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El señor MUÑOZ BARRA.-
Señor Presidente , señores Senadores:
Roberto Matta Echaurren es un genio inconmensurable, indudablemente. Ha cumplido su ciclo de vida terrenal para incorporarse al selecto grupo de los inmortales del arte universal.
Recibido de arquitecto con un proyecto de título profundamente original y fuertemente imaginativo que denominó "La liga de las religiones", ejerció por corto tiempo su profesión en París, trabajando en el taller del célebre arquitecto Le Corbusier.
Gracias a su fuerte vocación y a la influencia de algunos amigos que observaron en él grandes condiciones, Roberto Matta optó por la pintura como su oficio principal, arte en el cual llegó a ser considerado entre los más grandes exponentes del siglo XX, junto con Picasso, Dalí y Miró.
Nos mueve a reflexión la fuerza incontrarrestable del genio. Cuando la genialidad es genuina, constituye la energía suficiente para llegar a los más altos niveles del conocimiento y del arte, que es también una forma de conocimiento.
Matta , el portentoso pintor surrealista, innovador permanente, vanguardista siempre, inspirador de nuevas tendencias pictóricas, sólo tuvo un maestro: Hernán Gazmuri , con quien tomó clases de dibujo. Si bien más tarde Salvador Dalí le enseñó algunas técnicas, Matta fue un autodidacta de la pintura que revolucionó la pintura. La genialidad de un Matta, de un Arrau, de un Neruda o de una Mistral es suficiente para sobresalir cuando va unida a una fuerte vocación y a una fuerte disciplina de trabajo.
Hombre de alma sensible, de espíritu crítico e inteligencia superior, orientó su vida y su arte hacia lo más trascendente. Sus primeros dibujos, en los cuales predominan motivos religiosos, son una evidente manifestación de sus preocupaciones metafísicas, las que parecieran ser más una referencia a la fenomenología religiosa, desde una perspectiva filosófica, que una expresión de confesionalidad, como la que encontramos en las pinturas de Fra Angélico o en algunas pinturas del mismo Dalí.
Según los especialistas, en ese primer período, de índole figurativa, aunque ya tiene un sello indeleble recibe la influencia de Salvador Dalí y de Pablo Picasso. Pero en el manejo del color y en los juegos de sombra se aprecia la influencia de El Greco, por lo demás expresamente reconocida por el mismo Matta .
En 1937, en París, conoce a André Breton y se incorpora al movimiento surrealista invitado por éste. Breton definió el surrealismo como "automatismo psíquico puro", o sea, el inconsciente que se manifiesta sin sujeción a normas ni a trabas de ningún orden.
En términos más concretos, Roberto Matta definió surrealismo como "alcanzar una realidad más alta, es decir, vivir con más realidad", revelando con ello su preocupación por la ontología de las cosas y no por lo aparente o superficial.
El grupo surrealista le permitió contactarse con los más grandes artistas del primer tercio del siglo XX. Antes había conocido a García Lorca , a Rafael Alberti , y se había impactado con las concepciones estéticas de Duchamp. Gabriela Mistral , impresionada por el talento del joven Matta , lo invita a una temporada en Lisboa. En ese círculo participa también Pablo Neruda , con quien Matta mantiene una prolongada amistad. Surgen en aquella época sus preocupaciones sociales y políticas, las que le llevan a posiciones favorables a la República española y, posteriormente, contrarias al fascismo.
En 1939, junto con Duchamp y Tanguy, Roberto Matta reside en Nueva York. La Europa que había sido su refugio ya no es segura. Su antifascismo y su antiestalinismo lo impulsan a trasladarse a Estados Unidos, frente al fenómeno de la guerra y al reforzamiento de los nacionalismos europeos, de los cuales se siente desplazado. Allí se convierte en una de las personalidades artísticas más influyentes en la obra pictórica de jóvenes estadounidenses.
Según la crítica especializada, la obra más importante que realizó en Estados Unidos es el óleo "El vértigo de Eros", de 1944. Este cuadro fue adquirido por el Museo de Arte Moderno de Nueva York y forma parte de su exposición permanente. De esa época, el sentido de su pintura se orienta hacia un humanismo que predomina, aunque sin excluirlas, sobre sus preocupaciones metafísicas. Se trata de un Matta más crítico, inquieto por el dolor, la angustia, la soledad y la incomunicación del ser humano.
Es interesante, señores Senadores, hacer una referencia a otro obra de Matta: un tótem, que denomina "El vidriador". Al respecto, en una de las publicaciones especializadas sobre la obra de Matta se escribe:
"El personaje tiene atadas las manos por sus propias transparencias, de las que no puede liberarse por ser éstas parte integrante de su ser; ventanas que le abren al mundo, pero que al mismo tiempo lo obligan a quedar rígido en un solo punto de vista. El personaje tiene que ver directamente con la crítica al poder de lo ideológico, que encadena el ver y lo aísla de la verdadera realidad, y será la base para la formación de casi todos los tótemes que poblarán el mundo de la pintura de Matta en los años cincuenta y sesenta. Estos vendrán en legión y testimoniarán... la preocupación del artista por las relaciones de dominación que ponen en peligro la libertad del ser humano.".
Son muchas y diversas las preocupaciones que se manifiestan a través de la pintura de Matta. Por ejemplo, su cuadro "El peregrino de la duda", que representa a un hombre perdido en una maraña de escaleras orientadas en múltiples direcciones, sin indicios de cuál puede ser el camino a seguir.
Su formación como arquitecto le lleva a reflexionar pictóricamente sobre el espacio y su representación; busca ir más allá de lo tridimensional, utilizando distintos espacios y horizontes vinculados a personajes también diferentes que conforman una red de interrelaciones que manifiesta incomunicación y soledad, violencia y dolor.
El tema del espacio también se expresa en un afán por abarcar todas sus dimensiones; es decir, mostrar el espacio total sin ocultamientos que desvirtúen la realidad. Para ello, Matta recurre a un cubo que, al abrirse, muestra sus seis caras al mismo tiempo.
Sus preocupaciones políticas también se expresan en su obra. Su pintura asume rasgos de denuncia frente a los crímenes políticos en la España de Franco -su obra se llama "Los poderes del desorden"- y de repudio a los bombardeos con napalm por aviones norteamericanos en Vietnam. Se impacta positivamente con la Revolución Cubana, en la que ve una posibilidad de realización de su propia utopía revolucionaria.
Roberto Matta se interesa en la experiencia política de la Unidad Popular, que encabeza Salvador Allende, con quien lo unen vínculos de amistad. Su discurso "La guerra interior", de 1968, constituye una teorización ética y artística que propone la liberación del hombre a través de su capacidad creativa, lo que para Matta tiene mayor significación que la transformación social y económica y la conquista del poder. Para Matta, lo importante es la liberación del individuo, la reafirmación de su propia autonomía como recurso para liberarse de todo tipo de esclavitud humana.
En Chile de principios de los setenta, Matta deja su huella a través de los murales pintados con la brigada Ramona Parra , de la Juventud Comunista. También donó cuadros y realizó en Chile un mural para la entonces Universidad Técnica del Estado. En 1972 donó al Museo de la Solidaridad su cuadro "Hagamos la guerrilla interior para parir un hombre nuevo".
En la década de los setenta, Matta hace pinturas como "Odisseano" y "Coigitum". En el primer cuadro está la recuperación del mito de Odiseo en el momento de su naufragio, lo que le lleva a perder el rumbo. En el segundo busca pintar el proceso del pensamiento en su relación de sujeto cognoscente y objeto conocido, para interpretarlo como un acto de amor donde la racionalidad es promisoria, y la identidad, ilusoria.
Durante la década de los ochenta, Matta se acerca más a la representación realista como una de sus líneas de trabajo, en las que incorpora el arte etrusco y la mitología mediterránea. Su otra manifestación artística es más abstracta, volviendo a sus profundas inquietudes metafísicas.
Posteriormente, en su búsqueda permanente y en sus innovaciones, surgen personajes que mezclan las formas del clasicismo con el arte abstracto: primero, en fondos negros, y después, con gran colorido.
Matta , señores Senadores, es un universo imposible de abarcar en pocas líneas. Se trata de un pintor complejo al que es más fácil llegar cautivados por su maravillosa expresión estética para después incorporarse a los profundos significados de su obra. Es un permanente explorador de lo nuevo ubicado en su propio mundo. Su arte no sólo busca la belleza, sino que es un devenir constante que rompe con lo tradicional, con las verdades que preexisten, en un esfuerzo por redescubrirlas. El arte de Matta tiene, entre otras características, la de ser un humanismo expresado poéticamente, a veces con angustia y dolor, y otras, con optimismo y alegría.
Los chilenos debemos preguntarnos por qué la mayoría de los genios que han nacido aquí se alejan para radicarse en otros lugares. Al respecto, pienso que para ellos nuestro país constituye una limitante, por la escasa valoración que se atribuye a sus obras; por la falta de reconocimiento y motivación a lo portentoso de su arte, y porque somos culturalmente rutinarios.
A Gabriela Mistral se le concedió el Premio Nacional de Literatura después de que recibió el Premio Nobel; a Roberto Matta se le otorgó el Premio Nacional de Arte en 1990 no obstante haber sido consagrado por la crítica internacional en la década de los cincuenta y haber recibido posteriormente los más importantes premios y reconocimientos a su maravillosa producción artística.
Considero que debemos rectificar esa actitud.
Señor Presidente, Honorables colegas, para mí ha sido un honor representar al Senado en este homenaje a tan insigne artista.
Solicito enviar el texto de esta intervención a la viuda de Roberto Matta y a sus hijos, a la ciudad de Italia donde viven.
He dicho.
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