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El señor MELERO .-
Señor Presidente , sólo voy a hacer breves comentarios respecto del proyecto de acuerdo aprobatorio del Protocolo modificatorio del acuerdo marco para la conservación de los recursos vivos marinos en la alta mar del Pacífico sudeste, más conocido como Acuerdo de Galápagos.
Sin lugar a dudas, fue importante el paso dado por Chile en 1952, cuando se proclamó la soberanía y jurisdicción sobre la zona económica exclusiva de las 200 millas marítimas, hecho en el cual a nuestro país le cupo un rol protagónico, y que se ha convertido en el elemento que rige prácticamente en todos los Estados ribereños del mundo, porque les dio la estabilidad necesaria para generar una industria pesquera, tanto industrial como artesanal, capaz de crear riqueza, empleos y recursos mediante la explotación de sus territorios marítimos adyacentes.
Ese primer paso determinó un comportamiento distinto en la humanidad. Este proyecto, por su parte; será un avance más en la medida en que la Comisión Permanente del Pacífico Sur, integrada por Chile, Colombia , Ecuador y Perú -esperamos que Colombia lo ratifique-, se comprometa a poner en funcionamiento algo que se debe entender en su dimensión más trascendental.
Nuestro país ha hecho esfuerzos -y la Cámara ha sido testigo- en términos de generar una legislación pesquera nacional que permita la preservación de los recursos naturales y la estabilidad del sector, de establecer reglas claras para los inversionistas y de dar estabilidad respecto de la forma en que se realiza esa acción extractiva.
Como bien señaló quien me antecedió en el uso de la palabra, al establecer cuotas máximas por armador en virtud de una cuota global máxima de captura, aprobadas por los consejos zonales de pesca, el Congreso dio pasos efectivos.
Pero el tema no nace ni muere en las 200 millas marítimas, sino que trasciende. Por eso la importancia de este protocolo, ya que muchas especies, como es el caso del jurel, en Chile son altamente migratorias en su ciclo de vida, y alcanzan, incluso, las costas de Nueva Zelanda. El esfuerzo pesquero realizado más allá de las 200 millas tiene efectos inmediatos sobre esa zona. Por consiguiente, si no se controla la explotación de estos recursos, se pone en peligro su existencia al interior de las 200 millas.
La flota mundial, capaz de capturar más de 70 millones de toneladas, ha disminuido. La capacidad de captura ha bajado como consecuencia, justamente, de la explotación irracional de muchos recursos, lo que ha hecho que varios países miren a ultramar, más allá de sus costas y de las 200 millas marinas. ¿Qué duda cabe que los 4 mil 500 kilómetros de costas de Chile sean un incentivo para que flotas pesqueras internacionales vengan a explotar los recursos frente a nuestras costas, más allá de las 200 millas?
Hubo un esfuerzo pesquero de magnitud, con más de setenta naves, durante prácticamente tres décadas, especialmente en los años sesenta y setenta, de una flota pesquera soviética que, por años, capturó en nuestras costas el recurso jurel. Más de un millón de toneladas al año. La Unión Soviética, con una economía planificada, bajo un régimen comunista, no trepidaba en costos para desplazar una gran flota en nuestras costas con el único objetivo de obtener productos alimenticios para su población.
Una vez terminado y colapsado el régimen comunista, esa flota soviética se fue de nuestras costas. No porque alguien la echara, sino porque por primera vez, con papel y lápiz, sacaron la cuenta y llegaron a la conclusión de que mantenerla era de muy alto costo en relación con lo que se estaba extrayendo. Pero después han venido flotas de otras naciones, como España, China, Corea , Japón , las cuales están buscando recursos pesqueros en todas partes.
Frente a las costas de la Octava Región se dio una situación que ha generado algún nivel de polémica. En efecto, la Comisión de Pesca estuvo muy preocupada, el año pasado, por la llegada de una flota interesada en el recurso jurel, cuya acción podría afectar la biomasa al interior de nuestras 200 millas marinas.
Por eso, este protocolo busca generar un marco regulatorio para que las flotas pesqueras del mundo -todas las cuales, al ser muy escasos los recursos en sus propias zonas, los buscan en ultramar- sepan que cuando se viene frente a las costas de Chile, Perú y Ecuador no se puede sacar todo lo que se quiera, de cualquier forma y sin ningún tipo de regulación.
Ese es el punto. En el marco de un protocolo, esas naciones, con el legítimo derecho que tienen de venir a pescar en altamar, deberán hacerlo en complementación con las medidas regulatorias de cada país. De lo contrario, no tendría sentido todo el esfuerzo que Chile ha hecho para evitar la sobreexplotación de los recursos principales, sobre todo de los altamente migratorios, y establecer cuotas globales con el fin de atomizarlas entre los armadores.
Toda regulación resultaría inútil si en la milla 201 hay una flota que hace un esfuerzo pesquero absolutamente desproporcionado y captura peces de cualquier tamaño, sin ningún ánimo de preservar los recursos, con una mirada de corto plazo.
De manera que la bancada de la UDI aprobará con entusiasmo este protocolo, porque combina lo que se ha hecho en Chile con lo que es necesario realizar más allá de las 200 millas marinas, lo cual es muy importante.
He dicho.
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