití va a resolver solo su problema". O sea, está diciendo que rechazará la intervención extranjera. Es decir, es tan fluida la situación, que la lógica aconseja esperar. Ello no implica que no nos debamos preparar; tampoco que, frente a una orden preventiva, no nos aprontemos a enviar fuerzas. Pero el Senado no tiene los antecedentes para mejor resolver. Y qué decir de la resolución predeterminada que hemos visto en la prensa -lo declaro derechamente-, que es una ofensa a la independencia del Congreso Nacional, particularmente del Senado. Hay que decirlo claramente. Y el Jefe del Estado no tiene por qué molestarse, porque es una realidad. Veamos las cosas como son, no como aparentemente se muestran por los medios de comunicación. Me preocupa fundamentalmente otro aspecto: ¿Cuáles son los impactos, en el resto de América del Sur, del curso de acción predeterminado que tomó el Primer Mandatario y de nuestra precipitación en actuar? ¿Cuáles son los efectos políticos? ¿Y qué sucede si por esta vía rompemos la doctrina de no intervención en los asuntos internos de otros Estados y no acatamos todas las cartas democráticas que han firmado los Cancilleres, con gran bombo y gasto? ¿Qué sucederá si esto ocurre -¡Dios no lo quiera!- en un país vecino? ¿Vamos a intervenir? Cuando se disuelva la integridad territorial de un Estado y aparezcan tres o cuatro naciones, como es posible que ocurra en los próximos años, ¿vamos a intervenir? ¡Cuidado! Los precedentes hay que manejarlos con especial delicadeza. En las relaciones internacionales, ¿existe o no existe una ética o moral? ¿Hay principios? Sí, aunque mínimos. ¡Cuidado! Aparentemente, estamos pasando a llevar algunos que han sido fundamentales para organizar América del Sur. Y quiero repetir un antecedente: cuando se pregunta al oficial norteamericano por qué están ahí, responde que para defender los intereses estadounidenses. Comprendo perfectamente que lo hagan. Me parece muy bien. Pero, ¡cuidado!, son sus intereses. Y nosotros, ¿cuáles vamos a defender, cuando no está amenazada la seguridad ni la paz regional, sino que se trata de un problema interno de los haitianos? A nadie le gusta que muera gente en los saqueos. Evidente, nos duele a todos. No tengo la menor duda de que nuestras tropas cumplirán perfectamente su deber y su obligación. Pero pareciera que hay precipitación, que no se ha apreciado la situación y que el Ministerio de Relaciones Exteriores -lo que más me duele- no ha efectuado un seguimiento permanente de los hechos. Yo respeto a sus profesionales, pero desde hace bastante tiempo he visto que carece de una metodología de trabajo, de seguimiento, de alerta y, lo que es peor, no realiza una labor integrada con el Senado. En consecuencia, no estoy de acuerdo con esta situación. Ése es mi punto de vista, señor Presidente. He dicho. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Ávila. El señor ÁVILA.- Señor Presidente , yo creo que ésta debe de ser la actuación más desprolija del Gobierno en la escena internacional. Supera con creces el bochorno de Caracas. Yo pensé que esa lección se iba a asimilar por lo didáctica que fue. Sin embargo, ahora incurrimos en un error que puede costarnos caro hacia el futuro. Y, desde luego, despierta muchos recuerdos del pasado, generando -como es lógico-, sentimientos muy encontrados. En el día de hoy, la prensa nos informa profusamente acerca de lo que ocurre en Haití. Por supuesto, consigna declaraciones de Bertrand Aristide: "Usaron la fuerza para hacerme salir y eso se llama golpe de Estado". Así lo califica nada menos que el Presidente depuesto, aquél que si alguna solidaridad internacional esperaba era precisamente para fortalecerlo en su posición, para ayudarlo a consolidar un gobierno que emergió de las urnas en un país que a lo largo de su historia sólo ha conocido dictaduras sangrientas, horrendas, como la que encabezó Duvalier , tristemente célebre no sólo en Latinoamérica, sino en el mundo entero. Las informaciones de prensa nos dicen también que ayer en Puerto Príncipe volvió parcialmente la calma, mientras comenzaba a llegar parte de los mil marines que desplegará Estados Unidos y que integrarán una fuerza internacional en la que también intervendrá Chile. Yo no sé lo que está pasando en la mente, en la conciencia, en el recuerdo de muchos de los que hoy ocupan estos escaños. Pero no puedo sino rendirle tributo al Senador señor Núñez . Tiene que haber sido una tortura horrenda decir lo que aquí le escuchamos, o sea, impartirle los óleos sacramentales a una intervención de tropas chilenas junto con las norteamericanas en Haití. Y, para más remate, siempre con esa torpeza que ha caracterizado a los representantes del Gobierno y las Fuerzas Armadas estadounidenses, dicen que van allí -como aquí se ha citado- para defender los intereses norteamericanos. Siento que este enredo de cosas va a generar en vastos sectores de nuestra ciudadanía una confusión enorme, que demorarán mucho tiempo en clarificar, si alguna vez lo logran. Para mayor ironía, Chile es miembro del Grupo de Amigos de Haití. Me pregunto qué pensará Jean Bertrand Aristide frente a esto. Dirá: "Con amigos como los chilenos no necesito enemigos", porque verá que nuestro país se ha asociado con los marines norteamericanos para reeditar tantas actuaciones que en décadas pasadas sacaron a millares de jóvenes a las calles para protestar justamente a favor de un principio que Chile defendió en forma casi sagrada: la no intervención. Hoy, en esta verdadera revolución de los conceptos, al atropello a ciertos principios se le llama pragmatismo. Y con eso, sencillamente, se resuelven las situaciones como las que hoy enfrentamos, ante el estupor de miles de militantes de ciertos sectores políticos que, por supuesto, no atinarán a comprender cómo hoy tienen que alzar en sus manos unas banderas que justamente ayer quemaron ante determinadas embajadas. Esto me hace recordar las palabras que Clodoveo escuchó de San Remigio, quien señaló: "Levanta tu cerviz, fiero sicambrio, adora lo que has quemado y quema lo que has adorado". La acción que nos merece atención en esta oportunidad implica algunos problemas esenciales. Desde luego, da la impresión de que aquí alguien se ha metido al Senado en el bolsillo. A la vez, hay un cierto desprecio hacia un país pobre y miserable como Haití. Y, desde luego, como ya he señalado, se produce un atropello al principio de no intervención. En esta sala de clases tan desordenada que es América Latina, Chile, a los ojos de Estados Unidos, está sobresaliendo como un alumno aplicado. Lo que me temo mucho es que además nos cuelguen el rótulo de "chupamedias". Francamente, si hubiere creído por un instante que el Presidente de la República , a quien estimo en forma muy sincera, quedaría en la estacada con una decisión adversa del Senado, habría votado a favor de esta aberración sólo para salvar su imagen. Pero no es el caso: Su Excelencia cuenta hoy con el sólido y entusiasta apoyo de la Unión Demócrata Independiente, de Renovación Nacional, que con sus votos le brindarán un respaldo muy importante. Tanto es así que el Honorable señor Coloma hizo referencia a "nuestro Presidente ", empleando por primera vez una expresión tan afectuosa. El señor CHADWICK.- Es nuestro Presidente. El señor ÁVILA.- Ciertamente. Pero el señor Senador lo dijo con un énfasis que por mi parte no conocía. De cualquier manera, no puedo, en una ocasión como ésta, sino negar mi aprobación al uso de fuerzas militares chilenas en la intervención que comanda Estados Unidos en Haití. Quizás, esa potencia escogió a nuestros soldados por la experiencia de éstos en el tema. Es decir, un Gobierno constitucional, como el de Aristide, es desalojado en virtud de la defensa de intereses estadounidenses y, en definitiva, al pueblo que lo eligió se lo deja ahora en manos de un conglomerado en donde hasta dicen que hay narcotraficantes de por medio, o sea, lo sacan de las llamas para meterlo en las brasas. No sé qué nos deparará el futuro. Lo único que sí sé es que la actuación que nos ocupa no figurará, por cierto, entre las mejores que registre el Gobierno del Presidente Lagos. He dicho. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Orpis. El señor ORPIS.- Señor Presidente , los Parlamentos a partir de 1990 han hecho un esfuerzo por ir consolidando una institucionalidad, para que cada uno de los Poderes del Estado funcione en un período de transición que muchos han calificado de exitoso. Pero, cuando hace 48 horas vi por televisión casi una cadena nacional, sentí, como Senador, que alguien quería adueñarse de Chile. Y creo que ello le hace mal al funcionamiento de las instituciones. Porque, desde mi punto de vista, la manera como el Presidente de la República toma la decisión y la informa al país coloca al Senado prácticamente en una situación insostenible. El Honorable señor Ávila hacía alguna referencia respecto de nuestras bancadas. Al igual que Su Señoría, en el curso del debate pude observar cómo existían muchas visiones críticas acerca de los temas de fondo involucrados en la resolución del Primer Mandatario. Pero, al final, el último argumento era votar favorablemente para no dejar a éste en la estacada ante la comunidad internacional. De no mediar esa razón, lo más probable es que la decisión hubiera sido distinta. ¿Y por qué señalo que se coloca al Senado en una situación insostenible? Me pregunto, en relación con el actual debate, qué libertad ha tenido esta Corporación para concluir algo diferente, para haber analizado en profundidad los temas de fondo que se han planteado. Estoy seguro de que si el Presidente de la República hubiera adoptado una determinación de otra naturaleza, habiendo consultado previamente al Senado, habiendo mantenido una relación más fluida con esta rama del Congreso, la resolución de muchos de los que han intervenido en esta tarde habría sido radicalmente distinta, porque, para no dejarlo en la estacada ante la comunidad internacional, habrían decidido con mucho mayor libertad. Numerosos representantes nuestros han actuado de buena fe, pero creo que se ha llegado al límite, para que no se siga abusando de ella. Y espero, al respecto, que las futuras autoridades de esta Corporación, que cambiarán en los próximos días, asuman una actitud radicalmente distinta ante pronunciamientos del tipo de que se trata y hagan valer la dignidad de nuestra institución, como Senado, para que, en definitiva, se respete la institucionalidad en la forma en que corresponde, a fin de que no sigamos siendo meros buzones y de que estas definiciones las concretemos con entera libertad. Por esos motivos, votaré en contra de la autorización que nos solicita el Presidente de la República . Los temas de fondo se han abordado acá, pero creo que esa clase de resoluciones, en función del artículo 4º de la ley Nº 19.067, deben contar con el acuerdo previo del Senado, no notificarse a través de prácticamente una cadena nacional y colocando a nuestra institución en una situación prácticamente insostenible. He dicho. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Valdés. El señor VALDÉS.- Señor Presidente , había pensado no intervenir por diversas razones, pero me ha impresionado mucho el debate, la profundidad de las expresiones que he escuchado, el momento que vivimos cuando se ponen en ejercicio disposiciones fundamentales de la República como es la facultad del Primer Mandatario de dirigir las relaciones exteriores y cuando, al mismo tiempo, el Senado se constituye en un tribunal no solamente de debates, sino también de decisión, de igual categoría que la del Jefe del Estado en el ámbito en análisis. Desde un punto de vista jurídico, político, experimento satisfacción, al margen de lo que se determine, porque me parece que lo que Chile tiene de valor son sus instituciones. Si el nuestro se distingue de los países latinoamericanos, a los cuales respeto, es porque desde don Diego Portales se organizó un sistema de instituciones, no perfecto, pero que son las mejores de América Latina y que es lo que estimo que en definitiva lo hace ser considerado, más allá de las personas, más allá de los valores, más allá de las corrientes políticas, ideológicas, o mucho más allá, ciertamente, de la economía. Las instituciones han jugado un rol fundamental en Chile. Cuando se han roto, es por causas muy profundas. Y muy pocas veces en la historia. No como otros. Así, se ve una Contraloría General de la República, nacida en los años treinta, que goza de un respeto universal, al margen de los pequeños errores que siempre muestran las obras humanas. Tenemos Fuerzas Armadas, tenemos justicia. Me alegré del discurso pronunciado ayer por el Presidente de la Corte Suprema , en plena majestad de sus funciones -hombre modesto, hombre de derecho, hombre culto, al que respeto mucho, porque lo conozco personalmente-, quien intervino en nombre de un Poder del Estado. Y ello lo hace merecedor de deferencia. Y ha criticado a quienes no guardan la debida consideración a ese Poder. Por tal razón, creo en la articulación de las instituciones -me parece fundamental-, como el esqueleto sobre el cual puede mantenerse la democracia. Pienso que en esta oportunidad ello ha sido discutido. Y si bien daré la autorización al Presidente de la República -lo anuncio desde luego-, pues tengo fe en que ha tomado una decisión en el mejor interés de Chile, en la medida en que lo conozco, lo respeto y sé que así lo ha hecho, al mismo tiempo debo dejar constancia de que la forma en que el asunto se ha presentado me parece que vulnera la relación que debe existir entre las instituciones, las cuales están por encima de las personas. Creo que eso se ha dicho, y bien. No me parece que tal situación afecte de manera determinante la decisión del Presidente de la República , que yo acojo. Espero que hechos como el descrito no se repitan, no por nosotros, las personas, sino por el respeto que merecen el Senado, la Presidencia de la República , la función de los Ministros, etcétera. En segundo lugar, me afecta particularmente este debate, porque creo que, de todos los señores Senadores y Ministros presentes, soy el único que ha conocido Haití en toda su extensión: desde Puerto Príncipe hasta Cap Haitien . He estado varias veces en aquel país. Me correspondió trabajar en él como funcionario de las Naciones Unidas; acompañando a Galo Plaza, en su condición de Secretario General de la OEA , y en numerosas misiones del Banco Mundial. Estuve en la época de François Duvalier, "Papa Doc", un dictador de la peor especie que uno pueda concebir, y en la de su hijo. Después conocí también a Aristide. Me agobia el recuerdo de la miseria de ese pueblo; de la falta de instituciones; del abuso y, al mismo tiempo, de la bondad de su gente; de su religiosidad, donde aparecen injertados en el vudú -expresión romántica de su piedad- sistemas franceses de origen católico o cristiano. Presencié en la montaña escenas de vudú. Conozco la alegría y las penas de ese pueblo, absolutamente ajeno a lo que corresponde a una sociedad nacida de la vertiente española, latina o sajona. Es un pedazo de África injertado en América Latina. Nación sufriente, respetable. Fue la primera república que, a la voz de la Revolución Francesa, logró en 1804 la independencia como colonia negra (nosotros la obtuvimos en 1810). Me tocó reparar, a través de la UNESCO, los grandes edificios de los primeros emperadores, quienes también se estimaban nobles y se sentían igual que Napoleón. Derrotaron al enorme ejército del cuñado de éste; fueron libres, y después, durante 50 años, tuvieron que pagar muy caro, con pobreza, lo que Francia les exigió. Por eso los franceses tienen ahí obligaciones, que van más allá del idioma: la pobreza no es casual. Pues bien: Estados Unidos también ocupó Haití por veinte a veinticinco años. Está prácticamente al lado. Creo que en cuestión de media hora un F-16 que despega del país del Norte llega a Haití. Cuba también se encuentra cerca. Otra zona caliente. Mientras estuve en Estados Unidos -diez años-, muchas veces presencié su intervención en Haití, y no sólo a través del embajador norteamericano (para intervenir en este país basta la actuación de un secretario). Me duele que una vez más ocurra lo mismo, luego de que esa nación puso toda su energía en elegir a un hombre muy admirable: haitiano, ex sacerdote, culto, fino, pero con una contextura ideológica y psicológica de niño. Porque si uno va a ese país no se encuentra con gente mala, sino con niños que bailan, que no comen, que no se bañan. El 65 por ciento de la población carece de agua potable: puede verse a la gente tomar agua de las acequias. Padecen enfermedades terribles. La expectativa de vida allí es de 48 años: casi la mitad de la de Estados Unidos o de la nuestra. En esas condiciones, exigir disciplina democrática es muy difícil. Aquí se preguntó cuántos años demoraría la solución. Yo estuve embarcado en la formación de una escuela de enfermería: todos los enfermeros partieron a Estados Unidos. Porque se trata de personas inteligentes. Los médicos son excelentes (eso se aprecia en los hospitales norteamericanos) y cobran menos que los estadounidenses y los chilenos. En ese país no existen profesionales. Ese pueblo ha sido abusado durante toda su vida. Por consiguiente, precipitarse ahora con el envío de tropas me parece algo inconcebible -lo digo por mi experiencia personal-, pues se requieren remedios (sobre todo penicilina) y asistencia para los niños. Es indispensable la formación de empresarios, ya que éstos no existen. Tampoco hay bancos. En definitiva, son manejados desde afuera. ¡Ese pobre país no se arreglará con soldados! Los norteamericanos deben intervenir. Ellos sacaron a François Duvalier y a su hijo, quien prácticamente era dueño del país. A Jean Claude lo conozco muy de cerca. Como anécdota, puedo contar que una vez el Duvalier chico me convidó a andar en motocicleta. ¡Hasta ese extremo! Sé cómo viven. Ir a Haití es igual que llegar a un lugar de niños. Su gente es de reacciones incontroladas. La violencia es parte del juego; pero se matan. Por eso me preocupa la entrada en escena de nuestros soldados, tan serios, tan eficientes, tan "cuadrados", que son como la expresión de una historia, en un mundo inmanejable. Desconozco qué va a ocurrir. ¡Dios dirá! Pero no puedo dejar de manifestar estos sentimientos ante la medida que se ha tomado, no por la OEA, de la que aquí se ha hablado. Desde hace mucho tiempo considero a la OEA el órgano más ineficiente e inútil que existe a nivel internacional. Lo viví durante seis años como Ministro de Relaciones Exteriores . Fue incapaz de detener la guerra entre El Salvador y Nicaragua, que empezó en un partido de fútbol. Los Cancilleres se juntaron cinco o seis veces, con viajes costosos, secretarios, enormes trasnochadas, etcétera. Sin embargo, esa Organización no pudo parar el conflicto. La OEA nunca ha sido capaz de solucionar un problema. Es un depósito de ex ministros o ex embajadores que viven en el tercer nivel de la diplomacia norteamericana. Ahora podía haber hecho algo. Habríamos estado obligados. Tenemos asiento. Somos importantes. ¡No hizo nada! Conozco bien a la OEA. Pasé un año con el Presidente Lamadrid, de México, tratando de modificarla. Al final, nos convencimos de que es inmodificable. Vamos a la Organización de las Naciones Unidas, a la que respeto mucho, porque la serví; la estimo, la admiro. Sin embargo, creo que en esta oportunidad concurren a la situación producida países culposos: Estados Unidos, Francia y Canadá, por su experiencia francesa. Y ahora nos agregamos nosotros. Señora Ministra , señor Ministro , me preocupa que vayamos solos; me preocupa que se haya roto el principio de no intervención. Coincido completamente con lo expresado con mucha propiedad por el Senador Fernández. Tenemos una serie de incógnitas. Entiendo que el Presidente tomó una decisión en el mejor sentido de los valores chilenos. Empero, lamento que no se conozca en detalle lo ocurrido en casi 200 años de vida independiente de Haití y me intranquiliza lo que pueda pasar. Aquí se dijo bien. Aristide ganó su elección con cerca del 80 por ciento de los votos. Lo conozco. Es una persona muy iluminada, un sacerdote brillante, que hoy se asemeja además al culto vudú, porque habla un lenguaje muy atrayente. Estoy seguro de que va a volver, si no muere. Pero quien viene ahora es un jefe rebelde que fue partidario o miembro de los "tonton macoutes" y que participó activamente en las dictaduras que los norteamericanos eliminaron por obra del Presidente Clinton. O sea, nos hemos colocado en un mundo en evolución, sin control, no en paz, como aquí se sostuvo. Confío en que la señora Ministra y los jefes de las Fuerzas Armadas cuidarán de que Chile no se exponga por aparecer llegando a un territorio donde hay balazos en todas las esquinas. ¿Se van a defender ellos? ¿A quién atacarán? ¿Quiénes son los adversarios? ¿Por qué van militares? ¿Bajo qué órdenes estarán? No veo respuestas claras a esas preguntas. Por eso, no puedo dejar de expresar mi preocupación. Porque 300 soldados son mucho para Chile, pero muy poco para la situación reinante. Creo recordar la cifra de la otra intervención americana: cerca de 20 mil soldados, cuando se creó el caos a la salida del dictador que precedió a Aristide y que hoy recupera el poder a través de otros. O sea, éste es un proceso extremadamente peligroso, cuyos aspectos políticos y cuya longitud en el tiempo son inmanejables. ¿Cuánto durará esto? No sé. ¿Qué riesgo corremos? Tampoco sé. Se ha dicho que los militares son muy valientes. No me cabe la menor duda. Pero el valor de cada soldado hay que usarlo con finalidades manejables. Y me parece que eso es algo que queda pendiente. Reconozco que el Presidente de la República tiene la responsabilidad. No obstante, me habría gustado contar con mucha más información. Me habría gustado participar, si fuera necesario, con América Latina. Pienso que aquí el problema para Estados Unidos es su propia culpa, y al mismo tiempo, su cercanía con Cuba, que está al acecho. Por eso los americanos invadieron República Dominicana hace algunos años. Es un área muy peligrosa, donde nosotros tenemos poco que hacer. Sin embargo, se ha procedido de esta forma. Y el Primer Mandatario contará con mi apoyo, pero sin que yo ceda en mi preocupación, como Senador y como chileno. Considero que en situaciones como ésta nuestra institucionalidad debe funcionar con más tiempo, con más detalles, con mayor información. Yo no sé. Esta noche o mañana vamos a oír en la CNN, en alguna radio o en algún canal de televisión, hablar de una situación muy peligrosa. Votaré que sí, señor Presidente. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Muñoz Barra. El señor MUÑOZ BARRA.- Señor Presidente , llevo diez años en el Senado, estuve cuatro años en la Cámara de Diputados, y Sus Señorías saben que siempre he mantenido una posición muy definida de respaldo a los Gobiernos de la Concertación, a la cual pertenezco, y que no he titubeado en destacar lo que ellos han realizado y seguramente seguirán realizando. Pero, aun con ese currículum de lealtades, quiero confesar que ahora me encuentro sumamente confundido, porque me da la impresión de que estoy abandonando principios que he sostenido y defendido durante catorce años, ayer en la Cámara de Diputados y hoy en el Senado. Algunos colegas han dado aquí verdaderas clases políticas, muy acertadas, en lo que respecta a la defensa de valores que consideramos tan propios. Y en buena hora he escuchado defender posiciones de legitimidad y de no intromisión en los asuntos internos de los gobiernos. Me he enterado por la prensa de lo acontecido, como la gran mayoría de los señores Senadores. Por tanto, Honorables colegas de Oposición, no se sientan ofendidos, pues muchos Parlamentarios de Gobierno tampoco teníamos informaciones y hemos ido recogiendo antecedentes en medios de comunicación, principalmente escritos. Hemos visto el sufrimiento de Haití como una verdadera serial triste y trágica en los medios de difusión internacionales y nacionales. Yo habría preferido no tener el privilegio de que el Ejército chileno fuera el único del ámbito latinoamericano que va a actuar en Haití con las fuerzas multinacionales de la ONU. Y será el Ejército chileno el único que, junto a Estados Unidos, Canadá y Francia, colocará tapas a un régimen que tenía defectos pero que, según aquí se ha señalado, funcionaba sobre la base de un Presidente elegido democráticamente, con casi 80 por ciento de los votos, como muy bien indicó un señor Senador. Podría quedarme callado por comodidad. Ayer defendimos al Gobierno legítimo que había caído. Hoy miramos para el lado o para el techo y decimos que en Haití está cayendo un Gobierno legítimo, pero que, por una u otra razón, es justificable esta actitud extraña, que me duele, precisamente del Mandatario que tanto estimo y al que tanto afecto tengo. Sin embargo, uno asume responsabilidades cuando llega a un curul de esta naturaleza. Y la amistad igualmente se fortalece cuando se plantean situaciones en las que uno no concuerda. Al final, el Presidente será el Presidente de todos los chilenos, pero es un ser humano falible, que también se puede equivocar. ¡Para qué estamos con cosas, señores Senadores! Cuando asumió el nuevo Presidente de Haití , más vergonzoso no pudo ser. Detrás de él estaba el embajador de los Estados Unidos. O sea, quien gatilla esta solución es precisamente esa gran nación, el poder económico, político y militar más grande que existe hoy en el mundo y quizás por cuánto tiempo. Y todos esperaríamos que fuera para bien de la Humanidad, aportando toda su tecnología, todo su conocimiento científico, y esparciendo, como ellos señalan, el ser un país ejemplo, una buena vitrina del sistema democrático. En esta improvisación -porque no hubo tiempo para preparar algo con mayores antecedentes históricos-, quiero puntualizar que Estados Unidos, según expresó muy bien un señor Senador, colocó durante muchos años en Haití a dictadores realmente crueles, inhumanos, como fueron los de la casta de los Duvalier. Y cuando creyó que ya no le servían, los sacó. Estados Unidos, entonces, es un amigo antiguo de la república haitiana. Pues bien, con el beneplácito y la simpatía del país del Norte, Aristide es elegido democráticamente Presidente de Haití , con una inmensa votación. Luego, cuando Aristide enfrenta un golpe de Estado, Estados Unidos manda miles de marines y lo repone en el cargo. Y ahora, también con la ayuda de los Estados Unidos, sacan a Aristide de la Presidencia de Haití. Recordando el viejo refrán, aquí se podría decir que "los cuidados del sacristán terminaron matando al ex cura Aristide", quien era el Presidente de la nación haitiana. Porque ésa es la verdad. ¿Para qué ocultamos las cosas? En un diario de hoy, señor Presidente , se dice que, consultado un comandante sobre la posibilidad de que su tropa tenga que enfrentar a fuerzas rebeldes que se opongan a la presencia de ejércitos extranjeros en Haití, esa alta autoridad militar reconoció que ello puede ocurrir. ¿Pero cuáles son las fuerzas rebeldes haitianas? ¿Las que estaban con el Presidente elegido democráticamente? ¿Cuáles son las fuerzas rebeldes? ¡Los antiguos tonton macoutes, como aquí se indicó! Porque en el grupo que estableció la contrarrevolución hay verdugos que participaban en las policías y escuadrones de la muerte que reinaron durante toda la dictadura de los Duvalier. ¡Y ésos son hoy día los demócratas, ésos son hoy día los patriotas, los que tienen la razón para buscar un mejor horizonte a ese país tan triste, que no ha podido levantarse! Por consiguiente, las cosas se han dado vuelta y los verdugos de ayer son los salvadores de hoy, los ángeles de esta república que vive tan tristemente estos días. Señor Presidente y señores Senadores, en esta improvisación, surgida al calor de las intervenciones, quiero señalar que me preocupa la situación. En el pasado, Estados Unidos impulsaba todas las dictaduras que creía conveniente en América Latina. Pero hoy estamos asistiendo a la creación de un nuevo sistema para hacer caer gobiernos legítimamente constituidos. Bastaría que mañana o pasado surgiera una oposición organizada en cualquier país -¿por qué no en el nuestro?- y que este sector -ojalá ello nunca ocurra- sea abastecido de armamento, lo que no es difícil en el mundo actual, para provocar una resolución de las Naciones Unidas o de la OEA para intervenir y voltear a un Presidente elegido legítimamente. O sea, se cambia el libreto, pero la intervención -repito- es la misma. Quiero manifestar, además, que hay cosas que no puedo entender. Mientras Chile quiere mandar fuerzas armadas a Haití, al igual que Estados Unidos, Canadá y Francia -ningún otro país de América Latina lo ha hecho-, ¿qué información hemos recibido por el cable internacional o los canales chilenos? Que los más humildes de Haití, en nombre de quienes se está haciendo esta contrarrevolución o este golpe -como se quiera llamar-, son quienes dicen que Aristide es el Presidente hasta el 2005, porque hasta esa fecha fue elegido. O sea, los más modestos, los más pobres, los más desvalidos, son los que hoy día están haciendo barricadas en defensa de un gobierno constitucional y legítimo. En mi opinión, señor Presidente , las Naciones Unidas y la OEA han tomado no el camino más cómodo, sino el que más convenía a una nación poderosa. Alguien decía que éstos son los costos de pertenecer a un mundo globalizado y que jugar en las ligas mayores nos obligaba a estas cosas. ¡Por favor, señores Senadores! La globalización y el ingreso a las ligas mayores no implican el derrocamiento de Presidentes elegidos democráticamente. Esos elementos no justifican el envío de soldados, que, como se sostiene en la prensa, deberán enfrentar a las fuerzas rebeldes, si es necesario. ¿Quiénes constituyen el contingente chileno que viajará a Haití? ¿Son exclusivamente expertos, como se señala en alguna de las partes del documento que se nos ha entregado? ¿Sólo van a preocuparse de las comunicaciones, del transporte y de la sanidad? No, porque también se habla de policía militar. En efecto, ocurre que estos 120 soldados tienen un alto grado de entrenamiento. ¿En qué especialidad? En la de comando. Y aquí hay distinguidos representantes de las Fuerzas Armadas para corroborarlo. ¿Y quién no sabe para qué son los comandos? ¿Cuál es el papel que a ellos les corresponde en la avanzada de cualquier conflicto? Desgraciadamente, vamos a tener que asumir, como alguien anticipaba, alguna acción de la cual seguramente no sólo nos ruborizaremos, sino que, además, nos dará vergüenza. Sin querer señalar que el caso de Iraq es el mismo de Haití, cabe recordar que, desde la llegada de las fuerzas militares a ese país, ya van más de 800 soldados libertadores muertos por quienes hoy están prefiriendo, incluso, al dictador de ayer. Alguien preguntaba aquí: ¿debería extrañarnos que el día de mañana Aristide llegue de nuevo a ser Presidente de Haití , cargo que le corresponde? Señor Presidente, esta intervención realmente me duele y es probable que no guste a algunos de mis amigos Ministros, a quienes les pido que comprendan que estoy en el Senado -justa o injustamente- para decir, con transparencia y sinceridad, algunas cosas que yo siento: no estoy contento con la decisión que se ha tomado. Seguramente más de alguna sonrisa se verá en esta Sala. Pero tengo que pagar los costos de ser hombre de Gobierno, que otorga su apoyo a un Presidente que ha hecho muchas cosas buenas, aunque, como alguien decía, ésta sea tal vez la decisión más extraña que ha adoptado. Y estoy cierto de que desgarra y duele a muchos Senadores entregar, sin entusiasmo, su voto favorable para respaldar la ida de soldados chilenos a Haití, país que algunos quieren más, porque lo conocen. En todo caso, por muchas razones, debemos sentir afecto y cariño hacia un país de nuestro propio continente. Señor Presidente y estimados colegas, a pesar de la emotividad que han trasuntado mis palabras y el tono de mi voz, manifiesto mi apoyo leal a la petición presidencial. Porque la gente honorable expresa su respaldo en las buenas y en las malas, no sólo cuando a uno le conviene. Yo formo parte de un Gobierno, que tiene aciertos y también este desacierto. Por esa razón, asumo mi responsabilidad y entregaré, por respeto al Presidente de la República, mi voto favorable. He dicho. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Gazmuri. El señor GAZMURI.- Señor Presidente , había resuelto no hablar, porque me sentí muy interpretado por la intervención del Senador señor Núñez al comienzo de esta sesión. Sin embargo, considero que este pronunciamiento es importante desde el punto de vista de la política internacional de Chile. No estamos resolviendo un asunto cualquiera. Éste tiene una naturaleza bastante compleja. Ante una circunstancia así, me parece relevante, por la responsabilidad individual que nos corresponde como Senadores, manifestar mi opinión, aunque sea brevemente. Quiero decir que votaré, con convicción, a favor de la petición presidencial, entendiendo todas las complejidades que involucra, porque la argumentación contraria, sin perjuicio de los temores que a todos nos provoca una intervención internacional en un lugar como Haití, a mi juicio, escabulle un elemento central. Se ha dicho que ésta es una decisión precipitada del Presidente de la República . Yo creo que no. Se trata de una determinación que se debió adoptar rápidamente, porque Chile fue requerido de urgencia por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para componer una fuerza de emergencia que imponga la paz en Haití. Ante ello, el Primer Mandatario tenía dos caminos: responder que sí o dilatar su respuesta, lo que equivalía a decir que no. La situación es complicadísima y no había, frente a esa urgencia, más que dos alternativas. Y el Presidente optó por una. Si yo estuviera en desacuerdo con esta opción, francamente votaría que no, por respeto al Senado y a las responsabilidades que nos competen en la conducción de las relaciones internacionales. Porque en ninguna democracia es escandaloso que un Presidente pierda una votación en el Congreso. ¡Por favor! Si queremos madurar una democracia, esto puede ocurrir. A mí no me escandaliza. En la vieja democracia chilena, por ejemplo, se votó en contra de un viaje a Estados Unidos del Presidente Frei Montalva y el país no se paralizó, ni aquél perdió prestigio ni prestancia internacional. El punto es si corresponde al interés de la política internacional chilena participar o no en esta misión de las Naciones Unidas, y si ello es acorde a la visión del orden internacional que deseamos construir en un mundo que se caracteriza por el desorden. Y uno de los elementos centrales de nuestra política internacional es la afirmación de un orden multilateral, la afirmación de las Naciones Unidas, la afirmación de un orden que no dependa sólo de la potencia militar mundial única. Por eso, nos abstuvimos en el caso de Iraq. Hubo muchas voces aquí -incluso dentro de nuestra coalición- que nos dijeron que esa decisión era imprudente, precipitada, y que pondría en peligro los intereses estratégicos de Chile -así lo dijo un señor Senador- que consistían en garantizar los mercados norteamericanos. Pero no nos abstuvimos, y una abstención de un país sin derecho a veto es un "No". Y arriesgamos -por lo menos así se decía- la postergación del Tratado de Libre Comercio, precisamente porque queríamos fortalecer el papel de las Naciones Unidas e intentar construir, en este desorden en que se encuentra el mundo, algún orden basado en el Derecho. A mi juicio, ése es el eje central de la política exterior de Chile. Además -y esto es algo que fuimos desarrollando en los años 90-, como necesitamos que el orden sea lo más seguro posible, debemos contribuir a su construcción. Por eso, empezamos a desarrollar una iniciativa más activa que la histórica: las misiones de paz de las Naciones Unidas. Se han ido diseñando doctrinas de Estado y en las propias Fuerzas Armadas, porque si Chile desea un orden basado en el Derecho Internacional -empresa que es dificilísima-, debe contribuir también a ese orden. Por eso, el Ejército de Chile y el Ministerio de Defensa -así lo dice el último Libro de la Defensa Nacional- están en la idea de contar con Fuerzas Armadas para la cooperación y para cumplir con lo que ha sido siempre su misión histórica: la disuasión. A ello obedecen las escuelas destinadas a impartir instrucción relativa a misiones de paz, que son completamente distintas de las misiones de disuasión para las cuales estuvieron históricamente entrenadas las Fuerzas Armadas chilenas. Sin embargo, cuando las Naciones Unidas -no Estados Unidos, sino el Secretario General de ese organismo, Kofi Annan -, a requerimiento de un Gobierno que aparece con un pequeño hilo de continuidad del Régimen anterior -después quiero decir un par de cosas sobre Haití-, pide a Chile que contribuya a este esfuerzo, se argumenta que la misión está llena de peligros y que iría en contra de nuestros intereses. Yo respeto todas las opiniones. Compañeros nuestros dicen que deberíamos avergonzarnos por involucrarnos en este asunto. Sin embargo, debo manifestar que no tengo ninguna vergüenza. Ciertamente, vamos a participar con tropas americanas, las cuales han cometido muchas fechorías en el mundo y específicamente en América Central. Pero ahora se trata de un mandato de las Naciones Unidas, es decir, de una legitimidad distinta, que es la que deseamos afirmar en el mundo. Porque la comunidad internacional, en este mundo caótico, también tiene derecho a alguna intervención humanitaria. Si ésta en Ruanda hubiera sido oportuna, millones de niños no habrían sido degollados. Las realidades que estamos viviendo deben apelarnos a los demócratas y humanistas del mundo. El asunto es complejo. Claro que es complejo y nuevo. Pero que no se diga en esta Sala -porque yo, por lo menos, no lo creo así- que estamos sirviendo a la potencia imperial del Caribe. Objetivamente no es así en este caso particular. La resolución tomada apunta en otra dirección. Hemos dicho que si pretendemos participar en el orden mundial debemos contribuir a él. Para ello nos hemos preparado doctrinaria y operacionalmente. Esta misión presenta mayores complejidades que otras, desde el punto de vista logístico hasta el de los riesgos. En el caso de Timor, no se descartaba que habría problemas ni se garantizaba elecciones libres en un país que estuvo desgarrado por la ocupación de Indonesia, incluso por la propia guerra civil. Chile tiene un compromiso antiguo con Haití y con sus esfuerzos democráticos de los últimos diez años. Apoyamos al Presidente Aristide cuando fue restituido por la comunidad internacional y también por tropas americanas, después del golpe de Estado de Cedrás. Personalmente conozco bien a quien fue el primer ministro del Presidente Aristide en su Gobierno anterior: Rony Smarck , viejo amigo nuestro que vivió en Chile durante los años de la antigua democracia, antes del golpe. Es uno de los políticos jóvenes -quizás ya no tan joven: es cincuentón- más decentes y honestos de ese país, que hoy día está en las filas de la Oposición. Y la situación es variopinta: hay demócratas y tonton macoutes. Asimismo, están los tonton macoutes de Aristide, que asuelan Puerto Príncipe. O sea, también participaron. Es un drama. Es esperanza, además -porque no hay que ver las cosas en blanco y negro-, de este cura de la Teología de la Liberación de los años 60, que termina cazado por el sino trágico de Haití. Es un hombre que gobierna hace cuatro meses por decreto y que se apoya en fuerzas policiales de dudosísima convicción democrática. Aquí no estamos frente a una asonada que bota un Gobierno. Toda la prensa internacional decía que Aristide no controlaba el país si perdía el apoyo americano y francés. Y efectivamente lo perdió. Y hay un problema. No quiero eludirlo en esta intervención: el hilo constitucional es muy débil. Desgraciadamente, no se encuentra en la Sala la Senadora señora Matthei , para recomendarle que no se ría -como anunció- cuando nos refiramos al Presidente Allende , porque no hay ninguna duda de que fue derrocado y de que murió en el Palacio de la Moneda. Y ese ejemplo fue universal. En cambio -hay que decir las cosas como son-, Aristide firmó. Seguramente lo hizo presionado, pero firmó. Es un hilo delgadísimo, y estoy completamente consciente de aquello. En fin, esos son los datos que conforman esta realidad. Por último, deseo manifestar lo siguiente. Se trata de una decisión que debió ser tomada con la rapidez indispensable, porque la dilación significaba "No". Frente a crisis de emergencia, los Estados deben resolver con celeridad. Hay asuntos que se pueden dilatar y otros no. El Presidente de la República pudo habernos hecho consultas no constitucionales, informales. Me habría gustado que lo hiciera. Pero no haber actuado así no significa afirmar -lo expresó un señor Senador- que aquí no funcionan las instituciones. Pero, por favor, ¿qué estamos haciendo? En mi opinión, este debate ha sido muy rico y, a veces, desgarrador, como la intervención del Honorable señor Muñoz Barra . Porque la situación es muy compleja y podemos votar que no o que sí. Como Senado debemos asumir nuestra propia responsabilidad. De ese modo funcionan las instituciones, de lo contrario, nos desvalorizamos. No comparto la queja permanentemente repetida en cuanto a la "ausencia" -entre comillas- de nuestros poderes. No creo que ella nos sirva ni como representantes populares, ni como Senadores, ni como conductores políticos, porque tenemos poderes. La cuestión es saber usarlos. Y yo, utilizando el poco que tengo, votaré a favor de la petición presidencial. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra el Honorable señor Pizarro. El señor PIZARRO.- Señor Presidente , sin duda, en el debate ha habido argumentos de distinta índole, todos legítimos, por supuesto. Sin embargo, lo esencial para tomar una decisión correcta es plantearse, en primer lugar, si la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es o no es correcta. Y de eso hemos hablado poco. Porque Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad actúan y se preocupan del tema a petición de dos instancias muy importantes para definir el criterio con que nosotros debemos adoptar nuestra decisión. La primera proviene de la Organización de Estados Americanos (OEA). Y es bueno que los Senadores tengamos presente que ella actuó durante el proceso de crisis que vive Haití y que lo hizo buscando una solución política y una negociación entre los protagonistas, pero sin éxito. Al no obtenerlo y frente a la gravedad de la crisis la OEA pidió al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -que tiene facultades para actuar en esa materia- que estudie la posibilidad de intervenir con una fuerza de paz. Esto ocurrió la semana pasada. Y como nuestro Gobierno forma parte de la OEA y tenemos allí un Embajador, cuenta con la información adecuada para efectuar un seguimiento al proceso de la nación caribeña. La segunda petición vino del Presidente provisional de Haití , el día del derrocamiento o la destitución -como quiera llamársele- del Presidente Aristide , quien firmó la renuncia y salió al exilio en las condiciones que la opinión pública conoce. Y el Presidente provisional, que sigue la línea constitucional, solicita a Naciones Unidas y a su Consejo de Seguridad una intervención que permita la pacificación del país. ¿Para qué? Para que, a través de esa pacificación, los propios haitianos cuenten con las condiciones mínimas para buscar la solución más definitiva, más estratégica a la grave crisis por la que atraviesan. Por lo tanto, la primera pregunta que se debe hacer el Senado es si el Presidente Lagos tomó la decisión correcta al instruir a su Embajador votar a favor la resolución de Naciones Unidas de enviar una fuerza de intervención pacífica a Haití. Ése es el debate. Ésa es la primera pregunta. En mi modesto parecer, apruebo la decisión presidencial, la respaldo total y absolutamente. ¿Algún país o Gobierno que compone el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas votó en contra de esa resolución? ¿Alguno dijo: "Mire, no, porque no existen condiciones humanitarias en Haití, y estamos en presencia de un golpe de Estado puro y simple, por lo tanto, cualquier resolución que tomemos significaría respaldarlo"? ¡No, ninguno! Porque no es ésa la realidad que se vive allí, ni se han dado así las cosas en su proceso de crisis. Por lo tanto, lo primero que debe hacer esta Corporación es respaldar al Presidente de la República en la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Y esta decisión -y aquí es donde ha habido un debate absolutamente equivocado- no implica apoyar un golpe de Estado, ni reconocer, avalar o legitimar el procedimiento utilizado para destituir al Presidente Aristide y tener hoy día un Presidente provisional. Lo que está haciendo la resolución de Naciones Unidas es responder a la obligación ética, moral y humanitaria de ir en ayuda de un país que se está desangrando, inmerso en la lucha caótica y muy terrible de una sociedad que no puede controlar, donde hay baños de sangre. Esto no ha ocurrido solamente en esta última semana, sino que es un proceso que lleva largo tiempo. Y quienes han seguido la historia fidedigna de los acontecimientos saben que la situación es francamente insostenible. La segunda pregunta que debemos hacernos es si corresponde o no que el Presidente de Chile, ante la petición del Secretario General de Naciones Unidas , ayude a implementar la decisión que el propio país ha respaldado en el Consejo de Seguridad. ¿Y cómo se concreta esa decisión? Con el envío de tropas que cumplan una función específica y determinada. Un rol claro establecido en la propia resolución. Creo que en un país como el nuestro debe haber un mínimo de coherencia, un mínimo de consecuencia respecto de las decisiones que se tomen en el ámbito internacional al cual pertenecemos y hemos tratado de fortalecer a propósito de los hechos ocurridos en el mundo en los últimos años. Ese mínimo de coherencia obliga ética y moralmente, en pro del resguardo de los intereses del país y de la región, a actuar en consecuencia y, por lo tanto, a acceder a la petición del Secretario General de Naciones Unidas . Sin embargo, en vez de realizar esa discusión de fondo y preocuparnos del rol que nos corresponderá en Haití, el debate gira en torno de si el Presidente de la República consultó o no consultó, si actuó rápido o no actuó rápido, si estamos apoyando o no un golpe de Estado. El debate no es ése. La secuencia de hechos que he relatado es bastante más presentable que muchas otras crisis de países vecinos, donde los Presidentes han sido sacados de peores maneras que el de Haití. Y si no lo creen, pregunten a Sánchez de Lozada , a De la Rúa, a Mahuad o a Fujimori. Todos sabemos lo que ha pasado en Paraguay y en muchos otros lugares de América Latina. Pienso que el Presidente de la República , en uso de sus facultades, y siendo coherente con los objetivos de la política exterior de Chile, ha actuado correctamente, tanto frente a la decisión del Consejo de Seguridad como en su implementación, la cual significa el envío de tropas a Haití. Considero conveniente hacer otra reflexión. Cabe preguntarse por qué Kofi Annan le pide a Chile que envíe tropas. Podría haberlo solicitado a muchos otros países miembros del Consejo de Seguridad. A mi juicio, la respuesta es más que obvia: Chile es una de las pocas naciones en América Latina en condiciones de implementar legítimamente una resolución de Naciones Unidas de este carácter. Lo que para algunos puede ser un problema, constituye claramente un reconocimiento a las condiciones imperantes hoy en día en nuestro país. En mi opinión, forma parte del fortalecimiento de una política exterior y habla bien del funcionamiento de nuestro sistema político, de nuestra democracia, de nuestra economía, y de la forma como hemos encarado las relaciones internacionales. Por lo tanto, no es tan sencillo llegar y decir: "Mire, nosotros debiéramos decir que sí a Naciones Unidas, pero negarnos al envío de tropas para implementar su resolución". Porque Chile no sólo está en condiciones de hacerlo como país, sino que, sin ser peyorativo, la verdad es que en la región, en Latinoamérica, son muy pocos los Estados que pueden implementar una decisión de este tipo. Algunos podrán mencionar a Brasil. Sí, es cierto. Brasil debiera estar en condiciones, pero tiene una política muy particular y en este tipo de materias se abstiene, no se "moja", no asume responsabilidades. Y también tiene demasiados problemas internos como para agravarlos con esta otra situación. O tal vez México. Pero este país ha tenido una política exterior bastante parecida a la de Brasil. Por consiguiente, debemos enmarcarnos en los objetivos centrales de nuestra política exterior. De manera que no me parece que la crítica y el cuestionamiento que aquí se ha hecho al Presidente de la República signifiquen un menoscabo al Senado. Porque en este momento estamos siendo consultados para aprobar o rechazar la materialización de una decisión tomada por el Primer Mandatario. Él no debería molestarse si rechazáramos la petición de envío de tropas -está dentro de nuestras facultades- y, por nuestra parte, no correspondería que nos incomodáramos si, a su vez, resolviera mandarlas a Haití en forma oportuna. Porque existe un tiempo limitado para cumplir a cabalidad esa función. Los organismos internacionales no toman medidas que no se puedan implementar o no tengan la eficacia necesaria. Y los países tampoco se pueden dar el lujo de que el día de mañana, producto de no haber intervenido oportunamente, se generalice el baño de sangre en esa nación. ¿A quién le echarían la culpa o quiénes se responsabilizarían de ello? La rapidez con que se ha tomado esta decisión es coherente con lo que Chile ha realizado en Haití durante los últimos años. En la mayoría de los ciudadanos, e incluso en muchos de nosotros, no existe clara conciencia de la ayuda que hemos brindado a ese pueblo. Tal vez somos el único país latinoamericano que lo hace. No se encuentra presente el ex Presidente de la República y actual Senador señor Frei , pero a partir de su Gobierno se han venido implementando en el área de la salud programas de cooperación sumamente importantes y beneficiosos para los haitianos, de los cuales puede dar fe la señora Ministra de Defensa Nacional , porque cuando desempeñó la Cartera de Salud le tocó participar también en su ejecución. Estoy hablando de programas de cooperación significativos. Nuestro país tiene allá una misión diplomática. Adicionalmente, forma parte de un grupo de amigos de Haití que ha estado permanentemente preocupado de esta situación. A diferencia de otras naciones, estamos involucrados en el tema. No podemos hacernos los lesos o los locos, menos aún cuando en este proceso, reitero, han participado todas las instancias que buscaron previamente soluciones políticas, como la OEA y las Naciones Unidas, que han actuado en uso de sus atribuciones. Y Chile es miembro de ellas. Por último, creo que el elemento esencial que seguramente llevó al Jefe del Estado a aceptar la solicitud del Secretario General de las Naciones Unidas lo constituye el hecho de que disponemos de un contingente preparado para actuar en estas misiones. Otros países no cuentan con él y aunque tengan la voluntad de ayudar no podrían concretarla. Nosotros estamos en condiciones de hacerlo. Y está bien, porque tal decisión obedece también a una visión estratégica que ha ido desarrollando nuestra sociedad en su conjunto y a un criterio que debería convertirse en una política de Estado permanente en el caso de las relaciones exteriores. Ésa es otra de las razones por las cuales nadie en el Senado debería molestarse con motivo de las decisiones que el Primer Mandatario toma en materia de relaciones internacionales. Porque dentro de sus facultades exclusivas figura el manejo de la política exterior. En algunos casos debe solicitar la aprobación o el rechazo del Senado. Y éste es uno de ellos. Pongámonos en la hipótesis de que el Presidente de la República hubiera empezado al revés, recabando la opinión de los partidos. Entonces estaríamos diciendo: "¿Por qué consulta a los partidos, en circunstancias de que somos los Senadores los que debemos pronunciamos en conciencia, de acuerdo a los antecedentes con que contamos? Los partidos no tienen por qué darnos instrucciones". Quizás el Primer Mandatario debería haber conversado con todos nosotros. Probablemente alcanzó a hacerlo con algunos. Entiendo que al Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores se le entregó ayer cierta información y algunos Senadores accedimos a ella. Sin embargo, el debate desarrollado esta tarde; los antecedentes con que contamos; la coherencia entre nuestra política exterior y la forma como Chile ha estado trabajando en el Consejo de Seguridad; la prioridad que hemos fijado para el fortalecimiento de los organismos multilaterales; la consecuencia con las decisiones que hemos adoptado frente a la terrible crisis humanitaria que vive Haití, nos obligan a respaldar la decisión del Presidente de la República, en la convicción de que estamos haciendo lo correcto y de que es absolutamente necesario que la fuerza de intervención para lograr la pacificación de ese pueblo tenga un componente latinoamericano. Y éste, para tales efectos, lo representa Chile. Votaré a favor de la petición. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Parra. El señor PARRA .- Señor Presidente , intervengo movido por la crítica reiterada e injustificada que se ha hecho hoy en la Sala al Presidente de la República , llegándose al extremo de sugerir que Su Excelencia ha alterado el normal funcionamiento de las instituciones políticas del país. No hay ninguna razón de carácter jurídico o político que justifique ese discurso, que, por desgracia, ha marcado el contenido del debate. Por el contrario, la lectura de los preceptos constitucionales y de la ley Nº 19.067 no puede sino llevar a la conclusión de que el Jefe del Estado , como ha ocurrido permanentemente en su gestión de gobernante, ha dado estricto y fiel cumplimiento a las disposiciones que rigen el funcionamiento del Estado. En efecto, como aquí se ha recordado, conforme al artículo 32 de la Constitución, el Primer Mandatario tiene la responsabilidad de conducir las relaciones exteriores. A él le corresponde la tarea de disponer de las fuerzas de aire, mar y tierra con que cuenta la nación. Y en las decisiones que adopta, conforme al artículo 49, Nº 5), de la Carta Fundamental, cuando ésta o la ley así lo establecen, debe someter a la aprobación del Senado las resoluciones pertinentes. Y eso es lo que ha hecho. Eso es lo que ordena el artículo 4º de la ley Nº 19.067, que autoriza al Presidente para disponer la salida de tropas, condicionada, en primer lugar, al informe de la respectiva rama de las Fuerzas Armadas -trámite que se cumplió, como es de público conocimiento porque el propio General Emilio Cheyre lo informó a todo el país- y, luego, a someter dicha decisión a la aprobación del Senado. A esa solicitud obedece el presente debate y la resolución que esta tarde estamos adoptando. Por lo tanto, no se diga, porque se daña el buen funcionamiento del país, que aquí se están alterando las condiciones de nuestro funcionamiento institucional. No se le atribuyan al Presidente de la República actos de desviación de poder en los que no ha incurrido. Por el contrario, una vez más, con su acción y con su ejemplo, ha demostrado la voluntad de contribuir al funcionamiento de las instituciones nacionales. Votaré favorablemente y con convicción, por las razones que de manera tan brillante expusieron los Senadores señores Gazmuri y Pizarro , la petición del Presidente de la República . La aprobaré, también, por los motivos que paso a enumerar. En primer lugar, porque responde a una solicitud formulada por la Organización de las Naciones Unidas a través del Consejo de Seguridad. No fue el requerimiento de un tercer Estado lo que determinó la decisión chilena. Por el contrario, ella derivó del compromiso con el orden mundial, con el Derecho Internacional y, muy especialmente, con el derecho humanitario internacional. En segundo término, porque esta presencia militar es pacificadora. Se trata de una fuerza multilateral que quiere contribuir a que Haití reencuentre condiciones para el funcionamiento de sus propias instituciones. Y será en un ambiente de paz y de respeto recíproco entre los ciudadanos de ese país, con sujeción a su propia normativa constitucional, donde hallarán solución los graves conflictos políticos que han destrozado a esa nación y la han precipitado a una lucha fratricida. En fin, el sentido de esta fuerza multinacional es llevar la aplicación de los principios y las normas de la Organización de las Naciones Unidas; poner fin a la serie de actos atentatorios principalmente contra el derecho a la vida de los haitianos, que han venido haciendo ilusorios allí los postulados de la Carta de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas. Hay, pues, sobradas razones para respaldar esta decisión presidencial, y para que la presencia de Chile contribuya a que Haití reencuentre la paz y la fraternidad de sus habitantes. La crítica que siempre aparece con algún mayor grado de fundamentación es la que se relaciona con el manejo de las urgencias. Pero recuerden Sus Señorías que estamos ante una emergencia. Nuestra Carta Fundamental, al referirse a los estados de excepción constitucional, reconoce la necesidad de actuar -muchas veces antes de obtener las aprobaciones legales correspondientes- para conjurar emergencias extremas. Y no cabe duda de que, como aquí bien se ha dicho, en este caso estamos en presencia de una de esas situaciones, que naturalmente el Presidente de la República -con mayor conocimiento del que podemos adquirir a través del debate- ha debido juzgar en plenitud para adoptar su decisión. Por esas razones, señor Presidente, votaré favorablemente la petición del Jefe del Estado. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Chadwick. El señor CHADWICK .- Señor Presidente , espero ser breve, porque la discusión ha sido demasiado extensa y los argumentos muy completos; pero debo mencionar básicamente dos puntos al fundar mi voto. Durante el debate hemos escuchado -con bastante razón-, que muchos Senadores se lamentan de formar parte de una institución a la cual se ha calificado de "buzón". Sin embargo, cada cosa es lo que es. A mí no me gusta llorar ni reclamar por nuestras propias culpas. No es responsabilidad del Primer Mandatario si el Senado tiene esa característica, sino nuestra. Cualquier Presidente de la República desearía -más aún, gozaría- tener un Senado-buzón. Tengamos conciencia de que muchas veces -como en esta oportunidad, en que nos quejamos o que reclamamos que se ve debilitado en sus atribuciones- el hecho no es atribuible al Jefe del Estado , sino a nosotros mismos. De lo que sí debe responder el Primer Mandatario es de algo que me parece especialmente grave: haber comprometido la responsabilidad del país ante el Secretario General de las Naciones Unidas , usando una atribución que no le es total. Él carece de sustento constitucional para ofrecer ante un organismo internacional, por su sola voluntad, el envío de tropas chilenas al extranjero. Es un problema serio, porque el Presidente de la República obliga al país, sin contar con la atribución constitucional ni legal para hacerlo. Legítimamente, algunos señores Senadores sostienen -es muy respetable que lo hagan- que no podemos dejar al Primer Mandatario sin respaldo frente a esta situación. Otros pensamos que, así como no podemos llorar por ser un "Senado-buzón", tampoco está en nuestras manos apoyar siempre al Presidente , inclusive en el caso de ejercer atribuciones que no le corresponden. Hay en eso una responsabilidad política muy seria, pues no dispone de facultades para haber dicho y hecho lo que el Excelentísimo señor Lagos dio a conocer hace no menos de 48 horas. El asunto, aunque importante, es sólo formal. A mi juicio, lo esencial o de fondo no radica tanto en los argumentos políticos o internacionales señalados, sino en que, durante el debate -salvo la intervención del Senador señor Pizarro -, ha quedado claro que en todos los sectores hay mayoría de pareceres en cuanto a que el asunto es complejo. Cuando los señores Senadores admiten eso, quiere decir que estamos llenos de dudas e incertidumbres. Se ha expresado desde diversos sectores que faltan antecedentes. No sabemos qué pasó en Haití. Algunos señalan que se llevó a efecto un golpe de Estado; otros, que hubo intervención americana o que se trata de una sublevación popular. No sabemos bien lo sucedido. Es imposible precisarlo exactamente, porque ocurrió hace menos de 48 horas. El domingo último se produjo el desenlace. Pero lo más grave de todo lo escuchado durante el debate es que ignoramos lo que va a pasar. ¡No lo sabemos! Un Honorable colega del sector oficialista hizo la reflexión de que estaríamos "ad portas" de una nueva Somalia . Desconocemos lo que acontecerá. Se señaló igualmente que hemos actuado con precipitación, que estamos solos y que los miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado -incluso su Presidente , el Senador señor Núñez - manifestaron que se requiere hacer un profundo análisis de lo ocurrido para determinar si hay o no hay un cambio en nuestra política exterior. Chile, después de haber colaborado siempre con sus agentes diplomáticos y autoridades a "construir" la paz, pasaría a constituirse en un país que ofrece sus fuerzas militares para "imponer" la paz. Pero, ¿qué surge principalmente de todo el debate? Que hay dudas, incertidumbres, temores, que no sabemos bien lo que va a ocurrir, que ignoramos qué sucedió. Y mientras existen todas esas dudas políticas acerca del porqué, el para qué y qué es lo que vendrá, resulta que en menos de 48 horas, compatriotas nuestros van a estar en Haití, con la obligación de usar la fuerza, sin conocer sus responsabilidades. Y, mucho más grave aún, podrán ser víctimas de aquélla. Mientras nosotros tenemos diversas dudas, hay incertidumbre acerca de la determinación que debemos tomar. Y yo, señor Presidente , sin querer hablar en términos de argumentación ideológica, pienso que si hay una decisión del Senado que debe ser adoptada con la mayor convicción, con las menores dudas, con la máxima certeza, con las mejores fundamentaciones morales en cuanto a por qué la adoptamos, con conocimiento cabal acerca de lo que vendrá y con las mejores fundamentaciones políticas del para qué se adopta, es esta de enviar tropas chilenas al extranjero, porque ello significa que compatriotas pueden ser víctimas de la violencia o que, eventualmente, tengan que usar la fuerza. Si hay alguna decisión del Senado que requiere responsabilidad, prudencia, seriedad, tiempo y, sobre todo, convicción moral, es precisamente ésta. Por eso, señor Presidente , dados el breve plazo de que disponemos para pronunciarnos, la forma en que se ha planteado la situación y las incertidumbres y dudas surgidas durante el debate, más allá de cualquier aspecto formal o de carácter político, en conciencia no puedo contribuir con mi voto a aprobar la solicitud de enviar compatriotas a Haití, que podría colocar en riesgo sus vidas. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Ríos. El señor RÍOS.- Señor Presidente , no tenía pensado intervenir, pero lo dicho por el Senador señor Pizarro me decidió a expresar lo siguiente. Seguramente los problemas más delicados que deben enfrentar los Presidentes, los Jefes de Estado, son precisamente los que implican asuntos complejos y difíciles, con lo que demuestran su capacidad, su liderazgo y su entendimiento de las cosas nacionales y foráneas y su respeto hacia los organismos internacionales en los cuales Chile actúa y donde ha comprometido su participación en forma definida, clara y transparente. Y ese hecho es, al parecer, lo más trascendente del actual debate. Tengo la sensación de que la resolución del Presidente Lagos se funda en un conocimiento pleno de todos los antecedentes existentes en cuanto a la política interior del país al cual concurrirán soldados chilenos. Debo entender que la medida fue conversada con nuestras autoridades militares y, también, que la ONU analizó y estudió con profundidad la materia antes de formular la solicitud. Era evidente que cada día la situación de Haití -así nos enteramos nosotros a través de los diarios- iba transformando a esa nación en una ebullición de problemas sociales, políticos, militares, paramilitares y de todo orden. Finalmente, se llegó a esta resolución de varios países, solicitada por Naciones Unidas, en orden a actuar. En lo personal, siento algún grado de admiración porque uno de esos países sea el nuestro. No es un grupo de hombres comunes y corrientes los que van. Son soldados chilenos. Por tratarse de ayuda humanitaria, el Presidente de la República podría haber optado por enviar a Haití cien médicos, enfermeras, profesores u otros profesionales, lo que no requiere consulta al Senado ni a nadie. Pero la opción del mundo, representado en las Naciones Unidas, fue una "fuerza de paz". Y lo que esas palabras recuerdan es que Haití, como se sabe y como nos hemos informado a través de la prensa y de las autoridades, enfrenta un problema de convulsión interna muy grave, imposible de detener con sus propios medios. Quiero entender, entonces, que todas estas informaciones fueron objeto de un análisis cabal que finalmente llevó al Presidente de la República a plantear al mundo y al Senado chileno que enviaría a Haití efectivos de nuestras Fuerzas Armadas. Yo creo en la actitud del Jefe de Estado . Por tal motivo, votaré favorablemente la solicitud. Puede haber muchas dudas y grandes inquietudes con respecto a una eventual acción inconsulta, pero la verdad es que yo no las tengo. La resolución fue analizada con mucha anticipación. Es efectivo que la estamos estudiando horas después, no semanas después. El Senado comenzó a funcionar hoy, después de su receso. Todo este conflicto culminó hace pocas horas, el domingo. Hay muchas razones para pensar que era importante una decisión del Presidente de la República . Él sabe perfectamente que está sujeta a lo que el Senado finalmente resuelva. Muchas veces nosotros, con éste y otros gobernantes, hemos estado acostumbrados a señalar que tal norma legal o tal disposición será muy buena para el país si se anuncia antes de que sea discutida en el Parlamento. Son formas y acciones. ¿Qué es lo importante? La información que nos entregan de Haití es que, desde septiembre del año pasado, las clases en ese país se hallan suspendidas. No se puede repartir la ayuda humanitaria que ha estado llegando. Hay muchos problemas. Pero lo más grave y delicado es la situación de convulsión interna, que es tremendamente conflictiva. ¿Qué quiero decir con esto? Que, junto con votar favorablemente la solicitud del señor Presidente de la República , debemos tener conciencia de que el país y el Primer Mandatario giran en torno de este conjunto de soldados chilenos. Temen no sentirse respaldados por toda la institucionalidad. No es oportuno que exista una acción tras la cual queden debilidades en el camino que ellos deben asumir, no por decisión propia, sino porque la autoridad así lo decidió. Tienen que cumplir y lo van a hacer bien. Posiblemente la resolución amerite en las próximas semanas un debate y análisis político acerca de futuras acciones, a fin de que exista un criterio más definido en la materia, ya que, aparentemente, la globalización no solamente llega a los aspectos económicos, sino también a estos otros en que Chile ha adquirido presencia; no sólo en Haití, sino en otros lugares donde también hay soldados nuestros. Y no recuerdo que cuando otros uniformados partieron se haya producido un debate tan extenso en el Senado. Espero que Chile tenga éxito en esta misión, que es difícil. Lo va a tener. Tengo completa seguridad en ello. Y mi decisión es apoyar una resolución que, confío, el Presidente la tomó con todos los elementos de juicio en sus manos, para que Chile tenga presencia en Haití, frente a América y el mundo, positiva para ese país y, obviamente, para la defensa de los principios y valores que sustentamos como nación. Votaré a favor, señor Presidente . El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Terminada la discusión. En votación la solicitud del Presidente de la República. --(Durante la votación). El señor PROKURICA.- ¿Me permite, señor Presidente ? El Senador señor Romero no se encuentra en la Sala; pero, como Comité, puedo dar fe de que cuando intervino, anunció su voto favorable. El señor RÍOS.- Así es. El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Señor Senador, la votación no se había iniciado. El señor GAZMURI .- Sí, señor Presidente. Basta con ver a qué hora habló el Senador señor Romero . El señor PROKURICA.- Como Comité doy fe de que así fue, señor Presidente . El señor GAZMURI.- Según entiendo, se dijo que la votación comenzaba a las 17:30. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- A las 18. El señor GAZMURI .- ¿Y a qué hora habló el Senador señor Romero ? Tiene que estar registrado. El señor HOFFMANN (Secretario).- La votación del señor Senador no va a influir en el resultado. El señor PROKURICA.- De todas maneras, señor Presidente. El acuerdo era que a partir de las 18 se podía dejar el voto, y el Senador señor Romero se pronunció a favor. El señor HOFFMANN ( Secretario ).- Señor Senador, lo que pasa es que el Reglamento establece como fórmulas de votación "Voto que sí", "Voto que no", "Me abstengo" o "Estoy pareado". La Secretaría no puede deducir del discurso de un Senador -ni está facultada para ello- cómo intenta votar. Ahora, tengo claro que el Senador señor Romero estaba a favor. Así lo manifestó. El señor VEGA .- Sí, lo dijo. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Ahora debe de estar en Comisión. Lo resolveremos al final. Continúa la votación. El señor VEGA.- Señor Presidente , cuesta no expresar aunque sea una breve opinión ante un problema tan apasionante y complejo como éste. Si revisamos la historia de Chile, veremos que siempre se han presentado momentos tan difíciles como el que nos ocupa. ¡Cómo habrá sido de grande la discusión cuando enviamos tropas a Tarapacá, después de Atacama, o cuando fueron a Lima! Gran discusión política. Y primaron el gran criterio y los intereses de la nación. Hoy estamos, tal vez, un poco asombrados de que Chile se encuentre en una posición tan difícil. Pero resulta que nuestro país ya está entrando a la liga mayor de naciones, lo cual, desde el punto de vista práctico, requiere también enfrentar situaciones y decisiones sumamente complejas. No sólo se trata de acuerdos comerciales, o tal vez culturales -que es la parte positiva y amigable del asunto-, sino que implica adoptar grandes determinaciones, muchas veces difíciles, como la que ahora nos ocupa. Esto ya ocurrió con motivo del conflicto en Iraq, donde fue preciso tomar una decisión bastante complicada; en Bosnia o en Kuwait, en que nuestro país, a mi juicio, tuvo sobresaliente participación. Ése es el presente, el futuro; ésa es la globalidad. Tenemos que acostumbrarnos al hecho de que hoy día Chile, por fortuna, ha logrado una estatura regional e internacional que le permite ser objeto de estas proposiciones, en este caso nada menos que de Naciones Unidas, que no recurre a cualquier país para esta clase de colaboración. Y se lo pide a nuestra nación porque tiene la estructura, los fundamentos y el profesionalismo para hacerlo. Quizás faltó aquí una adecuada información de inteligencia. Pero tengo confianza plena en las Fuerzas Armadas de mi país, las conozco muy de adentro, de siempre. Sé que el Ejército y su Estado Mayor, y el Estado Mayor de la Defensa evaluaron en profundidad todos los problemas de inteligencia que una operación de esa índole puede suscitar. Creo que desde el punto de vista operativo no habrá dificultades. Tal vez en el plano jurídico -como lo expresó la Senadora señora Matthei - se presenten algunas. Por esa razón, me parece que el Gobierno de Chile debe estar muy alerta en su política exterior, a fin de que no se produzcan inconvenientes con nuestro personal a raíz de los inevitables problemas internos que se generarán. Por supuesto, todos conocemos la historia de Haití. El 80 por ciento de la votación que obtuvo el Presidente que dejó el cargo no me conmueve, porque no dice nada. Debemos ser bastante realistas en cuanto a reconocer que estamos ante una nación que carece de un Estado formal, que nunca ha tenido un gobierno estable, y cuya historia está llena de atrocidades dramáticas extremas. Y si la comunidad internacional no actúa en un momento como éste, tan desastroso y crítico para todos nosotros, quiere decir que aquélla y las Naciones Unidas no han caminado un paso después de la Segunda Guerra Mundial. Así que, a mi juicio, el apoyo a Haití hoy día, con la fuerza multinacional para su ordenamiento interno y preparación hacia una formalidad futura, constituye una responsabilidad inevitable, ineludible desde el punto de vista ético y moral de las Naciones Unidas. Por ello, considero que la participación de Chile, la decisión política de hacerlo, es legítima y oportuna, porque otorga a nuestro país, no diré una ventaja, pero sí una posición disuasiva producto de su ordenamiento interno, del profesionalismo de sus distintas instituciones de Estado. Quizás, faltaron aquí la modernización; la Agencia Nacional de Inteligencia, y la apreciación global y política estratégica de apoyo a la decisión, que no estuvo presente en el Senado. Pero, en mi concepto, en este debate han quedado claramente establecidos muchos puntos relacionados con esta materia. Por esa razón, porque tengo confianza en nuestro país, voto que sí. El señor CANESSA.- Señor Presidente , me pronunciaré a favor de la solicitud. Sin embargo, deseo expresar responsablemente que lo hago para no contribuir a que se deje al país, concretamente al Presidente de la República , en la estacada, debido a que se tomó una resolución, que fue anunciada a toda la nación y la comunidad internacional, cuando no se habían dado la totalidad de los pasos que nuestra institucionalidad exige, situación que, a mi modo de ver, es grave y que no debiera repetirse. Voto a favor. El señor GARCÍA.- Señor Presidente , ante todo, deseo señalar que, a mi juicio, quienes deben asumir la regularización de la situación que vive Haití son principal, y tal vez exclusivamente, las Fuerzas Armadas de Francia y de Estados Unidos. Francia, luego de reconocer la independencia de Haití, condenó a esa nación pobre al pago de 150 millones francos, el que tuvo que hacer por más de 80 años. ¡Durante 85 años -hasta 1922- estuvo pagando dinero por el reconocimiento de su independencia! Entonces, hoy día decimos que es un país pobre, que no tiene acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, pero no señalamos quiénes son los verdaderos responsables de los niveles extremos de miseria en que se desenvuelve el pueblo haitiano. Y qué decir de la responsabilidad que han tenido también los diversos gobiernos norteamericanos a través de sus distintas acciones, los cuales, además de tener a la población de dicho país sufriendo hambre en sus narices, no han sido capaces de desarrollar oportunamente los programas de apoyo, de desarrollo indispensables para impedir la pobreza, que muchas veces es el caldo de cultivo para la inestabilidad de los gobiernos. Por eso, tengo el convencimiento de que las tropas chilenas no deben ir a dicho país, de que no nos corresponde exponer a compatriotas nuestros a perder sus vidas, a derramar su sangre por males a los que nosotros jamás hemos contribuido a que se produzcan. Por lo demás, señor Presidente , quiero expresar aquí que si el día de mañana surgen críticas de organismos internacionales en el sentido de que nuestras Fuerzas Armadas fueron a Haití a violar derechos humanos, de que están recurriendo a violencia extrema, ¿qué voces se van a alzar para proteger y defenderlas? Se dirá que me estoy poniendo en una situación extrema. Excúseme, señor Presidente , pero hace un par de semanas nuestras Fuerzas Armadas en el norte tuvieron que detener a una persona que ingresaba ilegalmente al territorio nacional, y para hacerlo ella fue muerta. ¿Qué dijo la Ministra de Defensa ? Que ordenaría investigar los procedimientos que se habían usado. Eso fue lo que la prensa recogió. ¿Y dónde está el respaldo a nuestras Fuerzas Armadas cuando actúan en defensa de nuestra soberanía e integridad territorial? Estoy de acuerdo en que el hecho que relato fue tremendamente doloroso. Pero a nuestras Fuerzas Armadas hay que respetarlas siempre, hay que quererlas siempre y hay que apoyarlas siempre. Me parece claramente un contrasentido y una profunda contradicción que la vida, la sangre de nuestras Fuerzas Armadas, sea útil para ir a restablecer el orden y la paz en Haití, pero que no haya sido útil ni necesaria para restablecer el orden, la paz y la prosperidad el 11 de septiembre de 1973, aquí, en nuestra propia patria, en nuestro propio Chile, para darnos libertad y un mejor futuro. Voto que no. El señor HOFFMANN ( Secretario ).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto? El señor BOMBAL ( Vicepresidente ).- Terminada la votación. --Se aprueba la solicitud ( 31 votos contra 11). Votaron por la afirmativa los señores Aburto, Bombal, Canessa, Cantero, Cariola, Coloma, Espina, Fernández, Frei (don Eduardo), Gazmuri, Larraín, Moreno, Muñoz Barra, Naranjo, Novoa, Núñez, Ominami, Páez, Parra, Pizarro, Prokurica, Ríos, Romero, Ruiz-Esquide, Sabag, Valdés, Vega, Viera-Gallo, Zaldívar (don Adolfo), Zaldívar (don Andrés) y Zurita. Votaron por la negativa los señores Arancibia, Ávila, Cordero, Chadwick, García, Horvath, Lavandero, Martínez, Matthei, Orpis y Stange. El señor BOMBAL (Vicepresidente).- Terminado el Orden del Día. "
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