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El señor FOXLEY.-
Señor Presidente, me alegro de las intervenciones que hemos escuchado esta tarde.
Al seguir lo que se estaba debatiendo públicamente sobre este proyecto en días pasados, tenía la preocupación de que nos quedáramos en una discusión centrada en los organigramas y en las dependencias burocráticas, en cuanto a cómo se organiza tal o cual consejo y quién forma o no forma parte de él; si va a ser manejado a control remoto por el Estado o si va a reflejar una verdadera autonomía y diversidad, etcétera. En todo caso, va a haber tiempo para ese debate. Pero no me parece que sea ése el centro de lo que se quiere señalar cuando se presenta la iniciativa sobre la institucionalidad cultural al Congreso.
Creo entender que cuando el Presidente Frei envió una iniciativa de esta naturaleza -que hoy se traduce en el proyecto en análisis- lo que queríamos destacar era que, probablemente, por primera vez en los más altos niveles del Estado y del Parlamento, se deseaba dar a la institucionalidad cultural una envergadura, jerarquía y prioridad similares a las de otras tareas que han parecido centrar las energías del país en las últimas dos décadas.
Chile, como la mayoría de las naciones del mundo, en los últimos veinte años, se ha sumido e involucrado en el deseo de aprender a sobrevivir en el mundo de la globalización.
Nuestro país, antes que otros, realizó una apertura fundamental de su economía. A partir de ello, se desencadenó un proceso de transformaciones económicas muy importante, y de atrás provino un ímpetu de creatividad empresarial bastante significativo.
Como resultado de esto, Chile logró duplicar el tamaño de su economía y generó un proceso de cambio en el modo de vida y en la forma de relacionarse con la gente, en el sentido de lo que somos y de la percepción que tenemos del futuro.
Pero si algo cabe decir respecto al sello que ha marcado este proceso en el país -como ha ocurrido en la mayor parte de las naciones del mundo-, es que ese proceso conllevó una centralidad de la economía y cierta marginalidad de la cultura.
Sin embargo, hoy día, después de ese proceso de cambios vertiginosos, cuando el país se siente confuso e inseguro respecto de su identidad, de la dirección hacia donde se encamina, y -como dijo el Senador señor Valdés - de su sentido como nación, pienso que es un momento especialmente proclive para la expresividad, para que la gente vuelque sus sentimientos y para que lo haga, ojalá, en forma creativa.
El Honorable señor Valdés señaló que existe hambre de cultura. Me parece que lo que hay es hambre de mirarse frente a un espejo y tratar de entender lo que somos.
Por eso, hoy, 20 años después de un proceso en el cual ha habido esa centralidad de la economía, es el momento para reequilibrar las cosas y dar un impulso a la creación cultural, estimulando la creatividad del país en un sentido más amplio que la creatividad empresarial.
Quienes escriben acerca de nuestro país han sostenido que somos herederos de una cultura gris y burocrática, que nos sentimos más cómodos con los funcionarios que con los innovadores o los creadores. Me parece que los autores del proyecto en análisis pretenden que éste sea, al menos como punto inicial, el detonador de chispas de innovación y de creatividad que nos permitan, de alguna manera, reequilibrar las cosas.
Pero hay otra dimensión en esta materia.
No cabe duda de que Chile está volcado hacia el mundo. Hace menos de un mes firmamos un acuerdo de plena integración comercial con los países que forman parte de la Unión Europea. En los meses venideros, no más allá de comienzos del próximo año, veremos alcanzado con éxito un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos.
Por lo tanto, estamos de lleno en un mundo globalizado. Nos hallamos en un camino donde no es posible dar pie atrás. Pero si algo debemos aprender de quienes han tenido éxito en ese mundo global, es que se llega a él aportando lo propio, lo que sabemos hacer mejor. Ello nos obliga a descubrir nuestras especificidades y a proponernos, por consiguiente, pasar de la creación cultural a lo que yo llamaría la cultura de la creatividad en toda su diversidad de géneros y expresiones, en todo su pluralismo, en su sentido innovador y atrevido, para inventar -usando una expresión del Honorable señor Flores- mundos nuevos.
Si Chile va a caminar por esta senda no transitada anteriormente, que consiste en proyectar a un pueblo al que hoy le cuesta reconocerse a sí mismo, debemos buscar primero la manera de mostrar el país en el exterior. Y, en ese sentido, tenemos que aprender de las experiencias de naciones como Canadá, Brasil, México , e incluso Argentina -que necesitaban expresar identidades que al comienzo eran confusas-, para luego proyectar la creación cultural de Chile hacia el extranjero hasta crear -perdón por el sesgo economicista- una verdadera industria de la producción cultural destinada al resto del mundo, o por lo menos a América Latina.
Por otro lado, también debemos preocuparnos de lo que señala el informe del PNUD, a que se hizo referencia anteriormente. En él se dice: "para la inmensa mayoría de los chilenos el consumo cultural se limita al consumo televisivo como fuente única o privilegiada de acceso a la información y a la entretención.".
Por lo tanto, el segundo problema por resolver, y tal vez el nexo que falta en el proyecto, consiste en conectar la producción cultural con una difusión más masiva en el medio televisivo.
Sin embargo -para redondear-, más allá de los organigramas que podrían concentrar nuestra atención y nuestras discrepancias al discutir la iniciativa, debemos preocuparnos de los temas sustantivos. Y el más importante es cómo inducir a través de la cultura actitudes más creativas e innovadoras en los chilenos y cómo generar espacios de excelencia para nuestro país en el mundo global.
Se trata de crear una estructura que haga posible lo anterior. Y, como bien se indicó hace un momento, corresponderá al Congreso, y al Senado en particular, destinar los recursos suficientes, a través de las leyes de Presupuestos, para que ello sea factible y no se frustre la tremenda expectativa generada por el proyecto.
Me parece que nuestra Corporación otorgará un amplísimo respaldo a la idea de la institucionalidad cultural, y sólo cabe esperar que esto desencadene un dinamismo de la envergadura y jerarquía que requiere una materia respecto de la cual -como dijo el Honorable señor Viera-Gallo - todos estamos en cierta medida en deuda.
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