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El señor JARPA ( Vicepresidente ).-
Tiene la palabra el honorable diputado Fulvio Rossi.
El señor ROSSI.-
Señor Presidente , entiendo la buena intención que ha motivado a parlamentarios de distintas bancadas a presentar este proyecto, que permite la venta sin receta médica de lentes para la presbicia, grave problema de salud pública que afecta en especial a los mayores de cuarenta años. Sin embargo, creo que no es la solución más adecuada.
La discusión generada a partir del proyecto ha sido motivada, en gran parte, por la existencia de una sociedad científica de oftalmólogos extraordinariamente cerrada, que se ha negado en forma sistemática a que se aumente el número de cupos para esa especialidad en los centros de estudios superiores existentes en el país. Además, los oftalmólogos que ejercen en la actualidad se niegan, en su gran mayoría a trabajar en el sistema público de salud, ya sea en la atención primaria, secundaria o terciaria. De hecho, del total de especialistas, sólo el 26 por ciento ejerce en el sistema público de salud.
A pesar de que se argumenta que el número de estos especialistas es el recomendado por la Organización Mundial de la Salud, OMS, es decir, uno por cada 30 mil habitantes, el hecho de que se concentren en el sistema privado produce grandes problemas de atención sobre todo para los adultos mayores. Eso es lo que motivó la presentación de esta iniciativa de parlamentarios de distintas bancadas.
Pero siento que es mi deber de hacer algunas precisiones. Por ejemplo, aquí se ha dicho que la presbicia, defecto de refracción, no es una enfermedad, sino un proceso degenerativo consecuencia del envejecimiento. Con ese mismo razonamiento, se podría plantear que una dolencia osteoarticular, como la artrosis, tan común en los adultos mayores, o algunas patologías cardíacas degenerativas, no tendrían el carácter de enfermedades.
Se ha dicho que el elevado precio de los lentes sería otro argumento válido para promover esta iniciativa. Con el mismo predicamento, también podríamos decir que se encuentran en ese caso las prótesis cardíacas o de reemplazo articular, las cuales tienen un costo 20 ó 30 veces superior.
También se ha argumentado que el uso de estos lentes no tiene efectos secundarios. Entonces, podríamos autorizar la automedicación o autoprescripción de inmovilizaciones físicas o de fármacos “inocuos”. Sin embargo, la literatura médica señala que, en este caso, la prescripción inadecuada no es inocua, por cuanto la sobrecorrección puede provocar una atrofia irreversible del músculo ciliar, que trae aparejados efectos secundarios, como hipermetropía, cefalea y fatiga.
El ser humano está conformado por un conjunto de órganos que funcionan en forma integral y coordinada. Con esto quiero decir que no existen órganos que funcionen en forma aislada y sin depender de otros. Si fuera así, bastaría con tomar la presión arterial o con un examen de glicemia, en el caso de los diabéticos, para prescribir un medicamento antihipertensivo u otro a fin de bajar la glicemia, sin considerar que existen otros factores y que el paciente puede tener otras enfermedades asociadas o concomitantes que también es necesario tratar.
Por eso, considero que la solución de este grave problema de salud pública -debemos saber que el 20 por ciento de la población inscrita en consultorios requiere, al menos, una atención oftalmológica al año; es decir, necesitamos atender a 1 millón 700 mil personas, y sabemos que el tiempo de espera es, en promedio, de 241 días, lo que resulta inadmisible- va por otro lado, y se ha planteado muchas veces en el Ministerio de Salud: la formación de oftalmólogos en otros países -por ejemplo, en Perú, en cuya capital, Lima, existen excelentes centros formadores de especialistas-, debido a que la sociedad científica de oftalmólogos chilena se ha negado sistemáticamente a que se haga en nuestro país.
Por último, quiero señalar que la presbicia pura sólo se da en el 60 por ciento de los casos; en el 40 por ciento restante ésta va acompañada de otras enfermedades, como la retinopatía o el glaucoma, que es necesario detectar a tiempo para evitar procedimientos que, lejos de ser inocuos, pueden complicarse y agravarse.
Por eso, me sumo a la indicación presentada, en orden a exigir, por lo menos, una atención oftalmológica que permita hacer una evaluación integral del paciente, antes de autorizar la prescripción indiscriminada de lentes en cualquier lugar y no en los establecimientos habilitados para ello.
He dicho.
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