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El señor HIDALGO .-
Señora Presidenta , tal como lo señaló el ministro de Justicia esta mañana, el proyecto es perfectible, en particular algunos artículos, como los que enuncio a continuación: 5°, 20, 25, 27, 61, 62, 65 y 66. No me extenderé sobre su contenido, pues no participé en la discusión, durante su primer trámite constitucional, cuando se aprobó este proyecto en 1997. Por lo tanto, me gustaría hablar en términos más generales sobre el significado de esta iniciativa para los chilenos.
Se ha estigmatizado el proyecto al sostenerse que, de aprobarse, provocará más divorcios. No estoy de acuerdo con eso. Se han hecho comparaciones con la legislación extranjera y con lo ocurrido en otros países. Sin embargo, cuando en esta materia se tiene una base cero, como ocurre en Chile, no puede haber comparaciones. En la mañana intervino un colega que puso como ejemplo a los alemanes y señaló que si hubieran sabido que iban a tener tantos divorcios, no habrían aprobado la ley de divorcio. ¿Esto quiere decir que los alemanes no se separaban antes de aprobarse esa ley? Voy a hacer una analogía para que se me entienda mejor. Si no contáramos con las leyes que penalizan la criminalidad, ¿querría decir que no tendríamos criminalidad? ¿Es posible hacer una comparación a ese nivel? Parece un poco burdo lo que digo, pero creo que hay que ser razonables: una iniciativa como ésta no necesariamente provocará más divorcios. Y quiero detenerme un par de minutos para ahondar sobre esto.
Tengo en mi poder un cuadro estadístico, comparativo de divorcios por país. En él se hace un seguimiento del fenómeno desde 1960 hasta 2000, es decir, durante un lapso de cuarenta años. De acuerdo con esas estadísticas -esto no se ha dicho-, en los últimos cuatro años, el número de divorcios en Alemania, como también en Australia, prácticamente se ha mantenido. En Bélgica, ha disminuido; en Estados Unidos se registran 40 mil divorcios menos que en años anteriores; en el Reino Unido han bajado, y en Francia la cifra se mantenido. Algunos pueden decir que las estadísticas son como las parrilladas -y lo digo con todo respeto-: uno saca lo que más le gusta, y el resto no se toca. Pero si nos llega esta información a cada uno de los diputados es para estudiarla e interpretarla como corresponde, no para aprovecharla para el gusto de cada uno.
Aquí hay datos objetivos. Insisto, no comparto el temor de que, por aprobar una ley de divorcio, tendremos más divorcios. Es necesario corregir, ayudar y cooperar en esta materia. Muchos chilenos, hombres y mujeres, casados y separados de hecho, o anulados en forma casi fraudulenta, y los hijos de todos esos matrimonios, necesitan, quieren y desean ser ayudados. Nosotros estamos para cumplir esa tarea.
Las encuestas que recién citó el diputado señor Leal no son las mismas que manejo, pero son igual de contundentes. Ellas señalan que el 70 por ciento de los chilenos necesita, quiere y desea una ley de divorcio. Esta iniciativa de ley no solamente habla de divorcio, y lo han dicho todos los diputados. En efecto, también protege a la familia, por lo menos económicamente; se plantea la obligación de conciliar y de preservar el matrimonio; la patria potestad sobre los hijos prescrita en el Código Civil se mantiene. Hay plazos que me parecen adecuados. En suma, nuestra obligación es satisfacer esa tremenda necesidad de ayuda que tienen muchos chilenos.
No podemos cerrar los ojos. Cuando uno tiene las cifras de verdad, reales, las duras cifras, sabe de la cantidad de gente a la que debemos ayudar a solucionar sus problemas.
La dinámica de las relaciones humanas -si no pregúntenme a mí, que represento a la bancada de Renovación Nacional, donde hemos tenido problemas- siempre es tremendamente conflictiva. Habrá problemas, pero la gran virtud de los seres humanos es tratar de resolverlos. A veces las soluciones no llegan y las posiciones son irreconciliables. Exactamente lo mismo sucede en un matrimonio. Nadie se casa pensando en que se va a separar mañana, en dos, en cinco o en veinte años. Nadie lo hace pensando en que lo que le falta por hacer hoy, lo hará estando casado. ¡Eso es mentira! El que se sube a un auto y conduce, nunca va a pensar que tendrá un accidente. Es exactamente igual en el matrimonio.
No estigmaticemos el proyecto. La gente necesita soluciones. Yo soy católico y creo en Dios; pero, asimismo, creo que hay muchos chilenos que necesitan una solución real.
No es necesario corregir todo el proyecto. Hay algunos artículos perfectibles; pero no digamos que estamos ad portas de la modernidad, porque la separación y la nulidad han existido siempre. Ciertamente, hace cuarenta años esas instituciones no eran tan bien vistas. Hoy muchos chilenos necesitan reinsertarse socialmente, porque un separado o una separada siempre son mirados de otra forma, y a sus hijos, para qué decir los problemas psicopatológicos que les pueden afectar. Eso es perjudicial para el país. Un niño enfermo será un adolescente enfermo y un hombre maduro eventualmente enfermo o con complicaciones, por lo que, emocionalmente, no será del todo productivo para el país.
Se necesita integración social para muchos chilenos que hoy tienen problemas; posteriormente vendrá la regularización de su situación y podrán rehacer sus vidas ante Dios.
He dicho.
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