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El señor QUINTANA.-
Señora Presidenta , no cabe duda de que estamos en un debate trascendental, por lo que comparto con quien señaló que todos tendremos dudas a la hora de decidir sobre el proyecto, lo que incluye a los diputados que en la década pasada participaron en las primeras discusiones, porque hoy se propone un texto muy distinto al original. En algunos aspectos esa diferencia es muy positiva, debido al momento que vive nuestra sociedad y lo que se espera de nosotros.
Permítame recordar lo expresado por el cardenal Raúl Silva Henríquez hace muchos años, quien sintetizó en cinco palabras el alma de nuestro país cuando señaló que “Chile tiene voluntad de ser”.
El proceso vivido durante la discusión y el estudio sobre el proyecto que establece una nueva ley de Matrimonio Civil constituye una clara expresión de cómo queremos asumir y consolidar la institución del matrimonio desde una perspectiva lo suficientemente humana que permita considerar la realidad en su variada complejidad. Tenemos voluntad de ser porque el objetivo del proyecto es fortalecer el matrimonio y la familia, fundamento de la sociedad, aspectos del Código Civil que se mantienen inalterables.
La iniciativa es parte de esa voluntad de ser y una respuesta a las exigencias del presente, pues contiene las soluciones que la historia nos demanda aquí y ahora de manera seria, rigurosa, madurada y reflexionada, lo que la sociedad valorará con el tiempo, porque se ha llevado a cabo un largo itinerario, que concluirá con el despacho de una ley moderna -tal vez mucho más de lo que originalmente se pensó en la Cámara-, ágil, flexible y, sobre todo, consensuada en el marco de la democracia que construimos entre todos.
La historia consigna momentos culminantes en el proceso de elaboración y promulgación de las leyes. Algunas han seguido un curso discreto y silencioso; otras han concitado una gran discusión pública. Desde los albores de la Patria ha existido un conjunto de leyes señeras, porque su contenido y disposiciones han enmendado rumbos y han permitido dar un salto cualitativo en la convivencia social, pues en muchos casos se han adelantado al tiempo en que fueron promulgadas. Creo que hoy vivimos uno de esos hitos y uno de esos momentos.
El proyecto tuvo su origen en la Cámara e inició su tramitación el 28 de noviembre de 1995, mientras que en el Senado se comenzó a tratar el 10 de septiembre de 1997. Cabe destacar la participación del Ejecutivo en su discusión y la voluntad del Gobierno del Presidente Lagos para destrabar la iniciativa del Senado, ya que eso ha permitido que esté a punto de convertirse en ley.
El debate sobre sus artículos ha sido transversal, lo que refleja la plural cosmovisión de la sociedad respecto del matrimonio y, en especial, del divorcio.
No cabe duda que la trascendencia del proyecto se ha visto reducida en algunos círculos a la discusión pública acerca del divorcio, en circunstancias de que sus contenidos son de mucho mayor alcance y considera una visión antropológica que fortalece la institución del matrimonio, ya que quienes toman la decisión de unir sus vidas en un proyecto común lo hacen con la confianza en sí mismos, de que el camino lo recorrerán entero y con un sentido amplio de comunión, lo que otorga mayor trascendencia a otros actos humanos que las mismas personas realizan.
El proyecto contiene innovaciones, como la realización de cursos de preparación para el matrimonio de carácter voluntario, pero cuya responsabilidad descansará en instituciones públicas o privadas de educación o dedicadas a la promoción de la familia; el aumento a 16 años de la edad mínima para contraer matrimonio, con lo que se quiere fortalecer el principio de la seriedad y de la libertad; la posibilidad de usar la lengua indígena o de señas, satisfaciendo, en este último caso, un largo anhelo de los discapacitados.
El artículo 20, que fue objeto de gran discusión, establece el reconocimiento de efectos civiles al matrimonio religioso, ratificado por los contrayentes ante el oficial del Registro Civil.
El bien común, con sentido de responsabilidad, es lo que nos anima, más allá de las legítimas y necesarias diferencias de visión política, ampliamente representadas en esta Sala.
Por todas las consideraciones expresadas, y por la necesidad de que nuestra sociedad cuente con una legislación moderna, anuncio mi voto favorable al proyecto de ley.
He dicho.
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