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Al parecer, todo partió hace un mes, cuando a mi oficina de la Presidencia del Senado concurrió un numeroso grupo de dirigentes sindicales de los trabajadores de la industria pesquera de la Octava Región, quienes solicitaron que me preocupara y apoyara una iniciativa que presentaría el Gobierno con motivo del atraso que podría sufrir el proyecto sobre la Ley General de Pesca que estaba en conocimiento de la Cámara Alta. Les manifesté -porque así lo creía- que vería el asunto y que mi decisión era la de apoyar al Ejecutivo si el proyecto realmente beneficiaba al país en su conjunto, y por supuesto, a ellos como trabajadores. Al poco tiempo, para sorpresa mía, en el edificio de la Cámara Alta en Santiago, ese Senador, ejerciendo su derecho, realizó una conferencia de prensa para denunciar tales hechos, acompañado por un dirigente o presidente de una organización de pescadores artesanales y por un señor que se menciona como presidente de la denominada "Fundación Terram". En esa conferencia de prensa ellos expresaron -y se reiteró luego- que quien habla y Adolfo , mi hermano, estábamos tratando de aprobar un proyecto de ley a favor de un empresario, al cual pensábamos regalarle con eso alrededor de mil millones de dólares. Y, por supuesto, incurrieron -no ese señor Senador, sino quienes lo acompañaban- en una serie de otras afirmaciones injuriosas y calumniosas contra mi persona. Con motivo de esas declaraciones, aquí, en la Cámara Alta, solicité a dicho señor Senador que conversáramos. Y le planteé mi extrañeza y mi reclamo airado, porque yo no podía permitir que, en su presencia, se hicieran aseveraciones injuriosas que afectaban profundamente mi honorabilidad. El señor Senador me escuchó y me dijo que él no había intervenido en ese sentido, lo cual creí. Tanto es así que me ofreció una carta de excusas, que efectivamente recibí. Y distribuí entre los señores Senadores copias de ella. Yo pensaba que el incidente había terminado. Pero no fue así. A fines de la semana antepasada, en declaraciones al diario "La Nación", ese mismo señor Senador y el presidente de la ya referida Fundación, señor Claude , volvieron a sus andanzas, formulando nuevamente afirmaciones inexactas y faltas a la verdad, que me hacían aparecer como comprometido con los intereses pesqueros de cierta empresa y de determinada persona. Del diario "La Nación" me llamaron el sábado para hacerme presente que venía un reportaje a ese respecto y manifestarme su deseo de que también diera mi versión, cosa que hice. Planteé mi posición y cuál era la verdad de los hechos. En esa publicación, ese Senador reclamaba mi inhabilidad como Parlamentario para pronunciarme sobre la Ley de Pesca. Tiene derecho a hacerlo. No se lo puedo negar. Lo importante es saber dónde plantearlo y cómo, con el respeto que nos debemos entre nosotros. La publicación apareció el domingo. Al día siguiente comuniqué oficialmente, en forma clara y derecha, a través de los medios de comunicación -ya que por esa vía dicho señor Senador había pretendido recusarme, inhabilitarme-, que iba a solicitar a la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento que estudiara mi condición personal en relación con el proyecto sobre la Ley de Pesca que habría de votarse en el Senado, el cual no ha sido discutido ni votado en esta Sala ni en Comisión (recientemente el Senado despachó otra iniciativa de la Cámara, conocida como "ley corta"). O sea, antes de que yo emitiera juicio se me estaba condenando por esos personeros en una campaña persistente, con injurias y faltas a la verdad, a lo cual el Senador que menciono adhería reclamando mi inhabilidad. Y dije que me iba a ceñir -y lo he reiterado; soy hombre de palabra- a lo que determinase la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia. El señor Senador , ante esa observación mía, sostuvo que dicha Comisión no era suficientemente independiente y carecería de capacidad (él tenía dudas) para proceder a una definición. Y reclamó que el Tribunal Constitucional debía ser el órgano competente. A través de los medios de comunicación, le hice ver que, seguramente por no ser abogado y no conocer las normas jurídicas, él no sabe que, de acuerdo con la Carta Fundamental, el Tribunal Constitucional no tiene facultad para pronunciarse sobre ese tema. Tanto es así que hoy día, precisamente frente a ese vacío y porque creo que debe haber un organismo con competencia especial para solucionar este tipo de problemas a fin de que ningún Senador sufra nunca lo que yo he padecido, estoy solicitando que el Tribunal Constitucional pueda absolver consultas de los Parlamentarios que nos sintamos involucrados en algún hecho que eventualmente ponga en duda la conducta que debemos tener con relación a algún proyecto. Esa campaña ha sido sostenida. ¿Cuál es mi verdad? Y espero que me crean. Muchos de ustedes me conocen por bastante tiempo. Efectivamente, conozco al referido empresario desde hace largos años. Nunca he tenido con él vínculo contractual, ni tampoco una relación de amistad permanente. Lo he visto, sí, muchas veces. Este año hace más de seis meses que no nos hemos encontrado. Nos topamos un día en una recepción en la Nunciatura. Considero -porque soy leal- que se trata de un empresario exitoso; que no es un delincuente; que ha entregado gran esfuerzo al país; que ha establecido industrias; que ha creado puestos de trabajo; que ha sido reconocido por sus pares como empresario ejemplar. En el Congreso Nacional, por iniciativa de varios Senadores, entre los cuales me incluyo, le otorgamos la nacionalidad por gracia con una abrumadora mayoría; me parece que hubo uno o dos votos en contra o abstenciones. Tal empresario jamás ha tenido conflictos laborales. No sé por qué, entonces, habría de avergonzarme de la relación que pudiera tener con él, ni de que fuera mi amigo. ¡He tenido tantos amigos! ¡Y buenos amigos! Los he tenido en el mundo sindical: fui íntimo amigo de Tucapel Jiménez ; muy amigo de Manuel Bustos , de Clotario Blest, como también lo he sido de dirigentes de diferentes tiendas políticas y, por supuesto, de gente del mundo empresarial. Para mí no es un estigma tener amigos. Pero, ¿qué más se dice? "¡Ah! Es que este Parlamentario, este señor, tiene un hermano". ¿Y debo avergonzarme de tener hermanos? ¡Tengo siete, y estoy orgulloso de cada uno! Todos son personas distinguidas, profesionales que han entregado su vida en diversas actividades también en beneficio del país. Es cierto que uno de ellos ha trabajado al lado de ese empresario. Por más de 40 años se desempeñó como gerente general de la empresa. Y fue un ejecutivo exitoso, que llevó a buen puerto a la compañía, donde tuvo muy buenas relaciones con su gente, creó ocupaciones, se preocupó de los trabajadores y, naturalmente, percibió una remuneración justa por sus esfuerzos. Él no es un hombre indigno. Tampoco es incorrecto. Y no buscaría presionarme para que asuma determinada conducta en el Senado a los efectos de votar en un sentido o en otro. ¡Juro por Dios, por mi madre y por mi padre que ese hermano jamás me ha presionado frente a una votación de esta Alta Cámara durante el tiempo que pertenezco a ella! ¡No somos todos de la misma calaña, contrariamente a lo que puede creer el señor Senador! ¡Somos gente honrada! Afirmó también ese señor Senador que yo había patrocinado un proyecto de ley respecto de la Primera y la Segunda Regiones. Es verdad. Y lo presentamos junto con dos representantes de esa época por la Región de Tarapacá: uno de su propio partido y el Senador señor Julio Lagos . ¿Por qué lo hice? A petición precisamente de los dirigentes laborales de la zona, quienes anhelaban el mismo trato que las empresas y los trabajadores de la Octava Región, que habían tenido una buena experiencia con la ley ya dictada. Sostenían que eso les podía dar estabilidad en su fuente de empleo. ¡Tal fue la razón! ¡No la de enriquecerme! Se dice: "Desde que se aprobó esa ley, las acciones de este señor" -después me referiré a la materia- "han subido". Debo señalar al señor Senador que las acciones suben o bajan, no por una ley, sino porque hay más pesca o menos pesca. Esa empresa ha arrojado pérdidas durante seis años porque no ha habido pesca. En el presente año sí la ha habido, y los precios se han incrementado en más de 40 por ciento. Éste es el motivo por el cual, después de tanto tiempo, a fines del 2002 seguramente tendrá utilidades. Durante todos estos días he debido sufrir, no sólo ataques a través de los medios de comunicación o de conferencias de prensa, sino además la movilización de piquetes de 10 a 12 personas por diversas calles de Santiago con afiches contra mí y contra mi hermano Adolfo . Incluso ayer, frente a la puerta principal del Senado en la Capital, cuando recibíamos oficialmente a una delegación del Parlamento chino y mientras ese señor Senador concurría legítimamente, ejerciendo su derecho, a la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia para ser escuchado, llegó un grupo de 10 a 12 personas que portaban lienzos extendidos y gritaban consignas en mi contra, voceando mi nombre. ¿Es posible soportar todo eso? ¿Qué pasa, señor Senador? ¿Cuál es el porqué de su alianza con la Fundación Terram y su presidente ? Yo no lo entendía. Sin embargo, ayer tuve una explicación. El señor Marcel Claude , presidente de la mencionada Fundación, declaró que su relación con el Senador Ávila "Es un negocio mutuo". Y agregó: "Es un negocio. Nos ha servido en términos que su figura nos ha permitido colocar los temas en la prensa con más facilidad, y a él le hemos servido en la medida que se alimenta de lo que hacemos". ¡Es un buen negocio...! Seguramente es un buen negocio traficar con la honra de los demás. ¡Ése es el criterio del señor Claude! Pero el señor Claude ha ido mucho más allá. Porque en el programa de televisión denominado "El Termómetro" ya no sólo formuló críticas a mi persona, sino que además profirió injurias. Nos ubicó a mí y a Adolfo como corruptos. Señaló que estábamos en uno de los negocios más corruptos en la historia de los últimos tiempos. Hoy entregué los antecedentes a la Justicia, con el objeto de iniciar querella en contra del señor Claude y para que se reponga mi honra ante los tribunales. Se me ha expresado: "¡Señor, cómo interpone querella en contra del señor Claude ! ¡Es atentar contra la libertad de expresión, contra la libertad de pensamiento!". Yo respondo: He sufrido mucho por defender las libertades: de pensamiento, de expresión. Viví fuera de mi patria por ello. ¡Pero lo que no voy a defender nunca, jamás, es el que haya libertad para injuriar y deshonrar a la gente! Contra eso siempre me rebelaré. Soy un hombre de paz, ¡pero no puedo aceptar que alguien intente manchar mi honra! ¿Qué se pretende con esta campaña antes de que me pronuncie, antes de que vote el proyecto en cuestión? Que me inhabilite. No se espera lo que resuelva la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, ni menos lo que yo mismo diga el día de la votación. Se desarrolla toda esta campaña, se hacen movilizaciones, se mueve gente, se emiten opiniones, etcétera. ¿Hay algo detrás de esto? ¿Qué se cree? ¿Tal vez que inhabilitando nuestros dos votos podrían tener el quórum suficiente para imponer su criterio? Yo encuentro razón al señor Senador y a otros colegas que discrepan de lo que uno piensa. Algunos pueden estimar que la ley es buena, y otros, que es mala. Es así la democracia. Para eso están los Parlamentos. Pero nadie puede pretender imponer a otro su criterio y, si piensa distinto, descalificarlo. Es legítimo que unos consideren que la prórroga de la ley puede hacerse por un año, como también es legítimo que el Gobierno y otros Senadores estimen adecuado el plazo de diez años. Será aquí, en el Congreso Nacional, donde resolveremos qué es mejor para el país, pero sin pretender por la vía torcida, a lo mejor, ganar la votación. El Senador Ávila tiene toda la razón. No puedo descalificarlo porque piense distinto de mí. Yo no he presentado ninguna indicación. Él ha formulado noventa y seis, para defender su tesis de la licitación, etcétera; y es perfectamente legítimo que lo haga. Ni siquiera he querido intervenir en ese sentido. He sido cuidadoso. Sin embargo, he recibido un ataque feroz y doloroso durante todo este tiempo. Siempre he manifestado mi respeto a quien tiene otra posición. Y también lo he hecho con usted. Jamás lo he descalificado. En una declaración aparecida en el diario "La Tercera" del viernes pasado, usted señala que está muy dolido conmigo porque hice una observación en un programa de televisión (precisamente, en "El Termómetro"). Usted estaba en un sitio, y yo, en otro; y fuimos puestos en contrapunto. Usted manifiesta que se encuentra muy dolido por algo que le dije. Deseo relatar los hechos, para que seamos claros. En ese programa, a propósito de que yo había sostenido que mi porcentaje de acciones no era determinante, que no me confería la calidad de empresario, que no me otorgaba ninguna capacidad de gestión dentro de la empresa, ni siquiera la posibilidad -así se lo expresé- de contratar a un portero, usted, con la ironía que le caracteriza -quizá a veces no se da cuenta de cómo hiere a la gente; lo he visto en este propio Senado, donde en algunas ocasiones sus intervenciones irónicas, y muy inteligentes, hieren mucho y provocan problemas a las personas-, expresó: "Esto es como una mujer embarazada, quien no puede decir que está un poquitito embarazada". Yo le retruqué, tratando de hacerlo también con ironía -seguramente no soy tan bueno en este aspecto-: "Senador Ávila, si usted está con problemas de embarazo, sexuales, vaya a ver un ginecólogo, que yo no tengo ninguna dificultad al respecto". Usted expresa en el diario "La Tercera" que eso es tremendo, porque, en un caso judicial que defendió con mucha fuerza, lo habían vinculado con una organización mafiosa de homosexuales. Yo no he querido ofenderlo a usted. No lo he hecho, ni lo haría jamás, porque nunca me ha gustado ser recipiente de rumores ni recoger basura, ni siquiera para afectar a quien no esté de acuerdo conmigo o sea mi peor contradictor. Le digo entonces que, si hay esos rumores, no seré yo quien los use. ¡No los usaré jamás! Por el contrario, repudiaría al que me los trasmitiera, porque no me relaciono de esa forma con la gente. Por lo tanto, le expreso al señor Senador que, en mi concepto, carece de autoridad moral para ser mi juez en materia ética. ¡Tengo cuarenta años de vida pública transparente! Usted ha llegado a decir que en mi declaración de intereses he faltado a la verdad. Su Señoría no la hizo; pero no lo voy a criticar por eso. He tenido especial cuidado para realizar, no sólo una declaración de intereses, sino también una patrimonial. Usted sostiene: "¡No declaró todas las acciones!". Yo trato de explicarle, y acompaño un certificado, emitido por el propio Secretario del Senado , donde queda constancia de que todas mis acciones están ahí. Ellas se encuentran a mi nombre en el Registro Público , para quien desee verlo. ¡Nunca las he escondido u ocultado! Más aún, he cumplido mucho más allá de la ley, porque hice una declaración voluntaria en el 2000 y volví a efectuarla en el presente año, complementando la anterior. Pero no se trata sólo de una declaración de intereses, sino además de una patrimonial, donde individualicé mis propiedades y los papeles de dos sociedades donde soy accionista principal. ¡Nunca he ocultado nada! ¡No tengo necesidad de hacerlo, pues creo ser una persona correcta que jamás ha pretendido aprovecharse o beneficiarse de la función pública que ejerce! Por lo tanto -y lo digo con toda fuerza-, ¡no acepto que nadie ponga en duda mi honorabilidad y la de mi familia! Usted, en un libro que escribió, menciona una cita muy irónica de su padre (no sé si quería referirla a alguno de los nuestros): "Si los pillos supieran el buen negocio que es ser honesto, serían honestos de puro pillos que son". Recogiendo la cita de su padre, le digo: ¡No soy pillo de la primera clase ni de la segunda! ¡Soy honrado por formación, por excelencia y por convicción valórica! En este incidente, algunas personas me han criticado por la decisión que tomé la semana pasada de ordenar la venta de todas las acciones que me pertenecen. Lo hice, no porque sea una causal de inhabilidad, sino porque no deseo tener problemas. ¡No quiero ser el pasto de la injuria de nadie! ¡No quiero ser objeto de la maledicencia de nadie! Reitero que tengo cuarenta años de vida pública trasparente y que por formación no me expongo a este tipo de situaciones. Vendí las acciones, no para habilitarme en una votación, sino porque deseo evitar problemas. He sufrido mucho, y nadie tiene derecho a provocarme tanto daño. Según dije, votaré como me lo indique la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento. Me ceñiré estrictamente a ello. Por lo tanto, en la sesión de mañana, al comenzar el debate del proyecto en cuestión, anunciaré la forma como procederé, en razón de que todavía no tengo en mis manos el informe de ese órgano. Deseo manifestar al señor Senador que es necesario que nos conozca, que conozca quiénes somos los políticos en este país. La gran mayoría de chilenos y chilenas muchas veces empiezan a dudar de nuestra calidad. Los dirigentes políticos estamos siendo desprestigiados precisamente por este tipo de actuaciones. He sido testigo -y se lo digo porque tengo más años que usted en la vida pública- del paso de tantos políticos, de un sector y otro: de Derecha, de Izquierda y de Centro. Toda gente honorable. Habrá alguna excepción. He visto a Presidentes de la República , como Jorge Alessandri , Eduardo Frei Montalva , Patricio Aylwin, Salvador Allende, Juan Antonio Ríos. ¡Tanta gente que uno conoce! ¡Tantos Senadores a los que he visto en esta Cámara entregarse por entero a la política y salir siempre más pobres de lo que eran, sin excepción! En consecuencia, tengo gran respeto por las personas que están en el servicio público. Y me parece que debemos respetarlas, en vez de ayudar a destruir nuestras instituciones con acciones de este tipo. Podemos discrepar. Pero la discrepancia no autoriza para descalificar o injuriar al que no piensa igual que uno. Quienes actúan así empuercan muchas veces su propio nido. Ninguno de nosotros puede pretender erigirse en juez ético o moral de persona alguna. Señor Senador, no le corresponde condenar, y menos anticipadamente. No puede hacer lo que ha hecho: poner en duda la honorabilidad de la gente. No le puedo permitir que con sus ataques por diversos medios de comunicación y a través de conferencias de prensa pretenda poner un ápice de sombra en mi honorabilidad y en la de mi familia. Tengo mis manos limpias. He entregado todo lo que he podido, con mucho sacrificio. He sufrido mucho por volcarme al servicio público. No he profitado de él. Al contrario, he renunciado a tener, seguramente, mayor bienestar y patrimonio. Pero eso no me importa, ni ha sido jamás el norte de mi vida. Puede estar seguro, señor Senador, de que nunca me haré cargo de los rumores -como le he dicho- que puedan circular contra cualquier persona; tampoco, de los que circulen en contra de usted. No lo haré jamás, ni les daré cabida. Y cuando alguien me lo insinúe, lo rechazaré de plano. Si una persona incurre en conductas sancionables, para eso está la justicia humana. Y para los que creemos en Dios, también la justicia divina. Agradezco a los señores Senadores el apoyo y la solidaridad que me han expresado todos, sin excepción. Eso me gratifica y me da fuerzas. También agradezco al Senador Ávila por haberme dado la oportunidad de poner las cosas en su lugar. Quiero decirle, señor Senador, que debe cuidar también su propia honra, porque es muy necesaria en esta vida. Cuídese de no pretender hacer a otros lo que no quiere que le hagan a usted. No crea que tiene la verdad. Aprenda a discrepar. Respete a la gente. No piense que por usar un lenguaje teatral, que cae en la ironía, queda libre de la responsabilidad de observar la conducta que corresponde para con quienes participamos en un organismo colegiado como el Senado. Puede estar seguro, Senador Ávila, de que contará con el respeto de los demás en la misma medida en que usted sepa respetar. Ahora, quiero plantear al Senado una reflexión. En mi concepto, todos los dirigentes políticos, los líderes de la cultura, los guías espirituales, los conductores del Gobierno, los representantes de la sociedad civil, los responsables de los medios de comunicación, debemos preocuparnos de poner término a este estilo de hacer política; a esta manera de hacer noticia; a esta forma de buscar la notoriedad y la publicidad, sobre la base sólo del escándalo o de la transformación de nuestros actos en un show permanente. El país está siendo testigo en estos tiempos -creo- de la peor campaña que se puede dar, al parecer, con la intención de destruir nuestras instituciones. Ya nada tiene coto; nada para este tipo de campañas. Cuando una sociedad pierde la capacidad de razonar, de respetar la dignidad y la honra de la gente; cuando unos creen que pueden denostar e injuriar gratuitamente y constituirse en jueces de los otros; cuando el vocabulario se torna procaz; cuando se insulta y se miente, por ese camino se va a la desintegración de las instituciones y se imposibilita la convivencia nacional. Y muchos países saben cuál es el destino que les espera después de eso. Estimo que debemos hacer un esfuerzo a ese respecto: es nuestra responsabilidad. Antes de terminar mis palabras, deseo también hacer presente al Senado que quien ha encabezado desde el mundo civil, desde la Fundación Terram, los ataques a mi persona es alguien que recibe financiamiento extranjero -y él mismo lo confiesa-, desde la Fundación Ford, por más de 350 mil dólares. Al emplazamiento que le hice, él ha dado respuesta. Tengo en mi mano la información. En una reciente reunión, celebrada en Edimburgo, se da cuenta de que la Fundación Terram ha llevado un video fuertemente crítico hacia la industria del salmón chileno, el que fue mostrado a las organizaciones ambientalistas escocesas, como parte de una campaña para prevenir a los consumidores en Europa de que no deben consumir ese producto nuestro porque en Chile no se cumplen los requisitos ambientales que permitan darle garantía. Y anuncia el señor Pizarro , quien concurre en representación de esa Fundación, que van a hacer extensiva la campaña a Europa, Japón y Estados Unidos. Además, yo pregunto: el señor Claude , que se ha tratado de convertir en juez, en acusador; que pretende deshonrarme, y que está detrás de esos 350 mil dólares, ¿no es el mismo señor Claude que fue echado del Banco Central en 24 horas por dar a conocer antecedentes confidenciales en materia de bosque nativo? Es bueno que él responda; es bueno que diga qué está haciendo detrás de todo esto, y si con ello quiere destruir una fuente de trabajo que hoy día es una de las principales actividades exportadoras chilenas, como es la industria del salmón, al igual que también lo será mañana la forestal. Señores Senadores, creo que todos ustedes me conocen; no sólo los que militan en mi Partido (a quienes también les agradezco muy sinceramente el apoyo que me dieron ayer mediante una declaración). Con muchos he discrepado en nuestras visiones políticas, y aun en las valóricas. He tenido encontradas posiciones en tiempos pasados. A todos ustedes les digo: No vengo a pedir perdón ni a rogar a nadie; no vengo aquí a excusarme por mis actos. Vengo ante ustedes, mis pares, a reclamar que se respeten mi honra y mi dignidad, y las de mi esposa, mis hijas y demás familiares. ¡Creo que me asiste derecho a ello! Tengo muchos defectos, y a lo mejor, pocas virtudes. Pero una de ellas es mi honor, que no permitiré que persona alguna mancille. He sido, soy y trato de ser siempre un buen y leal servidor público. He procurado tener un solo norte: el bien de mi patria. Por ello estoy dolido. He sufrido; no lo puedo negar. Pero, al mismo tiempo, pueden estar seguros de que nadie me va a doblegar, porque tengo mi conciencia tranquila para conmigo mismo, como también para ante ustedes. Doy gracias a Dios por mi vida, por mi familia, por la gente que me rodea, por la inmensa solidaridad que he sentido en estos días tan amargos. ¡Muchas gracias! --(Aplausos en la Sala y en tribunas). "
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