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El señor PARRA .-
Señor Presidente , en los últimos cuatro años el Congreso Nacional despachó una importante reforma constitucional que puso término a la censura y, sobre todo, consagró la libertad de creación y difusión artística en el número 25º del artículo 19 de la Carta, sentando de ese modo bases para el desarrollo artístico del país de carácter permanente y del más alto nivel jurídico.
En consonancia con lo anterior, se aprobó también, con alto respaldo parlamentario, el proyecto sobre calificación cinematográfica. Y el Senado, hace sólo dos semanas y por la unanimidad de sus miembros, acogió la idea de legislar respecto del proyecto de ley sobre fomento de la música chilena.
En consecuencia, estamos en un proceso de recuperación y fortalecimiento de las bases del desarrollo artístico y cultural en el país. Si el traspié producido con esta iniciativa específica ha generado tanta expectación y debate público, es porque este proyecto y el de fomento de la música nacional representan una etapa nueva en nuestro desarrollo jurídico. Al cambiar la institucionalidad y crear un soporte administrativo mucho más sólido al apoyo que el Estado debe brindar a las expresiones del arte y la cultura en general, esperamos que los instrumentos de fomento contemplados en ambas legislaciones sean eficaces.
Por eso este paso es tan importante, y celebro que se dé, igual que en el proyecto que pretende estimular la música chilena, con el respaldo unánime del Senado.
Sin embargo, quiero llamar la atención sobre dos puntos.
Primero, sobre la necesidad de desideologizar el debate. Aquí se observa, por desgracia, una recurrente manifestación de desconfianza frente a todo lo vinculado a la acción gubernamental y al papel del Estado. No obstante, debemos aprovechar nuestra propia experiencia. No ha habido dirigismo en aquellas actividades donde existen fondos y asignación de recursos por vía concursable. El papel del Gobierno ha sido acompañar la labor de organismos como el FONDART o el FONDECYT, en el campo de la ciencia.
Entonces, busquemos con la mente abierta la mejor forma de organizar la institucionalidad cultural, pero no entremos en una descalificación de lo estatal como una cuestión casi de principios que no tiene justificación en la vida institucional del país.
En seguida, me parece fundamental que la aprobación de instrumentos de fomento como el Fondo para el Fomento de la Música Chilena y el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural, que ahora se viene creando, corresponda no sólo a una manifestación de voluntad, sino también a un compromiso real. En la Ley de Presupuestos vigente, la cultura tiene una atención absolutamente secundaria: apenas 20 mil o 25 mil millones de pesos destinados a esta actividad. De nada sirven los fondos secos.
En consecuencia, parto de la base de que aquí existe un verdadero compromiso, que va más allá de la cuestión institucional y que constituye, de veras, una línea de desarrollo que habrá de sostenerse en el tiempo con real respaldo gubernamental y parlamentario.
Voto a favor.
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