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El señor RÍOS.-
Señor Presidente , en la sesión de hoy hemos discutido sobre temas culturales. El Senador señor Muñoz Barra agregó importantes antecedentes y puso ejemplos muy hermosos.
Sin embargo, quiero insistir en algunos puntos sobre los cuales debemos tener conciencia. Porque, cuando se emiten afirmaciones en cuanto a que Chile está en deuda con la cultura, uno podría pensar que la destrucción de los conceptos propios de ella ha sido el objetivo de toda la institucionalidad que ha existido durante casi dos siglos en el país. Y eso no es así.
Las deudas con relación a la cultura se refieren fundamentalmente a una parte de ella: las artes. En ese ámbito, creo que Chile sí está en deuda.
En una intervención anterior señalé que los elementos que sostienen las funciones o actividades propias de la cultura radican en aspectos históricos, en la idiosincrasia del pueblo, en sus raíces, en sus valores, en sus diversas formas de representación, en los factores de identidad que lo constituyen como nación y se expresan en el patrimonio y la creación artística de sus diversas manifestaciones.
Por eso, entender la institucionalidad chilena desde el punto de vista de los gobiernos verticales -nacional, regional y comunal- es simplemente apuntar a la defensa del patrimonio y los valores de la nación. Y estos últimos constituyen las expresiones de su cultura.
Sostener que es indispensable un Consejo Nacional de Cultura porque en el país no existe cultura significa desconocer las características propias de nuestra sociedad y que representan una forma de vida -social, económica, con raíces históricas y religiosas- que permite afirmar, en definitiva, lo contrario.
Muchos podrán aseverar que amplios estratos carecen de cultura. Y, en mi opinión, eso es verdad. Es el caso, por ejemplo, de las personas que rayan muros en las calles, que no cuidan del aseo, o de tantas acciones que provocan un daño en la convivencia social. Los problemas más graves que socavan la cultura son aquellos que atentan contra la convivencia social, la paz, la armonía y la forma de vivir de los seres humanos.
Por ello, avanzando en el proceso de la preocupación por la cultura, hice referencia a los asentamientos humanos, radicados en dos áreas muy bien definidas: el mundo rural, con muchas manifestaciones étnicas, y el urbano, en el cual, existiendo también estas últimas, termina confundiéndose todo en una vida muy intensa, que se desarrolla en las calles, las oficinas, los lugares de trabajo, las industrias, etcétera. Ahí surge un elemento que forma parte esencial de la cultura: el urbanismo, ubicado en el centro de lo que representan las expresiones cultural y artística.
Un buen urbanista -en Chile son pocos, e incluso, pienso que, habiéndose aprobado el considerar a esos especialistas en la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades, los alcaldes han tenido inconvenientes para hallarlos- es la suma de los aspectos propios de la sociedad que vive en un asentamiento urbano. De ahí surgen áreas técnicas y bien definidas del urbanismo, como la arquitectura, el paisajismo, la hoy denominada "ingeniería de tránsito" y tantas otras envueltas en la vida social del mundo urbano.
Dentro de los asentamientos humanos se comprende el conjunto de pequeños conglomerados constituidos por las familias, en donde más se manifiesta el carácter, es decir, el cúmulo de cualidades o circunstancias propias de una sociedad. Existe un carácter definido en las etnias, las naciones. Hablamos del "carácter" de una cosa determinada, de una sociedad determinada o de personas determinadas. Y, en el ámbito natural de la familia, los grandes responsables de la extensión de la cultura, sin duda, son los propios padres, cuya tendencia es a extender las peculiaridades de ese carácter.
En Chile, dentro de la manifestación de la familia aparecen varios elementos dignos de tener presentes.
Está primero el fundamento religioso. Chile es un país esencialmente cristiano.
Tenemos en seguida el fundamento gregario. Manifestaba yo que ponía en duda que existiesen otras sociedades en el mundo con tanta organización social como Chile; nuestra situación al respecto es admirable.
También se hallan los aspectos propios de la nación; el concepto de nacionalidad, por ejemplo. Y hay un definido afecto por la historia de nuestro país.
Otro elemento es la educación. En Chile, ésta se extiende a 23 años, en términos reales. Estos 23 años ligado a las aulas, considerando que se jubila laboralmente a los 65 años, representan algo más que un tercio del período de la vida de una persona. Por tal motivo, la influencia de la educación en materias culturales resulta fundamental y va más allá de un Consejo Nacional de Cultura.
Finalmente está la persona -nosotros: el hombre, la mujer-, de donde se originan diversas expresiones culturales. Y una de ellas es el arte, que nos preocupa mucho y que en el fondo constituye el sentido de la normativa legal es estudio.
El arte es la manifestación de la actividad humana donde se entrega una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Pero también se manifiestan en la persona los aspectos sociales: el desarrollo social; el objetivo de alcanzar metas en la vida, de tener una presencia en la sociedad. Y ahí surgen los líderes sociales y deportivos; las diversas expresiones culturales o artísticas; el trabajo; la búsqueda para estar presente a través de los movimientos gremiales, de la acción sindical del servicio público, en fin.
Ahora bien, el de la cultura es, en definitiva, un proyecto de las artes. Y hay que apoyarlo. Porque la institucionalidad chilena se ha encargado claramente de ir estableciendo en cada una de las manifestaciones culturales normas que permitan enriquecer aquéllas.
Es cierto que una expresión cultural está en las etnias. Y dictamos una normativa, relacionada con la CONADI, que pone especial énfasis sobre el particular.
Es cierto que la manifestación cultural en torno a los aspectos religiosos es fundamental. Y dictamos la llamada "Ley de Cultos".
Es cierto que el deporte es una expresión en la convivencia social. Y dictamos la ley que creó Chiledeportes.
Es cierto, en definitiva, que cada una de las áreas se encuentra claramente establecida, menos el arte. No existen, señor Presidente , normas que fortalezcan el arte. En esta manifestación lingüística, sonora o plástica, que tiene expresiones en las distintas formas artísticas, no hay apoyo visible. Y por eso hemos respaldado la iniciativa legal en comento.
Se ha señalado que la cultura es una manifestación de la historia, de la idiosincrasia, en fin. Y en el informe respectivo se dice que hay que cuidarla porque puede existir un malentendido concepto de globalización, que puede terminar con los aspectos propios de nuestra cultura.
Estoy absolutamente de acuerdo. Pero no sólo el arte se opondrá a la globalización, sino toda manifestación cultural. Por tanto, cuando se habla del Consejo Nacional de Cultura, uno de alguna forma está pensando, desde la profundidad de lo que ello significa, en un organismo que cuide a Chile entero, porque toda manifestación social es una expresión cultural.
El proyecto mismo (y conviniendo -así al menos lo creo- en que se trata de una manifestación fundamentalmente de las artes que, como señalé, no es la única expresión de la cultura) contiene aspectos que quisiera destacar para lo que será nuestro debate.
Creo que las iniciativas, cuando tienen una cantidad enorme de artículos, se transforman en reglamentos. Es el caso del proyecto de ley sobre la materia, que discutiremos en particular. Ya entenderá el señor Presidente de la Comisión -se encuentra aquí presente- la cantidad de indicaciones que haré llegar en su momento.
A modo de ejemplo, cito el número 1) del artículo 3º, que incluye entre las funciones del Consejo las de "Estudiar, adoptar, poner en ejecución, evaluar y renovar políticas culturales, así como planes y programas del mismo carácter, con el fin de dar cumplimiento a su objeto de apoyar el desarrollo de la cultura y las artes, y de conservar, incrementar y difundir el patrimonio cultural de la Nación.". O sea, basta este numeral para que el Consejo tenga la totalidad de las atribuciones que, en el sentido profundo de su gestión y presencia, le permitirán actuar.
Sin embargo, más adelante -y los Diputados usualmente se equivocan mucho en estas cosas-, el número 13) dice que el Consejo también va a tener la responsabilidad de administrar el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural.
Señor Presidente , en Chile no existe ningún consejo -ni lo habrá nunca- que tenga capacidad de administrar. Cuando los consejos administran, todo el concepto de eficiencia en la administración se va al tacho. Administrar ese Fondo será un problema de los ejecutivos del Consejo que se crea, y éste sólo fijará políticas y establecerá normas para que se manejen adecuadamente los recursos. Y lo mismo vale para la administración del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura.
En consecuencia, estamos frente a un proyecto interesante, que ejerce atractivo en nuestro país. Hay muchos buenos ejemplos que debemos imitar de los lugares donde las manifestaciones del arte ocupan los primeros sitiales. Empero, señor Presidente, deseo advertir sobre algo que no se dijo y que yo no pude exponer por razones de tiempo.
En mis largos años como legislador, pocas veces viví la experiencia de audiencias como las habidas en el antiguo edificio del Congreso Nacional, en Santiago, con motivo de este proyecto de ley.
La iniciativa llevaba muchos años de estudio en la Cámara de Diputados, hasta que finalmente, con un apretón del Senado -para usar una expresión criolla-, aquélla la aprobó y la hizo llegar a nuestras manos.
La Comisión de Educación -no soy miembro de ella, pero he participado en sus sesiones- se preocupó de recibir opiniones. Así, se escuchó a muchas personas. Conocimos alrededor de cincuenta pareceres, todos los cuales estaban en contra de parte importante del articulado. Nadie manifestó satisfacción por la forma como el proyecto venía de la Cámara Baja.
Yo pregunto, señor Presidente , cómo es posible que ocurra un hecho así. Es cierto que de pronto surgen grupos interesados en que se dé más importancia a algo o, simplemente, en que se fortalezca más su trabajo, independiente de lo que ocurra en las demás actividades. Pero en este caso hubo gran cantidad de indicaciones profundas, que fueron presentadas por distintos personeros, varios de ellos muy conocidos por la opinión pública y de probada capacidad cultural. Prácticamente, se modifica casi en 180 grados el proyecto de ley y se nos llama a sostener, entre otras cosas, el alejamiento rápido y absoluto de cualquier tinte partidario que actúe al interior del Consejo en comento. Finalmente, hubo una especie de opinión unánime en el sentido de que dicho organismo estuviera integrado por pocos miembros y contara con atribuciones muy generales, evitando todo un conjunto de funciones -especialmente en el ámbito de la administración- que, en definitiva, permiten suponer que la Cámara de Diputados quiso más bien establecer un reglamento de acciones y detalles que terminaban por complicar lo que pretende ser el gran desarrollo de las artes en nuestro país.
He estudiado muy a fondo el proyecto -me interesa mucho el tema; me siento bastante ligado a la actividad de que trata-, y en los próximos días haré llegar las indicaciones pertinentes.
Creo que la normativa no debería tener más de cinco o seis artículos que abordaran los aspectos más de fondo: la creación del Consejo, la primera atribución y la responsabilidad en la administración. El resto pertenece íntegramente al área reglamentaria, parte de la cual corresponderá al Presidente de la República , y otra muy importante, a todo lo vinculado con la organización del Consejo.
Señor Presidente , termino señalando que aprobamos un proyecto de ley que crea, en estricto rigor, el consejo nacional de las artes -eso es lo real-, lo cual nos permite suponer que frente a ese hecho pondremos todo nuestro empeño, pero en el nivel que corresponde, en los objetivos planteados y en el área donde Chile está debilitado.
He dicho.
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