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El señor COLOMA.-
Señor Presidente , hemos oído el detallado informe de la señora Presidenta de la Comisión de Gobierno acerca de lo que es en esencia el proyecto llamado "Chile Solidario", acogido, en términos generales, por la unanimidad de los miembros de dicho órgano técnico.
En esta instancia quiero hacer algunas reflexiones que parecen útiles, sobre todo en la convicción de que después de la aprobación en general que esperamos que la Sala otorgue a la iniciativa se abrirá un período para presentar indicaciones. Ojalá que ellas reúnan o transmitan las inquietudes planteadas en la Comisión -algunas se resolvieron, otras quedaron pendientes-, en términos de lograr que tengamos un proyecto consensuado, por la dimensión ética de la materia que afronta.
¿Cuál es la idea matriz del texto, según la entendemos? Básicamente, la de ocuparse preferentemente de las familias en estado de extrema pobreza. O sea, el articulado tiene una connotación ética prioritaria, cual es reconocer que hay un nivel inaceptable de extrema pobreza; que las políticas o las lógicas de crecimiento no han sido suficientes para afrontarlo y que, por tanto, desde una perspectiva legal, se requiere un esfuerzo extra, un esfuerzo especial, para enfrentar el flagelo y darle un mínimo de dignidad a cada chileno.
Las cifras son elocuentes en una doble dimensión. Primero, en la de la fotografía. Se dice que hay 225 mil familias en extrema pobreza y que se trata de 849 mil 169 personas, cantidad que a nadie puede dejar indiferente. No se trata de gente pobre, sino extremadamente pobre, que carece de lo mínimo para subsistir. Y el otro dato ¿que ya no obedece a la lógica de la fotografía, sino a la de la película- merece una reflexión especial, en mi opinión, en la medida en que se demuestra que, por ejemplo, en 1996 la situación de extrema pobreza era menos aguda. La misma encuesta CASEN señala que entonces había 814 mil personas extremadamente pobres y que dicho número ha aumentado en los últimos años, por lo cual uno tiene derecho a darse cuenta de que existe una cuestión de fondo.
Estoy convencido de que la explicación racional de por qué bajó la extrema pobreza en la década de los ochenta y, particularmente, a inicios de la de los noventa obedece a la sucesión de cifras positivas en materia de crecimiento. Una vez terminado el crecimiento, más allá de cualquier tema de fondo que se produzca con los subsidios, lo concreto es que se empieza a perder la lucha contra la extrema pobreza. Y hoy día se reconoce así. Por lo mismo, se requiere algún grado de esfuerzo especial. Pero no perdamos la idea matriz que se halla en la raíz del problema, cual es que en la medida en que no hay crecimiento las cifras demuestran que la extrema pobreza crece. Y el guarismo citado, que a todos nos duele, señala que entre los años 1996 y 2000 aumentaron los extremadamente pobres, lo que constituye la mejor demostración de la crisis que se enfrenta el respecto.
¿Cómo pretende el proyecto encarar esa idea matriz? Básicamente, propone dos caminos paralelos que ayudarían a disminuir la cantidad de gente extremadamente pobre. Primero, ello se lograría mejorando el acceso de esas personas a los programas sociales, es decir, lo que se conoce como la promoción. Se plantea: "Señores, a pesar de que el país tiene una potente red social, algo está ocurriendo en términos de que las cifras indican que, en algunos casos, 37 por ciento de los extremadamente pobres no tiene acceso a ningún subsidio del Estado, no obstante que éstos existen y que abarcan no sólo a los extremadamente pobres, sino también a los pobres". Esto significa que ha quedado un grupo de personas sin acceso a los subsidios que hoy día funcionan.
Entonces, lo primero que se expresa -y me parece correcto- es que se realizará una promoción, con un esfuerzo especial, para que las personas extremadamente pobres del grupo A, al existir el subsidio correspondiente, puedan hacer la conexión. Lamentablemente, resulta una situación curiosa, porque los efectos son en tal grado insuficientes que las cifras actuales son decidoras.
La segunda vía planteada es generar una ayuda asistencial, esto es, apoyar directamente con recursos a las personas extremadamente pobres para que salgan de esa situación. Esto es un poco más discutible. En cambio, me parece que lo primero es, desde todo punto de vista, impecable bajo cierta lógica, porque, existiendo el subsidio, no debería ocurrir que el interesado no tenga acceso a él.
Ese segundo aspecto es relativo. Varias personas que acudieron a la Comisión expresaron su preocupación en orden a que se pudiera caer en lógicas asistencialistas de esperar la ayuda del Gobierno o del Estado y de que se generara el acostumbramiento de que ése es el camino para superar la extrema pobreza. A mi juicio, la crítica es real. Pero, si vamos a hacer un esfuerzo, no puede restarse una herramienta que también es central, si bien me parece de menor consistencia que la promoción, la cual obtiene grados de consenso inmediato.
Ahora bien, ¿dónde radica el asunto de fondo y dónde aparecen los problemas? Porque he dicho que las cosas están bien orientadas.
Pienso que las dificultades surgen desde la perspectiva de cómo se implementa un proyecto de esta naturaleza. En la versión original -que en la Comisión ha sido modificada y mejorada, aunque todavía queda mucho espacio que concordar- se establece que el MIDEPLAN será el gran organismo para tal efecto, que no solamente va a coordinar, sino que también va a administrar, supervisar y evaluar el Sistema Chile Solidario. O sea, lo que se busca es concentrar en el MIDEPLAN el conjunto de subsidios que hoy día se entregan a la gente extremadamente pobre, así como la facultad de asistencia. Ello significa crear un superministerio en el ámbito de que se trata, para que pueda enfrentar esos desafíos.
Al respecto, deseo exponer -lo señalé en la Comisión y asimismo quiero dejarlo claro en la Sala, porque espero que podamos concordar las indicaciones que presentaremos- cuatro observaciones de fondo.
La primera apunta al hecho de la concentración. Me parece que se trata de una política en ese sentido, no de descentralización. O sea, existiendo un problema y las herramientas aplicables, no tengo claro que la solución sea pasar todo por un superorganismo estatal, para que, de esa manera, haga lo que otras entidades públicas no han podido realizar. En consecuencia, creo que la lógica está más bien orientada a la concentración y no a la descentralización, que es la que se ha intentado estimular en otros proyectos de ley.
Mi segunda crítica de fondo dice relación a por qué no involucrar a los municipios. Éste fue el tema que más tiempo nos mantuvo entrampados en la Comisión. Y no solamente en el Senado, sino también en la otra rama del Congreso.
Pienso que como país estamos perdiendo una gran oportunidad de encomendar la lucha contra la extrema pobreza a los entes que están más cerca de ese problema real, como son los municipios. La fórmula que se considera -y explicaré brevemente que en este punto se llegó a un acuerdo que espero que todavía podamos mejorar- no termina de convencerme.
Cuando leí nuevamente el proyecto para preparar mi intervención en la Sala, me pregunté: si se hará este tremendo esfuerzo, si se gastarán miles de millones de pesos para que los chilenos extremadamente pobres salgan de esa condición, ya sea ayudándolos directamente o llevándolos a los subsidios, ¿por qué no intervienen las redes que hoy día funcionan desde un punto de vista legal, como los municipios? ¿Por qué no se aprovecha integralmente esa capacidad de acción?
¿Qué disponía originalmente el proyecto? Que todo lo hiciera el MIDEPLAN. ¿Qué concordamos? Que dicho Ministerio opere a través de convenios con distintas municipalidades, aspecto que representa un avance con relación a lo que aprobó la Cámara de Diputados.
Sin embargo, llamo a la reflexión al Senado -pues se trata de un tema que a todos nos importa- en el sentido de por qué no exploramos la fórmula de una mayor participación de los municipios, que presentan una generación democrática, son dirigidos por personas de distinta tendencia política y, obviamente, tienen una directa relación con situaciones de extrema necesidad existentes en Chile. Y éste es el punto de fondo de la discusión con el señor Ministro , y que debemos continuar para aprovechar el buen espacio que en esta oportunidad se nos brinda.
Además, no tengo claridad en cuanto a que ésta sea la fórmula de focalizar adecuadamente la ayuda social que el Estado entrega a los extremadamente pobres. Si ahora, con criterio más descentralizado, ya hay problemas de focalización, no veo cómo, con una lógica más centralizada, se va a lograr el objetivo.
Por último, la sociedad civil sigue quedando fuera de este esfuerzo nacional, y que se está ya haciendo, para ser franco. Hay un conjunto de instituciones -como el Hogar de Cristo, quizás la más emblemática, pero no única-, con conocimiento, acceso y ética para enfrentar estos temas y que son especialmente adecuadas en la aplicación de una iniciativa de esta naturaleza. O sea, en este proyecto sigue presente una incorporación más eficiente. Algo se hace, quiero ser claro. Se mejoró lo planteado, pero falta que la sociedad civil participe en este esfuerzo.
Son críticas relativas al centralismo.
Otra observación tiene que ver con la red paralela de funcionarios o pseudofuncionarios públicos: a través del Sistema Chile Solidario se nombrarán monitores mediante convenios entre municipalidades y MIDEPLAN, cuya labor será facilitar el acceso a los beneficios. Tengo la impresión de que también en esta materia pudo haberse aprovechado -si no se quiere que los municipios administren, coordinen y supervisen- la red existente, pero sin duplicación de esfuerzos, en la que lamentablemente hoy día se está en peligro de caer.
El proyecto presenta una debilidad: la eventual utilización política. Esto lo planteo con la misma franqueza que utilicé en la Comisión. Cuando miles de profesionales se hallan dedicados a ayudar directamente con recursos, con dinero, hay -entre comillas- el riesgo o la tentación de que en períodos electorales este tipo de sistemas se convierta en un camino fácil de obtención de votos para el Gobierno de turno.
Y quiero ser muy gráfico.
Como candidato -indudablemente, también muchos en esta Sala-, en distintas instancias, debí luchar contra instituciones que trataban que personas hoy día en el poder se mantuvieran en él. Entonces, si estamos creando una nueva institución, debemos ser extraordinariamente cuidadosos. Algo importante se logró en la Comisión. Primero, la prohibición expresa de la utilización política de los bienes que se dejan a cargo de estos profesionales (artículo 5º, inciso cuarto); y, segundo, el establecimiento de una especie de concurso público -digo especie, porque no quedó bien regulado-, para que quienes quieran acceder a ser monitores para dirigir recursos hacia la extrema pobreza exhiban antecedentes inmaculados en cuanto a utilización política.
Aquí cabe advertir un punto complejo de conveniencia mutua. Nada sería peor que estos miles de millones de pesos destinados a ayudar a salir de la extrema pobreza se interpretaran el día de mañana como usados para las campañas A, B o C. Por eso hay que tener extraordinario cuidado y perder el tiempo que sea necesario para que este problema quede absolutamente zanjado. Y así los Parlamentarios oficialistas, en conjunto con los de la Oposición -espero que esto sea al revés en algunos años más-, deben tener la tranquilidad en cuanto a que este esfuerzo se realice con transparencia y consistencia.
En todo caso, me parece que el proyecto apunta a un sentido social importante, y tendrá nuestro respaldo en todo aquello que suponga una correcta focalización. Pero su lógica de centralismo, de paralelismo y de peligro en cuanto a su utilización política son aspectos que resulta fundamental esclarecer en la discusión particular.
Sé que se avanzó muy significativamente en la Comisión. Si se compara el proyecto original con el texto enviado por la Cámara de Diputados y con lo despachado por nuestra Comisión, se verá que muchas de estas objeciones han sido corregidas, pero no todas. En este tipo de normativas uno quiere que las cosas resulten bien y se despachen con entusiasmo y no con tiranteces o con la sensación de que pudo haberse avanzado mucho más.
Para finalizar, quiero señalar que quedan muchos temas pendientes. La estadística y la reflexión, al plantearse el tema por la autoridad y los municipios, nos enseñan que la cuestión de fondo es cómo crecer. No creamos que por el hecho de dictar una ley se derrotará o erradicará la extrema pobreza. Sólo cuando los países crecen, cuando tienen las condiciones para generar tasas altas de desarrollo, se termina con la extrema pobreza. Lo otro puede ser asistencialismo, promoción o un parche para una herida que tiene carácter ético indudable e imposible de resistir.
He dicho.
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