-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/653504/seccion/akn653504-po1-ds15-ds23
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/637
- rdf:type = bcnres:Participacion
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/2
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/637
- rdf:value = "
El señor ORPIS.-
Señor Presidente, tengo la convicción de que hoy asistimos a una de las discusiones más trascendentes que le ha correspondido abordar al Senado, porque ella tiene que ver con elementos básicos de nuestra sociedad: el matrimonio, la familia y nuestros hijos.
Y, con toda sinceridad, encuentro patética la escasa presencia de Parlamentarios en el debate. Estamos discutiendo el destino de la familia, de nuestros hijos, del matrimonio, de la sociedad, con no más de diez Senadores de la República en esta Sala.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
¿Me permite una breve interrupción, Su Señoría?
Debo hacer presente que existen tres Comisiones trabajando, autorizadas por la Sala. Por lo tanto, quiero eximir de responsabilidad a los quince Senadores que las integran.
Puede continuar, Su Señoría .
El señor ORPIS.-
Sin perjuicio de ello, señor Presidente , creo que cuando se tratan asuntos tan fundamentales lo lógico es contar con una asistencia bastante mayor. Porque esta sesión es histórica; se están decidiendo cuestiones esenciales.
Además de su trascendencia, conviene destacar que el proyecto trata un tema tremendamente difícil de abordar. Está el bien común de por medio. Se hallan involucradas nuestras convicciones, nuestras creencias, con las que, no obstante todas nuestras miserias y debilidades, hacemos un esfuerzo por ser consecuentes.
También debemos tener en cuenta, con mucho respeto, a quienes, de buena fe, abrazaron un vínculo matrimonial para toda la vida y por distintas circunstancias no lograron consolidarlo, no obstante lo cual, legítimamente, desean rehacer sus vidas, sin resquicios.
Y, asimismo, es necesario tener en vista que, de acuerdo con todas las encuestas, la inmensa mayoría de la comunidad nos pide aprobar una ley de divorcio.
Es precisamente en estos momentos, con todas las limitaciones que he expresado, cuando la política adquiere su mayor sentido, porque estamos abordando asuntos fundamentales. Y porque son fundamentales debemos estar dispuestos a despojarnos de todo lo accidental, así como de los eventuales costos políticos, porque nacen de lo profundo.
Dado lo anterior, deseo partir señalando que, desde mi punto de vista, la norma jurídica debe buscar el bien del individuo y de la sociedad, y que no por resolver un conflicto se va a debilitar o desdibujar el bien al cual se aspira con su establecimiento. Lo más valioso en cualquier precepto legal es lo que fundamentalmente se desea proteger.
Ése es, a mi juicio, el tema central del debate de esta tarde. Por lo tanto, cabe formular la siguiente pregunta: ¿queremos proteger el matrimonio, la familia o la posibilidad de que las personas rehagan sus vidas? La respuesta está en el texto del proyecto. Porque son precisamente los énfasis de una normativa jurídica los que llevan a una u otra solución.
Considerando el contenido de la iniciativa, mi respuesta es que, en definitiva, se ha terminado privilegiando la posibilidad de que las personas rehagan sus vidas, aunque con grave deterioro de la familia y de la institución del matrimonio.
En otras palabras, en la hipótesis que planteé se prefirió resolver el conflicto, pero debilitando seriamente el bien al cual se aspira proteger: la familia y el matrimonio.
Señalo lo anterior, señor Presidente , porque en el proyecto se consagran todas las opciones de divorcio, incluyendo la de la voluntad unilateral, sin expresión de causa. Y no tengo la menor duda -porque así se ha anunciado aquí, en la Sala- de que en la discusión particular la mayor polémica radicará precisamente en cómo acortar los plazos y cómo abordar, legalizar y proteger las uniones de hecho, por cuanto se tiene la convicción de que las disposiciones de esta naturaleza debilitarán el matrimonio a tal magnitud que las personas resolverán no contraer matrimonio. ¡Así de simple! En mi opinión, resulta bastante contradictorio legislar respecto de las uniones de hecho en la Ley de Matrimonio Civil.
Ése es el debate que viene en la discusión artículo por artículo.
Señor Presidente , se ha criticado a Chile por ser uno de los últimos países en legislar sobre divorcio. Otros ya han recorrido este camino. Por lo tanto, tenemos la ventaja de analizar la materia de manera mucho más informada que ellos. Este elemento agrega una cuota de responsabilidad adicional a la decisión que estamos tomando, porque dependiendo de cuál sea ésta, en el futuro nadie podrá alegar desconocimiento acerca de las consecuencias de optar por una u otra solución. Hoy tenemos la oportunidad de constatar lo que ha ocurrido con la familia, los hijos y la sociedad en el resto del mundo.
He escuchado con mucho interés las intervenciones de los distintos señores Senadores -he procurado estar presente prácticamente en todas ellas- y hay un hecho que me ha llamado profundamente la atención. No nos hemos hecho cargo de la experiencia ni de los resultados de otros países al respecto. Esto no ha sido parte principal del debate. Creo, sin temor a equivocarme, que allí es donde debemos concentrarnos, porque incluso colocándome en posturas favorables al divorcio, dentro de éstas existen variantes.
Pese a no concordar con ninguna de las opciones propuestas, considero que no es lo mismo aceptar el divorcio con carácter excepcional que el divorcio unilateral sin plazo. Las consecuencias son distintas. No hemos reparado en esos efectos.
Aun cuando el divorcio no es el único factor, nadie puede sostener seriamente que la normativa en examen tendrá un efecto neutro en la institución del matrimonio, en la familia o en la sociedad. Desde mi perspectiva, no tiene un efecto neutro porque el origen de la decisión sobre el matrimonio es muy distinta si la reflexión de la pareja se hace sobre la base de un vínculo indisoluble que basado en alternativas que facilitan ponerle término en caso de existir problema.
Suele señalarse que las personas se casan para toda la vida. Seguramente en un alto porcentaje es así. No obstante, tengo la certeza de que al existir normas flexibles, como las del divorcio unilateral, con plazos cortos y sin invocar causales, la gente contraerá matrimonio sin pensar necesariamente que es para toda la vida, o sin la madurez y reflexión indispensables. Con disposiciones flexibles, una cifra no menor se casará sin hacer ese examen profundo.
Si verdaderamente se quiere proteger el matrimonio, la familia y los hijos, es fundamental -como señalé- observar lo acontecido en países que por décadas han asumido el tema del divorcio y cuentan con la legislación pertinente.
El Anexo Nº 3 del informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia es bastante ilustrativo, ya que muestra los efectos del divorcio vincular en los países que lo han adoptado. Y si hacemos una síntesis de los documentos presentados allí respecto de las consecuencias que ha tenido el divorcio en esas naciones, llegaremos a la grave conclusión de que lo primordial no es ya el aumento significativo de divorcios -lo lógico sería que al existir la posibilidad de divorciarse, ante un fracaso matrimonial las personas volvieran a casarse-, sino un hecho dramático: a la larga, la gran flexibilidad para divorciarse ha terminado por destruir el matrimonio.
Hoy las personas prácticamente no se casan. El número de uniones de hecho es superior al de matrimonios por una, dos o tres veces. A tal nivel ha llegado el debilitamiento de la institución del matrimonio que la gente prefiere no contraerlo.
Como dije, la hipótesis lógica sería que el divorcio tiene por objetivo entregar a quienes fracasan en la vida conyugal la opción de rehacer su vida y, por consiguiente, debería aumentar considerablemente la cantidad de matrimonios. Sin embargo, eso no ha ocurrido en el ámbito internacional. La gente no sólo no rehace su vida mediante relaciones estables, sino que ni siquiera lo logran al casarse por segunda o tercera vez.
¿Cuál es el origen del fenómeno? A mi modo de ver, al margen de los aspectos culturales, que no se pueden desconocer, esta tendencia ha coincidido con la evolución del divorcio.
El divorcio ha adquirido dinámica propia. Partió con carácter absolutamente excepcional, a través de distintos sistemas ya mencionados en el curso del debate. Todo apuntaba a su condición de medida de excepción. Pero la verdad es que un estudio de los índices existentes muestra que éstos se deterioran fuertemente al incorporarse el divorcio unilateral, que se ha incluido en casi todo el mundo. Y la discusión que se realiza aquí acerca de los plazos también se lleva a cabo en otros países; pero en éstos para eliminarlos.
Me pregunto: ¿no es natural que gran parte de las personas que contraen o pretenden contraer matrimonio se planteen si realmente vale la pena concretar dicho vínculo en circunstancias de que la pareja, en cualquier minuto y sin expresión de causa, puede poner término a esa relación? Es tal el riesgo que representa un escenario de esa naturaleza que muchas, lisa y llanamente, prefieren no casarse sino convivir. Así lo expresan las estadísticas.
Por eso, hoy la estructura social -y eso es lo más dramático de todo- en los países que adoptaron ese tipo de legislaciones ha cambiado radicalmente. En las naciones con ese grado de flexibilidad el cambio ha tenido como consecuencia la multiplicación de la familia monoparental, compuesta sólo por la mujer y los hijos. De modo que no sólo se ha visto afectado el matrimonio, sino que se ha registrado además una fuerte incidencia en la sociedad.
Por tal razón, debido al debilitamiento que sufre la institución del matrimonio, no me extraña que en el proyecto de Ley de Matrimonio Civil terminemos tratando indicaciones referentes a las uniones de hecho, lo que constituye una absoluta contradicción.
Señor Presidente , el Senador señor Coloma dio a conocer una serie de cifras estadísticas referentes a esta materia. No las voy a repetir. Sólo quiero detenerme en una que revela lo sucedido en los países donde se ha implantado el divorcio. Me refiero al índice de divorcialidad; es decir, la medición del número de divorcios registrados en un año con relación al número de matrimonios en los lugares donde ha regido el divorcio por muchas décadas.
En Bélgica, que en 1975, año en que se instaura la ley de divorcio, tal índice fue de 15 por ciento, en el año 2000 llegó a 60 por ciento. En Canadá, la proporción era de 14 por ciento en 1968, año en que se dictó la ley; hoy llega a 45 por ciento. En Dinamarca aumenta de 26 por ciento en 1969 a 38 por ciento en el 2000; en Estados Unidos, de 32 a 50,9 por ciento; en Francia, de 12,7 a 40,8 por ciento; en Holanda, de 16 a 39 por ciento; y en el Reino Unido, de 17 por ciento en 1971 a 54 por ciento en 1999.
Son sólo algunas cifras, señor Presidente ; pero la tendencia muestra cómo los divorcios y las separaciones aumentan, mientras el número de matrimonios baja.
También se ha hecho referencia a las consecuencias económicas, especialmente las que afectan a la mujer y a los hijos. Lo he señalado: el divorcio no sólo ha traído rupturas matrimoniales, sino que ha dado origen a una nueva estructura familiar, con aumento, como ya dije, de las familias monoparentales. Creo conveniente enfocar el debate en cifras como las mencionadas.
En toda la discusión se ha privilegiado la posibilidad de que las personas rehagan sus vidas, y no se ha centrado en lo ocurrido en países de larga tradición y donde la ley de divorcio ha estado vigente por más de dos décadas.
Termino reiterando la hipótesis inicial: toda norma jurídica debe buscar el bien del individuo y de la sociedad, y no por resolver un conflicto se tiene que desdibujar el bien al cual aspiramos. Lo más valioso a que debe propender una norma jurídica es concentrarse fundamentalmente en lo que se desea proteger; es decir, el matrimonio, la familia y los hijos, propósito que no se logra con este proyecto.
Por eso, votaré negativamente.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/653504
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/653504/seccion/akn653504-po1-ds15