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    • rdf:value = " El señor VALDÉS .- Señor Presidente , el Senado debe hacerse cargo del proyecto sobre cultura que fracasó en la Cámara de Diputados por falta de quórum. A mi juicio, nos corresponde votarlo en general. Diría que en buena hora ocurrió el incidente de la otra rama del Congreso. Un proyecto que caminaba lenta y silenciosamente, al tropezar, ha despertado un clamor en todo Chile. Se ha demostrado, así, que hay hambre de cultura. Este proyecto tiene sus antecedentes: En 1996, el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle convocó a un grupo de personas, representantes de los artistas, intelectuales, del sector empresarial y Parlamentarios, entre los cuales tuve el honor de participar, el que bajo la presidencia del señor Milan Ivelic , Director del Museo Nacional de Bellas Artes , trabajó durante varios meses con dedicación y notable entusiasmo hasta emitir un informe que sirvió de base a un proyecto de ley que fue enviado a la Cámara de Diputados. Con ciertas modificaciones, algunas sustantivas, el Presidente Ricardo Lagos envió otro proyecto sobre la materia, que es el que nos preocupa. Estas iniciativas responden a una aspiración antigua y de creciente potencia de vastos sectores del país. El tema es de la más alta importancia. La expresión "cultura" se usa hoy, a veces, con excesiva ligereza, para expresar cualquier manifestación. Y se dice que es arte todo acto o expresión provocativa, aunque se encuentre desprovista de todo sentido estético. Así sucede en Chile y en la historia en momentos de cambios sociales como los de ahora. Pero el concepto de cultura expresa las realidades más profundas y complejas de la sociedad, y su definición es bastante difícil. En un mundo globalizado, es la cultura la que define, sostiene, protege y proyecta a un pueblo y lo hace sobrevivir como nación. Los límites geográficos se desvanecen, los Estados pierden atribuciones, la economía se hace internacional, dentro del proceso indetenible de la libertad creativa del ser humano. Pero es la cultura la que da vida y sentido a una sociedad. Es la esencia de la nación, su personalidad y el crisol de su identidad, de su creatividad. El arte viene a ser la energía que da vida a la cultura y la proyecta, perpetuándola. En un informe luminoso, recién publicado, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo analiza en profundidad el fuerte déficit cultural de Chile y el desafío de cubrirlo. Ese estudio acredita que los sentidos y símbolos que constituían "lo chileno" han dejado de tener vigencia. Además, el déficit es grande y visible en la falta de infraestructura y en la educación. Es angustiosa la carencia de teatros y de salas en Santiago, en ciudades y pueblos de Chile. Si la elevación cultural es la expansión de las capacidades de todas las personas de una comunidad, constituye la esencia de la educación y, por tanto, una responsabilidad de toda la sociedad. La participación del sector privado en el desarrollo de la cultura y particularmente del arte es indispensable. Existe una ley que ha dado buenos resultados y cuyo propósito es incentivar aportes privados a entidades sin fines de lucro, con objetivos culturales. Debo decir que su administración no implica costos. Pero ese cuerpo legal debe ser ampliado, y sustancialmente. En España hay un nuevo proyecto de ley que acrecienta esta materia, y que deberíamos estudiar. Pero es evidente que el Estado tiene una obligación ineludible y primordial, establecida en la propia Constitución Política de la República. Por otra parte, la Convención Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, proclamada por Naciones Unidas en 1976, dispone que la participación en la cultura es un derecho. Por ello, considero que este proyecto debe ser aprobado con el fin de que recupere su tramitación normal en la Cámara de Diputados. Me extrañaría que alguien se opusiera a legislar sobre este tema. En algunos países, como Francia, Italia, Brasil y otros, existen Ministerios de Cultura que han estado dirigidos por personalidades notables, como es el caso de André Malraux, en Francia, y Celso Furtado en Brasil, que realizaron obras memorables para afirmar la personalidad y la riqueza de esas naciones. En otros países existen Consejos de Cultura o de las Artes, como en Estados Unidos. La importancia de la cultura es de tal naturaleza que para ganar la segunda vuelta al candidato señor Le Pen, en Francia, el Presidente Chirac tuvo que aceptar un gran programa nuevo de apoyo a la cultura y a las artes. Si no, no habría tenido el éxito que logró. La División de Cultura del Ministerio de Educación ha realizado una gran labor. Debe así consagrarse. Existen, además, otros organismos del Estado que cumplen funciones en este campo, sin coordinación. En todo caso, los fondos del Presupuesto nacional que se destinan a esta actividad constituyen una cantidad mínima, comparada con la de otros países, y están muy lejos de satisfacer nuestras necesidades. Esperamos una consideración adecuada en el próximo Presupuesto para dar un contenido serio a la iniciativa legal que nos ocupa. Considero, pues, oportuno, necesario y altamente conveniente que el Gobierno haya propuesto este proyecto, para lograr una mejor coordinación y obtener mayor eficacia y participación, con más recursos de la institucionalidad a cargo de la cultura. Nuestra función hoy día es aprobarlo para que continúe su tramitación, sin perjuicio de las modificaciones que podrán plantearse durante su discusión particular aquí en el Senado, que serán más bien de forma que de fondo en la intención de la ley. La cultura está naturalmente penetrada, ordenada y orientada por ideas religiosas, políticas o, simplemente, por el proceso continuo de crecimiento de la libertad en el ser humano. El arte florece en la creación, y por ello el artista es un ser libre por esencia. Pero para sostener esa libertad el Estado no puede dejar de coordinar, incentivar y financiar las actividades que tengan por objeto apoyar la creación, el crecimiento y la estabilidad de las expresiones artísticas del país. Por tal motivo, me parece que el temor que algunos han manifestado respecto de este proyecto, en cuanto a que el Estado dirija y oriente la cultura y las artes, hoy día no se puede sostener. Creo que nadie aceptaría que el Estado manipulara el pensamiento y el arte. Por eso, no aceptamos ni el comunismo ni el marxismo, y nos rebelamos cuando se quemaron y destruyeron libros y se censuró el arte en Chile. Felizmente no estamos en esa situación. Por fortuna, y después de consultas para lograr que este proyecto corresponda a una política de Estado, el Gobierno ha emitido una declaración que expresa bien su intención y su carácter a través de la constitución del Consejo Directivo de la nueva estructura. Por ello, el Consejo deberá integrarse con personalidades relevantes y representantes de los artistas, de las universidades y de corporaciones culturales. En opinión de pensadores de alto nivel, más importante y peligroso que la represión gubernamental de las culturas o su influencia sobre las artes, es el efecto de las fuerzas del mercado. Los productos de consumo comercializados a escala mundial a través de los medios de comunicación están imponiendo una visión uniformada, violenta y progresivamente ordinaria de la vida, en favor del "rating", que es hoy el detestable método para medir valores, ideas y sentimientos. En la historia de la humanidad, los grandes conductores de los pueblos dedicaron tiempo y recursos al arte. En muchos países los grandes espacios de arte se abrieron y aún se sostienen activamente gracias a mecenas. Aquí todavía no son muchos los que ligan su nombre o su recuerdo gratuitamente o con incentivos mínimos a una obra de arte, aunque su éxito personal sea debido en parte considerable a la nación. Allí reside la pujanza de los museos, orquestas y teatros de Estados Unidos. Pero en nuestro país aún son el Estado y los recursos públicos los que mayormente asumen tal tarea. En buena hora, este proyecto perfecciona esa función, tan importante para Chile como la educación y la salud. La vida y vigencia de nuestros más grandes compatriotas, como Gabriela Mistral , Pablo Neruda , Claudio Arrau y otros, fueron posibles porque el Estado los escogió y los apoyó. Estamos en una sociedad hoy inmersa en la libertad de consumo, pero que debe vibrar en la libertad de crear. Descansemos, estimados colegas, de nuestras fatigas políticas diarias para apoyar por unanimidad un esfuerzo nacional que busca fortalecer la capacidad creativa de nuestros artistas, que requieren no sólo respeto, sino también apoyo y estímulos concretos. La creación y su ejecución en el arte es la más alta expresión de un pueblo. No olvidemos las palabras de Platón cuando sostiene que los dioses escuchan a los hombres cuando éstos ejecutan la música a sus pies. --(Aplausos en tribunas). "
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