-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/653774/seccion/akn653774-ds20-ds29
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1859
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/2
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1859
- rdf:value = "
El señor VEGA.-
Señor Presidente , justamente el 9 de julio de 1882 -como Sus Señorías saben-, 77 hombres, al mando del Capitán Ignacio Carrera Pinto, murieron en la batalla de La Concepción.
Hago esta pequeña reflexión y recuerdo de la historia porque, cuando analizamos al Capitán General don Augusto Pinochet, pareciera ser que lo vemos como un ente individual, independiente, que nació así, de la noche a la mañana, el 73.
El General Pinochet es la consecuencia y el peso de más de 200 ó 300 años de historia.
El Ejército de Chile nació 100 años antes que la República, y ha participado de todos los hechos que han generado a la nación chilena, detalle por detalle. Hay una simbiosis innegable entre esta histórica Institución y nosotros, para llegar a este presente.
Ésas son las tradiciones -y las recuerdo- que forjaron la personalidad y patriotismo del General Pinochet, que nunca nadie podrá negar.
Este insigne soldado, conclusión de la historia del Ejército chileno, será reconocido en todo el mundo, no sólo en nuestra hermosa tierra chilena.
Su obra lo eleva a la dignidad alcanzada por otros muchos próceres en la región sudamericana, como Francisco Miranda , Simón Bolívar , Bernardo O'Higgins , Diego Portales y otros. Todos ellos, sin excepción, exclusivos conductores políticos y creadores de bases jurídicas, de ordenamientos sociales y democracias en las cuales hoy se fundan sus respectivas repúblicas.
Sin embargo, es paradójico que todos ellos tuvieran el mismo destino: presiones y alejamientos forzados, ingratitudes, desconocimiento de su obra, por falta de una adecuada visión de sus coterráneos en el correspondiente momento de la historia. Ellos, en su afán por consolidar los grandes ideales de siempre de todos los ciudadanos en el mundo, de libertad, de justicia, de nacionalismo, fueron fuente de estos odios y venganzas, pero no destruyeron su destino. Es el sino de los grandes próceres y conductores de la humanidad, que la historia les reconoce inexorablemente en el tiempo. En su homenaje se levantan hoy monumentos, se celebran efemérides nacionales y son el orgullo y expresión de dignidad y soberanía en sus respectivas naciones.
El General Pinochet es uno de esos grandes estadistas, sin duda alguna. Su gestión como Presidente de la República es indivisible de sus raíces, de su Ejército y de las circunstancias tan especiales que el destino le otorgó en un preciso momento de su vida.
Por esa razón, las Fuerzas Armadas, conducidas por este insigne General al mando del Ejército , sin proponérselo -todos lo sabemos-, asumieron el Gobierno de la nación en un momento de extrema e irreversible convulsión interna y de fuertes presiones externas mundiales, que nadie desconoce en el presente. Fue un gobierno de 17 años, el más largo de nuestra historia, que nunca hubiese existido de no mediar la destrucción de nuestra democracia en forma irreversible e irreconciliable, sin posibilidades de un futuro político, social, ni económico. Pero ahí estaban dichas instituciones, que hoy día tienen más de 200 años.
La estructura del Estado se había diluido en una multiplicidad de intereses en acción. Todos conocemos sus consecuencias. Pero lo esencial es que las Fuerzas Armadas y de Orden debieron tomar el control y entendieron que se encontraban ante un problema mayor de la historia. Quien piense que ése fue un cuartelazo más, al estilo de un país tercermundista, simplemente no conoce a Chile ni a su historia, ni a sus hombres ni menos a sus Fuerzas Armadas.
Con excepción de muy pocos analistas, casi nadie sitúa al Gobierno de las Fuerzas Armadas en su verdadero contexto; es decir, el marco filosófico e ideológico que realmente lo sustentó. El antecedente es eminentemente chileno y tiene su origen en la República Portaliana del siglo XIX. Todos conocemos ese momento bastante anárquico de nuestra historia, y que fue el fundamento para el posterior crecimiento y desarrollo de la nación y de nuestra democracia.
Las Fuerzas Armadas de Chile y el General Pinochet jamás se inspiraron para concretar su obra en doctrinas extranjeras, como se ha pretendido, por ejemplo, con la denominada "Doctrina de la Seguridad Nacional". Nunca existió tal interés de parte nuestra. Ello sólo es una justificación ideológica de quienes no desean aceptar la responsabilidad en el colapso de la democracia chilena.
De esa manera, invalidando al General Pinochet y a las Fuerzas Armadas, y fabricando una confabulación doctrinaria internacional, con resquicios legales; con opiniones diversas, demagógica; con actitudes inconsecuentes con este presente y nuestra realidad nacional, tratan de buscar una respuesta muy débil al pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973.
Hoy en día, ni los pueblos ni sus conductores se pueden engañar. La sociedad de la información y la globalización son factores irreversibles. Por esa razón, en la actualidad es imprescindible la lealtad, el patriotismo y las grandes políticas de Estado, que son las únicas que realmente sustentan el verdadero desarrollo de las naciones.
Por tal motivo, entonces, las raíces del pronunciamiento y de los objetivos del General Pinochet no se originaron en doctrinas foráneas. Ellas se encuentran en Chile, en su historia, en sus hombres, en nosotros mismos. Ahí encontrarán las respuestas a los éxitos logrados y a la gran transformación política, social y económica que nunca se había registrado en nuestra patria.
En verdad, son lamentables algunos excesos que se produjeron. Pero, cuando se quiebra el Estado de Derecho, cuando se pierde el control -lo cual nunca debe suceder-, innegablemente es imposible definir ni controlar algunas extremas consecuencias.
La decisión que ha tomado el ex General Pinochet de alejarse de su legítima función de Senador vitalicio es consecuente con su visión de futuro y sus ideales. Jamás el Senador Pinochet ha buscado el conflicto interno; por el contrario, me parece que tal decisión es muy coherente con su personalidad, con su lealtad y, por sobre todo, con su permanente compromiso con el destino de nuestro Chile. Así sucedió en 1990, cuando, fiel a su palabra, entregó el mando de la nación. Así fue en 1998, cuando le entregó el mando del Ejército a su sucesor. Y así ocurre hoy, cuando renuncia a su legítimo cargo de Senador vitalicio por razones de salud, no alterando el gran concepto y estrategia de sus objetivos nacionales: llevar al país a la liga de las grandes naciones desarrolladas en los próximos años, que ya no es un problema de él, ni del Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden, sino de nosotros.
Ello dependerá de nuestro diálogo, de nuestro entendimiento, de nuestra capacidad de administrar la dinámica moderna y, también, de aceptar el pasado complejo y conflictivo, pero real y concreto, que sin embargo nos demuestra que somos una nación viva, patriótica y consciente de que seamos capaces de aspirar a un destino mejor. Es el destino que un 11 de septiembre de 1973, desde un extremo quebrantamiento político, el General Pinochet supo reconocer y fortalecer, para entregar personalmente el mando a los sucesores que la nación democráticamente había elegido, lo cual toda la comunidad nacional hoy le reconoce.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/653774/seccion/akn653774-ds20
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/653774