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La señora MATTHEI.-
Señor Presidente , debo recordar que esta discusión sobre la libertad total y las restricciones al consumo y a la venta, por ejemplo, de drogas se viene dando hace varias decenas de años, sobre todo en el ámbito económico. Muchos economistas opinan que si hubiera libertad en tal sentido no existirían ni las mafias dedicadas a esa actividad, ni la violencia, ni los otros problema que conlleva el uso de la droga.
Ahora, si uno mira lo que han hecho distintos países para combatirla, comprobaremos que en gran parte han optado por imponer ciertas restricciones a la venta y al consumo de determinadas sustancias. Y algunos han tratado de fijar límites absurdos, como ocurrió en Estados Unidos cuando se dictó la ley que prohibió absolutamente la venta de alcoholes en la década de los 20. Ello dio lugar a uno de los períodos más violentos y de mayor actividad de la mafia. En cambio, la mayoría de los países ha preferido establecer limitaciones al respecto, pero de carácter razonable, que permitan a la sociedad continuar su vida habitual y que, al mismo tiempo, protejan también a los ciudadanos.
Francamente, creo que autorizar su venta hasta las cuatro o cinco de la mañana no es un límite que vaya a significar el término de la actividad turística, la quiebra de muchos establecimientos comerciales y el despido de gran número de trabajadores. En suma, pienso que el costo que constituiría para la sociedad la libertad de expender alcohol después de las cinco de la mañana sería mucho mayor que el beneficio que, en el fondo, implica esta restricción.
En Inglaterra, por ejemplo, no se puede vender alcohol al público después de las 23 y en Hyde Park no se ven colas de jóvenes consumiendo alcohol de manera ilegal. No existe eso. Por lo tanto, está de por medio también un aspecto cultural, un problema de formación, una labor de prevención. Pero la verdad es que las cifras de alcoholismo en nuestro país son, en realidad, muy preocupantes.
Por otra parte, el argumento dado por el Senador señor Ávila , llevado al extremo, nos induce a pensar que Su Señoría debería ser también absolutamente partidario de levantar cualquier prohibición a la venta de cocaína o de heroína. Considero que a ese tipo de argumento es al que estamos yendo. O sea, no tendría que prohibirse ni la venta de heroína ni la de cocaína, y cualquiera las podría consumir. Yo, por lo menos, estoy en contra de ese criterio. A mi juicio, es más razonable poner límites, pero límites con los cuales se pueda convivir. No se trata de imponer la prohibición total, como ocurrió en su momento en los Estados Unidos, ni la restricción que existe en Inglaterra, donde la venta de alcohol, como dije, sólo está permitida hasta las 23. Sin embargo, el limitarla a las cuatro o cinco de la mañana no causará la quiebra de ningún negocio y probablemente hará que muchos padres puedan dormir más tranquilos.
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