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- rdf:value = " El señor ROSSI.-
Señora Presidenta , me alegro mucho de que, después de tantos años, ahora estemos en la recta final de un camino que busca reconocer derechos fundamentales del ser humano: la autodeterminación y el derecho a reconstruir la vida en caso de un fracaso matrimonial. El verdadero divorcio se produce cuando se acaba el amor, porque la convivencia se hace insostenible y, simplemente, la unión fracasa.
La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Por cierto, lo es, pero no es el único. Debe entenderse que el término familia es bastante amplio. Por ello, no podemos aceptar el artículo 1º propuesto por el Senado, que dice: “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”. Luego agrega: “El matrimonio es la base principal de la familia”. Ello me parece intolerable y abiertamente discriminatorio contra todas las otras formas de convivencia no matrimoniales, las cuales, de aprobarse este artículo, quedarán en una situación de evidente minusvalía, de menos valor, o, por llamarlo de otra manera, según el texto, de uniones menos principales. ¿Quién puede decir que es menos principal una familia que no ha regularizado su vínculo a través del matrimonio, pero que está construida sobre la base de valores y principios, como la lealtad, el amor, la solidaridad y la fidelidad? Todos conocemos cientos de estos ejemplos a lo largo del país. Este artículo debe ser rechazado, ya que, además de importar consideraciones ideológicas o de mero formalismo, podría afectar alguna política pública dirigida, por ejemplo, a las mujeres jefas de hogar.
Por otra parte, encuentro positivo que las materias de familia sean resueltas cuidando proteger siempre el interés superior de los hijos y del cónyuge más débil. Sin embargo, el inciso segundo del artículo 3º parece contravenir la idea de autonomía de los cónyuges. Por ello, solicito votación separada de este precepto, pues da la idea de que el juez podrá negar lugar al divorcio cuando así lo estimarse, según ciertas circunstancias. En el caso de que se tome esa decisión, me parece fundamental situar la voluntad en la pareja y no en el juez.
En cuanto a los requisitos de validez del matrimonio, me parece bien aumentar la edad a 16 años para ambos géneros.
Respecto de las diligencias para la celebración del matrimonio, es claramente positiva la existencia de cursos de preparación. Sin embargo, debemos prever una adecuada acreditación y reconocimiento de los mismos. Por cierto, queda establecido que dichos cursos son voluntarios.
Un tema que ha sido particularmente polémico y conflictivo, sobre todo con las diversas iglesias, es el que establece el artículo 20: el reconocimiento civil del matrimonio religioso. Quiero expresar mi más profundo rechazo a esta disposición, pues, pese a que existen figuras parecidas en el derecho comparado, discrimina en contra de aquellas iglesias que no gozan de personalidad jurídica de derecho público o de las que no consideran el matrimonio como un sacramento. Dicho artículo parece más una moneda de cambio que posibilitará, en la práctica, el engaño y los abusos reiterados.
¿Cuántos matrimonios religiosos no serán legalizados al cabo de los ocho días, por decisión unilateral o por mutuo consentimiento? No formalizarlo dentro de ese plazo, ¿no se transformará en divorcio por omisión?
Respecto del artículo 68, sobre el llamado a conciliación, me parece preocupante que el juez pueda disponer de medidas de apremio, como el arresto, en contra de quienes no asistan a la citación, más aun si se trata de llegar a una conciliación. Entiendo las razones que dicen relación con preservar el bien jurídico superior, que, para el caso, es el cuidado de los hijos. Pero debemos poner atención en ese punto.
Hubiera preferido que no existieran separaciones judiciales o divorcios por culpa. Si nuestro objetivo es preservar la familia e intentar la reconciliación, evidenciar las causas que llevan al quiebre de la pareja, sea por separación judicial o divorcio por culpa, inevitablemente llevará a una situación de no retorno que hará más difícil la reconciliación.
Me alegra que estemos llevando a buen término la tramitación de este proyecto y que, de una vez por todas, los parlamentarios empecemos a escuchar la voz de la gente a la que representamos, que, mayoritariamente, quiere que se legisle sobre una nueva ley de Matrimonio Civil, y que dejemos de oír a grupos de interés o de influencia.
He dicho.
"
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