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El señor RÍOS.-
Señor Presidente , me parece que aquí falta algo muy importante y que es usual en la historia del Parlamento. Alguien recordaba que ésta es, si no la primera, una de las primeras veces que estamos resolviendo sobre una iniciativa tratada y desechada en la Cámara de Diputados. La verdad es que nos hizo falta el informe de esa rama legislativa, con la presencia de dos Diputados: uno que apoyara el proyecto y otro que lo impugnara, a fin de resolver en mejor forma, con una conciencia y una responsabilidad mayor en la materia, y no solamente por el hecho de que nos gusten más o menos los temas culturales. Eso es lo que corresponde al respeto y a la acción de un cuerpo legislativo cuyo actuar está siendo debatido esta tarde para que eventualmente vuelva a estudiar ese tema determinado.
La propia Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional, a partir del artículo 22 en adelante, establece algunas otras fórmulas. Por ejemplo, que los Diputados participen en el Senado cuando éste conozca y deba resolver una situación que afecte a la Cámara Baja.
Ese asunto está pendiente. Y examinando lo que fue el proyecto primitivamente, existen razones para pensar que había muchos motivos para que su discusión se dilatara.
Así como distintos señores Senadores han dado cuenta de que recibieron algunas cartas -esto me parece bien-, otros recibimos informaciones de personas, concretamente del Ministerio de Educación, que nos manifestaron su molestia por la iniciativa que se tramitaba en la Cámara de Diputados, haciéndonos presente que si llegaba al Senado debíamos votarla en contra porque, a su modo de ver, era inadmisible crear un cuerpo administrativo conformado básicamente por funcionarios de esa Secretaría de Estado.
Ése es un hecho real. Pienso que el debate en la Cámara de Diputados se retrasó porque a lo mejor el Ejecutivo no procedió de manera eficiente y rápida para resolver ese aspecto de orden administrativo, que teóricamente complicaba la discusión del proyecto.
En consecuencia, algunos discursos -unos más y otros menos demagógicos- que hemos oído aquí, tal vez corresponden a situaciones de carácter muy personal; otros, quizá, van dirigidos a las tribunas. Pero en términos reales somos legisladores y como tales tenemos responsabilidades y debemos cumplir las obligaciones que ellas implican. Aunque a muchos no les guste, hay que respetar los reglamentos, la Constitución y las leyes. Y en esta materia lo que hizo la Cámara de Diputados fue simplemente -así lo he conversado con algunos miembros de la Comisión de Educación- esperar por largo tiempo, quién sabe si un año o más, las indicaciones del Ejecutivo para que en definitiva quedara un texto como el que llegó a nuestras manos.
Habría sido bueno conocer la opinión de los Diputados que votaron a favor y en contra, porque la iniciativa contempla algunas cosas que vale la pena analizar. El proyecto original creaba una Dirección Nacional de la Cultura, a cargo de un personero con poderes omnímodos en todo el territorio nacional. La Cámara Baja logró que el Ejecutivo , a través de indicaciones, conformara un Consejo Nacional de la Cultura. Pero éste tiene dos características muy definidas: primero, la totalidad de sus integrantes serán nombrados por el Presidente de la República , sin participación de representantes de ninguna otra persona o actividad gremial; segundo, sus acciones y actuaciones estarán absolutamente centralizadas.
No se contempla el surgimiento de acciones ni de políticas culturales por parte de organismos de las diversas Regiones, pese a que entre las responsabilidades institucionales de los Gobiernos Regionales y Comunales figuran claramente las atinentes al desarrollo de la economía, la sociedad y la cultura. La normativa en examen desconoce por completo dichas atribuciones.
Por eso, entiendo que algunos Diputados votaran en contra al encontrarse con un Ejecutivo que no está dispuesto a cambiar esas normas, que son básicas. Hoy, a través de los Senadores señores Espina y Larraín , conocimos una opinión distinta, que permite abrir alternativas de participación regional y encontrar fórmulas que posibiliten mayor colaboración.
Éste no es un tema de mayores o menores aplausos. Es un asunto serio y debe abordarse de modo responsable. La cultura no es una manifestación expresada individualmente en la pintura, la música, el ballet u otras artes, sino que responde a la acción de un pueblo y de una sociedad en su conjunto. Cuando uno llega a un país extranjero, bastan las primeras cuadras de la localidad pertinente para darse cuenta de si se trata de un pueblo culto o no; si la ciudad se encuentra desarrollada en forma armónica, con su arquitectura correspondiente, sus plazas, lugares de paseo, etcétera. Ésas son manifestaciones de cultura.
Estamos frente a una iniciativa interesante y que apoyaremos pero que, por la forma como viene de la Cámara de Diputados, representa -y con esto termino- una acción muy centralizada y responde, sin duda alguna, a un criterio que tiene como objetivo una orientación muy dirigida hacia una parte de la cultura, que será preciso modificar.
Voto a favor, pero solicito formalmente que cuando el Senado deba resolver de nuevo acerca de la idea de legislar sobre cualquier materia en situación análoga estén presentes dos Diputados que representen las posiciones contrapuestas existentes en la Cámara Baja.
Nada más.
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