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El señor FERNÁNDEZ.-
Señor Presidente , disiento de que se requiera el acuerdo del Senado para designar embajadores y representantes ante organismos internacionales. Los argumentos ya se han dado. El Presidente de la República es el responsable de las relaciones internacionales y, como tal, debe contar, sin duda, con instrumentos para llevar a cabo su política exterior, que es uno de los aspectos de mayor significación, especialmente en estos tiempos.
Me parece que la experiencia vivida al tenor de la Constitución de 1925 no fue especialmente satisfactoria. Durante el Gobierno de la Unidad Popular se rechazaron varias propuestas para ocupar cargos de embajador. Ello también aconteció en la Administración del Presidente Frei Montalva , y no como consecuencia de deficiencias de los postulantes sino por maniobras políticas. Recuerdo, por ejemplo, que no se ratificó como embajador a un ex Ministro de Justicia , dado que había participado en una modificación constitucional acerca del derecho de propiedad que no era del gusto de los Parlamentarios de la época. O sea, se trata de situaciones que no sólo ocurrieron durante la Unidad Popular -que podría entenderse como un período especial-, sino también en otras oportunidades.
Por lo tanto, nos encontramos en presencia de una facultad que el Primer Mandatario debería mantener.
Por otra parte, durante la vigencia de la Constitución de 1980, y -hago la división- a partir de 1990, nunca se han registrado dificultades en este ámbito, que se sepa. Los Presidentes Aylwin , Frei Ruiz-Tagle y el actual no tuvieron mayores problemas, porque contaron con los instrumentos suficientes y con personas de su confianza para llevar adelante la política exterior. Obviamente, este aspecto debe ser ponderado por el Presidente de la República como conductor de las relaciones internacionales. Naturalmente, esa responsabilidad debe cumplirla con los medios adecuados.
No me cabe duda alguna de que si de nuevo se faculta al Congreso para ratificar el nombramiento de embajadores, se podría producir algo tremendamente grave: el cuoteo político. Aceptar que cierto número de designaciones recaigan en personas con determinado signo político como consecuencia de compromisos resentiría notoriamente la potestad del Primer Mandatario para conducir de modo eficaz las relaciones exteriores.
Por esa razón, señor Presidente, soy contrario a la enmienda propuesta, que alude a una situación distinta de las designaciones en el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional o la Corte Suprema.
Por eso, no soy partidario de esta reforma.
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