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- rdf:value = " ACUERDO CON UNIÓN EUROPEA. OFICIO
El señor MUÑOZ BARRA.-
Señor Presidente , quiero referirme a un hecho diferente del pesimismo y catastrofismo planteados por un señor Parlamentario en la hora de Incidentes, que en el fondo es una repetición, un eco, de lo que expuso un líder político de la Derecha extrema cuando, en forma muy agorera y tal vez antipatriótica, sostuvo que en Chile no pasará nada hasta el 2006.
Pienso que ningún chileno -ningún patriota, yo diría- con el corazón bien puesto puede permitirse, de manera tan enfática, augurar un porvenir de esas características para su país. Sea quien fuere el que esté en el Gobierno, debe concitar el apoyo en todo lo positivo y no ser objeto del viejo dogma consistente en desconocer lo bueno y poner el acento únicamente en lo que falta por hacer.
Al señalar que existen hechos que dan un mentís a esos planteamientos me refiero precisamente a que, cuando había una clara ofensiva en contra del Ministerio de Relaciones Exteriores, en general, y de la señora Canciller , en particular, el país se entera de manera tremendamente impactada del Acuerdo de Chile con la Unión Europea.
Al margen de sus repercusiones económicas, que podremos analizar más adelante, quiero destacar que ese Convenio constituye un éxito político casi sin precedentes. Algunos lo han comparado con la suscripción del Pacto Andino, durante el Gobierno de don Eduardo Frei Montalva ; otros, con los Acuerdos relativos a la ALALC, al MERCOSUR, a la ALADI, etcétera.
Con el mayor respeto a nuestros hermanos latinoamericanos, debo manifestar -no puedo ocultar mi satisfacción- que, desde hace doce años, Chile se encuentra "en otra", está caminando hacia adelante. Los Tratados del MERCOSUR, la ALADI y otros fueron actos de integración latinoamericana; pero hoy estamos hablando con una gran potencia económica, como es la Unión Europea.
Por ello, el Acuerdo en comento tiene una significación, no sólo económica, sino además política, y de primera magnitud, lo que por sí solo trae aparejadas consecuencias de aquella índole.
En efecto, que la Unión Europea, en las circunstancias que viven algunas naciones hermanas, haya prescindido de la crisis que afecta a Argentina -se refirió a ella un señor Senador-, a Venezuela y, en menor grado, a Colombia, y también, de las preocupaciones que despiertan política y económicamente los restantes países sudamericanos, prueba que, más allá de la guerrilla política equivocada que atisbamos en Chile -ella no construye, sino que destruye injustamente-, en el exterior existe la más perfecta comprensión de que nuestra realidad actual constituye una excepción de la que deben sentirse satisfechos todos los sectores políticos responsables de este país.
Como nuestra economía es pequeña, señor Presidente , bien podría la Unión Europea concluir que Chile carece de trascendencia e importancia como socio. Por ello, cabe pensar que el Acuerdo en cuestión representa, mucho más que un gesto político hacia un país que recuperó su antigua tradición democrática -si no la hubiese recuperado, la asociación con la comunidad europea no habría sido posible- o que una decisión económicamente importante para Europa, un claro reconocimiento al liderazgo internacional que, sin discusión, ejerce el Presidente Lagos , quien -no cabe duda, señores Senadores- es todo un estadista.
En cambio, Chile no debe caer en tropicalismos ni en exageraciones. Más vale actuar con prudencia y buscar los antecedentes para opinar en plenitud. Porque no conocemos los detalles; son muy recientes los términos mismos de la asociación. Pero lo que ya se sabe nos da perspectivas optimistas, a diferencia de algunos que ya están visualizando nubes grises al analizar este importante tema.
Es preciso tener en cuenta, ante todo, que los acuerdos de tal índole, como cualquier otra medida económica, no son fines en sí mismos, sino instrumentos para alcanzar una meta, cual es dar más amplitud al comercio y, por la vía de la libertad de éste, lograr finalmente el desarrollo y mayor bienestar para los chilenos.
Desde luego, el Acuerdo en referencia podría servir para romper el pesimismo que, ante las dificultades de los últimos años, se ha apoderado de grandes sectores del país, el cual es fomentado ciertamente, a veces, por pequeños intereses politiqueros, como lo señaló un señor Senador .
Deberá, pues, producirse un nuevo impulso para Chile.
Indudablemente, habrá sectores favorecidos, los más, y también, algunos perjudicados, los menos. Pareciera que el de la pesca es el que menos logra en este Acuerdo. En cambio, productos agrícolas pueden tener un buen impulso, y así, muchos más.
Es imposible que nuestro país hubiera podido alcanzar un Convenio como éste sin efectuar determinadas concesiones. Digámoslo a tiempo: ello sería un mero regalo, y que, como tal, disminuiría sus efectos económicos en un gran porcentaje. También es evidente que, en su inicio, se insertará en el esquema exportador de materias primas casi sin elaborar, con que partió el actual modelo y del cual no ha podido liberarse.
Creemos que hay razones fuertemente ideológicas y de intereses en tal sentido.
En otro esquema, el Tratado pudo haber servido también para desarrollar nuestras posibilidades de exportaciones con mayor valor agregado, las que en él no están descartadas ni tienen un obstáculo. Pero en eso nadie nos ayudará. Somos nosotros mismos los que debemos convencernos de que, si bien la posibilidad de continuar exportando productos primarios o con escasa elaboración es positiva, en algún minuto tocará techo. Ella recibe un fuerte impulso con este Tratado, pero el resto nos corresponde, y si sólo superamos nuestros ideologismos -hoy radicalmente opuestos a 1970, pero a la larga también negativos, aunque en menor escala que aquéllos-, lograremos efectivamente romper el punto en que se deja de ser país en vías de desarrollo.
Pero eso es harina de otro costal. Es un debate que nos negamos a hacer. Es un problema que no tiene por qué asumir el Estado. Pueden, y deben hacerlo, los particulares, y es de esperar que ellos sepan aprovechar este nuevo impulso y afronten el nuevo desafío. Y en este sentido, los sectores que representan -yo diría que en mayor proporción, porque nosotros también lo estamos haciendo con la seguridad que implican las políticas del actual Gobierno- tienen que sumarse patrióticamente a ese esfuerzo.
Como decía, el Acuerdo es un instrumento importantísimo y sumamente valioso, pero también es un trampolín para que Chile dé un nuevo salto, bote las negativas alas del pesimismo e ideologismo y vuelva a ser un país que cobija a un pueblo práctico, con enormes ganas de prosperar con estos nuevos aliados y que representa la ayuda poderosa de un continente al que tanto debemos, como es la Europa milenaria.
Puede que este Convenio sea seguido o no de otro de libre comercio con Estados Unidos. Obviamente que éste sería igualmente bienvenido porque, con estos dos bastones para caminar en la ruta del progreso, realmente no tendríamos excusas si no lo logramos. Pero cada uno tiene su valor por sí mismo y, aunque no se llegara a un acuerdo con Estados Unidos, el que pactaremos con Europa por sí solo es suficiente para que, con el esfuerzo interior, podamos recuperar la marcha que no se ha detenido, pero que ha disminuido el rigor al ritmo de las crisis externas a las cuales nos encontramos tan expuestos.
La Unión Europea nos ha tendido una mano. Nunca a un país ajeno al Viejo Continente se le había dado un trato semejante. ¡Nunca! Es una distinción , y por ello podemos sentirnos orgullosos todos los chilenos. Pero también es un desafío. Incluso va más allá de las exportaciones e importaciones físicas, pues incluye servicios, tecnologías. Es casi una asociación. Es lo más que se puede dar a un país que no sólo no es europeo, sino que está terriblemente lejos.
Debo reconocer que la reacción nacional ha sido felizmente de sorpresa positiva y de unánime contentamiento. Ello también prueba que aún Chile es capaz de dejar atrás la mezquindad política, lo cual nos confirma que todavía contamos con reservas espirituales que nos permiten mirar el futuro con optimismo.
Solicito a la Mesa hacer llegar esta intervención a la señora Ministra de Relaciones Exteriores, a la cual también me complazco en felicitar por su gestión en este importante Acuerdo.
He dicho.
--Se anuncia el envío del oficio solicitado, en nombre del señor Senador, en conformidad al Reglamento.
"
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